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Zapata

miércoles, 30 de noviembre de 2016

EL GOBIERNO DE PEÑA NIETO NO QUIERE ACEPTAR QUE TRUMP NO NEGOCIARÁ; VA A IMPONER, A ORDENAR…A OBLIGAR

Los gobiernos mexicanos del neoliberalismo siempre han vivido en su fantasía. Creen que porque ya dieron, regalaron la soberanía, los recursos financieros y naturales del país, aceptaron todas las condiciones humillantes que les impusieron los gobiernos estadounidenses y las trasnacionales; están libres de cualquier política contraria a sus intereses, represalia o incluso de “malos modos”.
Realmente se creen “amigos, socios y aliados” de las élites estadounidenses. Creen que porque ellos y sus juniors han estudiado en las universidades de la Ivy League, ya son considerados como parte de la minoría que maneja el mundo.
Han acabado por creerse sus propias mentiras. Las élites depredadoras de Estados Unidos usan a dichos “tontos útiles” para saquear y mantener hundidos a sus países de origen, y a cambio estos sátrapas se enriquecen mediante la corrupción, fraudes, abusos, oligopolios y cada vez más, mediante su asociación con el crimen organizado.
Eso es el neoliberalismo mexicano; un mecanismo para mantener explotado y dominado al pueblo mexicano, mientras las élites depredadoras de Washington y Nueva York saquean el país, teniendo como capataces a los tecnócratas, oligarcas y políticos corruptos mexicanos.
Pero ahora resulta que una parte de esas élites depredadoras estadounidenses consideran el arreglo con México, como demasiado desventajoso para Estados Unidos, y están dispuestas a cambiarlo, todavía más a su favor.
Los ilusos gobernantes y oligarcas mexicanos creen que van a “convencer” a Trump y a su coalición gobernante que desbaratar el acuerdo de sumisión de México a Estados Unidos, establecido desde hace 30 años, será perjudicial para ambos.
No se quieren dar cuenta que a los nuevos amos de Washington les importa un comino lo que le pase a México, y de lo que se trata precisamente es que los “ganadores” del anterior acuerdo, incluidos los del lado estadounidense, ahora deben asumir su cuota de “pérdidas” en favor de otra parte de la élite estadounidense, que no se vio favorecida por el acuerdo inicial.
No se quieren dar cuenta que la coalición de intereses por la que apostaron perdió, y si bien dicha coalición intenta acomodarse a la nueva situación, ello no significa que en el camino estén dispuestos a salvar a sus capataces mexicanos. Muy al contrario, van a estar más que dispuestos a abandonarlos, a cambio de ponerse de acuerdo con los nuevos mandamases de Washington.
Y así escuchamos día tras día a Peña, Meade, a ese esclavo de las trasnacionales Guajardo, a Ruiz Massieu, etc. que no nos adelantemos a posibles escenarios “catastrofistas”, que la economía mexicana es “solida”; que Trump no va a llevar a cabo todo lo que prometió, pues ello también afectaría a Estados Unidos,…etc….etc…
Quieren ver la realidad color de rosa, porque no pueden entender que después de haber cumplido todo lo que las élites cosmopolitas y globalizantes de Nueva York y Washington les exigieron las últimas tres décadas; incluidas las “reformas estructurales” como parte de la Constitución, y de esa forma amarrar “para siempre” el modelo neoliberal al cuello del país; ahora resulta que no les sirvió para ganarse el favor permanente de nuestros “amigos, socios y aliados”.
No quieren entender que para las élites depredadoras de Estados Unidos el resto de los países del mundo (a excepción de Israel), son o al menos deben ser sus vasallos, sus sirvientes y hacer lo que se les dice. Aquél gobierno que se niega a ello es entonces “rebelde”, autoritario, corrupto y un peligro para la humanidad.
Trump no va a “renegociar” el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Le va a ordenar al débil y servil gobierno de Peña lo que tiene que hacer para que en no más de dos años, el déficit comercial a favor de México, se convierta en un amplio superávit para Estados Unidos; que una parte importante de empresas manufactureras establecidas en México, regresen a Estados Unidos; y, por supuesto, que ya no se muevan más empresas a México (al parecer ya logró que Carrier desista de mover una de sus plantas a México).
Así también, Trump va a obligar al gobierno de Peña a aceptar en nuestro territorio a todos los indocumentados que deporte, sin importar que sean o no mexicanos. México va a tener que cargar con cientos de miles de expulsados de otras nacionalidades, por que las autoridades estadounidenses los van a poner en los pasos fronterizos y hacerlos caminar hacia México. ¿Qué harán las autoridades mexicanas? ¿Dejarlos en el limbo o abrirles las puertas, puesto que no van a saber si son o no mexicanos? Y una vez que acepte México al primer indocumentado no mexicano en su territorio, no podrá ya hacer nada para evitar una marea de deportados de todas las nacionalidades.
Algunos ilusos economistas dicen que Estados Unidos “no podrá” imponer tarifas de hasta 35% a los productos exportados por México, porque la Organización Mundial de Comercio “lo prohíbe”. Ja, ja, se van a atacar de la risa en Washington cuando les digan que unos burócratas en Ginebra, Suiza “les prohíben” imponer tarifas a productos mexicanos. Lo harán si así lo quieren y nadie se opondrá en el mundo entero. Nadie meterá las manos por un corrupto, servil y neoliberal gobierno mexicano, que ha apostado a ser el esclavo de Washington y Nueva York por 35 años, y ahora cree poder suplicarle al imperio que no lo aplaste.
He ahí el gran ejemplo de Fidel Castro y la Revolución Cubana. Se negaron a hincarse ante el imperio. Le dieron el valor real al concepto de soberanía, a la palabra dignidad. Los mercaderes que dirigen el neoliberalismo en el mundo creen que todos y todo está a la venta. Que todo se puede comprar. Desgraciadamente en el México neoliberal esto ha sido cierto por más de tres décadas.
Pero enhorabuena que Trump le haga ver al pueblo de México (no así a las élites vendepatrias), que la gran mayoría de los estadounidenses, y especialmente sus dirigentes, desprecian a México y a los mexicanos. Sólo desean su mano de obra regalada, sus recursos naturales y saquear sus finanzas.

¿Pero el apático, “satisfecho”, alienado, coercionado y manipulado pueblo mexicano abrirá los ojos esta vez, o seguirá creyendo las mentiras y falacias de las élites depredadoras que tratan de salvar su pellejo, a costa del país?

martes, 29 de noviembre de 2016

Vietnamese exit from TPP a chance for China to push regional trade pact
By Andy Brennan Source:Global Times Published: 2016/11/27 18:48:39     
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Vietnam's parliament has further twisted the already contorted US "ring of steel" isolating China by shelving the ratification of the economic net of the Asia-Pacific rebalancing strategy, the Trans-Pacific Partnership (TPP).

