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Zapata

domingo, 31 de enero de 2016

Un Partido Republicano dividido

Después del debate en Des Moines, Iowa entre los precandidatos con más apoyo entre la base republicana (menos Trump que intentó vetar a la conductora de Fox News, Megyn Kelly, sin lograrlo; por lo que no asistió al evento), se advierte que el partido está en uno de sus momentos más críticos en los últimos 42 años (desde el escándalo Watergate, que provocó la renuncia de Richard Nixon a la presidencia en 1974).
El establecimiento republicano que ha tenido como presidentes en sus últimos doce años en que ocuparon la Casa Blanca (1989-1991; 2001-2009)[1], a dos miembros de una misma familia, George H.W. Bush y su hijo George W. Bush (lo que denota una grave falta de cuadros “presidenciables”), ha fracasado en impulsar candidaturas de otros miembros del establecimiento[2] que logren la aceptación de franjas amplias del electorado estadounidense, y no sólo entre los republicanos, los cuales tienen su mayor apoyo en la clase media blanca del Medio Oeste y Centro-Sur de la Unión Americana.
Si bien en el paquete que queda de precandidatos hay alguna diversidad que refleja a la sociedad estadounidense (un afroamericano, Ben Carson; dos descendientes de cubanos, Cruz y Rubio; una mujer, Carly Fiorina; y el resto hombres blancos), la realidad es que este partido se encuentra en el dilema de seguir representando los intereses de las élites que lo han manejado en el último siglo, y más específicamente en los últimos 25 años; o virar hacia una posición más vinculada con sus bases profundas en el entramado social del país.
¿Cuáles han sido los intereses tradicionales del Partido Republicano y cuáles son los “nuevos” intereses que se han apoderado de este partido en el último cuarto de siglo?
Hay que recordar que el Partido Republicano surge de la contienda entre los estados del Norte y del Sur por definir el tipo de capitalismo que dominaría a Estados Unidos: el agrícola, basado en mano de obra esclava y con orientación a la exportación de materias primas y libre importación de manufacturas (el Sur); o el industrial-mercantilista, basado en exportación de productos manufacturados, con trabajadores por contrato y proteccionismo (el Norte).
Con el triunfo del Norte, el Partido Republicano pasó a ser la fuerza política dominante en el país, y el Partido Demócrata se convirtió en el defensor de los derrotados estados agrícolas del Sur y Centro del país.
El crecimiento exponencial de la industria y el comercio, así como de las comunicaciones después de la Guerra Civil (1861-65) y el duro proceso de Reconstrucción (1865-1877) que tuvieron que vivir los estados del Sur, permitieron a una élite industrial, comercial y financiera en el Noreste y alrededor de los Grandes Lagos, acumular enormes riquezas y poder, lo que provocó una concentración brutal del ingreso en una sola capa de capitalistas y los consiguientes abusos y depredación en las zonas más deprimidas de Estados Unidos, como el Medio Oeste y el Sur, en donde el Partido Demócrata surgió como defensor de los blancos pobres y despojados[3] por los “robber barons”, es decir los financieros e industriales que manejaban al país a su antojo.
Al iniciar el siglo XX se registra la primera fisura importante dentro del Partido Republicano, cuando Teddy Roosevelt se enfrenta a los “robber barons” para evitar que depreden por completo al país; se establecen las primeras tibias regulaciones anti-monopolio y se crean los primeros parques y reservas naturales.
Pero es en definitiva la oposición de una parte del Partido Republicano al dominio de los financieros de Nueva York (encabezados por John Pierpont Morgan y sus herederos, quien a su vez era el “hombre de paja” de la familia Rothschild; y por los banqueros judío-alemanes que manejaban Wall Street) y a su proyecto de crear la Reserva Federal (que finalmente consiguieron en los últimos días de diciembre de 1913), lo que define las dos rutas que desde entonces se establecen en este partido.
Por un lado los “cosmopolitas” financieros neoyorquinos que buscaban expandir la influencia de Estados Unidos por el mundo y especialmente intervenir en la política de poder de Europa; y por otro los republicanos que pretendían mantener el modelo de la “fortaleza americana”, con un acusado proteccionismo, crecimiento de su base industrial y comercial, superávits en su comercio exterior y defensa de los intereses empresariales estadounidenses, especialmente en América Latina y el Pacífico, pero sin entrometerse en los asuntos europeos, ni en el aventurerismo colonial en Africa.
El presidente William Howard Taft (1908-1912)[4], era quien encabezaba esta última facción, y los intereses financieros no vieron con agrado su falta de compromiso con las nuevas tareas que prefiguraban para Estados Unidos en el ámbito internacional.
Así, por un lado se impulsó la candidatura del ex presidente Roosevelt para dividir al Partido Republicano, pues al no conseguir la nominación ante Taft, Roosevelt creó el Partido Progresista, con el cual compitió en las elecciones de 1912, en la que los financieros y “cosmopolitas” de Nueva York y el Este de Estados Unidos apoyaron al poco conocido y muy manipulable candidato del Partido Demócrata, Woodrow Wilson, con lo que este partido retomó su preponderancia a nivel nacional.
La Primera Guerra Mundial permitió a Estados Unidos quedar como la super potencia mundial, después de la devastación que sufrió Europa y ello parecía abrir la posibilidad de que la nueva vertiente de dominio financiero mundial que se había establecido en Washington y Nueva York prevaleciera; pero no fue así, ya que los intereses más tradicionales del Partido Republicano regresaron en 1920, y aprovechando el hartazgo de los estadounidenses con los asuntos mundiales (reflejado en el rechazo a formar parte de la Liga de las Naciones, propuesta por el propio Wilson), eligieron nuevamente a otro tradicionalista a la presidencia, Warren G. Harding.
Los años veinte transcurrieron bajo la hegemonía del Partido Republicano, que si bien favorecía los intereses de las grandes empresas y conglomerados, se negaba a participar más activamente en la política de poder a nivel internacional.
Es el “crash” financiero de 1929 el que va a derrumbar de su pedestal a la facción pro empresarial, pero anti-internacionalista del Partido Republicano y va a abrir las puertas nuevamente al Partido Demócrata, con Franklin D. Roosevelt, que impulsa una serie de políticas consideradas progresistas para su época, a través de la intervención gubernamental, para salvar al capitalismo estadounidense de sus propios excesos y abusos.
Aun así, el “New Deal” rooseveltiano no sacó de la recesión a Estados Unidos, y tuvo que ser la Segunda Guerra Mundial la que relanzara nuevamente el crecimiento industrial, financiero y comercial estadounidense.
No sólo eso, la guerra le abrió las puertas al proyecto de imperio mundial que tenían los financieros del Este, y con el complejo militar-industrial y de seguridad que surgió a raíz de la Segunda Guerra, se configuró un “tándem” poderosísimo que buscó mantener la hegemonía estadounidense en todo el mundo, rechazando definitivamente el que denominaron “aislacionismo” (en ese entonces encabezado por el hijo del presidente Taft, el senador Robert Taft), y también en permanente “guerra” al país, ya fuera “fría” con el bloque soviético, o “caliente” en diversas zonas del mundo (intervenciones en Latinoamérica, Corea, Vietnam, etc.), con objeto de asegurar el predominio de dichos intereses a lo largo del tiempo.
Pero los 20 años de dominio demócrata y las políticas progresistas implantadas, iniciaron un viraje en los estados pobres hacia dicho partido, que fue visto más cercano a las necesidades de la gente común, que el Republicano.
Fue el presidente Eisenhower quien en el penúltimo día de su administración en 1961 advirtió al pueblo estadounidense del enorme poder del complejo militar industrial y de sus nefastas consecuencias para el país y el mundo.

