El triunfo de Donald Trump sobre Hillary Clinton en las
elecciones presidenciales de ayer 8 de noviembre, contra todos los pronósticos
de las encuestadoras, “expertos” y medios de comunicación[1],
refleja el hartazgo de la población, del hombre y la mujer de a pie, respecto
al desprecio que las élites depredadoras han mostrado hacia ellos en los
últimos 35 años en que han desarrollado su proyecto de
globalización-dominación-depredación económica, y subyugación político-militar
sobre la mayor parte de los países del mundo, incluidos los de los mismos
países desarrollados.
No deja de ser significativo que la cuna en donde nació este
proyecto de hegemonía mundial, esto es Estados Unidos y Gran Bretaña, hayan
sido en el último año, los principales representantes del rechazo a ese modelo
destructor, a través del voto de la mayoría de los británicos para dejar la
Unión Europea, y la de la mitad de los estadounidenses (puesto que al parecer
el voto popular lo ganará por escaso margen Clinton, no así el del Colegio Electoral),
en favor del “populista” Donald Trump.
Casi todo el establecimiento político-económico de Estados
Unidos se volcó en favor de Clinton, pues era quien representaba sus intereses,
esto es el modelo globalizador y la guerra permanente; mientras que Trump
representaba, al menos, la crítica a ambas políticas.
No cabe duda que en el mundo crece el rechazo a la
globalización económica que sólo beneficia a las élites depredadoras y en
alguna medida a una pequeña franja de la clase media, pero deja fuera de sus “beneficios”
a las masas, incluyendo buena parte de la clase media, lo que finalmente se
está reflejando en triunfos electorales de partidos críticos de ese modelo,
aunque principalmente de derecha (crecimiento de partidos populistas de derecha
en Francia, Hungría, Polonia, Gran Bretaña, etc.).
Pero hay que recordar que esta oposición a la globalización
destructora y a la política de caos deliberado y guerra permanente impulsada
por Washington, Londres, Paris y Tel Aviv, ya había surgido con fuerza en
América Latina desde principios del siglo XXI, en países como Venezuela,
Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Ecuador. Pero en los últimos tres años
la alianza entre los sectores empresariales, los grandes medios de
comunicación, Washington y sectores de clase media de dichos países (con la
excepción de Bolivia) han revertido casi por completo la ola progresista
opositora al modelo depredador, que había venido creciendo en los últimos 15
años.
Ahora habrá que ver si Trump es apoyado por el Partido
Republicano, que mantuvo sus mayorías en las Cámaras de Senadores y de Representantes,
en las principales propuestas que hizo durante su campaña, como construir el muro
fronterizo; deportar al menos a 2 millones de indocumentados acusados de
crímenes; bajar el impuesto corporativo de 35% a 15%; eliminar una buena parte
de las regulaciones en materia ambiental, de protección al consumidor y laboral;
cancelar la reforma de salud y proponer una “mejor”; llevar a cabo un programa
de reconstrucción de la infraestructura y de apoyo a las ciudades que han
perdido empleos y han sufrido deterioro urbano; castigar a las empresas que
busquen relocalizarse en otros países, imponiendo tarifas a sus productos, en
caso de que quieran venderlos en Estados Unidos; revisar, renegociar y en su caso retirarse de
tratados comerciales que considere lesivos para el interés de Estados Unidos,
así como no adherirse a nuevos (el Transpacífico y el de Comercio e Inversión
con Europa); hacer pagar a los aliados de Estados Unidos en Europa, Medio
Oriente y Asia una parte proporcional mayor en lo que respecta a su defensa
militar; destruir al “Estado Islámico” en Siria e Irak; desarrollar una mejor
relación con Rusia; apoyo irrestricto a Israel[2];
repudio al tratado en materia nuclear con Irán; nombramiento de al menos un
juez conservador en la Suprema Corte (más las vacantes que se vayan abriendo);
apoyo a las fuerzas del orden en el país y a la Segunda Enmienda (posesión de
armas por los particulares), entre otras.
