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Zapata

martes, 31 de enero de 2017

MEXICO DE RODILLAS

Después de 35 años de sumisión ante el imperio; después de 35 años de gobiernos subordinados a la superpotencia, que permitieron la explotación indiscriminada del pueblo mexicano, de sus recursos naturales; del saqueo de sus finanzas públicas; de  la asociación de las “élites” políticas y económicas con el crimen organizado. Ahora esas élites se envuelven hipócritamente en la “bandera” y demandan “unidad”, ante el “bully” que les va a arrebatar sus ganancias ilícitamente obtenidas. Hipócritas y corruptos, que se acuerdan del PUEBLO, cuando les conviene.
Trump es la “bestia negra” del neoliberalismo mexicano, porque permite ver que ese modelo sólo beneficia al 10% de la población mexicana (que se lleva el 65% de la riqueza nacional); porque pone en entre dicho ese acuerdo perverso en el que ese 50 % de los mexicanos pobres, tiene la opción de “emigrar” al “american way of life”, escapando de la explotación bestial en su propio país, y a cambio recibe la “protección y el apoyo” de 50 consulados con 1000 millones de pesos; a cambio de 25 mil millones de dólares que envían los mexicanos indocumentados.
Es un sistema de depredación de México, que ahora se parapeta en la “defensa de la soberanía nacional” (el pelele Peña y compañía), cuando nunca les importó un pepino defender a los 100 millones de mexicanos que no reciben más que explotación, arrogancia y desprecio de los “polkos”[1] y los vasallos del imperio.



[1] Partidarios del presidente Polk durante la invasión de Estados Unidos a México (1846-48). Traidores a la patria.

domingo, 29 de enero de 2017

Benjamín Netanyahu, el admirador del muro
La Jornada 29 de Enero de 2017
Editorial
En política, hacer declaraciones innecesarias –aunque sea para quedar bien con alguien– suele ser una práctica poco recomendable, especialmente si esas declaraciones resultan irritantes u ofensivas para terceros que sean afines o aliados del declarante. Ésta es, precisamente, la situación que acaba de generar el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, al celebrar, mediante su cuenta de Twitter, la idea del presidente Donald Trump de construir un muro en la frontera sur de Estados Unidos, para impedir el paso de eventua-les migrantes.
Utilizando la misma heterodoxa vía del presidente estadunidense, Netanyahu dice que él construyó uno en su propia frontera sur (innecesariamente, porque todo el mundo lo sabe), y que sirvió para detener la inmigración ilegal. Y a continuación pondera: Gran éxito. Gran idea.
La anterior no pasaría de ser una observación ideológica, si no fuera porque el muro proyectado por Trump constituye, además de un símbolo de exclusión y una fuente de problemas para quienes viven en la zona fronteriza entre ambos países, un agravio para todos los mexicanos. Fue una iniciativa gratuita y desafortunada la del jefe de gobierno israelí, en especial si se toma en cuenta el estado actual de las relaciones entre su país y México, que superado algunos desacuerdos del pasado se han ido consolidando en torno a la necesidad de fomentar nociones como la igualdad, la diversidad y la armonía entre los pueblos. De hecho, hace apenas un par de días, en la sede de la cancillería mexicana y durante la inauguración de una exposición conmemorativa del Holocausto, representantes de los dos países aprovecharon la ceremonia para ratificar esos valores y apostar a la construcción de un mundo mejor. Nada parecido, en consecuencia, al modelo de mundo que por medio de su muro propone Trump y festeja Netanyahu.
Sin embargo, el tuit del primer ministro no sorprende. El líder del partido Likud fue uno de los primeros en aplaudir el triunfo de Trump, entre otras razones porque llevaba una mala relación con las administraciones demócratas en general y con la de Barack Obama en particular, quien acabó de ganarse su inquina a raíz de la vota-ción de diciembre pasado en la ONU (en la cual EU por primera vez se abstuvo) condenando los asentamientos israelíes. Ahora vamos a hacer las cosas de manera diferente, anunció eufórico al conocer la victoria republicana en los recientes comicios estadunidenses, ante la manifiesta inquietud de los países de la Unión Europea y de la propia ONU.
En una época en que la derecha más agresiva, con diversos rótulos, va colocándose progresivamente a la cabeza de los estados, Benjamin Netanyahu ciertamente no desentona. En 2009 sorprendió a muchos observadores al decir que admitiría la creación de un Estado palestino (con un gran número de limitaciones); pero para 2015 había recuperado su habitual tono guerrerista y aseguraba que si de él dependía nunca habría tal Estado. Y con el arribo a la Casa Blanca de Donald Trump, este político derechista que ve antisemitismo hasta en los espacios, organizaciones y personas más progresistas, se despoja del lenguaje diplomático y se une al coro de quienes se congratulan por la llegada de Trump.

El breve y medido comunicado de la cancillería mexicana respecto del tuit del primer ministro israelí es, en este contexto, muy pertinente, porque con el entusiasta aval al muro de Trump, Netanyahu está respaldando las políticas de aquél en torno a México. Y estas políticas destilan racismo, sentimiento que a lo largo de la historia ha tenido un altísimo costo para el pueblo judío, cuya comunidad en México, vale destacar, se deslindó de las afirmaciones de Netanyahu..

viernes, 27 de enero de 2017

PEÑA DOBLADO; PAGARÁ POR EL MURO “EN LO OSCURITO"