Eso reflejaba que los intereses empresariales más tradicionales del Partido Republicano (industrias del carbón, el acero, el automóvil, el petróleo, gas, productos de consumo popular, agricultura de exportación, ganadería, comercio, etc.), ya no definían la política económica, de defensa (más bien de intervención) y exterior del país, sino los intereses financieros, armamentistas y de seguridad.
Kennedy intentó oponerse en alguna medida a esos intereses, aun siendo parte de una de las familias más poderosas del país, y eso le costó la vida (y posteriormente también a su hermano Robert).
Lyndon B. Johnson y su política de bienestar social (“Gran Sociedad”), definitivamente hicieron virar al Partido Demócrata hacia las posiciones consideradas de “izquierda” en Estados Unidos, especialmente en favor de las minorías (negra e hispana), de los trabajadores y de los pobres, aunque en el ámbito internacional el objetivo era mantener la hegemonía estadounidense en el mundo y acotar al bloque soviético.
Dicho viraje del Partido Demócrata le abrió las puertas a la “southern strategy”[5], o estrategia sureña de Nixon, mediante la cual se buscó el apoyo de los blancos sureños, apelando a su oposición a la extensión de los derechos y libertades civiles para la población negra, lo que llevó a Nixon a ganar en las elecciones de 1968 y a arrasar en las de 1972, estableciendo definitivamente la base de poder electoral del Partido Republicano en el Sur, Medio Oeste y Centro del país; mientras que los demócratas se asentaban en las ciudades y estados con mayor diversidad racial, más conectados con el ámbito internacional y más identificadas con las industrias financiera, de medios de comunicación (cine, televisión), tecnológicas (informática, energías renovables), opuestas a las que normalmente se habían identificado con los republicanos (acero, automóvil, carbón, agricultura, ganadería, comercio, etc).
El “reaganismo” confirmó que la base de poder electoral republicana estaba ahora en los estados con mayor población blanca, más vinculados a la economía doméstica y menos proclives a las aventuras militares en el exterior (sin que ello significara que no usaran el poder militar para mantener su hegemonía en sus zonas de influencia tradicionales, tales como América Latina).
De hecho Reagan utilizó el concepto de “fortaleza para lograr la paz”, o sea, un crecimiento enorme del poder militar con objeto de doblar a la URSS en la carrera armamentista, y así obligarla a negociar una “détente” en la Guerra Fría; lo que a la postre se convirtió en una verdadera crisis económica, política y estructural de la URSS que la llevó a su colapso, algo que ni Reagan, ni el establecimiento político-militar de Estados Unidos esperaban.
A partir del fin de la Guerra Fría (quizá debamos decir de la Primera Guerra Fría, pues parece que ya se ha iniciado la segunda en los últimos 5 años), el establecimiento político-militar de Estados Unidos intentó afianzar su hegemonía mundial, y para ello siguió la vertiente dictada por la versión “cosmopolita” del Este de Estados Unidos.
Así, por un lado se aumentó exponencialmente la ventaja militar de Estados Unidos respecto al resto de potencias mundiales, con objeto de no volver a ser desafiado en este ámbito; triunfó la visión de que el capitalismo estadounidense podría seguir ejerciendo su hegemonía, a través de la apertura comercial, de inversiones y de servicios a nivel planetario, pues sus conglomerados eran tan poderosos y estaban tan interrelacionados con todas las economías principales del mundo, que ya no había que temer a ningún tipo de competencia; sino por el contrario, la apertura completa de economías y mercados le daría la posibilidad a las empresas estadounidenses de dominar el escenario mundial. Y por último, se consideró que el capitalismo estaba en una nueva etapa, en donde había que aprovechar las materias primas y la mano de obra de todo el mundo, por lo que la relocalización industrial para aprovechar esas ventajas, era favorable al “capital” y ello requería apertura total en materia de flujos de insumos, mercancías e inversiones (pero no de personas, con lo que se reconocía que en ese ámbito la sociedad blanca estadounidense aún no estaba tan abierta).
Esta nueva estructuración de la hegemonía mundial estadounidense encontró diversos obstáculos que han transformado el plan original, y que han tenido su repercusión dentro de los dos partidos políticos prevalecientes en Estados Unidos.
En el caso del Partido Republicano, en los noventas se vio enfrentado a una sociedad más abierta, diversa y orientada hacia el intervencionismo militar en lo internacional (el policía del mundo), y la apertura de los mercados en lo económico.
Ello llevó a que la facción más nacionalista y tradicional del Partido Republicano fuera derrotada dos veces consecutivas (1992 con Bush padre; 1996 con Dole), lo que los obligó a establecer una alianza con una parte del establecimiento político-militar que estaba comprometido con la estrategia de expansión imperial y que había logrado su ascenso en los tiempos de Reagan: los “halcones” neoconservadores, estrechamente vinculados al complejo-militar-industrial y de seguridad y al lobby pro Israel.
Los atentados del 9/11 permitieron que la vertiente más ligada a los intereses intervencionistas, a la élite financiera de Nueva York y a los multimillonarios financieros judío-estadounidenses (principales donadores de los políticos en ambos partidos, pero especialmente en el Republicano) que impulsan una subordinación total de las políticas exterior y de seguridad de Estados Unidos, a los intereses y necesidades de Israel, tomara el control del partido.
