AMLO y la revocación: mucho que perder
De lo que se trata para el presidente es de mostrar músculo
político-electoral, es decir, hacer manifiesto que Morena y sus aliados aún
tienen capacidad para movilizar a millones de personas.
Enrique
Quintana
marzo 15, 22
Dentro de 26
días exactamente se realizará la primera consulta popular relativa a la
revocación de mandato de un presidente de la República.
Será la gran
prueba para Morena y para López Obrador.
Desde luego,
no por el hecho de que esté realmente en juego la permanencia de AMLO en su
cargo. De lo que se trata es de la capacidad de Morena y sus aliados
para llevar electores a las urnas.
Desde que se
promovió la legislación respecto a este tema, la visión de López Obrador fue
usar el mecanismo para fortalecerse.
Ni siquiera
los más optimistas de Morena tienen el objetivo de que la asistencia a las
mesas de votación pudiera acercarse al límite legal para hacer vinculatorio el
resultado. Ello requeriría la asistencia a las urnas de 37.5 millones
de votantes. No hay manera ni siquiera de aproximarse a esa cifra.
De lo que se
trata para el presidente es de mostrar músculo político-electoral,
es decir, hacer manifiesto que Morena y sus aliados siguen contando con la
capacidad para movilizar a millones de personas.
Como se ha
dicho insistentemente en este y en muy diversos espacios, este proceso no
tiene que ver con la revocación de mandato sino con el apoyo
al presidente López Obrador.
Desde hace
meses eso es lo que está en juego.
Y para ese
apoyo, lo relevante no será el resultado sino el nivel de participación.
Por esa
razón, el liderazgo de Morena y el propio presidente López Obrador se han
molestado tanto con los límites legales establecidos por una ley que el propio
partido en el gobierno aprobó y que han sido aplicada por el INE.
¿Cuál puede
ser un nivel de participación que Morena y AMLO consideren como un éxito?
No lo sé,
pero me parece que si no se llega a 10 millones de votantes, el
resultado sería claramente un fracaso. Eso implicaría 10.6 por
ciento del padrón.
La
referencia con la que contamos para una consulta es la asistencia de 6.5
millones de electores en la consulta realizada en agosto del año pasado,
presuntamente sobre el juicio a expresidentes.
Llegar a 10
millones ahora implicaría aumentar en 54 por ciento el nivel
de participación.
Equivale a
que haya 192 electores por casilla instalada. Solo para dar una referencia, en
las elecciones federales de 2021 hubo en promedio cerca de 300 electores por
casilla y en la consulta de agosto hubo alrededor de 125.
Morena y su
liderazgo saben que es mucho lo que se juegan en este proceso. Y en contra de
lo que creían, tienen más que perder que lo que pueden ganar.
Si la
asistencia a las urnas es apenas superior a la que se registró en la consulta
de agosto del año pasado, se percibirá como un fracaso.
Si se
lograra que hubiese un nivel de participación, digamos de 15 por ciento del
padrón y acudieran 14 millones de electores a votar, se consideraría exitosa.
Obviamente,
el presidente de la República y Morena ya tienen preparada la
respuesta ante la posibilidad de que la asistencia a las mesas de
votación sea baja.
Se echará
la culpa al Instituto Nacional Electoral (INE) y se dirá que ha existido un intento
deliberado de la autoridad electoral para bloquear la participación de la
ciudadanía.
Como secuela
de ese hecho, en el periodo de sesiones que comienza en abril se
presentaría la propuesta de reforma constitucional en materia político
electoral para cambiar al INE y reducir el financiamiento público a
los partidos, así como reducir el número de diputados plurinominales, entre
otras cosas.
Cuando se
observa todo este contexto se entiende el porqué de los llamados que ahora hace
Morena a participar, independientemente del sentido del voto.
La oposición
no ha jugado en este proceso con el objetivo de generar una respuesta negativa
a la permanencia de López Obrador en la presidencia de la República, sino más
bien para lograr que sean pocos los electores que participen en
el proceso.
Así como una
baja asistencia implicaría una derrota para Morena, también sería un triunfo
para los opositores que alentaría tanto a sus candidatos a gobiernos estatales
para junio de este año como a quienes busquen que haya una candidatura única a
la presidencia en el año 2024.
Lo dicho,
Morena y AMLO tienen más que perder que ganar el 10 de abril.
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