Es hora de que México se una, pero para echar de la presidencia a este individuo incompetente y prácticamente traidor a la patria (al nivel de esos vasallos del imperio Salinas, Zedillo, Fox y el criminal, cobarde y fascista Calderón).
Después de que hoy Viernes 27 de Enero por la mañana Donald Trump tuiteó que México obtiene todos los beneficios en la relación bilateral y no coopera con Estados Unidos en el tema de la seguridad fronteriza, prometiendo que eso ya no sucederá más, el apanicado y cobarde de Peña se apresuró a llamarlo por teléfono, para evitar un escalamiento en el enfrentamiento entre ambos países.
Pero da la casualidad de que Trump, en su conferencia de prensa conjunta con la Primera Ministra de Gran Bretaña, Theresa May, al ser cuestionado sobre la conversación con Peña Nieto, en tono mesurado, pero firme, mantuvo su postura de que es México el único ganador en la relación bilateral y que eso debe y va a cambiar, dando a entender que las negociación futura de toda la relación bilateral con México caminará como le convenga al presidente estadounidense.
Uno pudiera pensar que son las balandronadas usuales de Trump. Pero la presidencia de México emitió un comunicado sobre la llamada en el que haciendo a un lado las frases trilladas de “conversación productiva y constructiva”, quedó claro que México ya comenzó a aceptar la narrativa estadounidense cuando afirma que se incluyó el tema del “déficit comercial de Estados Unidos”, así como el de “tráfico de drogas” y “flujo de armas” (esto último una tibia y menor concesión a México).
Además, ambos presidentes se comprometieron a que ya no hablarán públicamente sobre “quién pagará por el muro”. Así que ahora los mexicanos no sabremos qué tipo de concesiones humillantes estos vasallos de Peña, Videgaray y Guajardo estarán dispuestos a dar, con tal de que Trump salga triunfador de la “negociación” y eventualmente pueda decir a los estadounidenses: eliminamos el déficit comercial, se construyó el muro y México lo pagó.
¿Y por qué aseguro que así va a suceder’ Porque los oligarcas y los tecnócratas (Hacienda, Banco de México y Economía) presionaron a Peña para que le bajara a la confrontación con Trump, porque de lo que se trata esta negociación para estos subordinados neoliberales, explotadores y adoradores de Estados Unidos, es que México se mantenga como colonia estadounidense, para que así ellos sigan enriqueciéndose a costa del pueblo.
A esta gente no le importa la soberanía, la dignidad, ni siquiera la integridad territorial del país, sino que no se modifique el esquema depredador-expoliador mediante el cual ellos son socios menores de las trasnacionales estadounidenses y europeas, y el pueblo de México es el esclavo de dicho modelo.
Así que si México ahora se tiene que tragar un déficit comercial con Estados Unidos (más los que ya tiene con Asia y Europa); “en lo oscurito”, pagar con algún mecanismo escondido, por el muro (aunque declarativamente las autoridades digan que no va a ser así); y asumir todavía más costos por la inacabable e hipócrita lucha contra el narcotráfico, estos vasallos del imperio están más que dispuestos a aceptarlo; y de hecho ya lo han aceptado, y además van a mantener en secreto esos “acuerdos”, que en realidad son imposiciones de Trump, a esta subclase política corrupta, y sus socios oligarcas, tecnócratas, así como los del crimen organizado.
En las cadenas de televisión estadounidenses están interpretando -correctamente por cierto, que la llamada de Peña y el comunicado de Presidencia son evidencias de que Trump ya dobló a Peña y este acabará pagando por el muro y renegociando el acuerdo comercial según le convenga a Estados Unidos; y sólo se está viendo la forma de que el pobre, débil y ridículo “presidente mexicano” salve algo de cara ante su pueblo.

Patético y triste.
Whether by accident or design, Donald Trump is isolating himself and erratically unraveling the world order.
JANUARY 25, 2017 foreignpolicy.com
A lot of people have been appalled by Donald Trump’s behavior during the transition, at his inauguration, and in his first week in office. You can count me among them. But I also find his actions baffling from the perspective of Trump’s own self-interest. People who opposed his administration’s policies should take heart, because his conduct so far will make it harder to proceed as he seems to want.
For starters, Trump made zero effort to exploit the honeymoon period traditionally accorded a new president by the press, didn’t try to drive a wedge or two in the large coalition that opposes him, and declined to appeal to a broader sense of national unity. Thus far he has played entirely to his base, painting a dark portrait of a crumbling America where everybody except Trump himself is untrustworthy, corrupt, deceitful, and not to be heeded at all. The result: a president who lost the popular vote by 2.5 million people is even less popular now, and he enters office with the lowest approval ratings of any new president in history.
Never mind the irony of such a deeply corrupt and dishonest person accusing others of corruption; the odd thing is that he has been doing just about everything he can to unite key institutions against him. This may not matter if he and his lackeys can disseminate a squid-ink cloud of “alternative facts” and convince their many followers that down is up, black is white, 2+2=5, and what the president said on camera last week really never took place. As I’ve warned before, Trump & Co. seems to be operating straight from the Erdogan-Berlusconi-Putin playbook, and it remains an open question whether this approach will work in a country with many independent sources of information, some of which are still committed to facts.

The same goes for the agencies of the government that he is now supposedly leading. Government bureaucrats have been held in low regard for a long time, which makes them an easy target. But you also can’t do anything in public policy without their assistance, and my guess is that Americans will be mighty unhappy when budget cuts, firings, resignations, and the like reduce government performance even more. Get ready for a steady drip, drip, drip of leaks and stories emanating from dedicated civil servants who are committed to advancing the public interest and aren’t going to like being treated with contempt and disdain by a bunch of hedge fund managers, wealthy Wall Streeters, or empty suits like Energy Secretary Rick Perry, all led by President Pinocchio.

Then there’s Trump’s delicate relationship with the national security establishment. Having picked a fight with the intelligence community during the campaign and transition, Trump had a golden opportunity to mend fences during his visit to the CIA last week. No one expected him to offer a lengthy mea culpa; all he had to do was tell his audience he understood their work was important, he believed them to be patriots, he recognized that some of them had made sacrifices for the country that dwarf any he has ever made, and that he was counting on them to do outstanding work henceforth. He started off OK, but proceeded to make a weird and narcissistic detour into the size of his electoral victory, his uncle who taught at MIT, and his complaints about media coverage of the crowd size at his inauguration and whether or not it rained during his speech. Read this transcript, and see if you can find a statesman anywhere in this incoherent and self-centered performance. An even more relevant question: Did he think this sort of behavior would advance his cause?

There’s also the broader question of his overall approach to foreign policy. As I’ve noted repeatedly, a few elements of Trump’s worldview make sense, such as his aversion to nation-building in the greater Middle East. But as Jessica Mathews points out in an important essay in the New York Review of Books, Trump and key advisors like Michael Flynn also believe Islamic extremism is a mortal danger and have promised to get rid of the Islamic State right away. But how do you do that, and how do you make sure the Islamic State doesn’t come back, if you aren’t busy invading, occupying, and nation-building in the areas where it and other extremist movements live and recruit? In fact, Islamic extremism is a problem but not an existential threat, which is why the United States does not need to try to transform the whole region. But Trump doesn’t seem to see things this way.

Even more important, Trump seems to be blithely unaware that the United States is engaged in a serious geopolitical competition with China, and that this rivalry isn’t just about jobs, trade balances, currency values, or the other issues on which he’s fixated. Instead, it is mostly about trying to keep China from establishing a hegemonic position in Asia, from which it could eventually project power around the world and possibly even into the Western hemisphere itself. It’s easier to favor “America First” when no other great power is active near our shores, but that fortunate position may not last if China establishes a position in its neighborhood akin to the one the United States has long enjoyed in its backyard. With its surroundings secured, China could forge alliances around the world and interfere in distant regions — much as the United States has done since World War II — including areas close to U.S. soil. This development would force Americans to worry a whole lot more about defending our territory, something we haven’t had to worry about for more than a century.

Here’s a news flash, Mr. President: The United States is not located in the Western Pacific. As a result, its ability to prevent China from becoming a hegemonic power there requires close cooperation with Asian partners. The United States should not try to shoulder this burden by ourselves, but we sure ain’t gonna do it alone. That is why Trump’s hasty decision to scrap the Trans-Pacific Partnership is so short-sighted. It is even dumber if he plans to pick lots of fights with Beijing on economic issues and the South China Sea while launching bare-knuckle bilateral trade talks with the rest of Asia. Forget about Russia: Thus far, Trump’s nonstrategic behavior toward China makes me wonder if there is a Chinese word for “kompromat.”