Así, desde hace 15 años esta facción dentro del Partido Republicano, ha empujado al partido y hasta donde ha podido, al país, a comprometerse en una política de total e irrestricto apoyo a Israel y a sus objetivos en el Medio Oriente, que son: destrucción de los regímenes que considera sus enemigos; “balcanización” de los países musulmanes en la región, para así debilitarlos; instigación de la división entre sunníes y chiítas; mantenimiento de la ventaja militar y económica de Israel sobre todos sus vecinos; extensión de Israel sobre los territorios ocupados (Este de Jerusalén, “Judea y Samaria” y Gaza) y eventual expulsión de los palestinos de Gaza y Cisjordania, hacia Jordania, Siria y Líbano.
De la misma forma, esta facción, sus multimillonarios patrocinadores y su influencia en los medios de comunicación, así como los cientos de organizaciones y think tanks pro israelíes, han desarrollado una estrategia de demonización contra la religión musulmana y especialmente contra la rama chiíta, que es encabezada por Irán, para evitar cualquier tipo de acercamiento o entendimiento entre Occidente y dicha vertiente político-religiosa.
Asimismo, la facción “cosmopolita e internacionalista” del Partido Republicano, impulsa la apertura de fronteras en materia de inversiones, comercio y migración, pues ello conviene a los principales conglomerados financieros e industriales de Estados Unidos.
Pues bien, los neoconservadores que han impulsado la permanente intervención militar de Estados Unidos en favor de los intereses israelíes y saudíes en Medio Oriente; que favorecen el dominio del capital financiero, con su sede en Nueva York (y cuyos excesos y abusos llevaron a la crisis del 2008-9, que hizo palidecer a la de 1929) por sobre el crecimiento de la base industrial y comercial del país; y que están aliados con el complejo militar-industrial y de seguridad, al que le conviene el estado permanente de guerra en lo internacional y de “amenaza terrorista” en lo nacional, para así continuar con el aumento en los gastos militares ad infinitum, ya están encontrando oposición a dichas políticas por parte de los sectores, llamémosle “profundos” del Partido Republicano.
Esto es, aquellos intereses más centrados en la economía doméstica, que se han visto seriamente afectados con la relocalización industrial en países que cuentan con mano de obra e insumos y materias primas baratas; aquellos a quienes las importaciones los han golpeado duramente; aquellos que ven a la llegada de miles de inmigrantes (legales o indocumentados), como una amenaza al predominio de la población blanca, a sus costumbres, y que en general le temen “al otro”, al “diferente”; que no cuentan con una educación muy amplia, ni ilustrada, por lo que todo lo que viene del exterior lo ven como un riesgo, un peligro a su modo de vida; así como los sectores tradicionales del Partido Republicano que tenían algo que decir en el rumbo del partido, y que ahora se ven superados por el dinero de multimillonarios judío-estadounidenses dedicados al negocio de las apuestas (Adelson), o a los “fondos buitre” (Singer); o a los medios de comunicación (Murdoch).
Donald Trump, habiendo formado parte de esa élite de “cosmopolitas” del Este e incluso habiendo financiado a políticos de dichas orientación, ahora se ha levantado como el defensor del nacionalismo económico (no a la apertura comercial; no a la relocalización industrial); del chauvinismo y xenofobias más profundos dentro del electorado blanco del Centro-Sur y Medio Oeste estadounidense (no a la inmigración, no a los musulmanes); pero también se opone al aventurerismo militar de los neoconservadores (no a la intervención contra Bashar el Assad en Siria; en contra de mantener bases militares en todo el mundo), y prefiere regresar al tradicional intervencionismo estadounidense en su zona natural de influencia, esto es Latinoamérica (críticas constantes a México) y en el Pacífico (críticas a políticas comerciales de China, Japón y Corea del Sur).
Es decir, Trump trata de recuperar la visión tradicional del Partido Republicano de los años veinte, treinta y cuarenta, que busca centrar la base de poder estadounidense, no en su sobre-extensión por todo el mundo (ya no más ser el policía mundial), y ciertamente no más en el Medio Oriente, y dejar a Europa que resuelva sus problemas sola; recuperar el mercantilismo anterior, buscando exportar más de lo que se importa; traer las fábricas de las empresas estadounidenses de vuelta al país, pero mantener la depredación de otras economías, a través de imposición de tratados y condiciones económicas favorables a Estados Unidos, al estilo Teddy Roosevelt; esto es, todo el beneficio para Estados Unidos y ninguno para los países débiles (especialmente en América Latina, comenzando con México).
De ahí que la facción neoconservadora esté haciendo todo lo posible por oponerle un candidato poderoso a Trump; primero dentro del Partido Republicano, y si ahí no puede ser detenido, entonces en la elección general (mandando al multimillonario judío-estadounidense Michael Bloomberg como tercer candidato, para quitarle votos al Partido Republicano; o de plano apoyando a Hillary Clinton, si es que llega a ser la candidata Demócrata).
Por ahora los neoconservadores sólo tienen como carta a Marco Rubio (apoyado por los principales millonarios judío-estadounidenses), y en menor medida a Ted Cruz, quien no es muy favorable a la visión neoconservadora, e incluso los ha criticado abiertamente, pero quien sin embargo es visto como menos “radical” que Trump por esta facción.
Así, este 1º de Febrero inician las primarias en ambos partidos, y el Partido Republicano está dividido, pues por un lado se encuentra Trump, que busca regresar a ciertas posiciones nacionalistas fundamentales del Partido Republicano, muy opuestas  a las líneas que han dominado este partido los últimos 25 años, y que representan ahora al “establishment” republicano, que intenta mantener su dominio sobre la visión y el rumbo del denominado Grand Old Party.



