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Zapata

miércoles, 2 de marzo de 2022

 EL GOBIERNO DE LÓPEZ OBRADOR ANTE EL CONFLICTO EN UCRANIA

El presidente López Obrador (AMLO), siguiendo más sus instintos que un conocimiento profundo de la situación internacional, ha señalado, correctamente que México no se suma a “sanciones” ni exclusiones en contra de país alguno, pues así tiene la libertad de dialogar con las partes en conflicto, sea en este de Ucrania, o en cualquier otro.

Esta postura presidencial, hay que reconocerlo, es congruente con una política exterior no alineada, que si bien puede poner a México en serios problemas con la potencia hegemónica que insiste en dictar al mundo sus términos, es decir, Estados Unidos; también subraya que nuestro país aún tiene un halo de soberanía que intenta hacer valer en momentos de crisis internacionales como el actual.

Al mismo tiempo, el canciller Ebrard ha instruido a los diplomáticos mexicanos en los distintos foros internacionales, principalmente en la ONU, que se condene la invasión rusa a Ucrania, pues sin duda es una violación del Derecho Internacional, pero sin sumarse a las actitudes histriónicas de los países vasallos de Estados Unidos, como los europeos, ni menos aceptar que nuestro país entrará en el esquema de sanciones contra los rusos.

Quizás por eso ayer el muy activo embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, fue a ver al presidente a Palacio Nacional, para “amigablemente” presionar al gobierno mexicano para que se sume a la “coalición anti rusa”, que Estados Unidos pretende sea mundial.

Seguramente esas presiones se irán intensificando, en la medida en que AMLO no dé señales de seguir las instrucciones de Washington.

Y desgraciadamente, Estados Unidos tiene muchísimas herramientas para presionar a los gobiernos mexicanos.

Especialmente desde que nuestro país aceptó humildemente su vasallaje a Estados Unidos con los tratados de libre comercio (ambos claramente ventajosos para los estadounidenses), firmados en las últimas 3 décadas (1993 y 2018).

Además, la inveterada corrupción de nuestros gobernantes (por más que este gobierno afirme que “ellos no son iguales”, todo indica que muchos funcionarios de distinto nivel, le han entrado con gusto al dinero del presupuesto y/o del crimen organizado), brinda a las agencias de seguridad e inteligencia de Washington la posibilidad de “chantajear” a nuestros tristes y patéticos gobernantes, que además intentan ocultar su dinero mal habido, en donde si no, en Estados Unidos (“of all places”).

Por todo lo anterior, AMLO no la tiene nada fácil para mantenerse “neutral” en conflictos en los que el gobierno de Estados Unidos considera que su hegemonía (que equipara a su seguridad nacional) está “en riesgo”, y por lo tanto exige a sus vasallos que se disciplinen a sus órdenes.

Recordemos que en la historia de nuestro país, distintos gobernantes han usado las disputas entre potencias a nivel mundial, para ampliar el margen de maniobra de nuestra política exterior, y así poder defender de mejor manera la soberanía e integridad territorial de México.

Así, Benito Juárez, ante la invasión francesa a nuestro país (1862-67), tuvo un acercamiento muy importante con Estados Unidos, que ejerció presión sobre Napoleón III para que diera por finalizada su aventura militar en México (claro que Estados Unidos invocaba su nefasta Doctrina Monroe de “América para los americanos”, es decir para los estadounidenses). Pero igual, Juárez aprovechó esas contradicciones entre potencias, para acelerar la salida de las tropas francesas de nuestro país.

Venustiano Carranza coqueteó a su vez con el Reich Alemán, en plena Primera Guerra Mundial, para que la Expedición Punitiva enviada para aprehender a Francisco Villa, que se adentraba cada vez más en territorio mexicano (1916-17), finalmente saliera de territorio nacional; precisamente porque Estados Unidos se vería empantanado en un conflicto con su vecino del sur, que podría aliarse con Alemania, justo cuando Washington estaba por entrar a la guerra, aliándose a Gran Bretaña y Francia.

Lázaro Cárdenas, después de expropiar los bienes de las empresas petroleras extranjeras en 1938, tuvo que enfrentar el boicot económico de Estados Unidos, Gran Bretaña y los Países Bajos, que entre otras medidas impedían comercializar al petróleo mexicano; por lo que Cárdenas comenzó a venderlo a la Alemania Nazi, justo antes de que iniciara la Segunda Guerra Mundial, lo que convenció a Roosevelt de que era mejor aceptar la expropiación, a riesgo de tener un aliado económico de Hitler, en su frontera sur. Por lo que presionó a las empresas petroleras estadounidenses a aceptar la indemnización que ofrecía el gobierno mexicano.

Adolfo López Mateos, en plena “Guerra Fría”, ordenó a la cancillería mexicana votar en contra del boicot que estableció la OEA contra Cuba en 1961, por órdenes de Estados Unidos, lo que constituyó un desafío mayúsculo a la posición maximalista de Washington en contra del régimen de Fidel Castro.

Así es que, la posición de AMLO en el conflicto de Ucrania, condenando la invasión rusa, pero sin sumarse a las sanciones contra Moscú, está avalada en la tradición de la política exterior mexicana; y le sirve a México para mantener en alguna medida su soberanía ante los arrogantes estadounidenses, que exigen siempre obediencia absoluta.

Lo que no queda claro es qué tanto podrá aguantar las presiones el gobierno de AMLO, especialmente si el gobierno estadounidense cuenta con información confidencial que pudiera dañar la honorabilidad y la imagen de funcionarios del gobierno mexicano e incluso del propio presidente López Obrador (se dice que la información sobre la “casa gris” del hijo mayor de AMLO, en Houston, fue proporcionada por los estadounidenses a Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad). 

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