“There are some losers who think I’m too fond of President Putin, and who believe he’s got something on me. That’s dumb, absurd, a crazy conspiracy theory that’s being promoted by the dishonest media. What these people don’t understand is that a better relationship with Russia is in our national interest. Russia is a major European and Asian power. It has thousands of nuclear weapons. Putin is a tough guy who really hates terrorists, and he doesn’t want Iran to get a nuclear weapon. Putin also helped the world get rid of Assad’s chemical weapons. As my really good friend Henry Kissinger told me, a bad relationship with Russia makes it harder to solve problems in lots of places.

"But for the past 25 years, the traditional foreign-policy establishment here in Washington kept ignoring Russia’s geopolitical concerns and pushing NATO eastward. How dumb was that? And they kept talking all the time about spreading democracy and criticizing Moscow for not being just like us. I can’t believe how stupid this was: All it did was alarm the Russians and eventually lead them to seize Crimea. That wasn’t good, but can you blame them? No, you should blame Obama and all those liberals in the EU. Even worse, this dumb policy just pushed Moscow closer to Beijing. Is that what we want? 

“Look, I love this country — and why not? The American people chose me to be president! I’m no fan of the Russian political system. But my job is to advance the national interest. I’m going to show the American people that I can get a better deal from Russia working with them than working against them. Trust me, it’s gonna be TREMENDOUS.”

Reasonable people can still disagree about a statement like that, but explaining the underlying balance-of-power logic behind Trump’s desire for better relations with Russia would help dilute the suspicion that he’s acting this way because he owes the Russian oligarchs billions, or because the Russians have some embarrassing kompromat on him. It would also diminish concerns that he and Rex Tillerson just want to lift sanctions so that Exxon can start drilling in Russian oil and gas fields.

Which raises the obvious question: Why hasn’t he offered such an obvious explanation? I don’t have the slightest idea. It’s possible nobody in his inner circle understands geopolitics in a serious way (and his scuttling of the TPP supports that point), so maybe it just hasn’t occurred to them. Or it’s possible that some of the rumors are in fact correct, and there really is some dirty laundry lurking behind the scenes.

But there’s a third possibility, one that offers a unified, coherent explanation for some of the apparent contradictions in Trump’s foreign-policy views. Trump and some of his advisors (most notably Stephen Bannon) may be operating from a broad, Huntingtonian “clash of civilizations” framework that informs both their aversion to multiculturalism at home and their identification of friends and foes abroad. In this essentially cultural, borderline racialist worldview, the (mostly white) Judeo-Christian world is under siege from various “other” forces, especially Muslims. From this perspective, the ideal allies are not liberals who prize tolerance, diversity, and an open society, but rather hard-core blood-and-soil nationalists who like walls, borders, strong leaders, the suppression or marginalization of anyone who’s different (including atheists and gay people, of course) and the promotion of a narrow and fairly traditional set of cultural values.

For people who see the world this way, Putin is a natural ally. He declares Mother Russia to be the main defender of Christianity and he likes to stress the dangers from Islam. European leaders like Marine Le Pen of France, Nigel Farage of Great Britain, and Geert Wilders of the Netherlands are Trump’s kind of people, too, and on this dimension so are the right-wingers in the Israeli government. And if Islam is the real source of danger, and we are in the middle of a decades-long clash of civilizations, who cares about the balance of power in Asia?
The problem with this way of thinking, as I wrote back when The Clash of Civilizations first appeared, is that it rests on a fundamental misreading of world politics. “Civilizations” are not political entities; they do not have agency and do not in fact act. For good or ill, states still drive most of world politics, and clashes within Huntington’s various “civilizations” are still more frequent and intense than clashes between them. Moreover, seeing the future as a vast contest between abstract cultural groupings is a self-fulfilling prophecy: If we assume the adherents of different religions or cultural groups are our sworn enemies, we are likely to act in ways that will make that a reality.
So where does this leave us? Way too soon to tell, but I’ll hazard two guesses. First, foreign and defense policies are going to be a train wreck, because they don’t have enough good people in place, the people they have appointed don’t agree on some pretty big issues (e.g., NATO), the foreign-policy “blob” will undercut them at every turn, and Trump himself lacks the discipline or strategic vision to manage this process and may not care to try. Even if you agree with his broad approach, his team is going to make a lot more rookie mistakes before they figure out what they are doing.
 Second, get ready for a lot of unexpected developments and unintended consequences. If the United States is giving up its self-appointed role as the “indispensable nation” and opting instead for “America First,” a lot of other countries will have to rethink their policies, alignments, and commitments. Unraveling a long-standing order is rarely a pretty process, especially when it happens quickly and is driven not by optimism but by anger, fear, and resentment. I’ve long favored a more restrained U.S. grand strategy, but I also believed that that process had to be done carefully and above all strategically. That doesn’t appear to be President Trump’s approach to anything, which means we are in for a very bumpy ride to an unknown destination.