[1] Se incluyen las fechas en que toman efectivamente posesión los presidentes, esto es el 20 de enero del año posterior a la elección presidencial.
[2] En 1996 fracasó el senador Bob Dole; en 2008 fracasó el senador John Mccain y en 2012 fracasó el exgobernador Mitt Romney.
[3] En las últimas dos décadas del siglo XIX se crea y fortalece el movimiento populista, en favor de los granjeros que perdían sus propiedades a manos de banqueros, compañías ferrocarrileras, industrias, etc., y que fue liderado por el político William Jennings Bryan.
[4] Otro de los opositores de los financieros neoyorquinos fue Charles August Lindbergh, congresista por Minnesota, quien se opuso a la creación del banco de la Reserva Federal y a la entrada del país a la Primera Guerra Mundial, las dos políticas principales que aseguraron el poder de los “cosmopolitas”. El hijo de Charles August, Charles Lindbergh, famoso aviador que cruzó sin escalas el Atlántico en 1927, también se opuso a la entrada de Estados Unidos a la 2ª. Guerra Mundial, por lo que fue tachado como “pro nazi”.
[5] https://en.wikipedia.org/wiki/Southern_strategy

miércoles, 27 de enero de 2016

Aumenta el racismo en Estados Unidos y Europa

La nueva crisis económica que está azotando al mundo, con caída en los precios internacionales del petróleo (y de muchas otras materias primas), apreciación del dólar, desaceleración de la economía china (que fue el motor de la economía mundial los últimos 15 años) y creciente desigualdad económica (aumento de la brecha entre ricos y pobres), gracias a la política monetaria de la Reserva Federal, que en los últimos 7 años se dedicó a inventar dinero de la nada, para regalárselo a los bancos y fondos de inversión que lo usaron para recomprar sus propias acciones y pagarle a sus directivos descomunales bonos y premios anuales, está hundiendo aún más a las ya muy golpeadas clases medias estadounidense y europea, llevándolas a buscar culpables de esta situación.
Así también, la política intervencionista de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, España, Alemania e Italia (entre los más relevantes) en el Medio Oriente en las últimas tres décadas, en vez de ayudar a estabilizar esa región, ha provocado estados fallidos, como Libia y Afganistán, y otros a punto de convertirse en lo mismo, como Siria e Irak, generando no sólo una mayor inestabilidad política y social en la zona, sino el crecimiento de lo que supuestamente se intentaba combatir, el terrorismo radical islámico, provocando su llegada hasta las mismas calles de las ciudades europeas y estadounidenses.
Esta política que ha llevado el caos a la región ha generado una ola de migración de los países afectados hacia Europa, no vista desde la Segunda Guerra Mundial. Y en el caso de los Estados Unidos, el crecimiento de la violencia criminal en México, Centroamérica y algunos países de Sudamérica, así como las dificultades económicas derivadas de la persistente crisis económica internacional, también han generado diversos flujos de migración hacia la Unión Americana.
La incapacidad de los gobiernos estadounidense y de los países que conforman la Unión Europea para reformar un sistema capitalista dominado por la especulación y el fraude financiero a escala planetaria, y por lo tanto para disminuir las calamidades sociales que provoca en sus respectivos países; y la oposición de poderosos intereses que desean mantener la política del caos deliberado en Medio Oriente[1] a cambiar dicho curso de acción, están llevando a partes importantes del establecimiento político de dichos países a considerar otras opciones como responsables de esta policrisis (en los términos del sociólogo francés Edgar Morin) a la que se enfrentan.
De ahí que se esté explotando nuevamente el nacionalismo, la xenofobia  e incluso, cada vez más abiertamente el racismo, para desviar de la responsabilidad principal de estas crisis a las clases política y financiera-empresarial de Estados Unidos y Europa, para centrarla en los migrantes “ilegales” que “invaden, roban, violan” y destruyen a las sociedades blancas de Occidente.
De ahí surgen las acusaciones contra los mexicanos, centroamericanos, musulmanes, sirios, árabes, asiáticos, etc. que ya viven o llegan a las costas y fronteras estadounidenses y europeas, con lo que las masas desempleadas, subempleadas, o por lo menos con estancados niveles de vida desde hace años de Europa y Estados Unidos, pueden dirigir su furia a “chivos expiatorios” visibles y lo suficientemente débiles, sin poner en peligro todo el sistema de explotación económica diseñado y articulado desde los centros del capitalismo mundial en Nueva York, Londres, Frankfurt, Berlín o Paris.
Los líderes de derecha ven así como crece su influencia a nivel popular y en el sistema político (Trump, Marine Le Pen, Nigel Farage, Víktor Orban, Duda, etc.), y aunque de vez en cuando surge alguna crítica al “globalismo” y a la pérdida de empleos debido a los acuerdos de libre comercio, esto no se traduce ( y hasta ahora no ha sucedido así) en políticas decididas para regresar a un neo mercantilismo proteccionista, como el que se vivió por última vez en el periodo entre guerras (1919-1939) del siglo pasado.
Por supuesto que este tipo de políticas ya tienen sus consecuencias con un crecimiento de la islamofobia, del racismo y del odio cada vez menos reprimido en redes sociales, manifestaciones públicas y ataques directos, contra las minorías, los inmigrantes indocumentados y los refugiados.
El “otro” es el enemigo; el “otro” es el causante de las desgracias; el “otro” ocasiona la crisis económica, el terrorismo, el crimen; el “otro” provoca el deterioro de los servicios públicos, etc: el “otro”, el “diferente” es un ente ajeno al todo social que debe ser expulsado; y si se niega, incluso eliminado.
Es el regreso del fascismo, instigado por las propias clases dominantes de Estados Unidos y Europa, que así buscan diluir su responsabilidad en la policrisis económica, política y social que han provocado con sus ambiciones, sus disputas por más poder y privilegios, su arrogancia y su incompetencia criminal.
¿Quiénes pagarán las consecuencias? Los mismos de siempre, los más débiles, los que no tienen cómo defenderse, ni quien abogue por ellos, los pobres de los países subdesarrollados que son siempre los explotados, masacrados, vilipendiados y olvidados del planeta.



[1] El complejo militar industrial y de seguridad; el lobby pro Israel, los “halcones” neoconservadores y “liberales intervencionistas” de Washington, y sus pares en Europa
Why Western pundits want China to fail
By Jeremy Garlick Source:Global Times Published: 2016-1-26 21:23:01
Since the start of 2016, there has been a proliferation of downbeat prognoses about the dire state of China's economy in the Western media. Respected organs such as The Economist and The Wall Street Journal have opined that it is a question not of if but when China's economy will suffer a sharp downturn.

The Wall Street Journal gives China five more years before everything collapses. The Economist states that Beijing has mismanaged the Chinese economy, in particular by seeking to control its currency the yuan (RMB) for too long.

To add to these pessimistic prognostications, investment bank Goldman Sachs has advised its clients to abandon the sinking Chinese ship and get their money safely out. 

It goes so far as to claim that "China risks an unsustainable increase in its debt-to-GDP ratio, which could push the country past the tipping point into economic and, in all likelihood, political instability."

Elsewhere, influential pundits such as George Soros have placed the blame for global economic woes squarely on Beijing's shoulders.

Soros, in a Bloomberg Business interview direct from 
Davos, Switzerland, where the World Economic Forum is staging its annual meeting, states that China is already in the middle of a "hard landing" and that things are only going to get worse.

The difference between the financial crisis of 2008 and today's emerging problems, according to Soros, is that in 2008 Western financial institutions were to blame, due to submerging themselves in dodgy debt, particularly US subprime mortgages. This time, however, it is the fault of the Chinese government, which has let public debt balloon out of control and created a bubble economy that is soon due to deflate. 

Soros is right that the 2008 crisis was due to flaws in the structures of Western economies and financial institutions. What he does not take account of is in the years since the subprime meltdown those flaws have not been fixed.

Like over-burdened pack animals, developed countries such as Japan and the US are still limping along with ever-growing mountains of unsustainable debt on their backs and minimal or zero growth. Large amounts of cash have been injected in order to keep these laboring beasts alive.

So how has the global economy managed to keep staggering along these last few years? For the most part, on the back of Chinese, export-led growth.

But instead of being grateful for the ride, now that Chinese growth is slowing, as it inevitably must, Westerners point their fingers to say, "It's all your fault, nothing to do with us."

In essence, it is Western capitalist economics that have put the world where it is today. But instead of accepting responsibility for the mess, Westerners seek to pass the blame onto China.

