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Zapata

lunes, 16 de enero de 2017

SE FRACTURARÁ LA COALICIÓN QUE ACTUALMENTE DOMINA A MÉXICO

La coalición de la subclase política mexicana que firmó el llamado Pacto por México y que impulsó las desastrosas reformas estructurales del gobierno de Peña Nieto (PRI-PAN-PRD-PVEM-PANAL), así como los oligarcas que concentran la mayor parte de la riqueza del país (Consejo Mexicano de Negocios), van a enfrentar en los próximos meses varios impactos en su alianza alrededor del disfuncional-depredador-expoliador modelo neoliberal de acumulación capitalista, impuesto al país desde hace 35 años.
En primer lugar, el modelo se basa primordialmente en su subordinación a las directrices de las élites globalizantes de Washington y Nueva York, y de sus organismos financieros y económicos (Reserva Federal, Departamento del Tesoro, FMI, Banco Mundial, BID, Banco de Pagos Internacionales, OMC, OCDE); y a los vaivenes de la economía estadounidense, de la que depende el 90% del comercio exterior del país (NAFTA), el 60% de sus inversiones y turismo; más del 50% de la deuda externa y prácticamente el 100% de las remesas que recibe el país.
Así, la dependencia de las subordinadas y vasallas élites mexicanas a lo que decidan en el vecino del Norte o le suceda a su economía, les deja un margen de maniobra ínfimo, en caso de que desde la superpotencia se generen políticas contrarias a México; o como en el 2008-2009, se genere una crisis de proporciones mayúsculas, ante la cual poco o nada puede hacer la servil subclase política y sus aliados tecnócratas (no así los oligarcas, que pueden mover sus capitales por todo el mundo en busca de proteger su rentabilidad).
Pues bien, lo que nunca se imaginaron en las últimas tres décadas y media en la coalición dominante en México (impuesta a través de por lo menos tres grandes fraudes electorales en 1988, 2006 y 2012), es que desde la sede misma de la superpotencia a la cual se enganchó antidemocráticamente el destino del país, ha surgido la principal amenaza al modelo económico neoliberal, con el surgimiento de un proyecto nacionalista, proteccionista y crítico de la globalización, con amplio apoyo político (dominio republicano en la Casa Blanca, el Congreso, mayoría de gubernaturas y de legislaturas estatales; y próximamente, mayoría conservadora en la Suprema Corte).
Así, en los próximos meses la coalición hegemónica en México se enfrentará a un agresivo gobierno estadounidense que le exigirá cambiar de fondo la relación económica, cediendo buena parte de los beneficios que dicha minoría y sus socios de las corporaciones trasnacionales han acumulado desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (1994), en favor de los grupos económicos identificados con la nueva mayoría política de Estados Unidos.
En dicho proceso seguramente algunos grupos tendrán que ser “sacrificados” en favor de otros más fuertes y con mayor peso dentro de la coalición dominante mexicana.
Esto es, las grandes trasnacionales automotrices, de la industria electrónica, informática, aeroespacial y comercial, tienen mayor peso dentro de la economía mexicana y por lo tanto tratarán de que sean otros sectores los que “paguen” el costo de la renegociación. En cuyo caso el sector agroalimentario podría resultar el perdedor, así como algunas ramas manufactureras que no tienen suficiente peso como para influir decisivamente en este proceso.
Inevitablemente esa selección de “ganadores” y “perdedores” en la renegociación del NAFTA llevará a una ruptura entre los grandes jugadores, por un lado, y los pequeños y medianos por el otro; con lo que la coalición de apoyo a esta parte del modelo neoliberal, comenzará a romperse; y no puede descartarse que los “perdedores” comiencen a sumarse a las muchas voces que desde la oposición de la subclase política, de la academia y de las clases medias comienzan ya a pugnar por privilegiar el mercado interno, la relación económica con otros países (China por ej.) y regiones (Europa y América Latina), y así alejarse aún más del gobierno de Peña y de los grupos económicos que representan a la oligarquía y a las grandes corporaciones trasnacionales.
El segundo impacto que ya está sufriendo la coalición dominante del país, es el fracaso de las reformas estructurales y los efectos que la liberación de los precios de los combustibles (parte fundamental de la reforma energética, por más que lo niegue el gobierno) están teniendo en el poder adquisitivo de la población y en el aumento generalizado de los precios.
