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Zapata

viernes, 30 de noviembre de 2018

POR FIN SE VA PEÑA Y LLEGA LOPEZ OBRADOR

El 29 de noviembre de 2013 hacía el análisis en este blog, del primer año del gobierno de Peña y señalaba que había sido decepcionante. La inseguridad y la violencia seguían imparables, las violaciones a los derechos humanos eran criticadas por las principales organizaciones no gubernamentales e internacionales relacionadas con el tema; el crecimiento económico seguía estancado; los índices de impunidad y corrupción eran altísimos; la pobreza, la desigualdad, la concentración del ingreso en una minoría, se mantenían inalterados.
Preguntábamos entonces si la población vulnerable en los indicadores que miden la pobreza (que según el CONEVAL[1]) llegaba al 80%, al final del sexenio podría disminuir al 70%, entonces se consideraría un avance relevante.
En 2012, al llegar a la presidencia Peña, el 11.3% de la población vivía en condiciones de pobreza extrema; para 2018 el CONEVAL estimó que sólo el 7.6% vivía en esta condición (si damos por buena la metodología de este organismo autónomo, podemos decir que en este rubro el gobierno de Peña mejoró las condiciones de la población).
Pero en 2012 el 34.8% de la población se encontraba en situación de pobreza moderada, mientras que para el 2018 llegó a 35.9% (aumentó).
En 2012 el 28.1% de la población era vulnerable por carencias sociales; para 2018 disminuyó a 26.8%
En 2012 el 5.9% de la población era vulnerable en materia de ingresos y para 2018 aumentó al 7%.
Así, como señalamos en 2013, al inicio del sexenio de Peña, sólo el 19.9% de la población no presentaba alguna vulnerabilidad que la hiciera caer en pobreza. Para 2018 el índice aumentó al 22.6%.  Es una mejora sin duda, pero dista mucho de lo que el país necesita.
Sobre la pobreza comentamos que al inicio del sexenio de Peña el indicador era del 45.5% de la población; y hasta el 2016, pues no hay datos más recientes, el CONEVAL estimaba la pobreza en 43.6%. Otra vez un modesto avance; pero avance al fin.
Otra pregunta que hacíamos era si mejoraría sustancialmente el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad en un país. En 2012 el coeficiente de Gini señalaba para México un 0.454[2]; mientras para el último dato que es de 2016, fue de 0.434[3]. Esto es un avance, lo que no quita que México quedara situado ese último año, en el lugar 119 en el mundo en este indicador; a pesar de que forma parte de las denominadas 20 naciones “más ricas del mundo” que conforman el G20; y es uno de los 38 países que conforman al llamado “club de los ricos”, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
También hablábamos de los niveles de impunidad, en donde los delitos no se castigaban en un 95% de los casos; pues bien, eso no ha cambiado.
Y qué decir del Indice de percepción sobre la corrupción en el país, en donde México pasó del lugar 105 al 135, según Transparencia Internacional[4].
Así también, México se convirtió en el país que menos recursos públicos destina, como proporción del producto interno bruto (PIB), a la educación y a la salud en América Latina y el Caribe, según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL)[5]. En educación, el promedio en la región es de 4.35%, mientras que en México es de 4% en gasto educativo; en salud, el promedio regional es de 7% del PIB, mientras que México sólo destina el 5.9%.
En 1990 México ocupaba un lejano lugar 87 en materia de inversión en educación y salud[6]; y para 2018 ocupa el lugar 104 de un total de 195 países evaluados (estudio de la Universidad de Washington a petición del Banco Mundial). Por ejemplo, en el estudio señalado, de los 18 años en promedio que se esperaría que una persona tuviera de escolaridad, el primer lugar, Finlandia, obtuvo 14 años; mientras que México sólo obtuvo 10 años (nivel de secundaria terminada).
Estos datos indican claramente que durante el período de los gobiernos neoliberales, se ha dejado de invertir en educación y salud, retrasando cada vez más el desarrollo de la mayoría de la población, y ello explica también en buena medida, que los índices de pobreza en el país se mantengan con variaciones muy pequeñas.
En otro indicador sobre el desarrollo social como lo es el Indice de Compromiso de Reducción de la Desigualdad (ICRD por sus siglas en inglés) de Oxfam[7], en el que se miden el gasto público en educación, salud, protección social; progresividad impositiva, nivel salarial de los trabajadores ordinarios y fortaleza de los derechos laborales y sindicales, se estableció que, de un total de 157 países estudiados, México ocupó el lugar 87.
Algo similar sucede con el Indice de Desarrollo Humano de la ONU, que en 2016 ubicó a México en el lugar 77, de un total de 195 países[8].