Of course, China has its problems, and they are serious ones. China has severe industrial over-capacity, a housing bubble, excessive debt, over-reliance on exports, and so on.

But the Chinese government knows all this full well, and has therefore been seeking to transform the economy for the last several years. 

It is trying to do this by switching to a more services-based model domestically and developing overseas initiatives such as the "One Belt, One Road" initiative and the Asian Infrastructure Investment Bank (
AIIB) in order to generate productive work for Chinese companies that will also stimulate other economies, especially untapped developing ones.

The necessary transformation of the Chinese economy is going to be very difficult to achieve because of its immense size. 

This does not mean that it is automatically going to fail or that Chinese leaders do not understand how to accomplish it. It means that there are inevitably going to be mistakes made on the way and a lot of major bumps on the road.

So why are so many Western pundits and media outlets so intent on talking China down? 

Precisely because, although they are right that China is facing some serious problems and is highly likely to go through hard times at some point in the next few years (as all developing economies inevitably do at some point), it is in their interest to pin responsibility for any coming slowdown, which the law of economic gravity suggests must come sooner or later, on China rather than themselves. 

The author is lecturer in international relations, Jan Masaryk Centre for International Studies, University of Economics in Prague. opinion@globaltimes.com.cn
Comments
Lasme Diedro
Pay attention: You named Goldman Sachs, George Soros ... Not all who you named but most of them are bankers and Zionists. Now take a quote from a famous Zionist banker Mayer Amschel Rothschild: “Let me issue and control a nation’s money and I care not who writes the laws.” Add to this the fury that the west is unleashing onto the rest of the world: i.e. Russia, Americas, Africa the middle east ... Same trend towards China.
A pack of twisted, snooty bankers -mostly Zionists and imperialists- too delusional to consent that they are the source and creator of many political and economic woes around the world –in essence they are the problem- are hell-bent on twisting Communist China’s arm to surrender its wealth to them after they botch their own economies: i.e. “Why Western pundits want China to fail”. They are not interested in fixing political and economic issues as noted in Rothschild’s quote, they want to control China’s money –liquidate its SOEs, loot its assets and plunder its money through the capital markets. Somewhat in their twisted mind, they are convinced that they can achieve this through the capital market -with the aid of their western abettors, the mainstream media that they own and with the money stashed away in the Bahamas, in tax havens. The goal is: Tank China’s economy, take over and own it –like in Africa or in the Americas. Unsurprisingly, we hear and see a lot of China muddying not because it is a dominant conversation but because the mainstream media is forcing the narrative to vanguard.
For them Xi Jinping’s reform – which by the way is excellent and going well- holds a different denotation. They want Xi Jinping’s reform to be chaotic –kind of a Gorbachev’s perestroika: “hectic privatization, rampant corruption, deep-seeded mistrust within China Communist Party and social unrest as it happened in Russia in the 90’s. Then the west –the bandits- will creep in with their bankers to plunder China’s SOEs, assets and wealth. The mechanism is simple: own china assets through the capital market.” Then as in Rothschild’s quote, take control the nation’s money; next, wreak havoc on China –unleash hell on China as they did in Russia in the 90’ and wish to redo or in China case take the country back to the west and Japanese occupation era.
The bankers and their abettors loathe Xi Jinping anti- graft policy most because money in the Bahamas and Switzerland is sitting, waiting to unleash onto China the type of hell and corruption served to Russia in the 90’s but Xi is standing in the way. Make no mistake, they don’t admire Li Keqiang and the communist party either, they loathe Li’s economic expertise and the communist party coolness.
This is nothing new, when Pope Clement V made the belief in the right to usury a heresy in 1311 forbidding Christian from handling usury, he forced the monarchs to thrust Jews in the position of financiers. The same thing happened when Muslim adopted laws against usury. Zionists have since developed a complex -somewhat messianic- and self-canonized as exceptional state financiers as it is often accepted in the west and the US of A. This is why this gang of culprits abhor communism. China Communism does not incorporate this religious heresy that can be exploited.
It will truly be ironic but commendable, to see the culprits –the bankers and the imperialists- bring the capital market to its demise and Communist China takes total command of the world economy.
Lasme Diedro
Economist and Statistics Professor


martes, 26 de enero de 2016

As demographics change, so does the definition of privilege.
JANUARY 25, 2016
foreignpolicy.com
White men have had a great run. From the rise of the Greeks to the birth of Western-based global empires, they have controlled much of the world or sought to: So much of history is a consequence of decisions made by—and at the behest of—the white guys in charge.
Several factors are contributing to making this historic moment a watershed in global history. First, there is the rise of the emerging world, notably the economies and societies of Asia. While the planet has always been home to great nonwhite civilizations, such societies have ebbed and flowed in relative importance. Today, it is clear that these emerging societies, namely China and India, are on the rise. So too—thanks to economic and political reforms, technological and scientific progress, and the advent of the connected world—are other great and rich cultures from the Middle East to Africa.
In addition, millennia of repression of women’s rights are coming to an end. Not fast enough. And not everywhere. But in much of the Western world, once male-dominated domains are now populated by more women than ever before, and this trend shows no signs of reversing—thankfully. Not only that, but around the world women are empowering other females, including girls, to lead in technological fields in the Digital Age. Quite simply: It now seems to be common sense that no society can thrive if it fails to tap the intellectual, economic, creative, and spiritual resources of its entire population.
Finally, thanks to the mobility revolution of the past century, flows of refugees and migrants of all kinds have shifted the demographics of societies and—protests and unease aside—they have proved essential to fighting the demographic trends, such as aging, that have put many advanced societies at risk.
Inequality, injustice, and, frankly, fatigue have led populations to seek other choices. Further, the societies that have given the white man his greatest influence in the world—those of Europe and the United States—are struggling in key respects to maintain their global influence. Economic pressures weigh on them. Political divisions are a drag on their growth and ability to act. 