The TPP, the signature economic component of outgoing US President Barack Obama's Asia rebalancing strategy, was sold to ASEAN countries as a net of gold. It would interlock economies, lower tariffs and bolster trade. It was "free" of nasty little taxes, regulations, and custom duties. It was heralded, as all neoliberal doctrines are, for its benefit to all.

The US neoliberal "establishment" are watching their golden net, woven together to exclude China, break apart as the taut links have been stretched beyond their original form because of the protectionist perspectives of US President-elect Donald Trump.

Vietnam believed the TPP would have dissolved tariffs on some of their key exports, bringing a bountiful surplus to its exports and manufacturing economy, which is enjoying record foreign investment due to its numerous trade accords, cheap labor and relative political stability. Seeing that hope fade, Vietnam is simply bailing before the fat orange man sings and following other Asian countries such as the Philippines, Laos, Cambodia, and Malaysia.

Only Japan is remaining rigid and trying to stick with the TPP and push ratification, but Abe is cultivating regional relations for his own benefits beyond the TPP. Excluding China was never really going to work considering it's industrious and infrastructural foreign policy tastes more succulent than a US foreign policy offering military bases.

Vietnam's Communist Party has carefully managed its relations with China to expand its economy, while also enhancing its military cooperation with the US for security. Regardless of the TPP, Vietnam is opening its economy to the world, and as its annual export growth this year is expected to be 8 percent, the loss of the TPP won't stunt the country's textiles, seafood and footwear sectors.

The US and Vietnam, the two long-time war foes, in recent years have witnessed a rapid rapprochement because of growing fissures between Hanoi and Beijing over the  South China Sea disputes. Just because the TPP is going to be torn apart doesn't mean Vietnam's new dynamic with the US is going to falter.

Vietnamese Prime Minister Nguyen Xuan Phuc said, "We are ready to cooperate with the US for co-development on the principles of respecting independence, territorial sovereignty and causing no harm to each other." Does that sound unforthcoming?

Vietnam actually stands to benefit from the game among big powers in the South China Sea. Vietnam is already enhancing its cooperation with many countries simultaneously, such as Russia, Japan, India, and Australia.

For Washington, the Vietnam War was seen as the key to prevent the "domino effect" of the spread of the ideology of communism, preventing the communist takeover of Southeast Asian countries. The US saw its heinous lost war as a Cold War containment policy. Today's Asia-Pacific rebalancing isn't an ideological containment, but rather a hegemonic policy trying to smother a new hegemon and economic pole, and Vietnam is the most strategic asset in its containment policy.

Vietnam was economically included in the original TTP plan, and diplomatically able to support the Philippines' arbitration case against China, although this is moot now because the Philippines will bilaterally negotiate with China. Vietnam is still militarily valuable.

The US has rescinded its arms embargo on Vietnam, and increased financial support for Hanoi's maritime self-development. Vietnam could have fully aligned with the US like Japan, but without unbridled access to the US market through the TPP, why bother?

Vietnam's flexibility enables it to evade a direct confrontation with China and remain aloof regarding South China Sea arbitration. And thanks to that flexibility, Vietnam isn't in Japan's position of detachment from China, and has increased its strategic importance and ability to haggle with the US.

China needs to promote its Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP), as it's going to cover around 50 percent the world's population and 30 percent of global GDP. Most Asian countries already have preferential access to China's markets under the China-ASEAN free trade agreement of 2010, but the reach of the RCEP could entice Vietnam as long as China respects Vietnam's desire for flexibility and cultural resistance to all powers near and far.

The author is a freelance journalist living in Beijing. opinion@globaltimes.com.cn Follow us on Twitter @GTopinion

