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Zapata

domingo, 3 de enero de 2016

CRISIS IRÁN-ARABIA SAUDITA

La ejecución del sheik Nimr, líder chiíta en Arabia Saudita, junto con otros correligionarios, acusados de instigar y participar en actos de protesta y en el asesinato de policías en los años 2011-2013 (además de otros 47 miembros de Al Qaeda, acusados de terrorismo), generó la ira de los chiítas en toda la región, provocando la toma violenta de la embajada de Arabia en Teherán (y su posterior desaolojo por la policía); y hoy domingo, se profundiza la crisis con la ruptura de relaciones diplomáticas anunciada por Riyad, dándole 48 horas al embajador iraní y a los diplomáticos de ese país para abandonar la capital saudita.
Más allá de la histórica rivalidad entre chiítas (lidereados por el régimen iraní desde la revolución de 1979) y sunnitas (de los que Arabia Saudita se considera su máximo representante), este enfrentamiento se inserta en la situación actual del Medio Oriente y responde a las siguientes circunstancias:
1. Arabia Saudita ha invertido gran cantidad de recursos económicos, armamento y capital político y diplomático en derrocar al gobierno de Bashar Al Assad en Siria desde el 2011, que como se sabe es apoyado por Irán; así también, desde el año pasado ha intentado revertir el derrocamiento del gobierno pro saudita en Yemen, por parte de la minoría houthi, que practica una versión del chiísmo; y también, ha apoyado a la monarquía sunnita de Bahrein, que ha solicitado su ayuda (incluso militar) para mantener sometida a la mayoría chiíta de ese país, que por cierto colinda con la zona donde Arabia cuenta con la mayor cantidad de yacimientos de petróleo (la costa del Golfo Pérsico), en donde predomina la población chiíta y por lo tanto la influencia iraní en esa zona es grande. De ahí que para Arabia no parece existir ningún tipo de arreglo o "acomodo" con los iraníes en todos esos puntos de conflicto, sino solamente el triunfo o la derrota.
2. Arabia decidió aliarse con el enemigo principal del mundo árabe y musulmán, Israel y con otros países mayoritariamente sunnitas de la región, con objeto de bloquear el acuerdo que finalmente se firmó entre Irán y las potencias del Consejo de Seguridad de la ONU (más Alemania), sobre el programa nuclear de dicho país. Riyad estuvo dispuesto a dar la espalda a los casi cien años que lleva de conflicto con los israelíes sobre el tema de Palestina, pues considera que ahora Irán es una amenaza mayor, y se coordinó (no tan secretamente) con Tel Aviv para boicotear esas negociaciones, sin lograrlo.
3. La entrada directa de Rusia para apoyar militarmente al régimen de Bashar el Assad en Siria, y además para conformar una alianza explícita con Irán, Irak y el Hezbollah para ese fin, ha ocasionado un grave debilitamiento de la estrategia saudita encaminada a apoyar a los grupos terroristas que intentan derrocar a Assad, y por el contrario, ha cambiado la dinámica del conflicto, obligando a Estados Unidos y a la Unión Europea a iniciar un esfuerzo serio de negociación para lograr la pacificación en Siria, lo que implica, al menos en el corto plazo, que Assad no se irá pronto, y que los grupos apoyados por Arabia (o tolerados, como el propio Estado Islámico), no podrán ganar en el terreno, y deberán entrar en un proceso de negociación (o ser definitivamente excluídos del mismo), lo que permite al chiísmo en la región evitar una derrota estratégica en Siria.
4. Si bien retóricamente Arabia y otros países sunnitas de la región han manifestado su compromiso de combatir al Estado Islámico, la realidad es que su "esfuerzo" era mínimo, dado que dicho grupo terrorista tiene como principal objetivo combatir a los regímenes chíítas de Siria (con su versión alawita del chiísmo) y de Irak (ambos apoyados por Irán). Pero la entrada de Rusia en el conflicto, atacando a los grupos apoyados por Arabia, Turquía, Estados Unidos, Israel y los otros países sunnitas de la región, y la presión de Francia y la propia Rusia para combatir al Estado Islámico por los ataques en Paris y el derribo del avión de Metrojet en el Sinaí, cambiaron la ecuación y ahora el objetivo de las potencias occidentales se ha centrado en el Estado Islámico, y para ello han intensificado las negociaciones para lograr un frente amplio, que incluya a sunnitas y chiítas para derrotar a ese grupo terrorista y negociar la creación de un gobierno de transición en Siria.

Todo lo anterior implica un retroceso en los objetivos sauditas, por lo que en Riyad se consideró necesario romper con esas dinámicas, y establecer nuevamente una división clara entre chiítas y sunnitas, que pueda provocar otra vez un resurgimiento de los grupos anti-Assad y anti-Irán en la región, para así reforzar la coalición anti iraní conformada por Arabia, para combatir al chiísmo en toda la región, y al mismo tiempo evitar que Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea, "salven" (al menos en el corto plazo) al régimen de Assad, con las negociaciones que se realizan en Viena. En suma, Riyad realizó una provocación calculada para reventar las negociaciones de paz para Siria, eliminar cualquier posibilidad de una coalición chiíta-sunnita contra el Estado Islámico y reiniciar así las hostilidades en todos los frentes (recordemos también que la ONU había logrado un cese al fuego en Yemen, que en principio da un respiro a los houthis) entre ambas ramas del Islam.
Con ello se complica aún más la situación en Medio Oriente, y otros actores regionales como Turquía, desearán a su vez hacer avanzar sus propias agendas (en el caso de los turcos, atacar a los kurdos, más que al Estado Islámico, y mantener la presión militar sobre Assad), en detrimento de los esfuerzos diplomáticos por detener los diferentes frentes de hostilidades.

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