Pero esos rezagos sociales tienen la otra cara de la moneda, con el enorme enriquecimiento de un puñado de grandes empresarios (los 16 más ricos) que según el banco suizo UBS[9] acumulan una fortuna de 141 mil millones de dólares. En un año (de 2017 a 2018) su riqueza creció 21.5%, mientras que el país no puede crecer a más del 2 ó 2.4% al año.
Y la carencia de inversión en educación, salud y desarrollo social se ve impactada por la enorme evasión fiscal que se registra en el país, pues el Sistema de Administración Tributaria (SAT)[10], estima que existen más de 600 mil empresas “fantasma” que realizan operaciones de facturación simulada para evadir al fisco, lo que le cuesta al país 2 millones de millones de pesos al año.
Por si fuera poco, los mexicanos más ricos hicieron transferencias al exterior, durante el gobierno de Peña Nieto, por un total de 99,961.8 millones de dólares[11]. Es decir, su ganancia (bien o mal habida) en el país, se la llevan al exterior, no la reinvierten en México. Esa suma supera en un 477% a la del sexenio de Calderón.
A lo anterior se suma que se estima hasta en un 10% del PIB al año lo que se desvía por corrupción (5 veces más que el promedio mundial) según la OCDE[12], lo que equivale a 2.3 millones de millones de pesos anuales.
Y por concepto de ganancias del narcotráfico se estima[13] que se llega a una cifra de 600 mil millones de pesos anuales; además de que por concepto de costos por la inseguridad, el país pierde alrededor de 2.5 millones de millones de pesos según el Institute for Economics and Peace (IPE).
Todo este desvío de recursos a grupos de poder económico, político, cárteles del narcotráfico y del crimen organizado en general, es una pérdida mayúscula de la sociedad mexicana, que además debe sostener una deuda pública de alrededor del 46% del Producto Interno Bruto (más de 11 millones de millones de pesos), cuando a inicios del siglo XXI apenas representaba el 25% del PIB.[14]
Todo esto es lo que deja Peña Nieto; ya sin entrar en más detalles sobre la gravedad de la crisis en materia de inseguridad y violencia (en 2017 el número de homicidios dolosos en el país llegó a 27,283; se estima que para 2018 rebase los 28,000, convirtiéndolo así en el año más violento en dos décadas)[15]; en derechos humanos (37,485 desaparecidos según la Secretaría de Gobernación, más casos tan graves como los de los estudiantes de Ayotzinapa)[16] y en devastación del medio ambiente (México está en el lugar 25 de 38 entre los países de la OCDE en contaminación del aire; en el lugar 35 de 38 en calidad del agua).[17]
Y para cerrar con broche de oro, además de haber hecho el ridículo al invitar a Donald Trump durante la campaña presidencial estadounidense, lo que le dio un nuevo impulso a la misma; y de acatar todas las órdenes que desde Washington le han enviado (como formar parte del grupo intervencionista y de hostigamiento contra Venezuela, llamado Grupo de Lima; o como “muro” para la migración centroamericana hacia Estados Unidos), Peña cierra su sexenio con una última humillación, otorgándole al yerno de Trump, Jared Kushner, la Orden del Aguila Azteca, máxima condecoración que se brinda a un extranjero por parte de las autoridades mexicanas, por su “contribución” para la firma del Tratado comercial México-Estados Unidos-Canadá.
Pues todo este desastre hereda López Obrador mañana, y tendrá las mismas exigencias de parte de la muy dolida sociedad mexicana. Esto es, mejorar sustancialmente los devastadores indicadores que hemos mostrado aquí en todos los rubros de la vida nacional.
De no hacerlo así, la sociedad mexicana va a derivar hacia una dictadura de derecha, como le ha sucedido a Brasil. Ya que no va a creer más en las promesas de los partidos progresistas (ya no son de izquierda), de que pueden mejorar la vida de las mayorías, y al mismo tiempo seguir aplicando la política económica neoliberal y seguir en la globalización económica, sin sufrir los embates contra las políticas públicas redistributivas.
La “izquierda mexicana” no va a tener otra oportunidad, si no aprovecha ésta para que una mayoría de los mexicanos pueda sentir en sus vidas que han mejorado en su seguridad, en educación y salud, en más empleos y mejor pagados; en viviendas dignas para la mayoría de la población; en una disminución evidente en la corrupción e impunidad; y en un respeto a los derechos humanos y a las libertades individuales incuestionable.
Menos que eso, será aprovechado por la derecha y los fascistas para derrumbar cualquier nuevo intento progresista, y se impondrá la “solución” de fuerza. Ya sea con un líder atrabiliario y déspota como lo será Bolsonaro en Brasil, o de plano con el gobierno de los militares.