El mandato que le ha dado una mayoría blanca insatisfecha de
estadounidenses, apoyada por una parte no despreciable de “hispanos”, para que
lleve a cabo estas políticas, será una presión importante sobre los
republicanos en ambas cámaras, que tendrán que cumplir, si no con todas las
promesas, sí con la mayoría.
Ya los mercados internacionales, que reflejan los intereses y
prioridades de las élites depredadoras mundiales, están cayendo en todos lados,
demostrando con ello a Trump que lo van a presionar para que modere sus
propuestas económicas, o de lo contrario puede enfrentar, apenas tome posesión
como presidente, una recesión, o incluso, una crisis económica internacional.
Así también, recordemos que Trump está rodeado de miembros de
la clase política tradicional de Washington, como Chris Christie, gobernador de
Nueva Jersey, que coordinará la transición; Mike Pence (que será el
vicepresidente), gobernador de Indiana, Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva
York; Newt Gingrich, ex líder de la mayoría en la Cámara de Representantes; así
como representantes de Wall Street, como Steve Mnuchin (es socio de Goldman
Sachs y ex empleado de George Soros), como su principal encargado de recaudar
fondos, y muy posiblemente próximo secretario del Tesoro; o su propio yerno,
Jared Kushner, miembro de la influyente y poderosa comunidad judía neoyorkina
(igual que Mnuchin), que jugó un papel central en la campaña de Trump.
Además, los siempre camaleónicos neoconservadores, a pesar de
su vehemente rechazo a Trump, van a tener dos meses y medio para reinsertarse
en los pasillos del poder, y no sería difícil que lo hagan, con lo que
nuevamente podrían influir para que el presidente mantenga la guerra permanente
y el caos deliberado en Medio Oriente, básicamente en favor de los intereses israelíes
y árabes.
Ya veremos si Trump efectivamente desea mejorar las
relaciones con Putin, o esto sólo se quedará en el tintero, sabiendo que todo
el establecimiento político-económico-militar y propagandístico de las élites
depredadoras, va a mantener la presión para evitar que eso suceda.
Así también, hay que recordar que Trump ya está convencido de
que hay que revertir el acuerdo nuclear con Irán, lo que bien podría llevar a
una nueva guerra en Medio Oriente, empujada por los neoconservadores, el
gobierno de Netanyahu, el de Riyad, el de Ankara y las petromonarquías del
Golfo Pérsico.
¿Cómo responderá Putin al incremento de la presión sobre
Irán, tomando en cuenta que este país es aliado ruso, y de Bashar el Assad en
Siria? ¿La dejará pasar? ¿Qué hará Trump respecto a Ucrania y la presencia de
las fuerzas de la OTAN en las fronteras de Rusia? ¿Mantendrá esa política o la
revertirá?
Donde sin lugar a dudas Trump se sentirá más cómodo para
llevar a cabo una política agresiva será en América Latina, pues en su “traspatio”
ninguna otra potencia se atreverá a desafiarlo, por lo que el gobierno de
Maduro en Venezuela bien podría sufrir en los próximos meses intentos para
derrocarlo y no hay que descartar el despliegue de barcos de guerra
estadounidenses cerca de las costas venezolanas.
Pero sin duda alguna, el gran perdedor a nivel mundial es
México, aún más que China, los dos países a los que Trump demonizó a lo largo
de toda su campaña; ya que China es una superpotencia y tiene muchos más medios
para defenderse de las políticas comerciales y de la presión militar que
intentará ejercer la nueva administración estadounidense sobre Beijing.
