PAN
Este partido aglutina a clases medias profesionales, pequeños
y medianos empresarios (por lo general integrados en la Coparmex) y un grupo de
medianos y grandes empresarios (Unión Social de Empresarios Mexicanos),
vinculados a la Iglesia Católica.
Las regiones en donde tiene mayor presencia son el Centro,
Occidente, Norte, Península de Yucatán y a últimas fechas también Oriente
(Tamaulipas y Veracruz).
Desde su nacimiento como partido político (1939), el PAN
estuvo muy vinculado a grupos empresariales (principalmente del Norte) y a la
Iglesia Católica; pero a partir de los años 80 del siglo pasado se ha
diversificado más su membresía, y especialmente los oligarcas del país lo
vieron como una opción ante el creciente desgaste y pérdida de legitimidad de
la coalición de grupos asociados al PRI.
Desde el sexenio de Carlos Salinas (1988-94), el PAN se
convirtió en socio del proyecto neoliberal, con el cual estaba de acuerdo en
muchos puntos, por lo que a cambio recibió posiciones políticas a nivel
estatal, además de incrementar su presencia en el nivel municipal y en el
ámbito legislativo.
Finalmente, en el año 2000 el eje
oligarcas-tecnócratas-trasnacionales optaron por apoyar al candidato panista a
la presidencia (surgido además de una trasnacional como la Coca Cola), para
ocupar la titularidad del Poder Ejecutivo Federal.
El objetivo fue que se pasara a la siguiente fase de consolidación
del proyecto neoliberal, es decir las “reformas estructurales”; pero la
torpeza, frivolidad, corrupción e ineficiencia del gobierno de Vicente Fox, no
sólo frustraron ese objetivo, sino que permitieron el crecimiento de una opción
de centro-izquierda como la de Andrés Manuel López Obrador, que desde el
gobierno de la ciudad de México comenzó a cuestionar el modelo de depredación
que se había establecido en el país.
Eso cambió las prioridades, y llevó a una estrategia de
defensa del proyecto neoliberal, dejando para después la aprobación de las “reformas
estructurales”; además de que en el PRI, ya sin el liderazgo y control de un
presidente surgido de dicha coalición, se enfrentaron los distintos grupos
políticos (Madrazo, Gordillo, Beltrones, Montiel, etc.), lo que llevó a la
alianza de sectores del priísmo con el PAN, específicamente con Felipe Calderón
(que no era el candidato de Fox), tanto para desplazar a Fox de la decisión
sobre su sucesor, como para evitar la llegada al poder de dos opciones “políticas”
no confiables para los oligarcas y tecnócratas, como lo eran López Obrador y
Madrazo.
La ilegitimidad y precariedad del triunfo de Calderón en las
elecciones del 2006, condicionaron en buena medida sus posibilidades de seguir
avanzando en el proyecto neoliberal, por lo que centró su política en controlar
(o al menos eso intentó) a los grupos criminales que desarrollaban sus propias
iniciativas (aliándose con grupos políticos regionales), llevándolo a
desarrollar una estrategia de confrontación-chantaje-negociación con dichos
grupos, que derivó en una mayor descomposición social, violaciones graves a los
derechos humanos, crecimiento de asesinatos, secuestros, desapariciones
forzadas, etc. en el país; y con ello, la cesión de Calderón a Estados Unidos
de la dirección de esta estrategia fallida, con la Iniciativa Mérida, que
permitió a Washington controlar el aparato de seguridad mexicano (incluidas las
fuerzas armadas, con su subordinación al Comando Norte) y convertirse en la
última instancia de decisión, en la lucha contra el crimen organizado.
Ante el fracaso de los gobiernos panistas para consolidar el
proyecto neoliberal, el eje tecnócratas-oligarcas-trasnacionales, nuevamente
optó por el PRI, aunque esta vez apoyándose en el grupo regional más poderoso
de este partido (el Grupo Atlacomulco del Estado de México), y en la gestión “tras
bambalinas” para ello, del ex presidente Carlos Salinas.