As history has illustrated, it’s hard to stay on top for an indefinite period.
The result is that the status quo of the past several millennia is going to undergo a profound change. In Europe alone, the influx of migrants and refugees is already producing irreversible demographic shifts—a great blending of cultures.
But by mid-century in the United States, the former majority population will be a minority: The majority, according to demographers, will be nonwhite. By that time, Europe will include massive populations from Africa and the Middle East, as well as Asia. This is to say that by 2050 white men will be the ones checking the “other” box on census forms.
In fact, it is this idea of “otherness” that is going to undergo the greatest change. A current subject of hot debate, such othering has been used by some as a tool for fear-mongering against migrants, immigrants, and refugees—an approach linked, of course, to nothing but ignorance and intolerance. (Attacks on America’s first black president had similar origins and took on a similarly ugly tone.) Whether the threat is one associated with Islam or extremism or simply economic competition within a country, the reality is that the expressed fears are way out of proportion with the actual, manifested threats.
A shrink I knew once said that if a reaction is out of proportion with its alleged cause, then there’s a piece of the story that has been omitted. In this case, the politicians in America and Europe who spew nationalist bile and fan the flames of anti-immigrant furor are tapping into a growing if unconscious cultural recognition that time is running out on what has been the world’s most privileged ethnic class.
Of course, human mobility is not something to be fought, but rather something to be embraced. While belonging to a community is wired into our DNA for reasons linked to the survival-based social units of our most ancient ancestors, the story of civilization and progress has been one about the blending and reblending of those units.
There are two key lessons here. The first is that, given the fact that civilization is a safer, happier, healthier, richer, wiser place today than it has ever been, the sharing of ideas and values and cultures, it seems, has actually been for the better. For the United States, this is illustrated in its history: Since the early 19th century, new groups have entered the country and have been resented and resisted—the Irish, Italians, Eastern Europeans, Jews, you name it. Yet over time each group has made huge contributions to the United States, a country that only grew stronger with each wave of new blood and new ideas.
The second key lesson is that there is an alternative to “other” and that is “all.” Rather than focusing on our differences as the smallest and most dangerous of our political leaders have done, the real leaders for this new era will distinguish themselves by focusing not just on the social diversity that makes great nations, but on the truth and wondrous benefits of the diversity that actually lives within us all.
As the nationalists, white supremacists, and idiot hordes who follow them have sown seeds of division in the wake of new human flows across borders, the tragic irony has been that they, in fact, have ended up embracing precisely the same kind of intolerance that is the stock in trade of their avowed enemies.

What we need instead are those who will stand up and say, “No. You have it wrong. Diversity is not the threat. It is the answer.” That is, in fact, what has made America and every diverse society great. To be sure, we should not—not for one minute—lament the passing of the white-male era, for there is at least a glimmer of hope that soon to come is the era of “all.”

viernes, 22 de enero de 2016

Israel says will seize West Bank land; demolishes EU structures
JERUSALEM BY MAAYAN LUBELL
Reuters.com

Israel confirmed on Thursday it was planning to appropriate a large tract of fertile land in the occupied West Bank, close to Jordan, a move likely to exacerbate tensions with Western allies and already drawing international condemnation.
In an email sent to Reuters, COGAT, a unit of Israel's Defence Ministry, said the political decision to seize the territory had been taken and "the lands are in the final stages of being declared state lands".
The appropriation, covers 154 hectares (380 acres) in the Jordan Valley close to Jericho, an area where Israel already has many settlement farms built on land Palestinians seek for a state. It is the largest land seizure since August 2014.
U.N. Secretary General Ban Ki-moon denounced the move and Palestinian officials said they would push for a resolution at the United Nations against Israel's settlement policies.
"Settlement activities are a violation of international law and run counter to the public pronouncements of the government of Israel supporting a two-state solution to the conflict," Ban said in a statement.
The land, in an area fully under Israeli civilian and military control and already used by Jewish settlers to farm dates, is situated near the northern tip of the Dead Sea.
Palestinian officials denounced the seizure.
"Israel is stealing land specially in the Jordan Valley under the pretext it wants to annex it," Hanan Ashrawi, a senior member of the Palestine Liberation Organization, told Reuters. "This should be a reason for a real and effective intervention by the international community to end such a flagrant and grave aggression which kills all chances of peace."
The United States, whose ambassador angered Israel this week with criticism of its West Bank policy, said it was strongly opposed to any moves that accelerate settlement expansion.
"We believe they're fundamentally incompatible with a two-state solution and call into question, frankly, the Israeli government's commitment to a two-state solution," Deputy State Department spokesman Mark Toner said on Wednesday.
In a development likely to further upset Europe, Israeli forces demolished six structures in the West Bank funded by the EU's humanitarian arm. The structures were dwellings and latrines for Bedouins living in an area known as E1 - a particularly sensitive zone between Jerusalem and the Dead Sea.
Israel has not built settlements in E1, with construction considered a "red line" by the United States and the EU. It could potentially split the West Bank, cutting Palestinians off from East Jerusalem, which they seek for their capital.
"This is the third time they demolished my house and every time I rebuilt it, this time also I will rebuild it and I am not leaving here. If we leave they will turn the place into a closed military zone," said Saleem Jahaleen, whose home was razed.
RISING TENSION
Israeli officals did not respond to requests for comment on the demolitions. Prime Minister Benjamin Netanyahu said last week the EU was building illegally in the area.
"They're building without authorization, against the accepted rules, and there’s a clear attempt to create political realities," he told the foreign media.
Netanyahu was scheduled to address the World Economic Forum in Davos on Thursday. He met U.S. Secretary of State John Kerry there but it was not clear if the issue was raised.
The Palestinians want to establish an independent state in the West Bank, Gaza and East Jerusalem, areas Israel captured in the 1967 Middle East War.
There are now about 550,000 Jewish settlers living in the West Bank and East Jerusalem combined, according to Israeli government and think-tank statistics. About 350,000 Palestinians live in East Jerusalem and 2.7 million in West Bank.
Israel is hoping that in any final agreement with the Palestinians it will be able to keep large settlement blocs including in the Jordan Valley, both for security and agricultural purposes. The Palestinians are adamantly opposed.
The last round of peace talks broke down in April 2014 and Israeli-Palestinian violence has surged in recent months.
Since the start of October, Palestinian stabbings, car-rammings and shootings have killed 25 Israelis and a U.S. citizen. In the same period, at least 148 Palestinians have been killed, 94 of whom Israel has described as assailants.
Israeli Interior Minister Aryeh Deri said on Thursday he had revoked the residency rights of four Jerusalem Palestinians involved in two fatal attacks on Israelis, one in September and one in October, a spokeswoman said.
The measure, described as rare, was meant to deter others from carrying out attacks, Deri said in a statement.
(Reporting by Maayan Lubell, Luke Baker, Ali Sawafta; Nidal al-Mughrabi; editing by Luke Baker and Angus MacSwan)


jueves, 21 de enero de 2016

West may misread Communist Party of Vietnam National Congress
Source:Global Times Published: 2016-1-21 0:53:01
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The Communist Party of Vietnam (CPV) convenes its 12th National Congress from January 20 to 28. The congress will elect a new leadership. The suspense over this leadership change in a competitive election has drawn increasing attention from the outside world. With a strong momentum of economic development and inflow of foreign investment, the country is undertaking a fundamental task to boost national development and maintain political stability. As external forces are infiltrating political influence into Vietnamese society, challenges loom ahead as Vietnam sticks to the political path it has adopted. This has become a topic of heated discussion both within and outside the country.

Western opinion considers the leadership reshuffle is the focus of the CPV national congress and divides the party into varied groups. As shown in the past, Westerners are used to exaggerating inner party struggles, which is likely to make their analysis and conclusion extreme. 