domingo, 27 de noviembre de 2016

FIDEL

Se ha escrito y se escribirá sobre este personaje de la historia latinoamericana y mundial miles y miles de cuartillas, de admiración y odio; de análisis y de crítica; de exaltación y de desprecio.
Fidel Castro Ruz concita todas las emociones posibles; no le es indiferente a los millones de seres humanos que vivieron bajo su régimen, han sabido o al menos escuchado sobre su vida, trayectoria política, pensamiento, obras y acciones, desde principios de los años 50 del siglo pasado (asalto al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, su encarcelamiento, el juicio y el famoso “condénenme….la historia me absolverá”) y hasta su muerte el pasado 25 de noviembre de 2016, a los 90 años de edad.
Yo nací en enero de 1963, por lo que Fidel ya era una leyenda entonces, por su victoria sobre la dictadura de Batista y su triunfal entrada a La Habana 4 años antes; por su nuevo triunfo sobre el intento contrarrevolucionario de Bahía de Cochinos, financiado y armado por la CIA en 1961; y por la crisis de los misiles de octubre de 1962, que durante 13 días tuvo al mundo al borde del conflicto nuclear, y que se resolvió cuando Nikita Kruschev prefirió retirar los cohetes nucleares de Cuba, antes que arriesgarse a iniciar una guerra con Estados Unidos.
En mi familia también se vivió la situación cubana muy de cerca. Mi padre siempre reconoció el valor, la resolución política y la dignidad de los revolucionarios cubanos, comandados por Fidel, para hacerle frente a los Estados Unidos, siempre arrogantes, siempre queriendo imponer su voluntad, siempre deseosos de explotar a los países latinoamericanos; siempre atacando y demonizando a cualquier líder que intentara preservar la soberanía, independencia e integridad territorial de sus países.
Mi padre vivió la expropiación petrolera de 1938 y lo que México tuvo que sufrir por la imposición de un embargo de las compañías petroleras internacionales hacia nuestro país; y por supuesto la respuesta nacionalista y patriótica del general Cárdenas ante el embate del capitalismo estadounidense.
Por ello, en la casa se veía la lucha de la Revolución Cubana como legítima, como un intento válido de evitar que la isla se convirtiera nuevamente en un gran casino y prostíbulo de la mafia estadounidense; ni tampoco en el botín privado de corruptos gobernantes, como lo había sido Batista.
Sin embargo, estaba otra parte de la historia que también se sintió en el hogar.
La hermana mayor de mi madre se había casado en segundas nupcias con un cubano, que al triunfo de la Revolución se convirtió en importante miembro del Partido Comunista.
A ella le tocó vivir las nacionalizaciones, la persecución de todo aquél que osara criticar o aún dudar de la revolución, la dura vida provocada por el embargo estadounidense, pero también por una economía basada en solo tres productos (azúcar, tabaco y níquel), y por lo tanto dependiente de la ayuda de la URSS; y con ello, la permanente escasez.
Ella estaba acostumbrada a vivir con poco, pues mi abuela tuvo que mantener sola a 5 hijos (padre ausente); pero el experimento cubano era demasiado, y pidió el divorcio y salir de la isla con sus dos hijos, cubanos de nacimiento. No se lo permitieron. Sólo pudo salir ella, dejando a sus hijos con su padre en la isla. Y eso gracias a que mi abuela hizo por meses antesala en las oficinas de Luis Echeverría, entonces Secretario de Gobernación, para que intercediera por su hija. Finalmente fue recibida, contó la historia y después de meses, Gobernación consiguió el permiso de salida, pero sólo para mi tía, sin sus hijos.
Así que la revolución cubana también es una dura historia de separación de familias, de odios, de permanente desencuentro, de encarcelamiento de opositores (es cierto, muchos infiltrados, enviados por Estados Unidos; pero muchos otros que sólo deseaban hacer menos duras las condiciones políticas y sociales).
Así también, Fidel era ante todo un político y los políticos tienden a aferrarse al poder; a ver enemigos, traidores o potenciales sucesores en el resto del cuerpo político; y actúan en consecuencia.
Por una u otra causa, los otros miembros importantes de la Revolución Cubana se subordinaron a Fidel y a su hermano Raúl; y otros que no, como Húber Matos, fueron encarcelados; otros más perdieron la vida (Camilo Cienfuegos en accidente aéreo; el Che Guevara intentando iniciar una revolución en Bolivia). En resumidas cuentas, la revolución cubana acabó por identificarse con Fidel, y en menor medida con Raúl. Se convirtió en un régimen cerrado, que no permitía ningún tipo de disidencia, pues hacerlo implicaba abrirle la puerta al imperio (hay que recordar que las agencias de inteligencia estadounidense, junto con la mafia de ese país, llevaron a cabo más de 600 intentos de asesinar a Fidel), pero también a una oposición dentro del mismo régimen, que pudiera poner en riesgo la dirigencia de Fidel y de Raúl.
Por ello mismo, Fidel fue pragmático en muchos casos; si bien su primer impulso era apoyar a los movimientos de liberación, anti colonialistas y anti imperialistas (sobresale el apoyo al Movimiento Popular para la Liberación de Angola en los años 70, para rechazar y derrotar a los grupos armados por el régimen sudafricano); también se acomodaba a las circunstancias que le convenían, como en el caso mexicano.
Los gobiernos mexicanos, desde López Mateos (1958-64), hasta el de Ernesto Zedillo (1994-2000), consideraron estratégico apoyar al régimen cubano, como una forma de “vacunar” al anti democrático régimen mexicano, del “virus” revolucionario que los cubanos exportaban en los años sesenta, además de que prestigiaba a la política exterior mexicana (interna y externamente) el ser el único país del continente en mantener relaciones diplomáticas con Cuba, desafiando a Washington, pero a la vez sirviendo como puente informal entre ambos países.
Esa función esencial la tiraron a la basura Fox (2000-2006) y su nefasto canciller Castañeda, cuando comenzaron a criticar y exigir a Cuba las mismas demandas que hacía Washington en relación a la democracia, libertades civiles y derechos humanos.
México perdió su lugar de privilegio como influencia positiva en la isla, como puente con el resto de países latinoamericanos y especialmente como intermediario entre Washington y La Habana.
En este sentido, Fidel se hizo de la “vista gorda” en relación a los abusos y excesos del régimen mexicano contra la izquierda, el 68 mexicano, la “guerra sucia” de los setentas y los fraudes contra Cárdenas en 1988 y López Obrador en 2006 y 2012.
Incluso Fidel se aceró enormemente al espurio gobierno de Carlos Salinas, pues lo vio como un país que podía a ayudar a Cuba, justo cuando se derrumbaba la Unión Soviética entre 1991 y 1992.
Ese papel acabó ocupándolo la Venezuela chavista entre 1999 y 2015, hasta que la caída de los precios del petróleo y la embestida del imperialismo estadounidense han puesto al borde del colapso al gobierno del sucesor de Chávez, el presidente Nicolás Maduro.  
Por ello, Fidel es una combinación de luces y sombras, como casi todos los seres humanos (hay algunos que sin duda son completamente buenos y otros totalmente malos).