[2] Mientras más se acerca 0, más igualitario es un país.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

¿Negociar con Estados Unidos?
Jorge Santibáñez Romellón*
La presencia de la caravana migrante ha demostrado la incapacidad del gobierno mexicano para negociar con Estados Unidos y su presidente, Donald Trump.
La caravana también ha despertado en México discursos profundamente controversiales que van desde la solidaridad con los centroamericanos hasta el racismo extremo de quienes los rechazan y acusan de perezosos y delincuentes, incluso hay quien los consideran un riesgo para México.
Mientras tanto, Donald Trump tiene perfectamente claro lo que desea de la caravana: hacer creer que el Partido Demócrata respalda a los inmigrantes, con la esperanza de que este supuesto apoyo sea castigado por los votantes la próxima vez que los estadunidenses sean llamados a las urnas.
Asimismo, va a insistir en la construcción del muro y en el incremento de presupuesto para fortalecer la seguridad fronteriza.
Su estrategia es que los inmigrantes centroamericanos permanezcan en México mientras transcurre el tiempo de espera legal para ver si se les otorga asilo en Estados Unidos. La decisión puede tomar meses o años, dependiendo de las cargas de trabajo para desahogar estos asuntos. Mientras eso ocurre, el candidato al asilo no es detenido, permanece en libertad y tiene que asistir a la corte cada que sea llamado para definir su caso.
Lo que argumenta Donald Trump es que al dejarlos en libertad (catch and release) no se vuelve a saber de ellos y se suman a los 12 millones de inmigrantes indocumentados que viven en ese país. Esto no es cierto, ya que cerca de 80 por ciento regresan a las cortes a conocer la decisión final y acatan la sentencia.
Lo que ahora pide el gobierno estadunidense, y aparentemente el próximo gobierno mexicano lo aceptó, es que la espera ocurra en México; si el inmigrante es aceptado entonces será bienvenido, y si no, tendrá que permanecer en México o ser deportado a su país de origen.
Según el diario estadunidense The Washington Post, a cambio de jugar ese papel, México no pidió absolutamente nada e incluso rechazó cualquier tipo de ayuda. De ser el caso, nos chamaquearon.
Es evidente que México y Estados Unidos deben tener algún nivel de colaboración en el tema migratorio, más allá de las estridencias de Donald Trump. Aunque es discutible el tipo de trato que presuntamente se aceptó, hacerlo a cambio de nada nos regresa a las peores épocas de ­subordinación.
Hay muchos aspectos que revisar. Por ejemplo, si la ley de ambos países y los tratados internacionales permiten ese tipo de acuerdos. Asumiendo que sí lo permiten, se pudo haber exigido que Estados Unidos financie totalmente la estancia en México de los candidatos al asilo: vivienda, manutención, programas de empleo y educación. También se debió negociar financiamiento para programas de desarrollo y combate a la violencia en las comunidades fronterizas mexicanas donde permanecerán los inmigrantes, así como en sus países de origen, o bien la regularización de los dreamers.
La única fórmula fallida es la negociación en secreto, por abajo del agua, que lleva a declarar generalidades como todo se hará con pleno respeto a los derechos humanoso que se generarán oportunidades para que nadie tenga que emigrar.
En el tema migratorio, el modelo priísta de negociación con Estados Unidos consistió en conceder todo y mantener un discurso de defensa a la dignidad y soberanía nacional. El modelo panista, salvo la parte inicial del mandato de Vicente Fox Quesada y su enchilada completa, nunca fue claro y generó espacios de omisión que resultaron gravísimos para los migrantes, particularmente para los centroamericanos.
Esperemos que Andrés Manuel López Obrador haya aprendido lo bueno y lo malo de esta historia reciente.
Hay enormes espacios de oportunidad para hacer mejor las cosas. El acuerdo presuntamente ya planchado no sería un buen inicio.
Director de Mexa Institute, con sede en Washington, DC

domingo, 25 de noviembre de 2018

LAS PRESIONES DE TRUMP DAN RESULTADO

Las caravanas de migrantes centroamericanos que siguen llegando a Tijuana, Baja California, están generando un problema político y humanitario, pues las autoridades panistas de esa ciudad no están dispuestas a seguir ayudando a los migrantes y exigen que el gobierno federal se haga cargo de ellos; y al mismo tiempo, las clases medias de la ciudad siguen siendo azuzadas para rechazar la presencia de los centroamericanos, lo que ya ha generado connatos de enfrentamientos entre ambos grupos.
La información del Washington Post[1] sobre un pretendido acuerdo entre el equipo del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y el gobierno de Trump, para que los migrantes se queden en México, mientras las autoridades estadounidenses resuelven si les dan o no refugio (negado por la próxima secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero); y el último tweet del presidente Trump[2] sobre el tema, instando a México a detener las caravanas en la frontera sur, para evitar su llegada a la frontera con Estados Unidos, han puesto en una situación difícil al nuevo gobierno mexicano, que entrará en funciones el 1 de diciembre.
Y es que como lo afirmamos en este blog en un artículo anterior (México: Fronteras Abiertas 28/10/18), el gobierno de AMLO estará en una encrucijada, pues por un lado, no puede evitar la entrada de migrantes indocumentados al país, sin usar la fuerza pública; y ello implica poner en cuestionamiento la política de asilo y de protección a los migrantes, que el gobierno mexicano se ha comprometido a seguir, firmando para el efecto distintos tratados internacionales. De la misma forma, un gobierno progresista y democrático, se exhibiría como autoritario si hiciera lo que Trump está pidiendo, es decir, detener a las caravanas desde la frontera sur del país.
De ahí que AMLO ha pugnado por dejar entrar a los migrantes y ofrecerles condiciones dignas de estancia en el país, incluso trabajo; mientras se resuelve su situación migratoria con las autoridades estadounidenses (que seguramente rechazarán al 99% de los solicitantes).
Por otro lado, AMLO tiene acuerdos preliminares con Trump, para que tanto Estados Unidos como Canadá, aporten recursos financieros (no se sabe cuántos), para invertir en la frontera sur de México y en Centroamérica, con objeto de mejorar las condiciones de vida y de seguridad de sus habitantes, y de esa manera la población ya no se vea forzada a migrar de manera indocumentada.
De hecho, AMLO ha señalado que sus proyectos de Tren Maya, el Transístmico y el de siembra de árboles frutales y maderables en un millón de hectáreas, son como “cortinas” de desarrollo, que irán abriéndoles oportunidades de empleo y se espera también, mejoren la seguridad, a las comunidades expulsoras de migrantes, con lo que así se evitará que salgan de sus lugares de origen hacia los Estados Unidos.
El problema es que esos proyectos pueden llevar 1, 2, 3 ó 4 años en madurar; y mientras tanto las caravanas de migrantes, que ya probaron que el gobierno mexicano no las va a detener, seguirán cruzando por el país, y ello va a generar condiciones humanitarias cada vez más difíciles para ellos, pues la población ya no va a estar tan dispuesta a ayudarles (una o dos veces lo harán; cada tercer día, no va a ser posible)[3]; y la posibilidad de enfrentamientos con algunos sectores de la población aumentará, especialmente en aquellos lugares gobernados por el PAN, que van a exigir que se detenga el flujo de migrantes, o al menos que pasen por otros lugares.
Para el gobierno de AMLO el evitar una confrontación con el gobierno de Trump por este tema, pasa por un compromiso de su gobierno, tácito o explícito, de que los centroamericanos serán mantenidos en México. Y ello va a obligar a destinar del presupuesto federal miles de millones de pesos para darles condiciones dignas de vida a los miles y miles de migrantes que seguirán llegando al país. Y ello también, puede generar oposición de sectores que ahora apoyan a AMLO y Morena, pero que bien pudieran sentir que se está asumiendo un costo excesivo, sólo para no enemistarse con Trump, y a la larga, esto puede generar crecientes tensiones en el gobierno que está por tomar posesión el 1 de diciembre.