jueves, 26 de enero de 2017

PEÑA SE HUNDE Y TRUMP LO HUMILLA

Lo dije hasta el cansancio en este blog el último año y medio, que Trump destruiría al neoliberalismo mexicano, hundiría al gobierno peñista y provocaría una crisis mayúscula en las relaciones bilaterales.
El asunto es que el gobierno de Peña ya se había hundido mucho antes incluso de que Trump fuera candidato presidencial.
Como aquí también se reiteró hasta el cansancio, el modelo depredador neoliberal llegaba a sus límites en materia de explotación del pueblo, de los recursos financieros y naturales del país; de corrupción desbocada, de abuso y arrogancia, y de alejamiento del pueblo.
Las nefastas reformas estructurales no sobrevivieron ni el sexenio de Peña y ya están reventando, empezando con la energética, que regaló, a cambio de nada, los yacimientos petrolíferos, así como la distribución y venta de los combustibles a las grandes trasnacionales y a sus socios depredadores nacionales, con lo que Pemex inició su derrumbe, y con ello la posibilidad de mantener precios aceptables de los combustibles para el consumidor final.
Ahora es el “mercado” el que define esos precios (y para los neoliberales eso es una magnífica noticia), y llevará el litro de gasolina magna (la más usada) el próximo 1 de febrero a casi 20 pesos el litro (cuando estaba a 14 pesos a fines del 2016), con lo que se desbocarán aún más los precios de todos los productos, se disparará la inflación, tendrán que aumentar tasas de interés y se detendrá aún más la actividad económica, cuando miles de pequeñas y medianas empresas no puedan hacer frente al alza de costos, y el aumento a los precios finales de productos y servicios signifique una brutal pérdida de poder adquisitivo de la población, intensificando el ciclo perverso hacia el hundimiento de la economía.
Todo ello en el contexto de la abierta hostilidad de Trump hacia México, quien ahora afirma que si Peña no va a humillarse a Washington a aceptar pagar el muro fronterizo, mejor que no vaya. Ya sería el colmo que éste incompetente, todavía quisiera ir a que se burlen más de él en Washington.
Como también lo reiteramos en este blog, la negociación sobre comercio y el muro no iba a durar mucho, ante las exigencias humillantes de la nueva administración estadounidense, pero los ingenuos gobernantes mexicanos todavía esperaban “convencer” a sus contrapartes de que se podía salvar algo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés) y del resto de los temas de la relación bilateral.
Aquí lo dije una y otra vez, que Trump no aceptaría nada menos que revertir por completo el déficit comercial que tienen con México, de lo contrario no seguiría en el NAFTA; y tal cual, Trump tuiteó que de lo que se trata es de revertir el déficit comercial y de que México se comprometa a pagar el muro, de lo contrario no tiene caso ni sentarse a negociar con Peña Nieto.
Pues bien, para todo efecto práctico esta “negociación” ya terminó, por más que Videgaray y Guajardo digan que hay aspectos “alentadores” en sus conversaciones con Kushner, Bannon y Priebus. Les están jugando el dedo en la boca a estos ingenuos.
Como también lo dije aquí desde Abril del 2016, México debía responder a cada medida hostil de Estados Unidos (ahora los “valientes y arrojados” políticos mexicanos proponen medidas similares, cuando antes ni se aparecían), como retirarse del NAFTA de ser necesario, así como de la Iniciativa Mérida; revertir la estúpida medida de permitir a los agentes estadounidenses estar armados en el país; cerrar esos centros de “fusión de información” que tienen los estadounidenses en nuestro territorio; y especialmente comenzar a revertir la nefasta política económica neoliberal que ha puesto de rodillas al país ante las trasnacionales y el gobierno de Washington.
¿Hará algo de esto el débil y confundido gobierno peñista; así como la subclase política corrupta y sus socios oligarcas? Seguramente no, porque aún piensan que pueden salvar algo de su subordinación y vasallaje con los que todavía hasta hace poco llamaban “amigos, socios y aliados”. Debilidad extrema de México, en medio del desfonde del proyecto neoliberal y con una oposición desarticulada y sin un centro aglutinador, que pueda tomar las riendas en caso de crisis extrema, lo que augura las dos posibilidades que hemos manifestado aquí: Estado fallido o dictadura.
Artículo del 5 de Abril del 2016 y reposteado el 1 de septiembre del mismo año.
Respuestas a Trump.
1. Deportaciones masivas: Mediante la red de consulados mexicanos en Estados Unidos, el apoyo de organizaciones méxico-americanas y de políticos afines de ambos partidos (Demócrata y Republicano), conformar una campaña de recaudación de fondos para defender legalmente en los tribunales estadounidenses a la mayor cantidad posible, de ciudadanos mexicanos expuestos a la deportación; especialmente aquéllos con hijos nacidos en Estados Unidos y/o que demuestren una estadía larga (de más de 5 años), durante la cual hayan pagado impuestos, trabajado y que no cuenten con problemas con la justicia estadounidense (más allá de su entrada indocumentada al país), con objeto de inundar a las cortes estadounidenses con estos casos y así también hacerlos pagar con recursos de sus contribuyentes los procesos de deportación (no se podrá detener la mayoría, pero si cada año las cortes tienen que ver decenas de miles, eso puede obligar a hacer más lentas dichas deportaciones).
Al mismo tiempo, iniciar una ofensiva diplomática en los organismos multilaterales (ONU, OEA, CELAC, Unión Europea), denunciando las violaciones a los derechos humanos que se presenten (y que seguramente serán muchas) y tratar de que las ONG internacionales se inmiscuyan en el proceso de documentar y denunciar dichas violaciones. Incluso con el objetivo de llevarlas hasta los tribunales internacionales.
2. Bloqueo de envío de las remesas: Si Trump lograra que el Congreso de su país aprobara alguna medida en ese sentido, México debería aprobar también una "contramedida espejo", mediante la cual se aplicaran impuestos equivalentes a las pérdidas que tenga el país en el envío de remesas, ya sea con impuestos sobre las empresas estadounidenses exclusivamente (esta no sería una "ley general", sino dedicada exclusivamente contra las empresas de un país que está realizando actos hostiles contra México); y/o aplicar impuestos a las salidas de capital de empresas y empresarios estadounidenses.
3. Aplicación de aranceles a productos mexicanos: El propio Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la Organización Mundial de Comercio prevén medidas de represalia contra países que adoptan medidas arancelarias no justificadas o injustas, por lo que el gobierno mexicano debería aplicar aranceles a las importaciones estadounidenses, en la misma medida y monto que lo apliquen a las exportaciones mexicanas.
4. Suspensión y o restricción (o aumento de precio) en otorgamiento de visas: México debería aplicar visas a los estadounidenses con un costo por el trámite de 100 dólares por adulto y 75 dólares por menor de 12 años. Se insiste que ello llevaría a una disminución del turismo. Es falso, Brasil y Panamá aplican visas el primero y un pago único de entrada al país el segundo, desde hace años y ello no ha afectado el turismo estadounidense a ambos países. Si Estados Unidos suspendiera de plano el otorgamiento de visas, el gobierno mexicano podría responder con la confección de una lista de "personas non gratas" de Estados Unidos, a los que a su vez no se les permitiría la entrada al país (enfocándola a los personajes y familiares cercanos a Trump y sus colaboradores), en tanto no se levante la suspensión del otorgamiento de visas a mexicanos.
5. Exigencias en materia de combate al narcotráfico: México no esgrime el válido argumento que por lo menos la mitad del problema del narcotráfico es responsabilidad de Estados Unidos, con su enorme mercado de consumidores (consumen la droga por voluntad propia, no es creíble que los cárteles mexicanos "los obliguen" a comprarla y consumirla, sólo se las ponen a su disposición y ellos toman la decisión de comprarla y enviciarse); el lavado de dinero monumental que se realiza en su sistema financiero; la venta de armas que hacen los fabricantes y comerciantes estadounidenses a los cárteles de la droga mexicanos; y, la complicidad de numerosos funcionarios y policías locales, estatales y federales con ese comercio ilícito. Hay cientos de formas de documentar todo esto y de exponerlo públicamente.
También México debería eliminar definitivamente de la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos la autorización a los funcionarios estadounidenses de las agencias de seguridad, de poder portar sus armas de cargo en nuestro país; y de la misma forma se debería cerrar definitivamente los dos "centros de fusión de información" con los que cuentan esas mismas agencias de seguridad en México, y en donde sólo laboran estadounidenses.
Finalmente, México bien podría cancelar la Iniciativa Mérida (mediante la cual nuestro país compra a Estados Unidos equipo, armas, transportes y recibe capacitación por casi mil millones de dólares anuales, en materia de seguridad pública), y así también podría cancelar sus compras de armas, transportes y equipo para las Fuerzas Armadas mexicanas (que ha llegado a sumar más de 1100 millones de dólares en un año), buscando otros proveedores en Europa y Asia.
6. Presiones diplomáticas: Conformar un bloque de países latinoamericanos (Bolivia, Ecuador, Venezuela, Cuba, Brasil, quizás El Salvador, Nicaragua, Chile, Colombia, Perú), que denuncien en los foros y organismos multilaterales las políticas contrarias al Derecho Internacional Público de parte del gobierno de Trump (en materia de migración, comercio internacional, derechos humanos, etc) y eventualmente promover alianzas más explícitas con otros países que resulten afectados por otras políticas de Trump (China, Japón, Corea del Sur, Vietnam, etc . en materia de comercio e inversión extranjera).