Lo que es indiscutible es que ya ocupa desde hace muchos años un sitial en la historia mundial, controvertido, polémico sí, pero insustituible y digno de ser estudiado y recordado por generaciones.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Adios Fidel Castro
El líder cubano sorteó con éxito 638 intentos de asesinato
Un referente del siglo XX
Instauró un gobierno socialista a 150 km de Estados Unidos
Periódico La Jornada
Sábado 26 de noviembre de 2016, p. 2
La Habana, Cuba.
Las últimas imágenes publicadas de Fidel Castro son del pasado 15 de noviembre, cuando se reunió con el presidente de Vietnam, Tran Dai Quang. Todavía el 13 de agosto apareció pùblicamente durante la celebración de su cumpleaños en el teatro Karl Marx de La Habana.
Desde su retiro del poder en 2006, Fidel Castro vivía alejado de la primera línea política y solía recibir a personalidades internacionales en su residencia privada.
En abril, durante el séptimo Congreso del Partido Comunista de Cuba, Fidel Castro pronunció su último discurso en el que reafirmó las ideas políticas que marcaron su vida.
Sobreviviente único de los grandes protagonistas de la guerra fría, Castro instauró un gobierno socialista a sólo 150 kilómetros de las costas de Estados Unidos, y se alió con el enemigo acérrimo de éste , la entonces Unión Soviética. Sorteó con éxito 638 intentos de asesinato de los servicios de inteligencia estadunidenses.
Gobernó 47 años la isla y continuó como referente obligado en Cuba después de que enfermó y asumió el gobierno su hermano Raúl, cinco años menor, el 31 de julio de 2006.
Nació en la aldea oriental de Birán el 13 de agosto de 1926, tercero de siete hijos del inmigrante gallego y terrateniente Ángel Castro y de la campesina cubana Lina Ruz.
Fidel Castro forjó su disciplina en escuelas jesuitas y moldeó su rebeldía en la Universidad de La Habana, donde ingresó en 1945, graduándose de abogado en 1950.
Comenzó su activismo político a mediados de los años 40, cuando estudiaba las carreras de derecho y ciencias sociales al integrarse a la Federación Estudiantil Universitaria, periodo en el que comenzó a estudiar marxismo.
En 1947 se enroló en el contingente expedicionario para combatir a la dictadura de Leónidas Trujillo, en República Dominicana. La expedición, que se trasladaba en barco, fue interceptada por la Marina cubana; Fidel Castro, quien escapó al saltar con su arma al mar, calificó de vergüenza que la expedición terminara sin luchar, señala el portal www.fidelcastro.cu.
Simpatizante del Partido del Pueblo Cubano (ortodoxo), de tendencia progresista, participó de manera activa a partir de 1948 en las campañas políticas de ese partido y, en particular, de su principal dirigente, Eduardo R. Chibás. Dentro de su organización política trabajó por cultivar entre la militancia joven las posiciones más radicales y combativas. Tras la muerte de Chibás, redobló sus esfuerzos para desenmascarar la corrupción del gobierno de Carlos Prío, añade el sitio web. En 1948 viajó a Venezuela, Panamá y Colombia como dirigente juvenil para organizar un Congreso Latinoamericano de Estudiantes. Se encontraba en Bogotá cuando se produjo la rebelión popular que siguió al asesinato del líder colombiano Jorge Eliécer Gaitán, en abril de ese año. Se incorporó resueltamente a esa lucha. Sobrevivió por azar, refiere www.fidelcastro.cu.
En marzo de 1949 encabezó una protesta frente a la misión diplomática de Estados Unidos en La Habana en rechazo a acciones de irrespeto al monumento del héroe cubano José Martí por marines estadunidenses.
Tras graduarse de doctor en derecho civil y licenciado en derecho diplomático en 1950, abrió un bufete en el que se dedicó a defender a personas y sectores humildes.
Tras el golpe de Estado de Fulgencio Batista del 10 de marzo de 1952, denunció al régimen de facto y llamó a su derrocamiento.
Organizó y entrenó a un numeroso contingente de más de mil jóvenes obreros, empleados y estudiantes. Con 160 de ellos, el 26 de julio de 1953 comandó el asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba y al cuartel de Bayamo, en una acción concebida como detonante de la lucha armada contra el régimen de Batista, que fracasó.
Fue apresado y condenado a 15 años de prisión. Como resultado de una fuerte presión y campañas populares, fue liberado en mayo de 1955.
Estancia en México
Semanas después fundó el Movimiento 26 de Julio para proseguir la lucha revolucionaria.
En julio de 1955, Fidel Castro viajó a México para para organizar desde el exilio la insurrección armada. Viajó también a Estados Unidos, donde creó junto a otros cubanos exiliados clubes patrióticos con el fin de conseguir apoyo político y económico para la lucha revolucionaria. Estuvo en Filadelfia, Nueva York, Tampa, Union City, Bridgeport y Miami.
Con la consigna: En 1956 seremos libres o seremos mártires, Fidel Castro, Raúl Castro, Juan Manuel Márquez, Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos, entre otros se entrenaron con largas caminatas por las calles de la Ciudad de México, escalamiento de montañas, defensa personal, tácticas de guerrillas y prácticas de tiro.
El 20 de junio de 1956, el jefe del Movimiento 26 de Julio, el Che y otros combatientes fueron detenidos, sus casas campamentos quedaron descubiertas y parte de las armas fueron incautadas.
Tras su liberación en México se aceleró la conspiración revolucionaria. Compraron el yate Granma, en el que zarparon hacia Cuba en la madrugada del 25 de noviembre de 1956, desde el Río Tuxpan, con 82 combatientes a bordo, cuya edad promedio era de 27 años.
Desembarcaron 7 días después en Cuba, dando inicio a una lucha de 25 meses, que culminó luego que las fuerzas de Batista reconocieron su derrota el 28 de diciembre de 1958.
Al amanecer del primero de enero de 1959, Fidel Castro derrota de manera definitiva, con el respaldo de una huelga general revolucionaria, acatada por todos los trabajadores, la dictadura de Batista. Entró victorioso ese mismo día en Santiago de Cuba y arribó a La Habana el 8 de enero.
Al concluir la lucha, mantuvo sus funciones como Comandante en Jefe. El 13 de febrero de 1959 fue nombrado Primer Ministro del Gobierno Revolucionario.
Bajo su mando, Cuba protagonizó la crisis de los misiles, se convirtió en santuario de la izquierda latinoamericana, y envió a sus tropas a África para defender al gobierno izquierdista de Angola contra las fuerzas del Apartheid sudafricano.
Sobrevivió a la invasión de Bahía de Cochinos en 1961, a la crisis de los misiles en 1962 y a la desintegración de la Unión Soviética en 1991.
Una decena de ocupantes de la Casa Blanca –desde Dwight Eisenhower a George W. Bush– buscaron derrocarlo, hasta que Barack Obama en 2014 anunció el fin de la hostilidad hacia Cuba.
(Con información de www.fidelcastro.cu y Afp)


viernes, 25 de noviembre de 2016

En México, el ingreso de los más ricos supera 20 veces el de los más pobres
De la Redacción

Periódico La Jornada
Viernes 25 de noviembre de 2016, p. 35
México es el segundo país más desigual de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), después de Chile. El ingreso de 10 por ciento de la población más rica es 20 veces superior al obtenido por la décima parte del estrato de menos recursos, una relación que duplica al promedio de las naciones que forman parte del organismo, que es de 10 a uno, de acuerdo con un reporte publicado este jueves.
La décima parte de población más rica en México percibe 36 por ciento del ingreso nacional, mientras el 10 por ciento más pobre sólo capta 1.7 por ciento del ingreso generado por el país cada año, indicó el reporte de la OCDE titulado Desigualdad de ingresos y pobreza, que analiza la situación en las 35 naciones que integran el organismo.
La organización señala que al comparar los registros de 2007 a 2014 la desigualdad en los ingresos en las naciones miembros se mantiene en niveles sin precedentes en la mayoría de los países y sigue siendo la cara débil de la recuperación. Ello, a pesar de que se logró reducir el desempleo en muchos países.
El persistente desempleo a largo plazo y el lento crecimiento de los salarios impidieron la recuperación de los ingresos insuficientes entre los hogares más pobres de muchos países, señala.
El desempleo a largo plazo, empleos de baja calidad y grandes disparidades entre los trabajadores en términos de contratos laborales, sectores de empleo o seguridad en el empleo, afectaron a las familias de ingresos bajos y contribuyeron a los permanentes y altos niveles de desigualdad, expuso la OCDE.
El estudio señaló que la redistribución, que amortiguó el impacto de la crisis de 2008 en los primeros años, se ha debilitado durante la recuperación en la mayoría de los países y que los hogares con ingresos más altos se beneficiaron más de la recuperación de aquellos con ingresos medios e inferiores.
De acuerdo con los datos del organismo internacional, los ingresos del 10 por ciento más rico de la población se recuperaron de la crisis con rapidez, en tanto que los del 10 por ciento más pobre apenas han repuntado.
Desde 2010, cuando el crecimiento económico y el empleo han reanudado su crecimiento entre los países de la OCDE, la recuperación económica ha llevado gradualmente a mejorar los mercados de trabajo y los ingresos de los hogares. No obstante, la recuperación aún no ha logrado un crecimiento inclusivo y no ha invertido la tendencia hacia el aumento de la desigualdad de ingresos observada en las últimas décadas.