sábado, 24 de noviembre de 2018

Venezuela: sanciones económicas y manipulación migratoria
Katu Arkonada

La inminente visita de Nicolás Maduro a México ha despertado la indignación no solo de la derecha, sino también de algunos sectores de Morena.
A pesar de que López Obrador ha dejado claro que todos los presidentes del mundo, incluido Maduro, son bienvenidos, llama la atención que la derecha neoliberal y la progresía lightberal no hayan protestado por la llegada de Mike Pence, vicepresidente de Estados Unidos, violador en serie de los derechos humanos (tanto en sus fronteras, como en otras regiones del mundo, desde América Latina a Oriente Medio) o de Iván Duque, delfín de Uribe, cuyo legado en Colombia de desapariciones y falsos positivos deja más restos humanos en fosas comunes que todas las dictaduras militares del cono sur en su conjunto; una Colombia donde hoy, durante el gobierno de Duque, se siguen desapareciendo a decenas de luchadores sociales (más de 150 desde que se firmaron los recientes acuerdos de paz con las FARC-EP).
Nada de lo anterior sucede en Venezuela, cuyo gobierno no tiene bases militares en territorio extranjero, no impulsa golpes de estado ni realiza injerencia política en otros países, y tampoco desaparece líderes sociales; sin embargo, las matrices de opinión que se construyen, sobre todo en torno a dos ejes, crisis económica y éxodo migratorio, para obligarnos permanentemente a opinar sobre su gobierno.
Hablemos y debatamos entonces, sobre las dos matrices en torno a Venezuela sobre las que personas que nunca han estado en ese país caribeño, que tiene las reservas de petróleo certificadas más grandes del mundo (sumadas a las altísimas reservas de oro o coltán, además de un vínculo sur-sur con China o Rusia), opinan a partir de lo que ven o leen en los medios de comunicación masivos.
No hay ninguna duda de que Venezuela está inmersa en una grave crisis económica. Lo que quizás no es tan conocido es que es resultado de la orden ejecutiva de Barack Obama, de marzo 2013, que declaraba a Venezuela peligro para la seguridad nacional de los Estados Unidos. Orden que ha permitido un ataque multidimensional a la estructura económica venezolana.
Por un lado, mediante las sanciones económicas que incorporan las cuentas que maneja el gobierno venezolano para sus compras en el exterior a la unidad de investigación financiera que indaga, y bloquea en caso de ser necesario, cuentas del Estado Islámico y otros grupos terroristas. Eso ha permitido, por ejemplo, que bancos como el Citibank hayan bloqueado en septiembre de 2017 la compra de 30 mil unidades de insulina, o que el 18 de mayo de 2018, a dos días de la elección presidencial, Colombia bloqueara la llegada de 15 contenedores con 25 mil cajas CLAP (Comité Local de Abastecimiento y Producción, un refuerzo del gobierno venezolano para garantizar la seguridad alimentaria de su población) que contenían 400 mil kilos de alimentos.
Y para quien todavía duda sobre la existencia de un bloqueo, el canciller de Brasil admitió recientemente que no pueden pagar una deuda de 40 millones de dólares a la empresa estatal venezolana Corpoelec (por el suministro de electricidad al estado de Roraima) debido a las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea.
Este bloqueo tiene dos componentes más. En primer lugar, la operación quirúrgica de las élites económicas estadunidenses por medio de sus calificadoras Standard & Poor’s, Fitch Ratings y Moody’s, colocando la deuda venezolana (igual que hace JP Morgan con el riesgo país) a nivel de países africanos en conflicto bélico. El objetivo es claro: ahuyentar cualquier posible inversión extranjera. Y el círculo iniciado por Obama en 2013 lo cierra este 2018 la administración Trump, con sanciones contra Pdvsa con otro objetivo nítido, reducir la capacidad de ingreso de un país que vive y se mueve a partir de la renta petrolera.
A esta matriz mediática contra Venezuela debemos sumarle la del llamado éxodo migratorio. Mientras periodistas estrella de Televisa se van a la frontera venezolana a mostrarnos la realidad fronteriza, ningún medio va a la cercana Honduras a realizar un reportaje que explique por qué miles y miles de hermanos centroamericanos huyen de su país con solo una mochila en la espalda, atravesando ríos, montañas y países enteros, arriesgándose al secuestro y asesinato en las vastas zonas del territorio mexicano controlado por las mafias criminales y el narco.
Un dato: mientras la migración hondureña pertenece a los estratos socioeconómicos más bajos, víctimas directas de la doctrina del shockneoliberal, la mayor parte de la población venezolana que migra (52%), según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la Población Venezolana, pertenece a las clases media-alta y alta. El 82 por ciento del total afirma migrar en búsqueda de mejores perspectivas económicas.
Es por tanto mentira que la migración venezolana se deba a cuestiones políticas (son muy poquitas peticiones de asilo y refugio las concedidas por los países miembros del beligerante Grupo de Lima). La población migrante venezolana lo hace por motivos económicos, buscando un futuro mejor, algo tan digno y legítimo como cuando lo hacen más de 20 millones de personas en México y Colombia.