En fin, que las posibilidades de responder al narcisista, egocéntrico y bravucón Trump existen; desgraciadamente el corrupto, débil y servil gobierno peñista no hará nada de lo anterior, ni la subclase política mexicana, que se limita a hacer estúpidas declaraciones contra Trump (como lo hicieron los corruptos y a su vez serviles de Estados Unidos, Fox y Calderón) o inocuas campañas de tweets como la de los senadores perredistas, que por supuesto sólo sirven para ponerse en ridículo.

martes, 24 de enero de 2017

LO QUE NO ACEPTARÁ EL GOBIERNO DE TRUMP

De los 10 objetivos que Peña Nieto estableció ayer para la negociación con el gobierno de Estados Unidos en los temas más relevantes de la agenda bilateral, hay varios que Donald Trump y su gabinete ni siquiera se tomaran la molestia de considerar.
Pero veámoslos uno por uno:
Que el gobierno de Estados Unidos se comprometa a dar un trato humano y respetar los derechos de los migrantes (se supone que los derechos humanos, no así los laborales, en vista de que entraron sin documentos al país).
Es factible que el gobierno de Trump señale que dará ese trato humano, pero los hechos lo van a contradecir rápidamente. Ya en la actualidad el trato que reciben los indocumentados en los centros de detención de la Unión Americana (hacinados, sin instalaciones sanitarias o camas suficientes, sin adecuada atención médica, etc.) son criticables, desde el punto de vista de los derechos humanos; por lo que esperar que la administración de Trump mejore en ese sentido, es pecar de ingenuo.
Que los procesos de repatriación se realicen de manera ordenada y coordinada, y que se mantengan los protocolos y acuerdos existentes en la materia, es uno de los puntos que seguramente Trump y su equipo van a rechazar, porque eso implica que Estados Unidos debe asumir responsabilidades y costos en dicha repatriación, y para Trump son las autoridades mexicanas las culpables principales de la migración indocumentada, por lo que debe ser nuestro país el que se haga cargo de esos costos y responsabilidades para el caso de la repatriación de los mexicanos; y también de centro, sudamericanos, caribeños y hasta de africanos, argumentando que todos ellos recibieron permisos de las autoridades mexicanas en muchos casos o entraron por territorio mexicano a la Unión Americana, por lo que es nuestro gobierno quien tiene que hacerse cargo de ellos.
Compromiso de Estados Unidos y México para trabajar de manera conjunta en el desarrollo de Centroamérica.
Otro punto que será rechazado por Estados Unidos, pues Trump ha señalado que su país ya no puede estar ayudando o interviniendo en otras regiones y países, y ahora debe concentrarse en resolver sus propios problemas. Así que se ve cuesta arriba que el gobierno estadounidense asuma un compromiso así, en la actual coyuntura política.
Lo que le va a exigir Trump a Peña es que cierre su frontera Sur, para evitar el flujo de centroamericanos (como Estados Unidos cerrará su propia frontera con México), pero no se ve cómo pueda comprometer recursos económicos para ayudar a Centroamérica; y menos en una negociación con México; en todo caso lo hará directamente con los países centroamericanos.
Asegurar el libre flujo de remesas de los indocumentados. Este punto por supuesto que no lo va a aceptar Trump, pues es su principal palanca para obligar al gobierno de Peña a aceptar concesiones en el tema comercial; y también es su mejor opción para cobrarle a México el muro fronterizo.
Ahora bien, si este objetivo es la “línea roja” del gobierno mexicano que no puede ser traspasada, en caso de que Trump se niegue a concederlo, entonces seguramente la negociación durará muy poco tiempo, pues difícilmente el gobierno de Estados Unidos le cederá este punto a nuestro país.
Detener el ingreso ilegal de armas y de dinero de procedencia ilícita. Esto es una acusación directa al gobierno de Estados Unidos que ha permitido ese flujo de Norte a Sur por décadas. El gobierno de Trump se puede comprometer a combatir ambos flujos, pero va a pedir a cambio que México cierre su frontera sur o que pague el muro; o aún más concesiones en materia de seguridad (ya tienen dos centros de “fusión de información” manejados por ellos en nuestro país; sus agentes pueden portar armas; se le compran millones de dólares en equipo para las policías y las fuerzas armadas; se capacitan a policías, soldados y marinos en Estados Unidos, etc.), lo que evidentemente subordinaría más al gobierno mexicano, respecto al aparato de seguridad estadounidense.
Preservar el libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, sin establecer cuotas o aranceles. Simplemente imposible que Estados Unidos acepte esto, pues de lo que se trata la “renegociación” para el gobierno de Trump, es precisamente revertir el superávit comercial de México en favor de Estados Unidos, y revertir la salida de inversión de la Unión Americana hacia México.
En este sentido, las cuotas y aranceles son instrumentos que deben tener los negociadores estadounidenses, y no se van a privar de ellos aún antes de sentarse a negociar. Así que, este es otro punto que no aceptarán Trump y su equipo.
Modernizar el tratado incluyendo sectores como las telecomunicaciones, la energía y el comercio electrónico. Algo que ya estaba integrado en el Acuerdo Transpacífico, por lo que los negociadores estadounidenses podrían aceptarlo, siempre y cuando las ventajas para ellos sean muy evidentes.
Un acuerdo que incluya mejores salarios para los trabajadores mexicanos. Si bien Estados Unidos puede estar de acuerdo en este punto, eso no le compete, sino a las empresas y al gobierno mexicano, por lo que a Trump este punto no le afecta.
Proteger el flujo de inversiones hacia México. Si bien nuestro gobierno buscará que este flujo siga; obviamente el de Estados Unidos buscará que se revierta en su favor, así que aquí va a ver desencuentros desde el principio de la negociación.
Trabajar por una frontera que una y no que divida. O sea, negarse al muro, que de todas formas lo va a construir el gobierno de Trump (fue su principal promesa de campaña), por lo que tampoco habrá acuerdo en este punto.
Así que seis de los 10 objetivos del gobierno mexicano van a encontrar seria oposición del gobierno de Estados Unidos (repatriación ordenada; desarrollo de Centroamérica; libre flujo de remesas; preservar libre comercio; proteger flujo de inversiones; frontera que una); 3 los puede aceptar en principio (trato humano; combate a flujo de armas y dinero; nuevos sectores en el tratado) y uno lo va a ignorar (mejores salarios para los trabajadores mexicanos en nuestro país).