Indica que los impuestos y transferencias de los gobiernos, como prestaciones de desempleo y familiares, los cuales ayudaron a amortiguar el aumento de la desigualdad entre la población más pobre al principio de la crisis, también han bajado desde 2010 en dos tercios de los países de la organización.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

MEXICO CADA VEZ MÁS CERCA DE LA DICTADURA

La Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina han estado presionando desde hace por lo menos 6 años al poder civil, para que les brinde un “paraguas” legal mediante el cual las fuerzas armadas puedan seguir interviniendo en acciones de seguridad pública, sin tener que estar enfrentando constantemente acusaciones de que exceden sus funciones o peor aún, de cometer constantes violaciones a los derechos humanos.
Finalmente el PRI ha elaborado una ley que brindará tal protección a las fuerzas armadas, que les permitirá seguir participando en tareas de seguridad interior, en contra “de la corrupción” y el terrorismo; así como obtener información “por cualquier medio”, lo que evidentemente deja intencionalmente sin definir qué medios utilizarán los militares y marinos para allegarse de información, ni tampoco delimita claramente en qué casos relativos a la seguridad interior o nacional podrán actuar, lo que por supuesto les permitirá intervenir en disputas políticas o contra protestas sociales, tan sólo invocando que ponen en peligro la seguridad interior.
Ante el evidente fracaso del modelo económico neoliberal en lo que se refiere a mejorar el nivel de vida de la población (no así en el verdadero objetivo que es el de enriquecer a las élites depredadoras), y el concomitante fracaso del sistema político en mantener la gobernabilidad, la seguridad y la paz social, es claro que la violencia va en aumento en el país, ya sea la derivada de la lucha entre las organizaciones criminales (apoyadas por autoridades de diversos niveles), o la de la población contra dichas organizaciones, en defensa propia; o simplemente la que se produce por la anarquía en la que van cayendo zonas y regiones del país; así como una creciente inconformidad social, que se expresa en protestas contra los gobiernos municipales, estatales y el federal (principalmente por la corrupción desbocada de los gobernantes); la subclase política, los oligarcas explotadores y las empresas trasnacionales, no ven otra forma de mantener el sistema depredador sino mediante la imposición, la “mano dura” y finalmente de ser necesario, la dictadura.
Los presupuestos multimillonarios para las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad, las cada vez más facultades que se les dan en leyes y reglamentos para que puedan pasar por encima de las garantías individuales establecidas en la Constitución, y especialmente el deseo de eliminar el respeto a los derechos humanos como barrera a la actuación de las fuerzas armadas y las policías, están llevando a conformar una legislación muy similar a la que establecieron las dictaduras sudamericanas en los años 60, 70 y 80 del siglo pasado.
En esas latitudes y épocas se le llamó “La Doctrina de la Seguridad Nacional”, que elimina dos principios esenciales de un gobierno democrático: la subordinación de los militares al poder civil y el deber de no intervención en la política.[1]
Aunque supuestamente las fuerzas armadas mexicanas requerirán que el Secretario de Gobernación (el poder civil) defina las circunstancias en las que participarán en el mantenimiento de la seguridad interior, la realidad es que es imposible que en el día a día, dicha secretaría pueda mantener un control sobre lo que harán los militares, que con el “paraguas” de la nueva legislación, podrán justificar cualquier exceso en materia de combate a la delincuencia organizada, “fuegos cruzados” en los que resulten muertos y heridos de la población civil; “equivocaciones” al ingresar a domicilios o propiedades que no tengan relación con el crimen organizado; represión de manifestantes por demandas sociales, políticas, etc.
Se abre así un amplio espectro de acciones que ahora los militares y marinos podrán justificar mediante la nueva legislación, con objeto de no ser molestados en sus funciones, con los molestos “derechos humanos”.
El neoliberalismo mexicano se convierte ahora en una “fortaleza” para defender los privilegios y abusos de una minoría, que está decidida a aplastar cualquier disidencia o inconformidad, pero que ni por asomo enfrenta al crimen organizado, que en esencia viene a ser otra parte más de la estructura de dominación, y por lo tanto no es considerado, en los hechos, como enemigo. El enemigo para las élites depredadoras es el pueblo y quienes intenten defenderlo.



[1] Tapia Valdés, Jorge A.; El Terrorismo de Estado. La Doctrina de la Seguridad Nacional; Editorial Nueva imagen; 1980; 1ª. Ed: México, D.F.; p.144

lunes, 21 de noviembre de 2016

Can Trump’s friendly Russian stance overcome US establishment resistance?
By Dmitri Trenin Source:Global Times Published: 2016/11/20 19:18:39



Donald Trump's election as the 45th US president came unexpected to most, including probably the Kremlin. Moscow had been visibly getting ready for continued confrontation with Washington under a Hillary Clinton administration. By the fall of 2016, the two countries had come on a trajectory which was leading toward a possible kinetic collision between their military forces operating in Syria. Thus, although Trump's election was a surprise to the Russians, this was a welcome surprise. 

During the election campaign, the Clinton camp accused the New York billionaire of being almost a Putin agent, ready to do Moscow's bidding. This was a patent lie, of course. Yet, Trump's rise to the White House offers more of an opportunity than risk to Russia. On the campaign trail, Trump spoke of the need to get along with Russia, the importance of US-Russian cooperation to defeat terrorists in Syria, and the people of Crimea being happier as part of Russia than under Kiev's rule. In the short term, Trump's election gives both the US and Russia a chance to avoid war between the two of them. 

Beyond that, there is a hope that US-Russian relations can be made more constructive and productive. The first contact between Vladimir Putin and Trump, by phone, was encouraging for both parties. The leaders reportedly discussed the need to step back from the brink, to join forces against a common enemy - terrorism - and to improve economic cooperation, even if they did not mention the future of the sanctions regime.  

An even larger question is whether Trump will be the prime source of foreign policy initiatives or whether he will choose to delegate. In either case, it is not clear who will do the foreign policy thinking and strategizing for the new administration. 

