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Zapata

miércoles, 11 de octubre de 2017

LOS GRUPOS DE PODER HACIA EL 2018 (III)

PAN
Este partido aglutina a clases medias profesionales, pequeños y medianos empresarios (por lo general integrados en la Coparmex) y un grupo de medianos y grandes empresarios (Unión Social de Empresarios Mexicanos), vinculados a la Iglesia Católica.
Las regiones en donde tiene mayor presencia son el Centro, Occidente, Norte, Península de Yucatán y a últimas fechas también Oriente (Tamaulipas y Veracruz).
Desde su nacimiento como partido político (1939), el PAN estuvo muy vinculado a grupos empresariales (principalmente del Norte) y a la Iglesia Católica; pero a partir de los años 80 del siglo pasado se ha diversificado más su membresía, y especialmente los oligarcas del país lo vieron como una opción ante el creciente desgaste y pérdida de legitimidad de la coalición de grupos asociados al PRI.
Desde el sexenio de Carlos Salinas (1988-94), el PAN se convirtió en socio del proyecto neoliberal, con el cual estaba de acuerdo en muchos puntos, por lo que a cambio recibió posiciones políticas a nivel estatal, además de incrementar su presencia en el nivel municipal y en el ámbito legislativo.
Finalmente, en el año 2000 el eje oligarcas-tecnócratas-trasnacionales optaron por apoyar al candidato panista a la presidencia (surgido además de una trasnacional como la Coca Cola), para ocupar la titularidad del Poder Ejecutivo Federal.
El objetivo fue que se pasara a la siguiente fase de consolidación del proyecto neoliberal, es decir las “reformas estructurales”; pero la torpeza, frivolidad, corrupción e ineficiencia del gobierno de Vicente Fox, no sólo frustraron ese objetivo, sino que permitieron el crecimiento de una opción de centro-izquierda como la de Andrés Manuel López Obrador, que desde el gobierno de la ciudad de México comenzó a cuestionar el modelo de depredación que se había establecido en el país.
Eso cambió las prioridades, y llevó a una estrategia de defensa del proyecto neoliberal, dejando para después la aprobación de las “reformas estructurales”; además de que en el PRI, ya sin el liderazgo y control de un presidente surgido de dicha coalición, se enfrentaron los distintos grupos políticos (Madrazo, Gordillo, Beltrones, Montiel, etc.), lo que llevó a la alianza de sectores del priísmo con el PAN, específicamente con Felipe Calderón (que no era el candidato de Fox), tanto para desplazar a Fox de la decisión sobre su sucesor, como para evitar la llegada al poder de dos opciones “políticas” no confiables para los oligarcas y tecnócratas, como lo eran López Obrador y Madrazo.
La ilegitimidad y precariedad del triunfo de Calderón en las elecciones del 2006, condicionaron en buena medida sus posibilidades de seguir avanzando en el proyecto neoliberal, por lo que centró su política en controlar (o al menos eso intentó) a los grupos criminales que desarrollaban sus propias iniciativas (aliándose con grupos políticos regionales), llevándolo a desarrollar una estrategia de confrontación-chantaje-negociación con dichos grupos, que derivó en una mayor descomposición social, violaciones graves a los derechos humanos, crecimiento de asesinatos, secuestros, desapariciones forzadas, etc. en el país; y con ello, la cesión de Calderón a Estados Unidos de la dirección de esta estrategia fallida, con la Iniciativa Mérida, que permitió a Washington controlar el aparato de seguridad mexicano (incluidas las fuerzas armadas, con su subordinación al Comando Norte) y convertirse en la última instancia de decisión, en la lucha contra el crimen organizado.
Ante el fracaso de los gobiernos panistas para consolidar el proyecto neoliberal, el eje tecnócratas-oligarcas-trasnacionales, nuevamente optó por el PRI, aunque esta vez apoyándose en el grupo regional más poderoso de este partido (el Grupo Atlacomulco del Estado de México), y en la gestión “tras bambalinas” para ello, del ex presidente Carlos Salinas.