En definitiva, ojalá que la visita de Nicolás Maduro a México nos ayude a debatir la realidad venezolana de manera objetiva, tomando distancia del ruido mediático producido por intereses geopolíticos.

jueves, 22 de noviembre de 2018

¿PACTO DE IMPUNIDAD?

La afirmación del presidente electo Andrés Manuel López Obrador (AMLO), en diversas entrevistas en los últimos días, de que la corrupción que se realizó antes de su toma de posesión (que será el próximo 1 de diciembre) no será investigada y por lo tanto, tampoco castigada (a excepción de aquellos casos ya abiertos y en proceso de investigación), ha generado más rechazo que apoyo.
Por ejemplo, el casi ya defenestrado líder de la mayoría de los senadores de Morena, Ricardo Monreal, a quien los oligarcas nacionales, y la tecnocracia nacional e internacional, no le perdona haber puesto en el ojo público las abusivas comisiones que cobran los bancos en el país, ya se manifestó en contra del “borrón y cuenta nueva” que propone AMLO, en materia de corrupción.
Tampoco la Coparmex[1] está de acuerdo con ello; ni PRI ni PAN, que ahora se presentan como partidos justicieros decididos a combatir la corrupción, cuando fueron ellos[2] y los presidentes de la República surgidos de sus filas, los que hundieron al país en el lugar 135 de 185 países, en el índice de percepción de la corrupción que realiza Transparencia Internacional cada año.
El recientemente electo presidente del PAN, Marko Cortés, señaló que ese “perdón” u olvido respecto a los hechos de corrupción del pasado, no es más que un nuevo “pacto de impunidad”; tema al que Ricardo Anaya, quien fuera candidato presidencial de la coalición “Por México al Frente” se refirió en varias ocasiones durante la campaña, señalando que de llegar a la presidencia, él no perdonaría a los ex presidentes que hubieran cometido actos de corrupción.
Como se sabe, mientras el PRI dominó al sistema político mexicano (1929-2000), existió una suerte de acuerdo tácito entre los ocupantes del Poder Ejecutivo Federal, mediante el cual ellos y sus familias, una vez terminado el encargo de presidente, podían disfrutar de la fortuna mal habida que hubieran adquirido mediante la corrupción, sin ser perseguidos o molestados por sus sucesores.
No era el caso con colaboradores cercanos, quienes bien podían ser utilizados como “chivos expiatorios” del sistema, exhibiéndolos como corruptos y encarcelándonos, con objeto de aplacar el descontento social por los latrocinios cometidos por los gobernantes que iban de salida. Y con ello, el sistema político se limpiaba y legitimaba ante la población, castigando a unos cuantos miembros del sistema, que por cierto no pasaban mucho tiempo en la cárcel; ciclo que se repetía al terminar el sexenio en curso y así sucesivamente.
El PAN, durante los dos sexenios que gobernó al país (2000-2012), siguió con la misma práctica, en vista de que iniciar a fondo investigaciones sobre la corrupción pasada, hubiera salpicado a tantos políticos y empresarios encumbrados, que se corría el riesgo de que el sistema político y económico del país colapsara.
AMLO desea romper con esa simulación, y en cambio no pretende usar a unos cuantos miembros del gobierno saliente de Peña Nieto como “trofeos” de caza en el tema de la corrupción, sino realmente atacarla de fondo durante su gobierno, para que, al terminar su período ni él, ni su equipo deban entrar en arreglos tácitos o explícitos con el siguiente gobierno para ser “perdonados”, o para que se castigue selectivamente a algunos de ellos.
El problema con esta decisión, muy similar a la que finalmente asumió Fox después de la derrota del PRI en el año 2000, es que sigue alimentando la impunidad de los principales responsables que han llevado al país al desastre en el que se encuentra (por más que las élites y una parte de las clases medias “americanizadas” no vean ese desastre por ninguna parte); y lleva a la población a desconfiar del gobierno entrante, pues una medida así le da consistencia a la acusación de que el famoso “pacto de impunidad” se mantiene.
Lo anterior, y crecientes críticas y decepción al interior de Morena por lo dicho por AMLO, lo han llevado a afirmar que pondrá a consulta de la gente el que se investigue o no, y por lo tanto se castigue o no, a los ex presidentes de la República, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y el saliente Enrique Peña Nieto, por casos de corrupción.
Otra vez, el problema con eso es que proyecta impunidad, pues si existen evidencias, pruebas, del involucramiento de cualquiera de ellos en violaciones a la ley (no sólo en materia de corrupción), se les debería juzgar y en su caso castigar. No tiene porqué haber ningún tipo de consulta al respecto.
Lo que denota AMLO con esta propuesta, es que los poderes fácticos y los grupos político-criminales que existen en el país, siguen siendo tan poderosos que intentar llevarlos ante la justicia, puede implicar un riesgoso enfrentamiento interno; lo que implicaría que sus proyectos y planes gubernamentales podrían fracasar en medio de dicha confrontación; por lo que prefiere evitarse eso, y buscar empujar su agenda social y económica lo más que pueda, sin entrar en luchas políticas y judiciales que a la postre bien podría no ganar.
Si esto es así, entonces constatamos una vez más que en México no ha existido, no existe, ni existirá un verdadero Estado de Derecho. Que el poderoso, ya sea en política o en economía, puede librarse del castigo de sus crímenes, cualquiera que estos sean.
Quien intente llevar ante la justicia a estos individuos y/o grupos corruptos, puede poner en peligro al sistema político y económico en su conjunto, lo que les da una verdadera “patente de corso” a dichos individuos y sus familias, quienes así, a pesar de haber sufrido una derrota electoral mayúscula, no van a sufrir ninguna consecuencia negativa de ello, pues su capacidad de chantaje ante cualquier gobierno es tal, que pueden salir impunes permanentemente. Triste, pero cierto.



