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Zapata

martes, 10 de octubre de 2017

LOS GRUPOS DE PODER HACIA EL 2018 (II)

PRI
El PRI sigue siendo un conglomerado de grupos políticos regionales (ya no pesan los "sectores"), que basan su permanencia en el poder en al menos la mitad de las entidades federativas, en el uso corrupto y patrimonialista de los recursos públicos; en su alianza con los sectores empresariales regionales, nacionales y trasnacionales, a los que les permiten depredar los recursos naturales de dichas entidades y explotar a su gusto la mano de obra, a cambio de su apoyo monetario en las campañas electorales, su complicidad en la corrupción y su moderación o de plano censura en materia de críticas a los gobernantes priístas; en el uso clientelar de los programas sociales y en la utilización de gran cantidad de recursos públicos en propaganda en los medios de comunicación. Así como su asociación con grupos del crimen organizado, en distintas entidades (Sinaloa, Tamaulipas, Michoacán, etc.).
Sin embargo, estos grupos de poder regionales están subordinados desde hace 35 años a la alianza de tecnócratas y oligarcas, que desde el año 2000, han decidido tener dos vías para promover y proteger al proyecto depredador neoliberal, en vista de que la “franquicia” PRI perdió fuerza y legitimidad, principalmente en el ámbito internacional, por lo que se impulsó al PAN, como la alternativa sistémica, para continuar con el proyecto, pero con una fachada distinta.
Si bien uno de estos grupos regionales se alzó con la presidencia en el 2012, esto es el Grupo Atlacomulco del Estado de México, ello fue debido a que la apuesta por el PAN para que terminara de consolidar el proyecto neoliberal, con las “reformas estructurales” fracasó durante 12 años; y no hubo más remedio que acudir a un grupo igual de corrupto que los panistas, pero experimentado en política, para lograr los acuerdos necesarios que llevaran a la aprobación de las “reformas estructurales”. Pero una vez logradas estas, nuevamente será un tecnócrata el que se haga cargo del proyecto, ya que para los tecnócratas, oligarcas, corporaciones trasnacionales, la potencia hegemónica (Estados Unidos) y los organismos financieros internacionales, no deja de ser riesgoso el que grupos políticos regionales, con agendas locales, puedan decidir que ciertas partes del proyecto son prescindibles; o como sucedió con Peña, se engolosinen en exceso con la corrupción[1] y pongan en riesgo todo lo alcanzado.
De ahí que los denominados “políticos” han estado relegados de las candidaturas ganadoras en el PRI (Labastida y Madrazo como los mejores ejemplos), pues la presidencia está “reservada” para los promotores y defensores del proyecto depredador neoliberal, y no como premio para los trepadores, oportunistas y corruptos políticos regionales, que por lo demás “no entienden” a cabalidad la globalización y la subordinación de México hacia Estados Unidos, en este esquema de explotación universal.
Por lo mismo, los Osorio, Beltrones, Avila, Narro, etc. sólo sirven como complemento en el gabinete, pero no son opciones verdaderas para la candidatura presidencial.
Estos grupos se disciplinarán a la decisión que tome el eje tecnocracia-oligarcas (expresada a través de Peña), a cambio de posiciones políticas y de que se les permita seguir enriqueciéndose a través de la corrupción, sin ser molestados por fiscalías independientes o sistemas nacionales anticorrupción. Para ellos la divisa es “entrego el país, a cambio del enriquecimiento de mi familia y grupo político”.



[1] Son los grupos empresariales los que ahora financian organizaciones de la “sociedad civil” que denuncian actos de corrupción gubernamentales, como una especie de línea roja que les sirve para contener la voracidad de los corruptos gobernantes de PRI, PAN, PVEM y PRD. No están realmente contra la corrupción, sino contra los excesos.

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