La debilidad de Calderón, que ni siquiera pudo imponer dentro de su partido la candidatura de un miembro de la tecnocracia como Ernesto Cordero (la candidata fue una socia menor de los empresarios de Monterrey, Josefina Vázquez Mota), lo llevó a aceptar una alianza con Enrique Peña Nieto, mediante la cual Calderón se retrajo y no apoyó a la candidata panista; coadyuvando en cambio al fraude electoral para derrotar nuevamente a López Obrador, a cambio de que Peña no lo persiguiera a él y a su grupo político cercano, por los crímenes cometidos durante su gestión en la “guerra contra el narcotráfico” y por la desatada corrupción que se verificó durante su sexenio.
Ahora esa alianza Peña-Calderón vuelve a surgir, cuando desde el interior del PAN, un político menor, oportunista y trepador como Ricardo Anaya, se hizo con el poder dentro del PAN, desplazando a la facción calderonista que deseaba imponer la candidatura presidencial de la esposa de Calderón, Margarita Zavala; y sin el apoyo del eje tecnocracia-oligarcas-trasnacionales estableció una alianza electoral con el PRD y el Movimiento Ciudadano, para disputar la presidencia.
Anaya representa a esas facciones regionales del PAN (viene de Querétaro), que por lo general han sido utilizadas los últimos 30 años (desde el inicio de la alianza PRI-PAN con Salinas), como grupos de apoyo de la estrategia general, a cambio de lo cual se les han otorgado espacios en gubernaturas, presidencias municipales, en el Congreso, e incluso en el gabinete presidencial; pero sin que realmente estuvieran en posición de convertirse en “socios” de los verdaderos tomadores de decisiones.
Pero ahora resulta que Anaya, quien por lo demás está totalmente convencido del proyecto neoliberal y pretende presentarse como alguien que sí lo fortalecerá, a diferencia de Peña, que lo ha puesto en peligro por su desatada corrupción e ineficacia; se ha ido “por la libre”, esto es sin pedir permiso al eje tecnócratas-oligarcas-trasnacionales, desplazó al calderonismo del PAN, el cual era considerado como una opción factible, en caso de que los tecnócratas de la coalición priísta (Meade o Nuño), no crecieran lo suficiente como para enfrentar a López Obrador.
Y peor aún, Anaya ha estado “balconeando” la estrategia para llevar a la presidencia a un tecnócrata, específicamente a Meade, señalando abiertamente que el PRI está detrás del calderonismo (lo que es absolutamente cierto), y que la corrupción que se le ha documentado a Anaya en los medios de comunicación (como todo político del sistema, se ha enriquecido ilegal y obscenamente), es una estrategia gubernamental para debilitarlo.
Vemos así como el eje de poder tecnócratas-oligarcas-trasnacionales está dispuesto a sabotear a supuestos aliados, como el PAN, si consideran que pueden poner en riesgo el proyecto neoliberal. En el caso de Anaya, no les importa que éste señale que será un mejor instrumentador de dicho proyecto; sino que tomó la decisión de formar el frente con PRD y MC y especialmente, de desplazar a los calderonistas (ahora representados por la esposa de Calderón, Margarita Zavala), sin haberlo acordado con ellos; por lo que ahora incluso lo consideran como un “peligro” dentro del sistema (a diferencia de López Obrador que lo consideran un "peligro", pero externo); y por ello los principales medios de comunicación, que responden a los oligarcas, se han lanzado con todo contra Anaya, incluso olvidando por unas semanas sus reiterados ataques a López Obrador; pues si algo no toleran los poderosos, es que sus subordinados tomen iniciativas propias, aunque sean favorables a sus intereses.

Así, en las próximas semanas veremos hasta dónde está dispuesto a llegar el eje tecnócratas-oligarcas-trasnacionales para detener a Anaya; o si en algún momento pueden negociar con él, dado que la amenaza principal a sus intereses proviene de la opción de centro-izquierda (López Obrador); y una desunión y dispersión del voto entre al menos tres representantes del proyecto neoliberal (Meade o Nuño por el PRI; Zavala como independiente; y Anaya por el frente opositor), daría mayores posibilidades de triunfo a López Obrador.

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