América Latina y la guerra de Ucrania
Ignacio
Ramonet*
https://www.jornada.com.mx/2022/03/06/politica/004a1pol
En nuestro
mundo globalizado e interconectado, un conflicto de la envergadura de la guerra
de Ucrania tiene obviamente consecuencias planetarias. Desde el inicio de las
hostilidades, el 24 de febrero pasado, las dos hiperpotencias nucleares del
planeta han iniciado un peligrosísimo pulso. Washington, la Unión Europea, la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y todos sus aliados
–incluidas las megaempresas digitales GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple,
Microsoft)– han prometido ahora, en respuesta a la invasión de Ucrania,
aplastar a Rusia, aislarla, descuartizarla. Consecuencia: esto se está
convertiendo en una guerra mundial de nuevo tipo. Un hiperconflicto híbrido que
por el momento, en su arista militar, se está desarrollando en un teatro concreto
y local: el territorio de Ucrania. Pero que en todos los demás frentes
–político, económico, financiero, monetario, comercial, mediático, digital,
cultural, deportivo, espacial, etcétera– se ha transformado en una guerra
mundial y total.
Latinoamérica
no es un actor relevante en el escenario donde se desarrollan las principales
tensiones geopolíticas ligadas al conflicto Rusia-Ucrania. Excepto en sus
relaciones con Cuba, Venezuela y Nicaragua, Moscú no dispone en la región, ni
de lejos, de la influencia que siempre ha tenido Washington y que últimamente
ha conseguido Pekín. Por ejemplo, en 2019, para que nos podamos hacer una idea,
Sudamérica exportó bienes y servicios por un valor de 66 mil millones de
dólares a Estados Unidos y de 119 mil millones a China, pero apenas de 5 mil
millones a Rusia.
Obviamente,
como al resto del mundo, esta nueva situación global impacta a América Latina y
el Caribe, sobre todo por sus repercusiones económicas. Los precios de todas
aquellas materias primas de las cuales Rusia y Ucrania son importantes
productores se han disparado, en particular el petróleo y el gas, pero también
varios metales: aluminio, níquel, cobre, hierro, neón, titanio, paladio,
etcétera; algunos productos alimentarios: trigo, aceite de girasol, maíz... y
también los fertilizantes. Todos los países importadores de estos insumos se
van a ver fuertemente afectados.
En un
contexto mundial de inflación en alza (véase “Lo que subyace a la ‘amenaza’ de
inflación”, en https://cutt.ly/OAvsyr8),
estos incrementos de costes contribuirán en algunas naciones a una fuerte
subida de los precios, muy particularmente en los transportes, la electricidad,
el pan y otros productos alimentarios. En sociedades latinoamericanas que
acaban de ser ya fuertemente golpeadas por las consecuencias de la pandemia del
covid no es imposible, por consiguiente, que en varios países se produzcan
protestas populares contra el aumento del coste de la vida (véase el artículo
de Ernesto Samper Un ex presidente toma la palabra, en https://cutt.ly/xAvsdES).
Inversamente, los estados exportadores de hidrocarburos, minerales o cereales
–por ejemplo, Venezuela, Chile, Perú, Bolivia, Argentina o Brasil– se verán
beneficiados de la importante subida actual de los precios.
Las nuevas
sanciones impuestas a Moscú y el cierre del espacio aéreo en todo el Atlántico
Norte a los aviones rusos afectará también, en particular, a las potencias
turísticas del Caribe, en particular a Cuba y República Dominicana. Para ambos
países, Rusia fue en 2021, respectivamente, el primer y segundo emisor de
turistas. La guerra de Ucrania les podría hacer perder, este año, unos 500 mil
visitantes y miles de millones de dólares...