Trump y México
El odio visceral de Trump a México, por razones de venganza
personal, así como las reiteradas promesas de campaña sobre la construcción del
muro y la renegociación y/o el repudio del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (así como la deportación de indocumentados “criminales y violadores”,
y el combate a los cárteles de la droga), no se pueden quedar sin cumplir, o al
menos de intentar llevarlas a cabo, so pena de perder a la mayoría de la base
electoral blanca xenófoba que lo apoyó.[3]
Así que sería muy ingenuo de parte del subordinado, servil,
vasallo y corrupto gobierno mexicano, la subclase política (más sus socios del
crimen organizado) y los oligarcas pensar
que Trump no va a intentar llevar a cabo estas políticas (así como obstaculizar
o gravar el envío de remesas).
La vasalla élite política y económica mexicana enganchó al
país como un apéndice de la economía y la política estadounidenses a lo largo
de 35 años, dejando en manos de Washington y Nueva York las decisiones
fundamentales en materia de política económica, militar-de seguridad, y ahora
ya también de política exterior; a cambio de eso, esa élite servil se ha podido enriquecer mediante la corrupción, los
oligopolios, los abusos, el saqueo, la explotación inmisericorde de la mano de
obra y su asociación con el crimen organizado, sin la oposición de Washington. Además
de que los gobiernos republicanos y demócratas se hicieron de la vista gorda (y
también se aprovecharon de ello) en el envío de drogas al lucrativo mercado de
adictos estadounidenses (25 millones); así como respecto a la inmigración de
indocumentados, permitiéndole así a la disfuncional economía mexicana
deshacerse de millones de subempleados y desempleados, que además mandan miles
de millones de dólares de remesas, con lo que ayudan a evitar el colapso de la
balanza de pagos del país.
Así que estos títeres y peleles del gran capital
internacional y de los aparatos militar y de seguridad de Washington, pensaron
que ya no había vuelta atrás en este esquema de subyugación de México a Estados
Unidos, mediante el cual ellos se seguirían enriqueciendo impunemente, a
costillas del pueblo y los recursos financieros y naturales de México.
Pero con la llegada de Trump su esquema depredador se puede
venir abajo, por lo que ya hicieron un primer intento de convencer a Trump de
que no deshaga el modelo de subordinación de México a Estados Unidos, con la
visita de Trump el pasado 31 de Agosto, que sólo sirvió para que el bravucón
candidato republicano confirmara que la subclase política de este país está
conformada por cobardes comprables, que no opondrán resistencia a las medidas
que va a implementar contra nuestro país.
Seguramente en los próximos días el ridículo gobierno peñista
querrá lavar su estupidez de la invitación, señalando que se tuvo “la visión”
anticipada de que Trump ganaría, por lo que se le invitó para iniciar una
relación constructiva con el próximo presidente de Estados Unidos.
Y también Peña y sus subordinados tratarán de lanzarse a
los pies a Trump para intentar evitar alguna de las muchas políticas que
afectarán al proyecto neoliberal mexicano; pero el presidente electo de Estados
Unidos no se va a echar para atrás, sino al contrario, midiendo la debilidad de
los “gobernantes” mexicanos, llevará a cabo tales políticas aún con más
confianza y profundidad. Y si no, al tiempo.
[1]
Como botón de muestra ayer incluimos en este blog la de Huffington Post que
daba 332 votos electorales a Clinton. La distancia respecto a los que ha
conseguido hasta ahora, 218, es abismal.
[2]
Cambiar la embajada de Tel Aviv a Jerusalén, con lo que se terminaría de facto
la posición favorable de Estados Unidos a “los dos estados”; veto a cualquier
resolución contraria a Israel en las Naciones Unidas; más recursos económicos y
militares para Israel; en fin, la destrucción de la nación palestina y el
vasallaje completo de Washington a Netanyahu.
[3]
Aquí también hay que incluir a un 30% de los “hispanos” que ven en la migración
indocumentada un peligro para su propio estatus, pues consideran que ya han
logrado ser “aceptados” por la sociedad blanca estadounidense, por lo que
seguir aceptando la llegada de indocumentados les dificulta ese proceso de
asimilación; por lo que el repudio a México, Centroamérica y en general a los
indocumentados, es muy fuerte en este sector de la población.
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