Venezuela: sanciones económicas y manipulación migratoria
Katu Arkonada
La inminente visita de Nicolás Maduro a México ha despertado la
indignación no solo de la derecha, sino también de algunos sectores de Morena.
A pesar de que López Obrador ha dejado claro que todos los
presidentes del mundo, incluido Maduro, son bienvenidos, llama la atención que
la derecha neoliberal y la progresía lightberal no hayan
protestado por la llegada de Mike Pence, vicepresidente de Estados Unidos,
violador en serie de los derechos humanos (tanto en sus fronteras, como en
otras regiones del mundo, desde América Latina a Oriente Medio) o de Iván
Duque, delfín de Uribe, cuyo legado en Colombia de desapariciones y falsos
positivos deja más restos humanos en fosas comunes que todas las dictaduras
militares del cono sur en su conjunto; una Colombia donde hoy, durante el
gobierno de Duque, se siguen desapareciendo a decenas de luchadores sociales
(más de 150 desde que se firmaron los recientes acuerdos de paz con las
FARC-EP).
Nada de lo anterior sucede en Venezuela, cuyo gobierno no tiene bases
militares en territorio extranjero, no impulsa golpes de estado ni realiza
injerencia política en otros países, y tampoco desaparece líderes sociales; sin
embargo, las matrices de opinión que se construyen, sobre todo en torno a dos
ejes, crisis económica y éxodo migratorio, para obligarnos permanentemente a
opinar sobre su gobierno.
Hablemos y debatamos entonces, sobre las dos matrices en torno a
Venezuela sobre las que personas que nunca han estado en ese país caribeño, que
tiene las reservas de petróleo certificadas más grandes del mundo (sumadas a
las altísimas reservas de oro o coltán, además de un vínculo sur-sur con China
o Rusia), opinan a partir de lo que ven o leen en los medios de comunicación
masivos.
No hay ninguna duda de que Venezuela está inmersa en una grave crisis
económica. Lo que quizás no es tan conocido es que es resultado de la orden
ejecutiva de Barack Obama, de marzo 2013, que declaraba a
Venezuela peligro para la seguridad nacional de los Estados Unidos. Orden
que ha permitido un ataque multidimensional a la estructura económica
venezolana.
Por un lado, mediante las sanciones económicas que incorporan las
cuentas que maneja el gobierno venezolano para sus compras en el exterior a la
unidad de investigación financiera que indaga, y bloquea en caso de ser
necesario, cuentas del Estado Islámico y otros grupos terroristas. Eso ha
permitido, por ejemplo, que bancos como el Citibank hayan bloqueado en
septiembre de 2017 la compra de 30 mil unidades de insulina, o que el 18 de
mayo de 2018, a dos días de la elección presidencial, Colombia bloqueara la
llegada de 15 contenedores con 25 mil cajas CLAP (Comité Local de
Abastecimiento y Producción, un refuerzo del gobierno venezolano para
garantizar la seguridad alimentaria de su población) que contenían 400 mil
kilos de alimentos.
Y para quien todavía duda sobre la existencia de un bloqueo, el
canciller de Brasil admitió recientemente que no pueden pagar una deuda de 40
millones de dólares a la empresa estatal venezolana Corpoelec (por el
suministro de electricidad al estado de Roraima) debido a las sanciones
impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea.
Este bloqueo tiene dos componentes más. En primer lugar, la operación
quirúrgica de las élites económicas estadunidenses por medio de sus
calificadoras Standard & Poor’s, Fitch Ratings y Moody’s, colocando la
deuda venezolana (igual que hace JP Morgan con el riesgo país) a nivel de
países africanos en conflicto bélico. El objetivo es claro: ahuyentar cualquier
posible inversión extranjera. Y el círculo iniciado por Obama en 2013 lo cierra
este 2018 la administración Trump, con sanciones contra Pdvsa con otro objetivo
nítido, reducir la capacidad de ingreso de un país que vive y se mueve a partir
de la renta petrolera.
A esta matriz mediática contra Venezuela debemos sumarle la del
llamado éxodo migratorio. Mientras periodistas estrella de Televisa se van
a la frontera venezolana a mostrarnos la realidad fronteriza, ningún medio va a
la cercana Honduras a realizar un reportaje que explique por qué miles y miles
de hermanos centroamericanos huyen de su país con solo una mochila en la
espalda, atravesando ríos, montañas y países enteros, arriesgándose al
secuestro y asesinato en las vastas zonas del territorio mexicano controlado
por las mafias criminales y el narco.
Un dato: mientras la migración hondureña pertenece a los estratos
socioeconómicos más bajos, víctimas directas de la doctrina del shockneoliberal,
la mayor parte de la población venezolana que migra (52%), según la Encuesta
Nacional de Condiciones de Vida de la Población Venezolana, pertenece a las
clases media-alta y alta. El 82 por ciento del total afirma migrar en búsqueda
de mejores perspectivas económicas.
Es por tanto mentira que la migración venezolana se deba a cuestiones
políticas (son muy poquitas peticiones de asilo y refugio las concedidas por
los países miembros del beligerante Grupo de Lima). La población migrante
venezolana lo hace por motivos económicos, buscando un futuro mejor, algo tan
digno y legítimo como cuando lo hacen más de 20 millones de personas en México
y Colombia.
En definitiva, ojalá que la visita de Nicolás Maduro a México nos ayude
a debatir la realidad venezolana de manera objetiva, tomando distancia del
ruido mediático producido por intereses geopolíticos.
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