Even in the best of circumstances, there are limitations to how fast and how much US-Russian relations will improve. Russia will by no means return to the policy of integration into the enlarged West that it basically followed between 1989 and 2014. Rather than stepping back, Russia will continue to insist on its sovereignty and its own definition of national security, and a co-equal status with the US. It will not even discuss the status of Crimea. 

All these things are anathema to the bulk of the US foreign policy community. The anti-Russian atmosphere in Washington is barely dispelled as a result of Trump's triumph. The bulk of the US political class, including the now ruling Republican Party, sees Russia, its leader and his policies in starkly negative light. The media have been busy demonizing Putin for years, and they will not stop now. A number of US allies, particularly the Poles and the Balts, are vehemently Russophobic, as are members of the Ukrainian diaspora in North America. Their demand is for a harsher, not a milder, line toward Russia.

For Trump himself, Russia is hardly a key issue, even in foreign policy. Now that he has been elected president, will he continue fighting the US establishment, or will he seek peace with it? In the latter case, would he consider trade-offs, in which his Russia policy becomes a bargaining chip? Or is he going to swim against the tide, including on his Russia policy, defending the notion that one needs to manage relations with Russia pragmatically, rather than to try to manage Russia itself, and punish it to change its behavior? So far, this latter course has failed.

Even if Trump follows through with his willingness to engage Putin, the issues the two sides will have to deal with demand stark choices. In order to jointly fight terrorists, the US and Russia would have to agree who is a terrorist in Syria, and who is not. Separating moderate rebels from the radicals and extremists has proven impossible for the US so far. In order to have the Minsk agreement on Donbass implemented, Washington would have to lean hard on Kiev, something the Obama administration has been unwilling to do. 

Changing the official US stance on either issue will be very hard, particularly when it is not clear what Washington will gain in return. 

While he is signaling he might reach out to Russia, Trump is vowing to put pressure on China. Conceivably, this might lead to an attempt to play Moscow off Beijing. What is difficult to imagine, however, is a Russia that joins in a US policy to contain China. Over the past quarter century, Russia and China have built a strong and solid relationship which is driven primarily by its own dynamic. In the next few years, Trump, Xi and Putin will be the foremost leaders who will shape major-power relations in the world.

The author is director of the Carnegie Moscow Center. His new book Should We Fear Russia? has just been published by Polity (Cambridge, UK). 
opinion@globaltimes.com.cn

jueves, 17 de noviembre de 2016

¿CÓMO DEBERÍA RENEGOCIAR EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO DE AMÉRICA DEL NORTE… DONALD TRUMP?

¿Por qué se ubican las grandes empresas manufactureras estadounidenses en México?
Básicamente porque en Estados Unidos se tienen que pagar salarios mucho más altos, así como mayores impuestos; cumplir con diversas regulaciones medioambientales, de protección al trabajador y también al consumidor, que si bien en algunos casos también existen en México, rara vez se aplican.
En México, las dos terceras partes de la población económicamente activa gana 3 salarios mínimos o menos, o el equivalente a 300 dólares al mes, al tipo de cambio actual. En Estados Unidos el salario mínimo establecido por el gobierno federal es de 7.25 dólares por hora (es decir, 58 dólares diarios), contra un promedio diario en México de 1.25 dólares por hora; es decir, en Estados Unidos tienen que pagar al trabajador un 580% más, si sólo tomáramos en cuenta los salarios mínimos federales vigentes. Obviamente en la industria manufacturera se pagan salarios más elevados.
Por otro lado, en Estados Unidos las grandes empresas están obligadas a pagar un impuesto corporativo del 35%, que Trump quiere reducir ahora a sólo el 15%; pero la realidad es que estas corporaciones realmente terminan pagando alrededor de un 20% de impuesto[1], por las prácticas contables que realizan, las “lagunas” fiscales existentes en el Código Fiscal de Estados Unidos y la localización de las matrices de dichas corporaciones en paraísos fiscales, con objeto de pagar menos impuestos al fisco estadounidense.
Aun así, en el caso de México la situación es mucho más favorable para las grandes empresas, pues las 400 más grandes corporaciones (trasnacionales y mexicanas), que son las que aprovechan principalmente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por su siglas en inglés) sólo pagan el 1,7% del impuesto sobre la renta, cuando tienen ingresos cercanos a los 5 millones de millones de pesos al año[2].
Así que para las corporaciones estadounidenses, ubicarse en México les reporta una disminución en su pago de impuestos del orden de 1,176%.
Incluso, algunas corporaciones asiáticas como la coreana KIA, que también aprovechan el NAFTA, logran acuerdos con el gobierno, como no pagar por 15 años impuestos, por la planta que acaba de construir en el Bajío[3].
Así también, las filiales de las empresas trasnacionales remiten a sus matrices cada año, entre 3 mil y 4 mil millones de dólares al año[4].
La realidad es que el NAFTA es aprovechado por un puñado de grandes empresas trasnacionales y mexicanas (el 17% del total), que acaparan el 82% del valor de las exportaciones manufactureras, mientras que el 62% de las pequeñas y medianas empresas, sólo participan con el 9%[5].
De ahí que Trump podría exigir al gobierno mexicano lo siguiente:
1.   Para mantener los aranceles bajos o inexistentes entre México y Estados Unidos, nuestro país tendría que comprometerse a elevar el salario mínimo a por lo menos la mitad de lo que se paga en Estados Unidos; con la meta de ir aumentándolo año con año, hasta emparejarlo en unos 5 años.
2.   El gobierno mexicano tendría que aplicar en la realidad un impuesto sobre la renta de 15% (no de 1.7% en promedio, como ahora lo hace) a las grandes corporaciones; igual al impuesto corporativo que se establecerá en Estados Unidos.
3.  Ahora sí funcionarán paneles bilaterales que revisarán minuciosamente que todas las reglas en materia ambiental, de protección al trabajador y al consumidor sean similares en Estados Unidos y en México, y que se apliquen en la realidad en ambos países, para evitar ventajas indebidas.
4.   Finalmente, se debería establecer un Comité Binacional de combate a la Corrupción y al Crimen Organizado para revisar que las empresas que participan en el NAFTA no obtengan ventajas indebidas gracias a la corrupción, o que se dediquen a “lavar dinero” del crimen organizado.
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De esta forma Trump obligaría al corrupto, servil, vasallo e incompetente gobierno mexicano a emparejar las condiciones en que se realiza el comercio entre ambos países, y con ello, indirectamente, beneficiaría al trabajador y al consumidor mexicanos, pues las condiciones laborales y del mercado interno tendrían que equipararse a las de Estados Unidos, con objeto de que México no saque ventaja de los salarios miserables que se pagan en el país, del no pago de impuestos de las grandes corporaciones, y de la no aplicación de las leyes de protección ambiental, al trabajador y al consumidor.