The national path of Vietnam is probably more stable than the West forecasts. No matter who heads the party, the CPV will unswervingly adhere to the socialist road. At a time when the achievements of Vietnamese reform have been widely recognized both at home and abroad, there is no logical rationale for Vietnam to change its course. 

The leadership change is also unlikely to bring major changes to the diplomatic guidelines. Hanoi will continue to attach attention to its relationship with China, striking a balance between bilateral friendly cooperation and the spat over South China Sea islands and reefs. It will continue to develop ties with the US. Vietnam will not stop bickering with China over territory out of concerns for friendship, nor will it vandalize Beijing-Hanoi strategic ties because it will rely on the US for backing in the South China Sea disputes.  

Vietnam maintaining its political stability is in the interest of China. At a time when Western political infiltration is still active, the interdependence of national interests between Beijing and Hanoi makes bilateral ties irreplaceable and such interdependence works to frame all the complexity of the bilateral issues. China-Vietnam trade volume reached $90 billion in 2015 and China has been Vietnam's largest trading partner for 12 consecutive years. Though Vietnam has joined the US-led Trans-Pacific Partnership, the position of China as its largest trading partner is almost irreplaceable. The two countries share the same destiny.

Washington-Hanoi ties also hold great potential, but large-scale social exchange also bears risk. The Vietnamese who fled to America after the war and are supported by certain factions in mainstream American society, would like to see the current Vietnam regime toppled. Not having the size of China, Vietnam will face a long-term challenge to maintain the nation's political stability.

Conflict between the two countries will not hold back the goodwill many Chinese have toward Vietnam.



Posted in: Editorial

miércoles, 20 de enero de 2016

Agravan crimen y violencia caso de Ninis en AL; un tercio son mexicanos

Unos 20 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años no estudian ni trabajan: Banco Mundial
La persistencia del fenómeno contribuye a la transmisión intergeneracional de la desigualdad
Estudios relacionan el aumento de este problema con el incremento de homicidios en México
Roberto González Amador
Periódico La Jornada
Miércoles 20 de enero de 2016, p. 21
La violencia y la presencia del crimen organizado agravan el problema social que representa para México la alta proporción, que supera el promedio de América Latina, de jóvenes que no estudian ni trabajan, consideró el Banco Mundial.
Al menos 20 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años ni estudian ni trabajan en América Latina, aseguró el Banco Mundial. Una tercera parte, alrededor de 7 millones, son mexicanos, de acuerdo con un cálculo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), publicado el año pasado.
El grupo de países integrado por Colombia, México y América Central, donde la proporción de jóvenes que no estudian ni trabajan está por encima del promedio regional, presenta un problema que se agrava por la presencia generalizada del crimen organizado.
En estos entornos, el problema de los ninis puede estar vinculado al crimen y la violencia, lo que aumenta los riesgos para los jóvenes y la sociedad, consideró el organismo en el estudio Ninis en América Latina. 20 millones de jóvenes en busca de oportunidades, publicado este martes.
El estudio define a los ninis como individuos entre los 15 y 24 años que no están matriculados en la educación formal (pública o privada) ni trabajan en el momento de ser encuestados.
Uno de cada cinco jóvenes del continente, esto es, más de 20 millones de personas entre 15 y 24 años de edad, no estudia ni trabaja. “El problema de los ninis ha demostrado ser muy persistente. A pesar del buen desempeño económico de la región durante la primera década del siglo, con altas tasas de crecimiento y una reducción significativa de la pobreza y la desigualdad”, el número total de ninis aumentó en 2 millones, añadió.
La persistencia de un grupo relevante de población que no tiene acceso al trabajo ni al estudio contribuye a la transmisión intergeneracional de la desigualdad, sostuvo el informe. Casi seis de cada diez ninis de la región proviene de hogares pobres o vulnerables, localizados en 40 por ciento de los hogares de menor ingreso. Estar en esa condición por un plazo largo tiende a perpetuar la transmisión de la disparidad de género y de ingresos de una generación a la siguiente, añade.
Refirió que “en Colombia, México y América Central, donde la proporción de ninis está por encima del promedio regional, el problema se agrava por la presencia generalizada del crimen organizado. En estos entornos, el problema de los ninispuede estar vinculado al crimen y a la violencia, lo que aumenta los riesgos para los jóvenes y la sociedad”, estableció.
El “fenómeno nini” también plantea desafíos a la sociedad a corto plazo, potencialmente contribuyendo a la delincuencia, las adicciones y la desintegración social, entre otros riesgos, mencionó. La desigualdad en la distribución del ingreso en América Latina, el desarrollo institucional débil y la fuerte presencia del crimen organizado alimentan este patrón, abundó el estudio.
En el documento se citan estudios que apuntan a que un incremento en el número de jóvenes que no estudian ni trabajan está relacionado con alzas en el número de homicidios en México, en particular en la frontera norte.
“Estos resultados sugieren que la relación entre los ninis y la violencia en México se deriva de una combinación de tres factores: un incremento en la proporción de ninishombres, la falta de oportunidades laborales para los jóvenes y un incremento en el mercado ilegal que hizo que el crimen organizado demandara más trabajadores. Si los resultados para México pueden extrapolarse a otros países de la región, la existencia de ninis(hombres) también podría estar correlacionada con la violencia en países centroamericanos como Honduras, Guatemala, Panamá y El Salvador”.
Nuevo recorte del FMI a la previsión del PIB de México
Por tercera ocasión en seis meses, el Fondo Monetario Internacional (FMI) redujo la previsión de crecimiento de la economía mexicana en 2016. Se trata de un ajuste provocado por un descenso en las expectativas sobre el desempeño este año de los países emergentes y en desarrollo, en particular Brasil, para el que anticipa una recesión más profunda de lo previsto. Las perspectivas para la economía mundial, consideró el organismo, se empañan.

La economía mexicana crecerá este año 2.6 por ciento, según el FMI. Es una tasa menor en 0.2 puntos porcentuales a la prevista apenas en octubre pasado, cuando publicó su anterior Panorama de la economía mundial (WEO, por sus siglas en inglés).

martes, 19 de enero de 2016

El Tratado Transpacífico (TPP): un riesgo para México
ALEJANDRO GOMEZ TAMEZ
19 de Enero de 2016


El Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (mejor conocido por sus siglas en inglés como TPP) es un tratado comercial que nació en enero de 2006, pero en la medida en que más naciones han querido formar parte de él, sobre todo Estados Unidos en 2008, se han dado múltiples rondas de negociación que aún no concluyen.

Actualmente los países miembros del TPP son los siguientes: Australia, Brunéi, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam, Canadá y México. Cabe señalar que México manifestó su interés por formar parte de este acuerdo en junio de 2012, cuando aún era presidente Felipe Calderón; mientras que Japón se unió a este tratado en diciembre de 2011. 