Y es que el gobierno está cargando sobre la iniciativa privada el peso de asumir el aumento de costos que ha implicado la liberación del precio de los combustibles; mientras que la iniciativa privada acusa al gobierno por su ineficiencia, corrupción, excesivo gasto corriente y demasiados impuestos.
Ambas partes se han beneficiado de un sistema económico depredador, que ha acumulado sus beneficios en una minoría, y la explotación en la mayoría de los mexicanos y en el saqueo de sus recursos naturales y financieros.
Sin embargo, a pesar de que ambas instancias van a seguir trasladando la mayor parte de la carga del aumento de precios al pueblo, eso por sí solo ya no es suficiente y ahora ambos actores deben asumir una parte del costo económico y social por ello. De ahí que estén presionándose mutuamente para ver si uno u otro asume una mayor carga y responsabilidad, lo que va a seguir intensificándose durante el año, a medida que se den nuevos aumentos de precios en los combustibles (el que sigue es en Febrero, y después serán semanales, y hasta diarios), con su consecuente impacto en toda la cadena de producción y distribución de productos y servicios.
El tercer impacto vendrá en el ámbito político, el cual ya se inició con la  ruptura de la “alianza” de los actores del Pacto por México desde las elecciones intermedias del 2015; pero ahora con mayor fuerza en vista de que PRI, PAN y PRD quieren evadir su responsabilidad en el desastre económico que enfrenta el país, y que sólo Morena y su dirigente Andrés Manuel López Obrador advirtieron y previeron (con lo que ahora está al frente de todas las encuestas de preferencia para la elección presidencial del 2018), e increíblemente posicionarse como los verdaderos representantes del sentir popular.
Para PRI y PAN es una cuesta muy difícil de subir, ya que estos dos partidos han sido los principales impulsores y defensores a ultranza del modelo económico neoliberal y de la subordinación de México a Estados Unidos, por lo que querer distanciarse de los devastadores efectos que ambos procesos están teniendo sobre la población mexicana, es una hipocresía muy propia de estos vende patrias.
Así, en ambos partidos (y en alguna medida en el disminuido y cada vez más debilitado PRD), las culpas y los llamados a responsabilizarse por lo sucedido (ahí está la precandidatura de la ex diputada del PRI Ivonne Ortega, criticando los gasolinazos; así como la de la gobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich, cercana a Manlio Fabio Beltrones), así como las “traiciones” al grupo gobernante (candidatura independiente a la gubernatura de Isidro Pastor, ex dirigente del PRI en el Estado de México), se multiplicarán, profundizando las divisiones internas en esos partidos.
Y todo ello se incrementará con el resultado (que puede ser poco favorable para el PRI) en las elecciones del Estado de México, Nayarit y Coahuila; y seguramente llegará a su clímax cuando la búsqueda por la candidatura presidencial en PRI, PAN y PRD se exacerbe en la segunda mitad del año. Todo lo cual irá dejando aún más sólo y debilitado al gobierno de Peña, que seguramente enfrentará más protestas sociales, a medida que se deteriore la situación económica (gasolinazos permanentes, incertidumbre por renegociación del NAFTA, deportaciones masivas, posible disminución de remesas, etc.) y en la medida en que los miembros de su equipo y gabinete comiencen a buscar la forma de salvarse políticamente, buscando cargos de elección popular.
Si a todo lo anterior se suma la posibilidad de que la nueva reglamentación sobre la participación de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública detone una catarata de acusaciones de violaciones de derechos humanos, y por lo tanto de críticas de parte de organismos no gubernamentales y organizaciones internacionales de derechos humanos al gobierno de Peña, la posibilidad de que el mismo se derrumbe (ya sea con la renuncia de Peña, presionado por oligarcas y militares; o por masivas movilizaciones sociales en su contra) no se puede descartar.

Ominosos tiempos los que vienen para el país, en esta etapa de desfonde del modelo económico neoliberal depredador-expoliador, lo que no significa que las cosas vayan a cambiar para mejorar, ya que lo que se percibe es una falta de rumbo y de centros aglutinadores de poder que le den dirección al cambio, lo que para todo efecto práctico dejará las dos posibilidades que en este blog hemos venido señalando desde hace un par de años: el Estado fallido o la dictadura. Ya veremos.

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