martes, 15 de noviembre de 2016

¿Trump tiene la culpa?
Pedro Miguel
La Jornada 15 de Noviembre de 2016
Los ejercicios de abominación del presidente electo estadunidense, tan de moda entre la oligarquía y sus escribidores, son banales en el mejor de los casos o perversos en el peor: buscan disimular el hecho de que México no está ante una situación de posible desastre porque ese individuo brutal haya decidido usar a nuestro país como payaso de las bofetadas de su campaña electoral, sino porque sucesivos gobiernos nacionales nos colocaron en el riesgo de ocupar tal papel. Y el riesgo se concretó.
Todo lo que pueda pasar pasará, dice la implacable ley de Murphy. El advenimiento de posturas ultraderechistas y aun fascistas en la presidencia de Estados Unidos no era un escenario para nada descartable, y menos si el cálculo se hacía en tiempos del gobierno de Ronald Reagan, una administración belicosa y atrabiliaria que no dejó ir ninguna oportunidad para mostrar su hostilidad a México.
En esa época la camarilla neoliberal que se hizo con el control de Los Pinos en 1988, fraude mediante, se había fijado como misión entregar el país al saqueo de los intereses corporativos trasnacionales mediante un programa cuidadosamente delineado de enajenación de los bienes públicos, destrucción de las instituciones y de toda forma independiente de organización social e integración subordinada de la economía nacional a la de Estados Unidos.
A cambio de los favores recibidos, los integrantes de esa camarilla recibirían, una vez retirados de la función pública, cargos generosamente remunerados en las corporaciones beneficiadas por la entrega de México o en organismos internacionales, así como manga ancha para saquear el erario con impunidad garantizada.
La demolición de la soberanía económica y política de México se inició con la firma del Tratado de Libre Comercio (Salinas), prosiguió con la entrega de bancos, ferrocarriles y otras empresas nacionales a entidades extranjeras (Zedillo), pasó por la firma de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (Fox), siguió con la Iniciativa Mérida (Calderón) y tiene su más reciente episodio en la reforma energética redactada por Hillary Clinton y aplicada por Peña Nieto, con la complicidad de Acción Nacional, el Partido de la Revolución Democrática y otros socios menores del grupo gobernante.
La implantación del TLC conllevó una grave devastación del campo y la industria y la desaparición de incontables pequeñas empresas nacionales comerciales y de servicios y dejó a millones de personas sin recursos para subsistir. La catástrofe humanitaria así generada se canalizó en forma de un movimiento migratorio masivo hacia el país vecino que proveyó al campo, la industria y los servicios de Estados Unidos con un inapreciable subsidio en forma de mano de obra barata. La economía del país vecino recibió una inyección de competitividad frente a Europa y Asia en la forma de una fuerza laboral que puede ser explotada sin límite porque se encuentra en una total indefensión legal.
Adicionalmente, los gobiernos neoliberales conformaron en la frontera norte y otras regiones del país campos de explotación humana para que las empresas extranjeras, industriales, agrícolas, comerciales y de servicios, pudieran exprimir en territorio nacional a una mano de obra privada de derechos y mecanismos de defensa. Se crearon, de esa forma, millones de puestos de trabajo de ínfima calidad cuya existencia depende por completo del TLC.
Además, los sucesivos gobiernos neoliberales han permitido, por otra parte, la implantación de mecanismos extranjeros de supervisión del quehacer gubernamental (que vigilan el cumplimiento del catecismo neoliberal y voltean hacia otro lado ante actos de corrupción monumentales), entregaron a Washington el manejo de la política migratoria nacional y de la seguridad nacional.
Deberían dejar de hacerse los tontos. Los responsables de la vergonzosa supeditación del país, de la expulsión de decenas de millones de connacionales y de su estado de extremada vulerabilidad en el territorio vecino no son Trump y sus hordas, sino Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa, Enrique Peña Nieto, José Córdoba Montoya, Jaime Serra Puche, Pedro Aspe Armella, Guillermo Ortiz Martínez, Agustín Carstens, José Ángel Gurría Treviño, Francisco Gil Díaz, Luis Videgaray Caso, Miguel Mancera Aguayo, Herminio Blanco Mendoza, Luis Ernesto Derbez, Jorge G. Castañeda, Ildefonso Guajardo, Patricia Espinosa Cantellano, José Antonio Meade Kuribreña, Emilio Lozoya Thalmann, Jesús Reyes Heroles González Garza, Luis Téllez Kuenzler, Georgina Kessel Martínez y otros que ya no caben en la enumeración.