La debilidad de Calderón, que ni siquiera pudo imponer dentro
de su partido la candidatura de un miembro de la tecnocracia como Ernesto Cordero
(la candidata fue una socia menor de los empresarios de Monterrey, Josefina
Vázquez Mota), lo llevó a aceptar una alianza con Enrique Peña Nieto, mediante
la cual Calderón se retrajo y no apoyó a la candidata panista; coadyuvando en
cambio al fraude electoral para derrotar nuevamente a López Obrador, a cambio
de que Peña no lo persiguiera a él y a su grupo político cercano, por los
crímenes cometidos durante su gestión en la “guerra contra el narcotráfico” y
por la desatada corrupción que se verificó durante su sexenio.
Ahora esa alianza Peña-Calderón vuelve a surgir, cuando desde
el interior del PAN, un político menor, oportunista y trepador como Ricardo Anaya,
se hizo con el poder dentro del PAN, desplazando a la facción calderonista que
deseaba imponer la candidatura presidencial de la esposa de Calderón, Margarita
Zavala; y sin el apoyo del eje tecnocracia-oligarcas-trasnacionales estableció
una alianza electoral con el PRD y el Movimiento Ciudadano, para disputar la
presidencia.
Anaya representa a esas facciones regionales del PAN (viene
de Querétaro), que por lo general han sido utilizadas los últimos 30 años
(desde el inicio de la alianza PRI-PAN con Salinas), como grupos de apoyo de la
estrategia general, a cambio de lo cual se les han otorgado espacios en
gubernaturas, presidencias municipales, en el Congreso, e incluso en el
gabinete presidencial; pero sin que realmente estuvieran en posición de
convertirse en “socios” de los verdaderos tomadores de decisiones.
Pero ahora resulta que Anaya, quien por lo demás está
totalmente convencido del proyecto neoliberal y pretende presentarse como
alguien que sí lo fortalecerá, a diferencia de Peña, que lo ha puesto en
peligro por su desatada corrupción e ineficacia; se ha ido “por la libre”, esto
es sin pedir permiso al eje tecnócratas-oligarcas-trasnacionales, desplazó al
calderonismo del PAN, el cual era considerado como una opción factible, en caso de
que los tecnócratas de la coalición priísta (Meade o Nuño), no crecieran lo
suficiente como para enfrentar a López Obrador.
Y peor aún, Anaya ha estado “balconeando” la estrategia para
llevar a la presidencia a un tecnócrata, específicamente a Meade, señalando
abiertamente que el PRI está detrás del calderonismo (lo que es absolutamente
cierto), y que la corrupción que se le ha documentado a Anaya en los medios de
comunicación (como todo político del sistema, se ha enriquecido ilegal y
obscenamente), es una estrategia gubernamental para debilitarlo.
Vemos así como el eje de poder tecnócratas-oligarcas-trasnacionales
está dispuesto a sabotear a supuestos aliados, como el PAN, si consideran que
pueden poner en riesgo el proyecto neoliberal. En el caso de Anaya, no les
importa que éste señale que será un mejor instrumentador de dicho proyecto;
sino que tomó la decisión de formar el frente con PRD y MC y especialmente, de
desplazar a los calderonistas (ahora representados por la esposa de Calderón,
Margarita Zavala), sin haberlo acordado con ellos; por lo que ahora incluso lo
consideran como un “peligro” dentro del sistema (a diferencia de López Obrador
que lo consideran un "peligro", pero externo); y por ello los principales medios
de comunicación, que responden a los oligarcas, se han lanzado con todo contra
Anaya, incluso olvidando por unas semanas sus reiterados ataques a López
Obrador; pues si algo no toleran los poderosos, es que sus subordinados tomen
iniciativas propias, aunque sean favorables a sus intereses.
Así, en las próximas semanas veremos hasta dónde está
dispuesto a llegar el eje tecnócratas-oligarcas-trasnacionales para detener a
Anaya; o si en algún momento pueden negociar con él, dado que la amenaza
principal a sus intereses proviene de la opción de centro-izquierda (López
Obrador); y una desunión y dispersión del voto entre al menos tres
representantes del proyecto neoliberal (Meade o Nuño por el PRI; Zavala como
independiente; y Anaya por el frente opositor), daría mayores posibilidades de
triunfo a López Obrador.
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