Es importante mencionar que después de varios años de negociaciones, al parecer ahora si está cerca de ser concluido, ya que el Senado de Estados Unidos le acaba de otorgar al Presidente Obama la “vía rápida” de manera que se puede avanzar en negociaciones comerciales y presentar los acuerdos firmados al Legislativo para que los apruebe o rechace sin cambiar el contenido.

¿Qué tiene México que ganar participando en el TPP? La realidad es que en términos de exportaciones la expectativa es muy baja debido a que ya que contamos con tratados de libre comercio con todos sus miembros, salvo por el caso de Australia, Brunei, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur y Vietnam. ¿Qué les podemos vender a estos 6 países? Al parecer casi nada ya sea por su lejanía o por sus propias condiciones de mercado, y es que contrario a lo que dicen los funcionarios de la Secretaría de Economía, no podemos esperar que nuestras exportaciones se vayan a dinamizar tras la entrada en vigor del TPP; y lo que es peor es que una vez que entre en vigor este acuerdo existe un riesgo muy alto de que algunas de nuestras exportaciones a Estados Unidos sean desplazadas por naciones como Vietnam o Malasia.

De hecho, como veremos líneas abajo, nuestras exportaciones a los 6 países del TPP con lo no tenemos acuerdo comercial son muy pequeñas y de hecho, tenemos importantes déficits comerciales con Vietnam y Malasia, por lo que lo más seguro es que una vez que entre en vigor el tratado, veremos cómo nuestra balanza comercial con el continente asiático se deteriora aún más. Cabe señalar que en 2014 registramos un déficit total en nuestra balanza comercial con las naciones del continente asiático por 109.938 miles de millones de dólares (mmdd) por lo que el afirmar que el TPP agravará este desequilibrio comercial no es poca cosa ya que se pueden seguir perdiendo empleos en México en favor de otras naciones. 

Con esto en mente procedemos a continuación a analizar nuestro comercio internacional con las naciones que conforman el TPP:

Exportaciones

Respecto a las naciones que son miembros del TPP, tenemos que en términos de exportaciones en el año 2014 nuestro principal socio fue Estados Unidos con un monto de 318.889 mmdd, seguido de Canadá con 10.670 mmdd, Japón con 2.609 mmdd, Chile con 2.147 mmdd, Perú con 1.730 mmdd, Australia con 1.009 mmdd, Singapur con 0.529 mmdd, Malasia con 0.195 mmdd, Vietnam con 0.173 mmdd y Nueva Zelanda con 0.099 mmdd. Para el caso de Brunei el INEGI no proporciona información.

Importaciones

Para el caso de las importaciones, tenemos que de los países miembros del TPP, nuestro principal proveedor en el año 2014 fue Estados Unidos con 195.278 mmdd, seguido de Japón con 17.544 mmdd, Canadá con 10.044 mmdd, Malasia con 6.560 mmdd, Vietnam con 2.092 mmdd, Chile con 1.397 mmdd, Singapur con 1.199 mmdd, Perú con 1.106 mmdd, Australia con 0.553 mmdd y Nueva Zelanda con 0.348 mmdd. De nueva cuenta tenemos que el INEGI no proporciona información respecto a las importaciones mexicanas provenientes de Brunei.

Saldo de la balanza comercial

El INEGI reporta que en el año 2014 la balanza comercial de México con las naciones del TPP se encuentra de la siguiente manera: tenemos superávit con Estados Unidos de 123.611 mmdd, superávit con Chile de 0.750 mmdd, superávit con Canadá de 0.625 mmdd, superávit con Perú de 0.623 mmdd, superávit con Australia de 0.455 mmdd, déficit con Nueva Zelanda de 0.249 mmdd, déficit con Singapur de 0.670 mmdd, déficit con Vietnam de 1.919 mmdd, déficit con Malasia de 6.365 mmdd y déficit con Japón de 14.935 mmdd.

Como puede apreciarse, es con las naciones asiáticas con las que tenemos los mayores desequilibrios comerciales, y con la entrada en vigor del TPP es de esperarse que nuestros déficits con Singapur, Vietnam y Malasia aumenten sustancialmente, sobre todo porque existe un riesgo muy alto de que naciones como China triangularán sus exportaciones a México vía Vietnam y Malasia para de esta manera gozar indebidamente de una preferencia arancelaria.


Esta afirmación no debe sorprender a nadie, ya que en el pasado ya sucedió cuando estuvieron vigentes las Medidas de Transición contra China, las cuales consistían de una cuota compensatoria del 70% respecto a la diferencia entre el precio estimado y el precio de factura de la mercancía (en caso de que las importaciones tuvieran un precio por encima del estimado no se pagaba la cuota compensatoria). Estas medidas terminaron en diciembre de 2011 y desde entonces presenciamos en sectores como calzado, vestido y textil como se cayeron las importaciones provenientes de naciones como Malasia y Vietnam, mientras que las de China aumentaron sustancialmente. Esto es una clara evidencia de que nos vendían como vietnamitas productos chinos.

Es un hecho que México no puede dar marcha atrás y estaremos en el TPP, el cual una vez concluidas las rondas de negociación deberá ser ratificado por los cuerpos legislativos de cada nación, por lo que probablemente entrará en vigor en el año 2017. Sin embargo, ahora que aún se negocian algunos temas importantes como reglas de origen y acceso a mercados (calendario de desgravación), debemos exigirle a la Secretaría de Economía que vele por los intereses de la planta manufacturera nacional y no quiera simplemente “verse bien” con sus contrapartes negociadoras entregando el mercado nacional.

Respecto al tema de la regla de origen, esto es de fundamental importancia, ya que si no se pone de manera estricta, será más fácil que China se cuele y nos inunde aún más con sus productos haciéndolos pasar por malayos o vietnamitas.

Cabe señalar que hay sectores que han estado muy cercanos a las negociaciones participando en el “cuarto de junto” para que las autoridades les hagan las consultas correspondientes, sin embargo, hay otros sectores que por su desorganización o por falta de presupuesto no están participando, por lo que es importante que la autoridad no los vaya a utilizar como fichas de cambio en las negociaciones y que se vea por el interés de la planta manufacturera nacional en su conjunto, ya que no nos podemos dar el lujo de seguir perdiendo empleos en México producto de un aperturismo indiscriminado que no nos genera oportunidades de exportar más.

Finalmente, es importante que organismos como Proméxico vayan planeando los apoyos que darán a las empresas mexicanas para que puedan incursionar satisfactoriamente en los mercados que se van a abrir. No es correcto abrir las fronteras a productores de otras naciones que si reciben apoyos de sus gobiernos y que en México los empresarios no cuenten con el respectivo acompañamiento por parte del gobierno.

Director General GAEAP.

alejandro@gaeap.com
www.gaeap.com