Twitter: @Navegaciones

domingo, 13 de noviembre de 2016

NOVEMBER 11, 2016
counterpunch,org
It’s hard to empathize with the corporate liberals who streamed from the Javits Center in tears Tuesday night. Their corrupt Democratic Party had a good if not great candidate in Bernie Sanders and their DNC deliberately fought to keep him from winning the primaries. In every poll taken during his campaign, Sanders beat Donald Trump in a hypothetical general election.
Oh, they’ll start pouring out their bile now, blaming everyone but themselves and their candidate. It was the media’s fault for popularizing Trump (a Clinton strategy). It was the FBI’s fault for re-opening the email case (thanks to Huma Abedin’s ex). It was stupid Middle America’s fault for being racist and sexist (was that why they voted for Trump?). It was third-party supporters who screwed us in Florida again (Paul Krugman and Rachel Maddow are furious that leftists didn’t vote for their heroine). It was Russia’s fault for hacking the DNC (no evidence) and plotting to invade Europe (no evidence).
Hillary and the Great Divide
In Hillary’s farewell speech, she kept to form and quoted scripture–the very last guide she has used to shape her political life. In other words, she remained a hypocrite. She talked to little girls who think she is a great flagbearer for womankind, even though she precipitated the brutal destruction of infrastructure, the breakdown of law and order, and the eventual collapse of the Libyan state, throwing thousands of brown women, boys and girls into extreme danger and exile. She exported the same plan to Syria. And she supported a coup d’état in Honduras that has now led to predictably vicious repression and regular homicide.
The truth is, Hillary was a terrible candidate. Like Al Gore. She was charmless and toneless. In an election atmosphere typified by personality politics, Hillary lacked one. She had a rich track record of foreign policy meltdowns at the State Department and a feckless tenure in the Senate. She alienated Congress in 1993 when she failed to get health care reform passed. And she evidently used high office to peddle access and influence to Clinton Foundation donors. Her positions had changed repeatedly, suggesting she couldn’t be trusted. This, compounded by the scandal surrounding her lazy use of email in the trafficking of confidential information, and ham-fisted attempts to cover it up, cast her in the dimmest of lights with many Americans. An albatross husband still despised by conservatives and who loomed hungrily behind the floodlights of her campaign–didn’t help either.
One good point made by political pundit Alex Castellanos was that Trump’s campaign pivoted on a single theme: Make America Great Again. What was Clinton’s theme? Hillary for America? That lack of focus perhaps belied an unwillingness to trumpet her own track record and rather cast herself as a blank slate in a gender-friendly outfit, upon which voters could inscribe all manner of multicultural hopes, much in the way that Barack Obama did in 2008. But Obama played to change. Clinton was far too establishment to try that.
Despite the transparent defects of the Clinton campaign, her bi-coastal minions were astonished at the results. As with Brexit, the media couldn’t understand the populist rage boiling beneath their lofty studio sets. Particularly the partisan mainstream media (MSM) that threw its full weight behind Clinton from the outset of the general campaign. Their strategy was typical of the liberal mindset, which principally cares about identity politics. The media aimed to destroy Trump by exposing his sexism and racism and sense of elite entitlement. The relentless smearing of Trump, the unearthed audio tapes, the timely advent of a phalanx of sexual accusers, and the haunting image of a Great Wall on the Mexican border–all of this “horrified” Starbucks America, the coastal enclaves of educated, profitably employed, and multi-cultural voters. They couldn’t understand how anyone could vote for Trump because they were only focused on multi-culturalism, which is the only message the Democratic Party has left. The top 10 to 20 percent of society, coasting along on the information economy, think it’s all about sexual politics and an outdated bible-based worldview. There’s plenty to that, but there’s a lot more to the authentic rage people feel about having their livelihoods ruined by an oligarchic state that sees them as riff raff–a reserve pool of cheap labor to be patronized every four years and otherwise ignored.
(By the way, “horrifying” and “terrifying” and the most overused clichés of the election season. Have you ever seen such righteous posturing and mawkish contortions among the MSM priesthood?)
The voters in Walmart America, the sneered upon “flyover states,” saw job loss and DC corruption. They are truly the “forgotten people” Trump referenced. How many college-educated white-collar workers understand what it feels like to have their job taken by an illegal immigrant who will work longer hours for less money and fewer benefits? Nobody at The New York Times, anyway. Walmart America was sick and tired of being screwed over by a political class that paid lip service to the plight of labor and then looked the other way. A Democratic Party that wouldn’t even mention poverty and only talked about the Middle Class. As if those tens of millions who couldn’t scrape together $400 in a pinch didn’t exist. Or the 1 in 3 Americans that have zero retirement savings. Or the millions of displaced factory workers. Mortality rates and drug use are on the rise among the middle-age white working class for a reason.
Decades of all-out corporate war against unions, all-out offshoring by disinterested multinationals, debt fearmongering and austerity as a matter of course, and bank-breaking imperial wars that drain away what taxes the working class had left to give. That’s a recipe for a populist uprising. That’s a recipe for a Donald Trump.
Faking Success
A decade of Barack Obama telling us that the economy was growing, manufacturing jobs were back, and inflation was beaten, was comprehensively revealed to be a giant lie by this election. If all that were true, there’d have been no Trump, no inflammatory rhetoric about immigrants being the source of everything wrong with America, and no repudiation of a sitting president’s anointed successor. Immigrants become a scapegoat when illegals compete with citizens for scarce jobs. Obama certainly deported plenty of people, some two million, a presidential record. But he didn’t produce the kinds of full-time, long-term, benefits-included, living-wage jobs people used to have. The kinds of jobs progressives of yore gained by their blood. Instead, Obama effectively watched the economy produce a drizzle of openings for bartenders and waitresses and hospital orderlies–jobs that couldn’t be offshored–and did nothing about it. Obama should have known that not counting discouraged job seekers as unemployed, and tweaking the commodities basket to understate inflation, was no way to fix the economy.
Actually, he did know this. So did the Clintons, who introduced these measures. The problem is that for decades now the corporate Democrats have only cared about appearances. Reality can be prettified with a few glossy BLS reports and a small-time jobs program with a big-time press conference. Social spending programs can be bled dry by talking tough about deficits. But that only works for so long. Eventually the lower classes feel the pain and rebel.
All Trump really had to do was address them personally. He had to acknowledge their reality. Millions of jobs gone. Check. Taxes spent on needless wars and provocations. Check. So-called free trade agreements stealing our sovereignty. Check. Illegals taking American jobs. Check. Monopolies cutting jobs and raising prices. Check.
That’s what mattered to Middle America. Not the p-word and the taco bowl and scattered violence at rallies. That’s what mattered to the coastal class of corporate liberals. But not to anyone else.

Lesson Learned?
It would be a great thing if Democrats learned a lesson from this unqualified rebuke. That they should rediscover the working class. That they should reclaim the progressive mantle of FDR and LBJ. Don’t kid yourself. They are wholly owned subsidiaries of the one percent now. They’ll just regroup and try again. After all, Hillary won the popular vote and 228 electoral votes. She got close.
A Trump presidency that ditches the Cold War rhetoric, quits using NATO as a battering ram, and cuts deals with Russia instead of leveling false accusations against it, would be a welcome sight to many. But there’s no doubt that much on Trump’s agenda will be “deplorable,” including the typical two-party attacks on taxes, regulation, education, and piddling reforms that fall woefully short on climate change, healthcare, and immigration. God only knows what he’ll try.
He could go to Russia and China and say, America wants to be part of the  New Silk Road project. We want to run it across the Bering Strait and across the United States. From New York to Lisbon, east to west and back. But he won’t. He’ll most likely cave to strong-armed threats from the Department of Defense and the Pentagon, and will keep most of our discretionary monies ploughed into war. They are anxious to maintain our posture of hostility and menace toward any government that even hints at economic independence.The military-industrial complex (MIC) and international finance capital (IFC) won’t go gently into that good night. They aren’t going anywhere. The MIC-IFC is too big a complex of vested interests for one man to defeat. Challenging them, though, could be the ‘match that sparks a prairie fire,’ to use an old Communist trope. But don’t expect this from The Donald. Vanity suggests he’ll do whatever is necessary to produce a cosmetically attractive presidency, just like Obama did, and just like Hillary would have done. One that looks good on paper and bad in the streets. Another principled Jill Stein campaign crossed the finish line at one percent, four percent shy of qualifying for federal matching funds. But she nearly tripled her totals from 2012. As Obama would say, incremental gains.

Jason Hirthler is a veteran of the communications industry and author of The Sins of Empire: Unmasking American Imperialism. He lives in New York City and can be reached at jasonhirthler@gmail.com.