Desigualdad, salarios y TLCAN
Orlando Delgado Selley
La Jornada 19 de Octubre de 2017
El FMI acaba de publicar su Monitor Fiscal, que
presenta un estudio relevante sobre la desigualdad en el mundo y la manera en
la que puede mitigarse mediante la política fiscal. Un primer dato de interés
es que a nivel global la desigualdad ha disminuido, como consecuencia del
importante crecimiento del ingreso nacional de China e India. Dentro de los
países la desigualdad presenta imágenes distintas: ha aumentado en el grupo de
países desarrollados, mientras en muchos de los países restantes la situación
ha mejorado. América Latina, pese a haber reducido su desigualdad, sigue siendo
la región más desigual del mundo.
Por supuesto la desigualdad es producto
del funcionamiento de una economía de mercado. Pero lo que ha venido ocurriendo
es que las reformas neoliberales han producido mayor desigualdad. La
investigación económica ha demostrado que esta excesiva desigualdad destruye la
cohesión social, genera problemas políticos y, además, disminuye el crecimiento
económico. El FMI se pregunta en el estudio aludido: ¿cuándo la desigualdad es
excesiva? Una respuesta posible está en las diferencias en el ingreso per
cápita entre países. Particularmente entre países vecinos.
México, Estados Unidos y Canadá, al
firmar el TLCAN hace más de dos décadas, se propusieron, entre otras cosas,
lograr un proceso de convergencia salarial y de los niveles de bienestar. Como
bien sabemos no sólo no ocurrió, sino que se amplió la brecha entre los
salarios de los trabajadores mexicanos respecto de los canadienses y más aún
respecto de los estadunidenses. Esta diferencia, para quienes han gobernado
nuestro país desde la firma del TLCAN, se convirtió en una ventaja competitiva.
De manera que para el gobierno de México el objetivo de convergencia salarial
y, a partir de él, de convergencia en el bienestar se abandonó, castigando a
los trabajadores en aras de la competitividad.
La insistencia de nuestros socios
comerciales para acordar medidas concretas que permitan disminuir la brecha
salarial, es parte relevante de la renegociación en curso del TLCAN. Se trata
de un reclamo que surge de grupos sindicales de los tres países, así como de
representaciones sociales diversas. Este punto no puede considerarse de la
misma manera que algunos otros temas planteados por el gobierno estadunidense
que violan flagrantemente las estructuras básicas del libre comercio. Responder
a la demanda de aumentar los salarios, y en consecuencia disminuir la
desigualdad, como lo han hecho grupos empresariales mexicanos, con
declaratorias de improcedencia resulta vergonzoso. El gobierno mexicano y el
grupo de negociadores del TLCAN cuentan con un tema en el cual es posible, y
verdaderamente deseable, comprometer mejoras salariales.
Una parte sustancial de la explicación
de la desigualdad mexicana se localiza en los niveles salariales existentes. El
salario mínimo es notoriamente insuficiente para que una familia cubra sus
necesidades básicas. La economía mexicana tiene que romper el círculo vicioso
de los bajos salarios. Instalar un proceso de recuperación de las
remuneraciones, en todos los estratos salariales, permitiría dinamizar el
mercado interno, generando la posibilidad de un proceso más vigoroso de
crecimiento económico y, por supuesto, se abatiría una buena parte de la
desigualdad.
Junto con este proceso de recuperación
salarial, la política fiscal podría constituirse en un poderoso instrumento
redistributivo. El Monitor Fiscal del FMI muestra que en los
países avanzados la política fiscal reduce en más de un tercio la desigualdad
de los ingresos. En cambio, en los países emergentes y en desarrollo la
política fiscal sólo logra una reducción de menos de 10 por ciento. Es aceptado
que usar la política fiscal para disminuir la desigualdad empieza con impuestos
que graven progresivamente los ingresos.
A nivel global la progresividad
tributaria ha disminuido desde 62 por ciento a los ingresos más altos para
situarse en 35 por ciento en 2015. Se reconoce que es posible aumentar la
progresividad sin afectar el crecimiento. En México hay posibilidades
económicas claras para hacer más progresivos los impuestos. Lo que no ha habido
es voluntad política para hacerlo. Volver a plantearlo es oportuno y necesario.
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