Aumenta el racismo en Estados Unidos
y Europa
La nueva crisis económica que está azotando al mundo, con
caída en los precios internacionales del petróleo (y de muchas otras materias
primas), apreciación del dólar, desaceleración de la economía china (que fue el
motor de la economía mundial los últimos 15 años) y creciente desigualdad
económica (aumento de la brecha entre ricos y pobres), gracias a la política
monetaria de la Reserva Federal, que en los últimos 7 años se dedicó a inventar
dinero de la nada, para regalárselo a los bancos y fondos de inversión que lo
usaron para recomprar sus propias acciones y pagarle a sus directivos
descomunales bonos y premios anuales, está hundiendo aún más a las ya muy golpeadas
clases medias estadounidense y europea, llevándolas a buscar culpables de esta
situación.
Así también, la política intervencionista de Estados Unidos,
Gran Bretaña, Francia, España, Alemania e Italia (entre los más relevantes) en
el Medio Oriente en las últimas tres décadas, en vez de ayudar a estabilizar
esa región, ha provocado estados fallidos, como Libia y Afganistán, y otros a
punto de convertirse en lo mismo, como Siria e Irak, generando no sólo una
mayor inestabilidad política y social en la zona, sino el crecimiento de lo que
supuestamente se intentaba combatir, el terrorismo radical islámico, provocando
su llegada hasta las mismas calles de las ciudades europeas y estadounidenses.
Esta política que ha llevado el caos a la región ha generado
una ola de migración de los países afectados hacia Europa, no vista desde la
Segunda Guerra Mundial. Y en el caso de los Estados Unidos, el crecimiento de
la violencia criminal en México, Centroamérica y algunos países de Sudamérica,
así como las dificultades económicas derivadas de la persistente crisis
económica internacional, también han generado diversos flujos de migración
hacia la Unión Americana.
La incapacidad de los gobiernos estadounidense y de los
países que conforman la Unión Europea para reformar un sistema capitalista dominado
por la especulación y el fraude financiero a escala planetaria, y por lo tanto
para disminuir las calamidades sociales que provoca en sus respectivos países;
y la oposición de poderosos intereses que desean mantener la política del caos
deliberado en Medio Oriente[1]
a cambiar dicho curso de acción, están llevando a partes importantes del
establecimiento político de dichos países a considerar otras opciones como
responsables de esta policrisis (en los términos del sociólogo francés Edgar
Morin) a la que se enfrentan.
De ahí que se esté explotando nuevamente el nacionalismo, la
xenofobia e incluso, cada vez más
abiertamente el racismo, para desviar de la responsabilidad principal de estas
crisis a las clases política y financiera-empresarial de Estados Unidos y
Europa, para centrarla en los migrantes “ilegales” que “invaden, roban, violan”
y destruyen a las sociedades blancas de Occidente.
De ahí surgen las acusaciones contra los mexicanos,
centroamericanos, musulmanes, sirios, árabes, asiáticos, etc. que ya viven o
llegan a las costas y fronteras estadounidenses y europeas, con lo que las
masas desempleadas, subempleadas, o por lo menos con estancados niveles de vida
desde hace años de Europa y Estados Unidos, pueden dirigir su furia a “chivos
expiatorios” visibles y lo suficientemente débiles, sin poner en peligro todo
el sistema de explotación económica diseñado y articulado desde los centros del
capitalismo mundial en Nueva York, Londres, Frankfurt, Berlín o Paris.
Los líderes de derecha ven así como crece su influencia a
nivel popular y en el sistema político (Trump, Marine Le Pen, Nigel Farage,
Víktor Orban, Duda, etc.), y aunque de vez en cuando surge alguna crítica al “globalismo”
y a la pérdida de empleos debido a los acuerdos de libre comercio, esto no se
traduce ( y hasta ahora no ha sucedido así) en políticas decididas para
regresar a un neo mercantilismo proteccionista, como el que se vivió por última
vez en el periodo entre guerras (1919-1939) del siglo pasado.
Por supuesto que este tipo de políticas ya tienen sus
consecuencias con un crecimiento de la islamofobia, del racismo y del odio cada
vez menos reprimido en redes sociales, manifestaciones públicas y ataques
directos, contra las minorías, los inmigrantes indocumentados y los refugiados.
El “otro” es el enemigo; el “otro” es el causante de las
desgracias; el “otro” ocasiona la crisis económica, el terrorismo, el crimen; el
“otro” provoca el deterioro de los servicios públicos, etc: el “otro”, el “diferente”
es un ente ajeno al todo social que debe ser expulsado; y si se niega, incluso
eliminado.
Es el regreso del fascismo, instigado por las propias clases
dominantes de Estados Unidos y Europa, que así buscan diluir su responsabilidad
en la policrisis económica, política y social que han provocado con sus
ambiciones, sus disputas por más poder y privilegios, su arrogancia y su
incompetencia criminal.
¿Quiénes pagarán las consecuencias? Los mismos de siempre,
los más débiles, los que no tienen cómo defenderse, ni quien abogue por ellos,
los pobres de los países subdesarrollados que son siempre los explotados,
masacrados, vilipendiados y olvidados del planeta.
[1]
El complejo militar industrial y de seguridad; el
lobby pro Israel, los “halcones” neoconservadores y “liberales
intervencionistas” de Washington, y sus pares en Europa
No hay comentarios:
Publicar un comentario