EL GOBIERNO DE LÓPEZ OBRADOR ANTE EL CONFLICTO EN UCRANIA
El presidente
López Obrador (AMLO), siguiendo más sus instintos que un conocimiento profundo
de la situación internacional, ha señalado, correctamente que México no se suma
a “sanciones” ni exclusiones en contra de país alguno, pues así tiene la
libertad de dialogar con las partes en conflicto, sea en este de Ucrania, o en
cualquier otro.
Esta postura
presidencial, hay que reconocerlo, es congruente con una política exterior no
alineada, que si bien puede poner a México en serios problemas con la potencia
hegemónica que insiste en dictar al mundo sus términos, es decir, Estados
Unidos; también subraya que nuestro país aún tiene un halo de soberanía que
intenta hacer valer en momentos de crisis internacionales como el actual.
Al mismo
tiempo, el canciller Ebrard ha instruido a los diplomáticos mexicanos en los
distintos foros internacionales, principalmente en la ONU, que se condene la
invasión rusa a Ucrania, pues sin duda es una violación del Derecho
Internacional, pero sin sumarse a las actitudes histriónicas de los países
vasallos de Estados Unidos, como los europeos, ni menos aceptar que nuestro
país entrará en el esquema de sanciones contra los rusos.
Quizás por
eso ayer el muy activo embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, fue
a ver al presidente a Palacio Nacional, para “amigablemente” presionar al
gobierno mexicano para que se sume a la “coalición anti rusa”, que Estados
Unidos pretende sea mundial.
Seguramente
esas presiones se irán intensificando, en la medida en que AMLO no dé señales
de seguir las instrucciones de Washington.
Y
desgraciadamente, Estados Unidos tiene muchísimas herramientas para presionar a
los gobiernos mexicanos.
Especialmente
desde que nuestro país aceptó humildemente su vasallaje a Estados Unidos con
los tratados de libre comercio (ambos claramente ventajosos para los
estadounidenses), firmados en las últimas 3 décadas (1993 y 2018).
Además, la
inveterada corrupción de nuestros gobernantes (por más que este gobierno afirme
que “ellos no son iguales”, todo indica que muchos funcionarios de distinto
nivel, le han entrado con gusto al dinero del presupuesto y/o del crimen
organizado), brinda a las agencias de seguridad e inteligencia de Washington la
posibilidad de “chantajear” a nuestros tristes y patéticos gobernantes, que
además intentan ocultar su dinero mal habido, en donde si no, en Estados Unidos
(“of all places”).
Por todo lo
anterior, AMLO no la tiene nada fácil para mantenerse “neutral” en conflictos
en los que el gobierno de Estados Unidos considera que su hegemonía (que
equipara a su seguridad nacional) está “en riesgo”, y por lo tanto exige a sus
vasallos que se disciplinen a sus órdenes.
Recordemos
que en la historia de nuestro país, distintos gobernantes han usado las disputas
entre potencias a nivel mundial, para ampliar el margen de maniobra de nuestra política
exterior, y así poder defender de mejor manera la soberanía e integridad
territorial de México.
Así, Benito
Juárez, ante la invasión francesa a nuestro país (1862-67), tuvo un
acercamiento muy importante con Estados Unidos, que ejerció presión sobre
Napoleón III para que diera por finalizada su aventura militar en México (claro
que Estados Unidos invocaba su nefasta Doctrina Monroe de “América para los americanos”,
es decir para los estadounidenses). Pero igual, Juárez aprovechó esas
contradicciones entre potencias, para acelerar la salida de las tropas francesas
de nuestro país.
Venustiano
Carranza coqueteó a su vez con el Reich Alemán, en plena Primera Guerra
Mundial, para que la Expedición Punitiva enviada para aprehender a Francisco
Villa, que se adentraba cada vez más en territorio mexicano (1916-17),
finalmente saliera de territorio nacional; precisamente porque Estados Unidos
se vería empantanado en un conflicto con su vecino del sur, que podría aliarse
con Alemania, justo cuando Washington estaba por entrar a la guerra, aliándose
a Gran Bretaña y Francia.
Lázaro Cárdenas,
después de expropiar los bienes de las empresas petroleras extranjeras en 1938,
tuvo que enfrentar el boicot económico de Estados Unidos, Gran Bretaña y los Países
Bajos, que entre otras medidas impedían comercializar al petróleo mexicano; por
lo que Cárdenas comenzó a venderlo a la Alemania Nazi, justo antes de que
iniciara la Segunda Guerra Mundial, lo que convenció a Roosevelt de que era
mejor aceptar la expropiación, a riesgo de tener un aliado económico de Hitler,
en su frontera sur. Por lo que presionó a las empresas petroleras
estadounidenses a aceptar la indemnización que ofrecía el gobierno mexicano.
Adolfo López
Mateos, en plena “Guerra Fría”, ordenó a la cancillería mexicana votar en
contra del boicot que estableció la OEA contra Cuba en 1961, por órdenes de
Estados Unidos, lo que constituyó un desafío mayúsculo a la posición maximalista
de Washington en contra del régimen de Fidel Castro.
Así es que,
la posición de AMLO en el conflicto de Ucrania, condenando la invasión rusa,
pero sin sumarse a las sanciones contra Moscú, está avalada en la tradición de
la política exterior mexicana; y le sirve a México para mantener en alguna
medida su soberanía ante los arrogantes estadounidenses, que exigen siempre
obediencia absoluta.
Lo que no
queda claro es qué tanto podrá aguantar las presiones el gobierno de AMLO,
especialmente si el gobierno estadounidense cuenta con información confidencial
que pudiera dañar la honorabilidad y la imagen de funcionarios del gobierno
mexicano e incluso del propio presidente López Obrador (se dice que la información
sobre la “casa gris” del hijo mayor de AMLO, en Houston, fue proporcionada por
los estadounidenses a Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad).
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