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Zapata

viernes, 16 de noviembre de 2018

EL PLAN PARA PACIFICAR AL PAÍS


El plan presentado por el presidente electo para pacificar al país y atacar las causas que provocan la inseguridad y la violencia, ha sido recibido con escepticismo por algunos de los autodenominados expertos[1]; con críticas de parte de la CNDH, al menos en algunos aspectos de la propuesta; con un franco rechazo de parte de los partidos de oposición[2]; y con el apoyo de los organismos empresariales.
Lo que más se cuestiona es la permanencia de las fuerzas armadas como actor principal en el combate al crimen, pero ahora “disfrazando” su participación con la creación de la Guardia Nacional.
También se le critica el que no haya un planteamiento de fondo para reformar y mejorar a las policías, tanto a la federal, como a las estatales y municipales. Así como, el que no haya una propuesta para reestructurar la procuración y administración de justicia, por más que existan algunos planteamientos al respecto.
Todo ello, justo cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación acaba de considerar que la Ley de Seguridad Interior promulgada por Peña Nieto es inconstitucional, con lo que la participación de las fuerzas armadas en materia de seguridad pública, queda nuevamente a la espera de un marco jurídico apropiado que la avale; algo a lo que se ha comprometido López Obrador, señalando incluso la necesidad de reformar la Constitución para que la participación de los militares y marinos en dicha materia, quede protegida desde la Carta Magna, para posteriormente poder ser regulada con una ley específica.
Asimismo, la mayoría de Morena y sus aliados en el Senado aprobaron la Ley Orgánica de la que será la Fiscalía General de la Nación, con la oposición del PRI, PAN y PRD, que consideraron que el presidente de la República mantendrá la última palabra en el nombramiento del fiscal, y por lo tanto tendrá una influencia determinante en su actuación.
En este caso, es comprensible que López Obrador haya optado por una propuesta menos ambiciosa, ya que la derecha latinoamericana, junto con los Estados Unidos, han utilizado a las supuestas “fiscalías independientes” para atacar y eventualmente derrocar a gobiernos de izquierda que no obedecen las ordenes de los “mercados”, ni de Washington. Por ello, López Obrador no quiere quedar a expensas de fiscales que reciban sus órdenes de los oligarcas mexicanos o del gobierno estadounidense, cuando alguna de las política públicas que impulse, no sean del agrado de esos actores políticos.
López Obrador y su equipo cercano, junto con los altos mandos de las fuerzas armadas, llegaron a la conclusión que retirar de una manera precipitada a los militares y marinos de las funciones de seguridad pública, sólo ocasionaría un aumento de la violencia e inseguridad, en vista de que la reforma de las policías, algo que se ha intentado infructuosamente desde hace más de dos décadas, no se podrá realizar en el corto plazo.
López Obrador sabe que si en sus dos primeros años de gobierno, no se advierte una disminución ostensible en los niveles de inseguridad y violencia en el país, su gobierno sufrirá electoralmente las consecuencias en las elecciones intermedias del 2021, y muy probablemente la muy laxa coalición gobernante que lo apoya podría comenzar a resquebrajarse a mitad de su sexenio.
De ahí que prefiera que los militares sigan en las labores de seguridad pública, pero ensayando un nuevo enfoque, a través de la creación de la Guardia Nacional, conformada de manera híbrida por policías militares, marinos y civiles; junto con otras medidas novedosas como la posible legalización del consumo de la marihuana y del cultivo de la amapola; una amnistía limitada a ciertos grupos criminales, con objeto de que se retiren de esa actividad; y una estrecha cooperación con Estados Unidos en el tema, para evitar presiones excesivas de los vecinos del Norte; y a la vez, mantener el apoyo del sector empresarial en esta materia, para de esa forma mejorar los canales de comunicación y colaboración con estos dos estratégicos actores políticos.
Si tomamos en cuenta que todo esto coincide con el juicio al “Chapo” Guzmán en Nueva York, en el cual la familia Zambada está proporcionando los datos principales para la condena del capo, como los sobornos que el cártel de Sinaloa daba a las autoridades de la Ciudad de México, a la PGR, a los militares y a la Interpol (alrededor de 300 mil dólares mensuales) para el almacenamiento y trasiego de droga por la capital del país (y especialmente por el aeropuerto internacional), para posteriormente ser enviados a Estados Unidos, se entenderá que la presión sobre el gobierno entrante es mayúscula, ya que están quedando al descubierto las complicidades de gran número de autoridades federales en este tráfico ilícito, y ello obligará al presidente electo a hacer una limpia de funcionarios, si quiere realmente atacar de fondo la criminalidad en el país.
Pero si mantiene en sus puestos a la mayoría de los funcionarios en PGR, Seguridad Pública, CISEN, e incluso a varios altos mandos de las fuerzas armadas, que pudieran quedar comprometidos en el citado juicio, entonces no se podrá sentir traicionado o sorprendido, si su estrategia de seguridad es saboteada desde el interior mismo de su gobierno.
Desgraciadamente, hasta el momento, al equipo del presidente electo no se le ve disposición de buscar entre sus bases de apoyo, a gente con preparación y experiencia que pudiera empezar a sustituir a los funcionarios de las administraciones pasadas que o bien han sido omisos en su responsabilidad; o incompetentes; o peor aún, cómplices de los criminales.
Creer que los mismos que han aceptado la “plata” de las organizaciones criminales, se reformarán por arte de magia y ahora sí asumirán sus responsabilidades con el Estado, es pecar de ingenuo.
Se requiere ir conformando una nueva clase de funcionarios públicos, con los mecanismos y protecciones necesarios, para que puedan cumplir con su encomienda; y así la estrategia propuesta tenga una posibilidad de funcionar. De lo contrario, nos vamos a quedar con más de lo mismo; y con las mismas justificaciones del porque no funcionó.  

                                       

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