[1] Pero la Concamin sí.
[2] Junto con el PRD, el PVEM y el PANAL.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Press Communiqué of the First International Conference 
Against US/NATO Foreign Military Bases
The first International Conference against US/NATO Military Bases was held on November 16-18, at the Liberty Hall in Dublin, Ireland. The conference was attended by close to 300 participants from over thirty-five countries from around the world. Speakers representing countries from all continents, including Cuba, Argentina, Brazil, Colombia, United States, Italy, Germany, Portugal, Greece, Cyprus, Turkey, Poland, United Kingdom, Ireland, Czech Republic, Israel, Palestine, Kenya, D. R. Congo, Japan and Australia, made presentations at the conference.
This conference was the first organized effort by the newly formed Global campaign against US/NATO Military Bases, created by over 35 peace, justice, and environmental organizations and endorsed by over 700 other organizations and activists from around the world. What brought all of us together in this International Conference was our agreement with the principles outlined in the Global Campaign’s Unity Statement, which was endorsed by the Conference participants.
The participants in the Conference heard from and shared with representatives of organizations and movements struggling for the abolition of foreign military bases from around the world about the aggressions, interventions, death, destruction, and the health and environmental damages that the military bases have been causing for the whole humanity along with the threats and violation of the sovereignty of the “host” countries.
The participants and organizers of the conference agreed as a matter of principle that while they oppose all foreign military bases, they consider the close to 1,000 US/NATO military bases established throughout the world, which constitute the main pillars of global imperialist domination by US, NATO and EU states, as the main threat to peace and humanity, and must all be closed. The NATO states’ military bases are the military expression of imperialist intervention in the lives of sovereign countries on behalf of the dominant, financial, political, and military interests, for the control of energy resources, transport roads, markets and spheres of influence, in clear violation of international law and the United Nations Charter.
The participants in the Conference called upon the organizations and movements who agree on the above to work closely with each other in a coordinated manner as a part of the Global Campaign to organize and mobilize the public around the world against US/NATO military bases.
While we call for the closure of all US/NATO military bases, we consider the closure of bases and military installations in certain countries and areas as needing special attention by the international movement. These, for example, include the Guantanamo US base in Cuba, the US bases in Okinawa and South Korea, the US Base in Rammstein/Germany, Serbia, the old and new US/NATO bases in Greece and Cyprus, the establishment of the new US African Command (AFRICOM) with its affiliated military bases in Africa, the numerous NATO bases in Italy and Scandinavia, the Shannon airport in Ireland, which is being used as a military base by US and NATO, and the newly established bases by the United States, France and their allies on and around the Syrian soil.
In order to continue our joint Global Campaign in solidarity with the just causes of the peoples in their struggle against foreign military aggression, occupation and interference in their internal affairs, and the devastating environmental and health impacts of these bases the participants agreed to recommend and to support coordinated actions and initiatives in the coming year (2019) which shall strengthen the global movement to expand the actions and cooperation while moving forward.
As a step toward this goal, the conference supports the global mass mobilizations against NATO’s 70th-anniversary Summit in Washington DC, on April 4, 2019, and respective protests in the NATO member states and worldwide.
We declare our solidarity with the Cuban people’s decades-long efforts to take back their Guantanamo territory, illegally occupied by the United States, and declare our support for the Sixth International Seminar for Peace and the Abolition of Foreign Military Bases, organized by MOVPAZ for May 4-6, 2019, in Guantanamo, Cuba.
The participants express their most sincere thanks and gratitude to the Peace and Neutrality Alliance (PANA) Ireland, for their generous hospitality and support in hosting this historic Conference.

Adopted by the participants at the 
First International Conference Against US/NATO Military Bases 
November 18, 2018 
Dublin, Ireland