Así que los negociadores mexicanos no deberían ir con grandes expectativas, ya que la mayoría de los objetivos que llevan planteados no van a ser aceptados por los estadounidenses, por lo que la posibilidad de que la negociación no se prolongue demasiado (eso suponiendo que los mexicanos cumplirán con su compromiso de levantarse de la mesa si sus “líneas rojas” de la negociación son cruzadas), y de hecho termine sin acuerdos en la mayoría de los puntos, tiene altas probabilidades de suceder. Con lo cual se deberían ir considerando planes alternativos (que seguramente nuestras ingenuas autoridades no tienen), en caso de que se presente un escenario así.

lunes, 23 de enero de 2017

“Trump y el nacionalismo tardío del empresariado mexicano”, artículo de Araceli Damián
por Araceli Damián
aristeguinoticias.com

La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha despertado un tardío nacionalismo entre el empresariado mexicano. Ahora sí plantean establecer una especie de programa de sustitución de importaciones. No obstante, aun cuando el gobierno emprendiera esta tarea, no habría resultados a corto plazo, debido a los rezagos provocados por la fallida estrategia de crecimiento hacia afuera. Cabe señalar que el llamado de la élite empresarial no resulta de un interés por salvaguardar el bienestar de la población, sino del riesgo que corren sus inversiones ante las acciones que emprenderá el ultranacionalista y xenófobo Trump.
La subordinación y la dependencia de México respecto a los Estados Unidos no constituyen condiciones inevitables de la globalización, como nos han querido hacer creer por años, sino el resultado de una estrategia neoliberal deliberada y promovida desde las más altas esferas del poder. Los beneficios obtenidos de este proceso se han concentrado en empresas trasnacionales, así como en unas cuantas manos de empresarios como Carlos Slim, o de políticos sin escrúpulos, como los Hank Rhon y Salinas de Gortari.
En los últimos 30 años, la élite empresarial nunca se mostró verdaderamente preocupada del rezago en la inversión pública necesaria para promover el dinamismo económico (carreteras, puertos, ferrocarriles, presas, petroquímicas, siderúrgicas, aeropuertos, etcétera). Han sido cómplices, por acción u omisión, de la forma irresponsable con la que las diferentes administraciones del gobierno mexicano, tanto del PRI, como del PAN, sujetaron el manejo de la economía a las necesidades del vecino país del norte. Se creyeron el infundado cuento de Carlos Salinas de Gortari y de los organismos internacionales de que el crecimiento de México sólo podía ser un reflejo condicionado del experimentado por Estados Unidos.
Durante el tiempo que ha durado la era neoliberal, el silencio de la élite empresarial ha sido comprado mediante la venta, a precios de remate, de empresas estatales; desde las pequeñas como las textileras, hasta las grandes que eran nodales para el desarrollo nacional, como las siderúrgicas, la telefonía, las mineras, la televisora pública de cobertura nacional, los fertilizantes, complejos industriales, como el de Ciudad Sahagún, entre muchas más. Posteriormente su silencio se compró mediante la privatizaron de los bancos, las carreteras, los ferrocarriles y la posibilidad de participar en la generación de energía eléctrica y ahora el petróleo. Su silencio fue comprado mediante una política fiscal que les permite pagar impuestos muy bajos.
La estrategia neoliberal ha permitido que empresarios como Carlos Slim, Germán Larrea, Alberto Baillères y Ricardo Salinas Pliego amasen enormes fortunas con las privatizaciones o las concesiones. De acuerdo a un estudio de Oxfam, la riqueza de estos cuatro empresarios creció, de 2% del PIB en 1998 a 9% en 2014 (1), mientras que la pobreza desde entonces se mantiene en alrededor del 80% de la población.
El silencio de los empresarios también fue comprado con programas de rescate que han tenido un alto costo para el erario público y que han afectado el bienestar de la mayoría de los mexicanos. Así sucedió con el rescate bancario, FOBAPROA (Fondo Bancario de Protección al Ahorro), cuyo costo original se estimó en 688 mil millones de pesos, 20% del PIB, y para 2014 ascendía a 838 mil millones de pesos (2). Después vinieron las concesiones y los rescates de carreteras, con un costo en 1997 de 58 mil millones de pesos y que “al cierre de 2006 llegó a 178 mil millones de pesos, lo que significó un crecimiento de 206.7 por ciento en dicho periodo, generándose intereses acumulados por 98.7mil millones de pesos en igual periodo” (3). Una buena parte de los beneficiarios por estos programas forman parte de la élite empresarial, que al día de hoy reciben recursos de la hacienda pública, como premio por haber fracasado en los negocios.
Mientras el silencio de los empresarios continuaba, la dependencia económica de los Estados Unidos siguió creciendo con el Tratado de Libre Comercio (TLC). Si bien México es uno de los países más exitosos en materia de exportaciones, el efecto positivo sobre la economía, salarios y empleo es muy bajo. Lo anterior se explica por el bajo componente nacional de las exportaciones; para 2014 los insumos nacionales sólo representaban 26% del valor de éstas (4). Pero, además, a partir de la firma del TLC, y a pesar del saldo comercial favorable, según el Banco de México, el déficit de la cuenta corriente se multiplicó 20 veces al pasar de mil 576 millones de dólares en 1995 a 32 mil 707 millones en 2015, lo que muestra que México es cada vez más dependiente.
Frente a la guerra comercial que ha iniciado Trump, cuyo resultado más palpable fue el retiro de la inversión de Ford en San Luis Potosí, el gobierno de Peña se ha mostrado desorientado y sin instrumentos para responder ante el embate que enfrenta el país. No sólo estamos hablando de posibles disputas comerciales, sino de la deportación masiva de connacionales.
La impericia del gobierno no se limita a la relación con el vecino país. En este sexenio hemos tenido un lamentable crecimiento promedio del PIB per cápita de menos de 1%, la deuda pública creció del 33% del PIB al 52%, sin que haya impulsado un dinamismo económico y el año pasado el gobierno gastó más de 200 mil millones de pesos de lo aprobado en el presupuesto.
México requiere de una nueva estrategia que el actual gobierno es incapaz de llevar a cabo. Necesitamos un gobierno que tenga la capacidad de enfrentar no sólo la amenaza Trump, sino que frene la rampante desigualdad que sólo favorece a las élites empresariales.
  1. Esquivel Gerardo, Desigualdad extrema en México. Concentración de poder económico y político, Oxfam, México, 2015,  http://www.cambialasreglas.org/pdf/desigualdadextrema_informe.pdf
2.     ¿Cuánto ha costado el Fobaproa a México?, http://www.redpolitica.mx/deuda-de-la-federacion/cuanto-costo-mexico-el-fobaproa, 25 julio, 2014, y Deuda IPAB asciende a 838 mil millones de pesos, 18% más. http://www.milenio.com/politica/Deuda_IPAB_asciende_a_838_mil_millones_de_pesos-fobaproa-Lankenau_0_436756352.html
4. Disminuye el contenido nacional de las exportaciones mexicanas: #SemáforoEconómico, Animal Político, 18 de marzo, 2015

Araceli Damián

Es Diputada Federal por Morena y preside la Comisión de Seguridad en la Cámara de Diputados. Es Profesora-Investigadora con licencia del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales de El Colegio de México. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Es Doctora en economía urbana por la Universidad de Londres, Inglaterra.

