Hoy el Parlamento Catalán ha declarado formalmente la
independencia de Cataluña, con una votación de 70 a favor y 10 en contra (los
partidos de la oposición se ausentaron); mientras que en Madrid se aprobaba la
intervención del gobierno autonómico catalán, de acuerdo con el artículo 155 de
la Constitución, con 214 votos a favor y 47 en contra en el Senado[1].
La balanza de poder está claramente en favor del gobierno
central, en vista de que la mayor parte de España aprueba o al menos no se
opone a las medidas intervencionistas; y de la misma manera, los principales
partidos políticos, que tienen mayoría en el Congreso español, se oponen a la
independencia catalana.
Así también, una parte no desdeñable de la población de
Cataluña[2]
(varían las cifras, pero van entre el 40 y el 50% de la población), la mayoría
de los cuales provienen de otras partes de España o son extranjeros avecindados
ahí, se han manifestado categóricamente contra la independencia.
Además, Madrid ya tiene en Cataluña miles de policías (que
han tenido que pernoctar en cruceros atracados en Barcelona, ante la
imposibilidad de conseguir espacio en hoteles o instalaciones gubernamentales),
y con la aplicación del artículo 155, mediante el cual desaparece el gobierno
autonómico de Cataluña, se tendrán que enviar a cientos de funcionarios del
gobierno central, para hacerse cargo de la administración, lo cual implicará
que las instalaciones y oficinas deberán ser desalojadas por los funcionarios
locales; quienes podrían negarse a ello, con el apoyo de la población que favorece
la independencia y eso puede generar violencia en su contra, de parte de la
policía del gobierno central, e incluso con la intervención del ejército
español.
Los políticos catalanes que han impulsado la independencia,
encabezados por Carles Puigdemont, han señalado que Cataluña ha ido perdiendo
sus facultades autonómicas ante el gobierno central, que fue el que cambió las
reglas del estatuto de autonomía hace 11 años (especialmente durante el
gobierno de Mariano Rajoy) y se ha negado sistemáticamente a entrar en
negociaciones para recuperar esas facultades y especialmente la gran cantidad
de recursos económicos que Cataluña aporta a España, mientras que recibe una
parte muy inferior en reciprocidad.
No cabe duda que la rivalidad entre Barcelona y Madrid (que
se refleja en lo futbolístico, por supuesto), por ser la ciudad líder en
España, que termina favoreciendo a la capital española, en vista de que ahí
residen los poderes centrales, se ha ido intensificando a lo largo de los años,
desde que España dejó la dictadura franquista hace 4 décadas.
Finalmente, la insensibilidad de los gobiernos del Partido
Popular (Aznar y Rajoy), y la inefectividad y complacencia de los gobiernos del
Partido Socialista Obrero Español (Rodríguez Zapatero), fueron llevando a
Cataluña a llamar la atención sobre la inequidad con la que ellos sentían se
les trataba; y ya el anterior presidente del gobierno catalán, Artur Mas había
convocado a un referéndum para la independencia en 2014, el cual fue prohibido
por el gobierno español (aunque se realizó una consulta, tal como la llevada a
cabo por Pugidemont, que dio por resultado un sí, a favor de la independencia).
El gobierno de Rajoy se ha atrincherado en la “aplicación de
la ley”, sin querer considerar las razones profundas que han llevado a que la
mayoría de la clase política catalana, y al menos la mitad de la población,
hayan decidido dar un paso tan arriesgado como declarar la independencia.
Para la clase política y los grandes empresarios españoles,
Cataluña sólo es una parte más de su dominio económico, del cual extraen muchos
más recursos que los que aportan a esa región[3],
por lo que no están interesados en entrar en debates sobre si esto es justo o
injusto. Su interés es que las cosas sigan igual, para mantener la explotación
de una rica región, en beneficio de las clases elevadas de España.
Hay que preguntarse porque al menos la mitad de las
municipalidades (si no es que más) de Cataluña apoyan la independencia, ya que
no reciben los recursos y el apoyo necesario para su desarrollo, en vista de
que el gobierno central aporta a la Generalitat catalana mucho menos de lo que
ésta aporta a España.
Y no sólo es una cuestión de recursos económicos y
distribución de los mismos; los gobiernos del Partido Popular, herederos del
franquismo, se han significado por un desdén (por decir lo menos), por la
cultura y las lenguas propias de las regiones autónomas, que evidentemente
éstas resienten, en especial en las pequeñas comunidades y pueblos, donde las
tradiciones son más arraigadas.
El pronóstico no es bueno para Cataluña, pues prácticamente
está sola en esta lucha, y lo más probable es que el gobierno central tome las
riendas del gobierno catalán (incluso a sangre y fuego, si fuera necesario), y
desde ahí convocará a elecciones, tratando de que los partidos opuestos a la
independencia triunfen. Pero de no ser así, y en caso de que los partidos por
la independencia vuelvan a ganar, la crisis permanecerá, pues Madrid no querrá
soltar el control del gobierno catalán y eso podría llevar a una respuesta
violenta, de parte de los independentistas. Recordemos que la cerrazón y la
represión de Madrid contra las provincias vascas, provocó el surgimiento de
ETA, y con ello décadas de actos terroristas y de represión contra la población
vasca. Ojalá quepa la prudencia en Madrid (se ve difícil, con un gobernante tan
autoritario y falto de miras como Rajoy) y en Barcelona, para evitar un baño de
sangre en esa región.
[2]
El 43.1% de la población usa habitualmente el catalán como su idioma; el resto
lo conoce y/o lo habla. https://es.wikipedia.org/wiki/Catalu%C3%B1a
[3]
Cataluña, a diferencia del País Vasco y Navarra, carece de autonomía fiscal.
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