Benjamín Netanyahu, el admirador del muro
La Jornada 29 de Enero de 2017
Editorial
En política, hacer declaraciones innecesarias –aunque sea para
quedar bien con alguien– suele ser una práctica poco recomendable,
especialmente si esas declaraciones resultan irritantes u ofensivas para
terceros que sean afines o aliados del declarante. Ésta es, precisamente, la
situación que acaba de generar el primer ministro de Israel, Benjamín
Netanyahu, al celebrar, mediante su cuenta de Twitter, la idea del presidente
Donald Trump de construir un muro en la frontera sur de Estados Unidos, para
impedir el paso de eventua-les migrantes.
Utilizando la misma heterodoxa vía del
presidente estadunidense, Netanyahu dice que él construyó uno en su propia
frontera sur (innecesariamente, porque todo el mundo lo sabe), y que sirvió
para detener la inmigración ilegal. Y a continuación pondera: Gran
éxito. Gran idea.
La anterior no pasaría de ser una
observación ideológica, si no fuera porque el muro proyectado por Trump
constituye, además de un símbolo de exclusión y una fuente de problemas para
quienes viven en la zona fronteriza entre ambos países, un agravio para todos
los mexicanos. Fue una iniciativa gratuita y desafortunada la del jefe de
gobierno israelí, en especial si se toma en cuenta el estado actual de las
relaciones entre su país y México, que superado algunos desacuerdos del pasado
se han ido consolidando en torno a la necesidad de fomentar nociones como la
igualdad, la diversidad y la armonía entre los pueblos. De hecho, hace apenas
un par de días, en la sede de la cancillería mexicana y durante la inauguración
de una exposición conmemorativa del Holocausto, representantes de los dos
países aprovecharon la ceremonia para ratificar esos valores y apostar a la
construcción de un mundo mejor. Nada parecido, en consecuencia, al modelo de
mundo que por medio de su muro propone Trump y festeja Netanyahu.
Sin embargo, el tuit del primer
ministro no sorprende. El líder del partido Likud fue uno de los primeros en
aplaudir el triunfo de Trump, entre otras razones porque llevaba una mala
relación con las administraciones demócratas en general y con la de Barack
Obama en particular, quien acabó de ganarse su inquina a raíz de la vota-ción
de diciembre pasado en la ONU (en la cual EU por primera vez se abstuvo)
condenando los asentamientos israelíes. Ahora vamos a hacer las cosas de
manera diferente, anunció eufórico al conocer la victoria republicana en los
recientes comicios estadunidenses, ante la manifiesta inquietud de los países
de la Unión Europea y de la propia ONU.
En una época en que la derecha más
agresiva, con diversos rótulos, va colocándose progresivamente a la cabeza de
los estados, Benjamin Netanyahu ciertamente no desentona. En 2009 sorprendió a
muchos observadores al decir que admitiría la creación de un Estado palestino
(con un gran número de limitaciones); pero para 2015 había recuperado su
habitual tono guerrerista y aseguraba que si de él dependía nunca habría tal
Estado. Y con el arribo a la Casa Blanca de Donald Trump, este político
derechista que ve antisemitismo hasta en los espacios, organizaciones y personas
más progresistas, se despoja del lenguaje diplomático y se une al coro de
quienes se congratulan por la llegada de Trump.
El breve y medido comunicado de la
cancillería mexicana respecto del tuit del primer ministro israelí es, en este
contexto, muy pertinente, porque con el entusiasta aval al muro de Trump,
Netanyahu está respaldando las políticas de aquél en torno a México. Y estas
políticas destilan racismo, sentimiento que a lo largo de la historia ha tenido
un altísimo costo para el pueblo judío, cuya comunidad en México, vale
destacar, se deslindó de las afirmaciones de Netanyahu..
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