domingo, 22 de enero de 2017

counterpunch.org JANUARY 20, 2017

In the biggest surge of mass protest since the forced disappearance of 43 Ayotzinapa college students back in 2014, outrage over higher gasoline prices and related issues sweeps Mexico. Detonating the citizen uprising is a 20 percent price increase rolled out Dec. 27 by the Peña Nieto administration. Though Mexicans were immersed in the holiday season, protests began almost immediately but really picked up steam after the new year kicked in.
Grabbing media attention was a wave of apparently organized lootings, especially in the states of Nuevo Leon, Mexico and Veracruz, where mobs made off with electronics products and assorted goodies from Walmarts, pawn shops and other high-profile commercial outlets, as if a late-arriving, naughty Santa had roared onto the scene. Still unverified reports tie the looting to organized crime or government officials, evidenced in part by accounts of police standing by while stores were sacked and videos of looters boarding waiting buses.
Despite hundreds of arrests, it has not been publicly revealed who were the intellectual authors of the looting. A recent precedent for mass looting in Mexico occurred in Los Cabos after a hurricane slammed the tourist resort in 2014.
Yet media focus on the lootings initially overshadowed a more sober response to the so-called “gasolinazo” of Dec. 27, summed up by the popular slogan, “I protest, not loot.” According to Mexican press accounts, tens of thousands have staged largely peaceful but militant protests in at least 28 of Mexico’s 32 states. However, five deaths have been attributed to confrontations, including the killings of two young men allegedly shot by police in the state of Hidalgo. In addition to tossing out the gasoline price hike, demonstrators demand the exit of Mexican President Enrique Peña Nieto, who still has nearly two years left of his term.
Father Alejandro Solalinde, an internationally respected human rights defender and migrant advocate, led one Jan. 7 march in Mexico City.
“There is hunger….,” Solalinde was quoted in La Jornada as saying. “The people are electrified and very sensitive. For example, in Hidalgo, the multitude drove off police cars with rocks. Society is very desperate up against a political class so corrupt, so insensible and so blind that it does not calculate the dimension of the social upheaval…” The Catholic priest urged the creation of a new citizen assembly and the writing of a new constitution.
“We are not only asking that Peña Nieto leave. We want the overturning of all the structural reforms and seek the cleansing of the political parties. The citizens are becoming more conscious, they have awoken and we are organizing in response,” Solalinde said.
The Peña Nieto administration justifies the gas-price hike as a bitter but necessary step brought on by expensive, soaring gasoline imports (Mexico now imports more than half of its gasoline from abroad, chiefly the United States, according to Peña Nieto), sharply declining national oil production, and the inequity of subsidizing better-off drivers at the expense of the poor, whose social programs could be cut further if gasoline prices aren’t raised.
Reduced tax revenues from less and cheaper oil already netted federal budget cuts to the Social Development Secretariat in 2015 and 2016, including an 8.6 percent cut the first year and a 2.3 percent the second one, according to Proceso magazine.
“The goose that laid the golden egg is dead,” Peña Nieto recently said on national television, adding that oil production at Mexico’s key Cantarell field plummeted from 2.2 million barrels per day six years ago to only 200,000 today.
Availed by the Organization for Economic Cooperation and Development as a prudent measure, the 20 percent gas-price hike is rejected by many, if not a majority, of Mexicans — who point the finger at decades of corruption, disinvestment in the Pemex national oil company, and the 2013 energy reform pushed by Peña Nieto and approved by the Mexican Congress. That law opened the door to liberalized gas prices and foreign ownership of fossil fuel resources and gasoline distribution.
Higher local gas prices are adding another drain on Mexican revenues. Many Mexicans who live near the border and possess authorization to visit the United States are coping with the crisis by hopping over to El Paso and other U.S. border cities and filling up their tanks at half the price they pay at home.
The international flavor of the gasolinazo was visible during a visit last month to Ciudad Juárez, where a long line of cars and trucks headed to El Paso stretched from the foot of the Santa Fe Bridge deep into downtown Juárez. Predating the price hike announcement, the scene nevertheless unfolded amid reports of gas shortages and the pending increase.
While Mexican drivers waited for hours to enter the U.S., the money exchange houses lining Avenida Juárez alongside the idling vehicles advertised a falling peso and a climbing dollar, graphically depicting the direction money is flowing across borders. As the peso drops, more dollars must be paid to procure U.S. gasoline imports.
A new popular movement rises up
January’s protests have continued daily in one locale or another, sometimes featuring citizen blockades of ports, border crossings, gas stations Pemex installations, and highways. At a Jan. 10 rally in Mexico City attended by thousands, effigies of both Peña Nieto and U.S. President-elect Donald Trump were burned.
Several distinct but sometimes overlapping sectors are represented in the protest surge: well organized labor, farmer and popular groupings; university student associations; opposition political parties; and localized, emergent citizen forces who are quick to distinguish themselves from political parties or even the long-established social movements. Whether big or small, demonstrations are flourishing across the land.
In Puerto Vallarta, Jalisco, a small group staged a march on Jan. 14. The action was organized by Colosistas Unidas, named after Luis Donaldo Colosio, the presidential candidate of the ruling Revolutionary Institutional Party (PRI) who was assassinated in 1994 and had a reputation as a social justice advocate. Following behind a sound truck with a speaker spitting thunder and fire to the backdrop of the Mexican national anthem, protesters held placards with messages that included “Resign Peña” and “Our children want a better future.”
The orator, Juan Villanueva, insisted that the gasoline crisis was the “final insult to Mexicans.” In an interview, Villanueva said he had been a personal friend of Colosio and suffered jail and death threats for his activism throughout the years.
“We are fed up with high-level corruption, impunity,” he said. “(Government officials) are like mafias. We can’t tighten the belt any more…we don’t want violence, and we don’t need it. There are many of us looking for peace but without progress.”
Plunging into the downtown tourist zone, the marchers drew mixed reactions. While some locals and tourists looked surprised, others honked their horns or clapped. Passing a private high school, the marchers were greeted by visibly elated students peering out from the second floor who shouted, “Out with Peña” and the Obamaesque “Yes, we can!” At one point, a female transit cop began photographing the marchers but was interrupted by a woman with an apparently unrelated issue.
Reluctant to be identified, one woman marcher nonetheless told the reporter that she feared what officials allegedly had in store for Mexico. “They want a military dictatorship,” she said. “They want to militarize the streets. That’s not right because it’s against human rights.”
Villanueva warned that the gas price hike will trigger a “cascade” of price increases of other products by February. The press is full of stories of scattered increases across the republic – inter-city bus and Uber fares in Mexico City, fruits and vegetables, and staple tortillas which are reportedly fetching as much as 20 or 25 pesos a kilo in parts of the country, an amount equivalent to about a quarter of the daily minimum wage.
According to a projection by Scotiabank cited in La Jornada, Mexico’s inflation rate for January alone will tip 1.4 percent and reach 5.5 percent for the entire year.
On Jan. 15, hundreds marched in Puerto Vallarta demanding Peña Nieto’s ouster and the cancellation of the 20 percent price hike. Organized by a new collective, Vallarta Unida (United Vallarta) and other groups, protesters burned effigies of local political leaders they said supported the gasoline price increase and addressed a large crowd assembled to watch the nightly clowns who perform on the boardwalk. Multiple issues boiled up during the protest, including the widespread problem of forcibly disappeared people, possible water privatizations and political dysfunctions of all kinds.