lunes, 19 de noviembre de 2018

Thanking vets for their “service” – why?
November 15, 2018
Depending on the context, the small word “why” can be totally innocuous or it can be just about the most subversive and even sacrilegious word one can utter.  This is probably why I love this word so much: it’s ability to unleash tremendous power against all sorts of sacred cows and unchallenged beliefs.  So, today I want to ask everybody why so many people feel the need to thank veterans for their “service”?
But first, let’s debunk a few myths:
First, let’s begin by getting myth #1 out of the way: the notion that US Americans don’t like wars.  That is totally false. US Americans hate losing wars, but if they win them, they absolutely love them.  In other words, the typical US reaction to a war depends on the perceived outcome of that war. If it is a success they love it (even if it is a turkey-shoot like Desert Storm). If it is a deniable defeat (say the US/NATO air operations against Serbian forces in Kosovo or the total cluster bleep in Grenada) they will simply “forget” it. And if it is an undeniable defeat (say Iraq or Afghanistan) then, yes, indeed, most US Americans will be categorically opposed to it.
Next is myth #2: the truth is that no US serviceman or woman has fought a war in defense of the USA since at least WWII (and even this one is very debatable considering that the US forced Japan to wage war and since the attack on Pearl Harbor was set-up as a pretext to then attack Japan). Since 1945 there has not been a single situation in which US soldiers defended their land, their towns, their families or their friends from an aggressor. Not one! All the wars fought by the USA since 1945 were wars of aggression, wars of choice and most of them were completely illegal to boot (including numerous subversive and covert operations). At most, one can make the argument that US veterans defended the so-called “American way of life,” but only if one accepts that the said “American way of life” requires and mandates imperialist wars of aggression and the wholesale abandonment of the key concepts of international law.
Finally, there is the ugly dirty little secret that everybody knows but, for some reason, very few dare to mention: the decision to join the (all volunteer) US military is one primarily based on financial considerations and absolutely not some kind of generous “service” of the motherland for pure, lofty, ideals.  Yes, yes, I know – there were those who did join the US military after 9/11 thinking that the USA had been attacked and that they needed to help bring the fight to those who attacked the USA.  But even with a very modest degree of intelligence, it should have become pretty darn obvious that whether 9/11 was indeed the work of Bin Laden and al-Qaeda or not (personally I am absolutely certain that this was a controlled demolition) – this atrocity was used by the US government to justify a long list of wars which could not have possibly had anything to do with 9/11. Hey, after all, the US decided to attack Iraq (which self-evidently had nothing to do with 9/11) and not the KSA (even though most of the putative hijackers were Saudis and had official Saudi backing). Besides, even if some folks were not smart enough to see through the lies and even if THEY believed that they joined the US military to defend the USA, why would the rest of us who by 2018 all know that the attack on Iraq was purely and solely based on lies, “thank” veterans for stupidly waging war for interests they cannot even identify? Since when do we thank people for making wrong and, frankly, immoral decisions?!
 Now let’s look at another basic thing: what is military service? The way I see it, military personnel can roughly be split into two categories: those who actually kill people and those who help those who kill people kill people. Right? If you are a machine gunner or a tank driver, then you personally get to kill people. If you are a communications specialist, or a truck driver, or an electrician, you don’t get to kill people yourself, but your work is to make it easier for those who kill people to kill people. So I think that it would be fair to say that joining a military, any military, is to join an organization whose main purpose is to kill people. Of course, that killing can be morally justifiable and, say, in defense of your country and fellow citizens. But that can only be the case if you prepare for a defensive war and, as we all know, the USA has not fought such a war for over 70 years now. Which means that with a few increasingly rare exceptions (WWII veterans) ALL the veterans which get thanked for their service did what exactly? If we put it in plain English, what fundamental, crucial decision did ALL these veterans make?
In simple and plain English, veterans are those who signed up to kill people outside the USA for money.
Sorry, I know that this sounds offensive to many, but this is a fact. The fact that this decision (to join an organization whose primary purpose is to murder people in their own countries, hundreds and thousands of miles away from the USA) could also have been taken for “patriotic” reasons (i.e. by those who believed in what is most likely the most lying propaganda machine in history) or to “see the world” and “become a real man” does not change the fact that if the US military offered NO pay or benefits, NO scholarships, NO healthcare, etc. then the vast majority of those who claim that they joined to “serve” would never have joined in the first place. We all know that, let’s not pretend otherwise! Just look at the arguments recruiters use to convince people to join: they are all about money and benefits! Need more proof? Just look at the kind of social groups who compose the bulk of the US military: uneducated, poor, with minimal career prospects. The simple truth is that financially successful folks very rarely join the military and, when they do, they usually make a career out of it.
As somebody who has lived in the USA for a total of 21 years now, I can attest that folks join the military precisely for the same reasons they enter the police force or become correctional officers: because in all those endeavors there is money to be made and benefits to enjoy. Okay, there must be, by definition, the 1% or less who joined these (all violent) careers for purely lofty and noble ideals. But these would be a small, tiny, minority. The overwhelming majority of cops, correctional officers and soldiers joined primarily for material and/or financial reasons.
By the way, since that is the case, is it not also true that the soldier (just like the cop or the correctional officers) has ALREADY received his/her “gratitude” from the society for their “service” in the form of a check? Why do folks then still feel the need to “thank them for their service”? We don’t thank air traffic controllers or logging workers (also very tough careers) for their service, do we? And that is in spite of the fact that air traffic controllers and logging workers did not choose to join an organization whose primary goal is to kill people in their own homes (whether private homes or national ones) which is what soldiers get paid for.
Let me repeat that truism once again, in an even more direct way: veterans are killers hired for money.  Period.  The rest is all propaganda.
In a normal sane world, one would think that this is primarily a moral and ethical question. I would even say a spiritual one. Surely major religions would have something relevant and clarifying to say about this? Well, in the past they did.  In fact, with some slight variations, the principles of what is called a “just war” have been known in the West since at least Augustine of Hippo and Thomas Aquinas.  According to one source they are:
·         A just war can only be waged as a last resort. All non-violent options must be exhausted before the use of force can be justified.
·         A war is just only if it is waged by a legitimate authority. Even just causes cannot be served by actions taken by individuals or groups who do not constitute an authority sanctioned by whatever the society and outsiders to the society deem legitimate.
·         A just war can only be fought to redress a wrong suffered. For example, self-defense against an armed attack is always considered to be a just cause (although the justice of the cause is not sufficient–see point #4). Further, a just war can only be fought with “right” intentions: the only permissible objective of a just war is to redress the injury.
·         A war can only be just if it is fought with a reasonable chance of success. Deaths and injury incurred in a hopeless cause are not morally justifiable.
·         The ultimate goal of a just war is to re-establish peace. More specifically, the peace established after the war must be preferable to the peace that would have prevailed if the war had not been fought.
·         The violence used in the war must be proportional to the injury suffered. States are prohibited from using force not necessary to attain the limited objective of addressing the injury suffered.
·         The weapons used in war must discriminate between combatants and non-combatants. Civilians are never permissible targets of war, and every effort must be taken to avoid killing civilians. The deaths of civilians are justified only if they are unavoidable victims of a deliberate attack on a military target.
Now Augustine of Hippo and Thomas Aquinas are hardly heroes of mine, but they are considered as very authoritative in western philosophical thought. Yet, when checked against this list of criteria, all the wars fought by the USA are clearly and self-evidently totally unjust: all of them fail on several criteria, and most of them (including the attack on Iraq and Afghanistan) fail on all of them!
But there is no need to go far back into the centuries to find authoritative western thinkers who clearly denounce unjust wars.  Did you know that the ultimate crime under international law is not genocide or crimes against humanity?
Nope, the supreme crime under international law is the crime of aggression. In the words of the chief American prosecutor at Nuremberg and Associate Justice of the Supreme Court of the United States, Robert H. Jackson, the crime of aggression is the supreme crime because “it contains within itself the accumulated evil” of all the other war crimes.  He wrote:  “To initiate a war of aggression, therefore, is not only an international crime; it is the supreme international crime differing only from other war crimes in that it contains within itself the accumulated evil of the whole.”
So from the 4th century through the 20th century, the people of the West always knew what a just war was, and they fully understood that starting such a war is the supreme evil crime under international law. But this goes beyond just major wars. Under international law, the crime of “aggression” does not only refer to a full-scale military attack. Aggression can be defined as the execution of any one of the following acts:
·         Declaration of war upon another State.
·         Invasion by its armed forces, with or without a declaration of war, of the territory of another State.
·         Attack by its land, naval or air forces, with or without a declaration of war, on the territory, vessels or aircraft of another State.
·         A naval blockade of the coasts or ports of another State.
·         Provision of support to armed bands formed in its territory which have invaded the territory of another State, or refusal, notwithstanding the request of the invaded State, to take, in its own territory, all the measures in its power to deprive those bands of all assistance or protection.
Finally, it is important to note here that by these authoritative legal definitions, every single US President is a war criminal under international law! This, in turn, begs the question of whether all the wars fought by US soldiers since 1945 were indeed waged by a legitimate authority (as mentioned by Augustine of Hippo and Thomas Aquinas above)? How can that be when the Commander in Chief himself is a war criminal?
Let’s sum it up so far: we have folks who agree to become killers (or killer-assistants), who do that primarily for financial reasons, who then only participate in illegal and immoral wars of aggression and whose commander in chief is a war criminal.
And they deserve our gratitude why exactly?!
Maybe because so many veterans have been hurt, maimed, traumatized? Maybe because once they leave the armed forces, they don’t get the social and medical support they need? Perhaps merely because wars are horrible? Or maybe because the veterans were lied to and deceived? Or maybe because some (many?) of them did try to stay human, honorable and decent people in spite of the horrors of war all around them? When we think of the horrendous unemployment, homelessness and even suicide figures amongst veterans, we cannot but feel that these are people who have been lied to, cheated and then discarded like a useless tool. So maybe saying “thank you for your service” is the right thing to say?
Nope! These are all excellent reasons to feel compassion and sympathy for veterans, yes. But not gratitude. There is a huge difference here. Everybody, every human, and I strongly believe every creature deserves compassion and sympathy. But it is one thing to say “I feel compassion for you” and quite another to say “thank you for what you did” because that implies that the deed was a moral, good, ethical deed, and that is entirely false.
Major General Smedley Butler put it best when he wrote:
War is a racket. It always has been. It is possibly the oldest, easily the most profitable, surely the most vicious. It is the only one international in scope. It is the only one in which the profits are reckoned in dollars and the losses in lives. A racket is best described, I believe, as something that is not what it seems to the majority of the people. Only a small “inside” group knows what it is about. It is conducted for the benefit of the very few, at the expense of the very many. Out of war, a few people make huge fortunes.
If we agree that war is, indeed, a “racket” and that it is conducted “for the benefit of the very few” then it would make sense for these “very few” to express their gratitude to those whom they hired to enrich them.  And, in fact, they do.  Here is the best example of that:
Of course, Google is no more dependent on wars of aggression than any other US corporation.  The very nature of the US economy is based on war and has always been based on war.  The so-called “American way of life” but without wars of aggression has never been attempted in the past, and it won’t be attempted for as long as the USA remains the cornerstone of the AngloZionist Empire and the world hegemony it seeks to impose on the rest of mankind.  But until that day arrives the “American way of life” will always imply wars of aggression and the mass murder of innocent people whose only “sin” is to dare to want to live free and not be a slave to the Empire.  If you believe that those who dare to want to live free in a truly sovereign country deserve to be murdered and maimed, then yes, by all means – thank the veterans from the bottom of your heart!
But if you don’t believe this, offer them your compassion, but not your gratitude for their crimes.
The Saker