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Zapata

viernes, 18 de marzo de 2022

 TODO DEPENDE DE CHINA

La operación militar de Rusia contra Ucrania ha generado una forzada unión de Occidente en contra del gobierno de Vladimir Putin, ya que la Unión Europea se había mostrado reacia (al menos sus principales miembros, Francia, Alemania e Italia) a aislar a Rusia por su anexión de la península de Crimea y el apoyo a los separatistas de la región de Donbas, desde 2014.

Si bien los europeos aceptaron aplicar diversas sanciones económicas contra Rusia, gran parte del comercio entre ambas entidades permanecía fluyendo, en especial en materia energética, así como inversiones, turismo, etc.

Estados Unidos estuvo presionando a Europa para distanciarse de Rusia, pero no había podido encontrar, o en su caso manufacturar, la situación internacional idónea para obligar a Europa a actuar en ese sentido.

Por ello, Washington estuvo influyendo y presionando al gobierno ucraniano para que, primero, no aplicara los acuerdos de Minsk (I y II), mediante los cuales se podría establecer un modus vivendi, entre Ucrania y Rusia, respecto a las regiones de Donetsk y Luhansk, con lo que la guerra intermitente en esas zonas podría amainar y eventualmente lograrse un acuerdo político que garantizara la paz. Y segundo, estuvo vendiendo armamento, entrenando a milicianos y participando junto con los ucranianos, en el desarrollo de patógenos en 30 laboratorios a todo lo largo y ancho de Ucrania, con objeto de mantener la amenaza de un posible ataque ucraniano contra las regiones separatistas y/o contra Rusia misma.

Después, los “halcones” del establecimiento político-militar de Estados Unidos empujaron al gobierno de Zelensky a que solicitara su ingreso en la OTAN y más aún, a que expresara su deseo de que Ucrania pudiera contar con armas nucleares.

Todo ello llevaba el objetivo de exasperar al gobierno de Putin, para que sintiéndose cada vez más amenazado, optara por una solución de fuerza en contra de Ucrania, con lo que Washington contaría con el pretexto perfecto para unir a todo Occidente en contra de Rusia, y así aislarla por completo de la comunidad internacional.

Finalmente, el establecimiento político-militar ruso (no sólo Putin), decidió que ahora era el momento de eliminar la amenaza que Ucrania significaba para la seguridad rusa; y aún sabiendo que Occidente aprovecharía eso para aislar completamente a Rusia del mundo, y que se podría generar un estancamiento en la situación militar en Ucrania que drenaría los recursos de Rusia y la paciencia de pueblo ruso (algo que está intentando hacer Estados Unidos, mediante el continuo envío de armamento a Ucrania), se lanzó la operación militar iniciada el 24 de febrero pasado, lo que constituyó la situación internacional que Estados Unidos había estado esperando para separar definitivamente a Europa de Rusia; condenar a esta internacionalmente; desatar una guerra económica total contra ella y esperar el debilitamiento y eventual caída del gobierno de Putin, para que Occidente nuevamente se “haga cargo” de Rusia, tal como lo hizo después del derrumbe de la URSS en 1991, dejándola devastada económica, política y socialmente.

Previendo todo ello, Putin se acercó todavía más a China en los últimos meses, con la esperanza de que la segunda economía más grande del mundo (con 18 billones de dólares de PIB, contra los 22 blllones de Estados Unidos), pudiera mantener su apoyo económico y diplomático a Rusia, una vez que se iniciaran las hostilidades.

Si bien el gobierno de Xi Jinping ha estado dispuesto a no condenar abiertamente la operación militar rusa contra Ucrania, ya que el Kremlin ha sido un aliado indispensable en las últimas dos décadas en la competencia global contra Estados Unidos, que ha intentado frenar por todos los medios posibles el ascenso chino; también ha estado evaluando las opciones que tiene, ya que un apoyo total a Moscú desataría una serie de sanciones de Occidente contra la economía china, que vendría a afectar seriamente la estrategia de Pekín para ampliar su influencia y presencia en el mundo, a través de la “Nueva Ruta de la Seda”; y la recuperación económica, después de la pandemia del Covid-19 (recordemos que el PIB de China creció 8.1% en el 2021; tiene la mayor cantidad de reservas internacionales del mundo con 3.2 billones de dólares; y el superávit comercial más amplio del planeta, pues en 2021 alcanzó 676,400 millones de dólares).

Por ello, Pekín ha tratado de navegar entre dos aguas (Rusia y Estados Unidos), mostrándose “neutral” en el conflicto, sin condenar a Rusia; pero sin asumir la retórica maximalista y las sanciones que Occidente ha aplicado a los rusos.

El problema para Pekín es que si la guerra se prolonga, como lo quiere Estados Unidos para desgastar y empantanar a Rusia (poco le importa a Washington el sufrimiento del pueblo ucraniano), las presiones de Occidente para que China deje de “apoyar” a Moscú se intensificarán. Y por su parte Putin, ante el alto costo militar y económico de la guerra, comenzará a demandar a Pekín ayuda, haciendo valer los muchos acuerdos que hay entre ambas potencias.

Si Xi Jinping cede a las presiones de Occidente y abandona a Rusia, es decir no presta ayuda económica y político-diplomática a Moscú, sellará el hundimiento de los rusos, que en poco tiempo quedarán como una potencia muy disminuida y a la espera de ser desbaratada por Occidente; si no militarmente, sí económica, social y diplomáticamente.

Y eso sería un golpe brutal para China, que se quedaría sola en la competencia global por la hegemonía mundial, en contra de un Occidente fortalecido, envalentonado y arrogante que demandaría de China más y más concesiones, con lo que Pekín quedaría, en relativamente poco tiempo, acorralado. Lo que nuevamente generaría una situación como en la que está Rusia ahora; o China se subordina a los dictados de Occidente; o responde militarmente, con todos los riesgos y costos que ello conlleva.

Por el contrario, si China mantiene su apoyo a Rusia, a pesar de las presiones y eventuales sanciones de Occidente en su contra, arriesga su estrategia de expansión económica, a través de la “Nueva Ruta de la Seda”, que se vería obstaculizada, saboteada y atacada por Occidente y sus vasallos alrededor del mundo, afectando así el crecimiento económico chino y su influencia y presencia mundiales.

Lo ideal sería una ruta intermedia en donde China pueda seguir dando un apoyo significativo a Rusia, como para que no se desplome; evitando en la medida de lo posible las sanciones más duras de Occidente.

Parece poco probable una ruta así, ya que Washington y Bruselas van a seguir exigiendo a Pekín que abandone por completo a Moscú; y por lo que se ve los países occidentales, al menos hasta ahora, están dispuestos a asumir serios costos económicos con las sanciones que han impuesto a Rusia (inflación en materias primas, afectación en las cadenas de suministro, posible falta de pago de deudas rusas, etc.), y que podrían imponer a China (y esos sí serían muy altos costos), con tal de asegurarse que su hegemonía mundial se mantenga, por encima de China y Rusia.

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