Demonstrators called for tax resistance, defunding political parties they maintain suck up public monies and turning up the heat on a political class blamed for looting the national patrimony. “Where are the golden eggs?” questioned marcher Aldo Alberto Hernandez. The Puerto Vallarta resident voiced a complaint familiar in the U.S., taking a jab at high payroll deductions and the 16 percent value added tax Mexicans must pay.
“There are too many taxes,” Hernandez contended.
“Corruption and impunity go hand in hand, like boyfriend and girlfriend,” Villanueva said, adding that public tarring and feathering of responsible officials is one answer.
The activist said the protest movement is committed to the long haul. “This isn’t a question of one day or a little while,” Villanueva said. “It will be permanent until the people of Mexico triumph… as Don Miguel Hidalgo (the father of Mexican independence) said, ‘enough is enough.’”
Local politics stoke protests
Besides pain at the pump and sticker shock in the aisle, an overflowing basket of grievances is fanning the tenor and tone of the protests. A mass demonstration Jan. 5 of an estimated 20,000 people in Monterrey, Nuevo Leon, was preceded by weeks of swelling anger over the failure of Gov. Jaime “El Bronco” Rodriguez to toss out a vehicle tax he earlier pledged to cancel. During the protest, calls for Rodriguez’s ouster joined the demand for Peña Nieto’s early departure. The demonstration culminated in a violent confrontation between a shadowy, black bloc-like group and police.
Subsequently, Rodriguez modified a tax increase and vowed that the ticket prices for public transportation in Nuevo Leon would not go up. In Baja California, more than 10,000 people were reported at a Jan. 12 demonstration in the state capital of Mexicali that opposed not only the gasolinazo but also a new state water law portending privatization that passed the state legislature only days before Christmas. Internationalizing the angst, one demonstrator burned a U.S. flag.
On Jan. 15, as many as 80,000 people reportedly turned out for demonstrations in Tijuana, Mexicali and other Baja California cities. Demonstrators renewed a call for Peña Nieto and Gov. Francisco “Kiko” Vega to step down, and raised a host of other issues including feminicides, farmworker and maquiladora wages and fishing restrictions in the Sea of Cortez.
The popular movement chalked up its first victory when Gov. Vega announced on Jan. 17, with the support of state lawmakers, that he would abrogate the new water law and cancel planned rate hikes.
Neighboring New Mexico and Texas, Ciudad Juárez and the state of Chihuahua have witnessed numerous protests. The gasolinazo put a new governor, Javier Corral, in a proverbial political pickle. A member of the conservative National Action Party (PAN), Corral assumed office last October amid a debt crisis handed to him by outgoing Gov. Cesar Duarte and renewed bouts of narco violence.
Corral won election by reaching beyond the PAN’s normal base and enlisting diverse political forces into a “citizen” crusade to rescue Chihuahua from disaster. He campaigned as a champion of human and women’s rights, and promised to enact social reforms benefiting the poor.
Accordingly, Corral named several veteran leaders of Chihuahua social and political movements associated with the left to state government posts, including former congressman and rural leader Victor Quintana as state social development director and Chihuahua City lawyer and women’s activist Lucha Castro as the governor’s human rights advisor.
The January police eviction of protesters from a Pemex facility tested Corral’s public image and government. The new governor was suddenly under pressure from maquildora and other business interests complaining of supply shortages and delays caused by the protests while facing possible repudiation by his base for any repression of the new popular movement.
Rumors flew that unnamed left members of Corral’s government would tender their resignations, perhaps dashing the possibility for reforms only three months into the new administration. So far, nobody has quit but the political climate in Chihuahua as well as elsewhere in Mexico remains testy.
State and local governments are scrambling. In Jalisco and other states, governors have unveiled new policies aimed at cushioning the effects of the gasolinazo and ranging from austere personnel rules to keeping the lid on city bus fares-at least for now. Layoffs and local tax breaks for companies and citizens are likewise in the works. Twenty-four Jalisco municipal presidents representing the Citizen Movement party, including the mayors of Puerto Vallarta and Guadalajara, have filed a lawsuit against the gasoline price hike on constitutional grounds, the Reforma news agency reported.
Claimed as a countermeasure to the admittedly negative impacts of the gasolinazo, the Peña Nieto administration announced on Jan. 9 a new national agreement supported by the Business Coordinating Council and the PRI-linked Mexican Workers Confederation.
Similar in some respects to new policies unfolding at the state level, the federal pact seeks the streamlining of government, modernizing public transportation, facilitating business credit and incentivizing the repatriation of the billions in Mexican capital squirreled away in the United States and other foreign nations.
Significantly, the Mexican Employers Confederation declined to jump aboard, criticizing the agreement as lacking specifics, and members of the influential Mexican Governors Association — including Javier Corral — complained they were not consulted beforehand. Given all the dynamics, it’s too early to assess the full implications of emerging new policies on the nature and viability of both the Mexican economy and state, but they could be considerable. One thing is certain: the gasolinazo is scorching and reshaping the terrain for the 2018 presidential and congressional elections.
Meanwhile, the burgeoning popular movement is planning more mobilizations in the days ahead, including blockades by the farmers’ organization El Barzon and allies of Mexico-U.S. border crossings on Friday, the day of Donald Trump’s inauguration as the 45th U.S. president.
Mexico in a changed world scene
The Dec. 27 gasolinazo cannot be divorced from other events and factors that are serving to destabilize the status quo in Mexico, including Trump’s imminent arrival to the White House, the U.S. president-elect’s Twitter broadsides that produce jitters to the value of the peso, which plunged to a new low of more than 22 to the dollar last week, and forecasts of lower-than-expected growth for 2017. Perhaps capturing the national mood, Proceso newsweekly splashed a picture of Trump on the cover of this week’s edition with the words “The war that’s coming.”
If the United States suffers a narco-dependency on the south, Mexico is afflicted by economic dependency on the north. In different government, academic and popular sphere, talk is growing of reclaiming Mexican sovereignty and diversifying economic relationships. Even Peña Nieto is turning his gaze away from the north. In a recent speech to Mexican diplomats broadcast live on national television, the beleaguered president defended the North American Free Trade Agreement attacked by Trump but also stressed developing greater ties with the Asia-Pacific region and the Persian Gulf states, whose sovereign nation funds the Peña Nieto administration is cultivating.
More than 35 years after the Mexican oil boom of the Lopez Portillo years intoxicated the country, Mexico stands at a crossroads. As the public indignation intensified over the gasoline price hike, Proceso reprinted an interview it ran back in 1980 when bubbles of black gold promised a new source for national investment and development. The interviewee was the late Nobel-winning economist Lawrence Klein, who urged Mexico to follow the path of Norway in developing its energy reserves with “moderation” and not let “social problems to spin out of control.”
Klein warned of alternative scenarios in oil rich economies like Venezuela and Iran that were creating great breaches between the rich and the poor, as well as fomenting conspicuous consumption and corruption. “People take to the streets and shout their demands,” Klein told Proceso. “They demand everything. Corruption in different social levels winds up generating revolutionary movements.”
Kent Paterson is an independent journalist who covers issues in the U.S./Mexico border region.
This article originally appeared on NMPolitics.net.
Kent Paterson writes for Frontera NorteSur