Últimamente,
Moscú ha tratado de acercarse a la región por varias vías, incluso con ocasión
de la crisis sanitaria durante la pandemia de covid-19. Cuando las naciones
ricas acapararon las vacunas, el Kremlin supo responder presente: la Sputnik V fue
la primera vacuna en llegar (aunque no gratuitamente) a Argentina, Bolivia,
Nicaragua, Paraguay y Venezuela. En el aspecto geopolítico, desde hace años
Vladimir Putin ha tenido la habilidad de aportar apoyo político y diplomático a
gobiernos de la región sancionados por Washington, como los de Venezuela, Cuba
y Nicaragua, los cuales, como parte de su estrategia de resistencia frente a
las medidas estadunidenses, han intensificado las relaciones con Rusia, incluso
en el aspecto militar.
Recordemos
que, cuando fue subiendo la tensión en las semanas anteriores a la guerra, hubo
aquellas declaraciones del viceministro ruso de Exteriores, Serguéi Riabkov,
que no descartó un despliegue militar en Cuba y Venezuela como
respuesta a la política de Washington en Ucrania. El consejero de Seguridad
Nacional estadunidense, Jake Sullivan, le respondió que si Rusia
avanzaba en esa dirección, Estados Unidos lidiará con
ello de forma decisiva. En ese sentido, el presidente de Colombia, Iván
Duque –único país latinoamericano con estatus de socio extracontinental de la
OTAN–, durante su reciente visita a la sede de la Alianza Atlántica, en
Bruselas, expresó su preocupación por la profundización de la cooperación
entre Rusia y China, incluido su apoyo a Venezuela. Y declaró en días
posteriores que confiaba que la asistencia militar de Rusia a Venezuela no
se utilice para amenazar a Colombia... Por su parte, el canciller ruso, Serguéi
Lavrov, declaró que Moscú reforzará su cooperación estratégica con Venezuela,
Cuba y Nicaragua en todos los ámbitos.
En los días
que precedieron al inicio de la guerra, Putin recibió sucesivamente en el
Kremlin, con gran cordialidad, a dos importantes mandatarios sudamericanos:
Alberto Fernández, de Argentina, y Jair Bolsonaro, de Brasil. El primero
ofreció al presidente ruso que su país sea la puerta de entrada de
Moscú a América Latina... Putin le respondió que Argentina debe dejar de ser
satélite de Washington y cesar de depender del Fondo Monetario Internacional
(FMI). A Bolsonaro, el mandatario ruso le propuso la construcción de varias
centrales nucleares y la dinamización de una alianza tecnológica entre ambos
países en áreas punta como biotecnología, nanotecnología, inteligencia
artificial y tecnologías de la información.
Días
después, Rusia invadía Ucrania... Varios mandatarios latinoamericanos –en
particular el presidente Nicolás Maduro, de Venezuela– declararon entender la
exasperación de Moscú frente a las constantes provocaciones de Estados Unidos y
de la OTAN. Pero ningún país de la región se alineó de modo incondicional con
las posiciones del Kremlin. Todos, en última instancia, de una manera o de
otra, incluidos Cuba, Venezuela y Nicaragua, defendieron el derecho
internacional, la Carta de las Naciones Unidas y abogaron por un entendimiento
diplomático para resolver la crisis por medios pacíficos y diálogo efectivo que
garantice la seguridad y soberanía de todos, así como la paz, la estabilidad y
la seguridad regional e internacional.
A pesar de
la intensa actividad diplomática desplegada por el presidente Putin para
explicar su punto de vista, en conversaciones telefónicas directas con
diferentes líderes latinoamericanos, cuando llegó la hora de la verdad, el 2 de
marzo pasado, en la Asamblea General de la ONU, con ocasión del voto de una
resolución de condena contra la invasión de Ucrania, Rusia apareció
singularmente aislada. Apenas cuatro estados en el mundo (Bielorrusia, Siria,
Corea del Norte y Eritrea) apoyaron su guerra contra Kiev. En América Latina no
pudo contar con un solo voto favorable.
* Tomado
de Le Monde Diplomatique
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