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Zapata

miércoles, 27 de enero de 2016

Aumenta el racismo en Estados Unidos y Europa

La nueva crisis económica que está azotando al mundo, con caída en los precios internacionales del petróleo (y de muchas otras materias primas), apreciación del dólar, desaceleración de la economía china (que fue el motor de la economía mundial los últimos 15 años) y creciente desigualdad económica (aumento de la brecha entre ricos y pobres), gracias a la política monetaria de la Reserva Federal, que en los últimos 7 años se dedicó a inventar dinero de la nada, para regalárselo a los bancos y fondos de inversión que lo usaron para recomprar sus propias acciones y pagarle a sus directivos descomunales bonos y premios anuales, está hundiendo aún más a las ya muy golpeadas clases medias estadounidense y europea, llevándolas a buscar culpables de esta situación.
Así también, la política intervencionista de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, España, Alemania e Italia (entre los más relevantes) en el Medio Oriente en las últimas tres décadas, en vez de ayudar a estabilizar esa región, ha provocado estados fallidos, como Libia y Afganistán, y otros a punto de convertirse en lo mismo, como Siria e Irak, generando no sólo una mayor inestabilidad política y social en la zona, sino el crecimiento de lo que supuestamente se intentaba combatir, el terrorismo radical islámico, provocando su llegada hasta las mismas calles de las ciudades europeas y estadounidenses.
Esta política que ha llevado el caos a la región ha generado una ola de migración de los países afectados hacia Europa, no vista desde la Segunda Guerra Mundial. Y en el caso de los Estados Unidos, el crecimiento de la violencia criminal en México, Centroamérica y algunos países de Sudamérica, así como las dificultades económicas derivadas de la persistente crisis económica internacional, también han generado diversos flujos de migración hacia la Unión Americana.
La incapacidad de los gobiernos estadounidense y de los países que conforman la Unión Europea para reformar un sistema capitalista dominado por la especulación y el fraude financiero a escala planetaria, y por lo tanto para disminuir las calamidades sociales que provoca en sus respectivos países; y la oposición de poderosos intereses que desean mantener la política del caos deliberado en Medio Oriente[1] a cambiar dicho curso de acción, están llevando a partes importantes del establecimiento político de dichos países a considerar otras opciones como responsables de esta policrisis (en los términos del sociólogo francés Edgar Morin) a la que se enfrentan.
De ahí que se esté explotando nuevamente el nacionalismo, la xenofobia  e incluso, cada vez más abiertamente el racismo, para desviar de la responsabilidad principal de estas crisis a las clases política y financiera-empresarial de Estados Unidos y Europa, para centrarla en los migrantes “ilegales” que “invaden, roban, violan” y destruyen a las sociedades blancas de Occidente.
De ahí surgen las acusaciones contra los mexicanos, centroamericanos, musulmanes, sirios, árabes, asiáticos, etc. que ya viven o llegan a las costas y fronteras estadounidenses y europeas, con lo que las masas desempleadas, subempleadas, o por lo menos con estancados niveles de vida desde hace años de Europa y Estados Unidos, pueden dirigir su furia a “chivos expiatorios” visibles y lo suficientemente débiles, sin poner en peligro todo el sistema de explotación económica diseñado y articulado desde los centros del capitalismo mundial en Nueva York, Londres, Frankfurt, Berlín o Paris.
Los líderes de derecha ven así como crece su influencia a nivel popular y en el sistema político (Trump, Marine Le Pen, Nigel Farage, Víktor Orban, Duda, etc.), y aunque de vez en cuando surge alguna crítica al “globalismo” y a la pérdida de empleos debido a los acuerdos de libre comercio, esto no se traduce ( y hasta ahora no ha sucedido así) en políticas decididas para regresar a un neo mercantilismo proteccionista, como el que se vivió por última vez en el periodo entre guerras (1919-1939) del siglo pasado.
Por supuesto que este tipo de políticas ya tienen sus consecuencias con un crecimiento de la islamofobia, del racismo y del odio cada vez menos reprimido en redes sociales, manifestaciones públicas y ataques directos, contra las minorías, los inmigrantes indocumentados y los refugiados.
El “otro” es el enemigo; el “otro” es el causante de las desgracias; el “otro” ocasiona la crisis económica, el terrorismo, el crimen; el “otro” provoca el deterioro de los servicios públicos, etc: el “otro”, el “diferente” es un ente ajeno al todo social que debe ser expulsado; y si se niega, incluso eliminado.
Es el regreso del fascismo, instigado por las propias clases dominantes de Estados Unidos y Europa, que así buscan diluir su responsabilidad en la policrisis económica, política y social que han provocado con sus ambiciones, sus disputas por más poder y privilegios, su arrogancia y su incompetencia criminal.
¿Quiénes pagarán las consecuencias? Los mismos de siempre, los más débiles, los que no tienen cómo defenderse, ni quien abogue por ellos, los pobres de los países subdesarrollados que son siempre los explotados, masacrados, vilipendiados y olvidados del planeta.



[1] El complejo militar industrial y de seguridad; el lobby pro Israel, los “halcones” neoconservadores y “liberales intervencionistas” de Washington, y sus pares en Europa

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