TODO DEPENDE DE CHINA
La operación
militar de Rusia contra Ucrania ha generado una forzada unión de Occidente en contra
del gobierno de Vladimir Putin, ya que la Unión Europea se había mostrado
reacia (al menos sus principales miembros, Francia, Alemania e Italia) a aislar
a Rusia por su anexión de la península de Crimea y el apoyo a los separatistas
de la región de Donbas, desde 2014.
Si bien los
europeos aceptaron aplicar diversas sanciones económicas contra Rusia, gran
parte del comercio entre ambas entidades permanecía fluyendo, en especial en
materia energética, así como inversiones, turismo, etc.
Estados
Unidos estuvo presionando a Europa para distanciarse de Rusia, pero no había
podido encontrar, o en su caso manufacturar, la situación internacional idónea
para obligar a Europa a actuar en ese sentido.
Por ello,
Washington estuvo influyendo y presionando al gobierno ucraniano para que,
primero, no aplicara los acuerdos de Minsk (I y II), mediante los cuales se
podría establecer un modus vivendi, entre Ucrania y Rusia, respecto a
las regiones de Donetsk y Luhansk, con lo que la guerra intermitente en esas
zonas podría amainar y eventualmente lograrse un acuerdo político que
garantizara la paz. Y segundo, estuvo vendiendo armamento, entrenando a
milicianos y participando junto con los ucranianos, en el desarrollo de
patógenos en 30 laboratorios a todo lo largo y ancho de Ucrania, con objeto de
mantener la amenaza de un posible ataque ucraniano contra las regiones
separatistas y/o contra Rusia misma.
Después, los
“halcones” del establecimiento político-militar de Estados Unidos empujaron al
gobierno de Zelensky a que solicitara su ingreso en la OTAN y más aún, a que
expresara su deseo de que Ucrania pudiera contar con armas nucleares.
Todo ello
llevaba el objetivo de exasperar al gobierno de Putin, para que sintiéndose
cada vez más amenazado, optara por una solución de fuerza en contra de Ucrania,
con lo que Washington contaría con el pretexto perfecto para unir a todo
Occidente en contra de Rusia, y así aislarla por completo de la comunidad
internacional.
Finalmente,
el establecimiento político-militar ruso (no sólo Putin), decidió que ahora era
el momento de eliminar la amenaza que Ucrania significaba para la seguridad
rusa; y aún sabiendo que Occidente aprovecharía eso para aislar completamente a
Rusia del mundo, y que se podría generar un estancamiento en la situación
militar en Ucrania que drenaría los recursos de Rusia y la paciencia de pueblo
ruso (algo que está intentando hacer Estados Unidos, mediante el continuo envío
de armamento a Ucrania), se lanzó la operación militar iniciada el 24 de
febrero pasado, lo que constituyó la situación internacional que Estados Unidos
había estado esperando para separar definitivamente a Europa de Rusia; condenar
a esta internacionalmente; desatar una guerra económica total contra ella y
esperar el debilitamiento y eventual caída del gobierno de Putin, para que
Occidente nuevamente se “haga cargo” de Rusia, tal como lo hizo después del
derrumbe de la URSS en 1991, dejándola devastada económica, política y
socialmente.
Previendo
todo ello, Putin se acercó todavía más a China en los últimos meses, con la
esperanza de que la segunda economía más grande del mundo (con 18 billones de
dólares de PIB, contra los 22 blllones de Estados Unidos), pudiera mantener su
apoyo económico y diplomático a Rusia, una vez que se iniciaran las
hostilidades.
Si bien el
gobierno de Xi Jinping ha estado dispuesto a no condenar abiertamente la
operación militar rusa contra Ucrania, ya que el Kremlin ha sido un aliado
indispensable en las últimas dos décadas en la competencia global contra
Estados Unidos, que ha intentado frenar por todos los medios posibles el
ascenso chino; también ha estado evaluando las opciones que tiene, ya que un
apoyo total a Moscú desataría una serie de sanciones de Occidente contra la
economía china, que vendría a afectar seriamente la estrategia de Pekín para
ampliar su influencia y presencia en el mundo, a través de la “Nueva Ruta de la
Seda”; y la recuperación económica, después de la pandemia del Covid-19
(recordemos que el PIB de China creció 8.1% en el 2021; tiene la mayor cantidad
de reservas internacionales del mundo con 3.2 billones de dólares; y el
superávit comercial más amplio del planeta, pues en 2021 alcanzó 676,400
millones de dólares).
Por ello,
Pekín ha tratado de navegar entre dos aguas (Rusia y Estados Unidos),
mostrándose “neutral” en el conflicto, sin condenar a Rusia; pero sin asumir la
retórica maximalista y las sanciones que Occidente ha aplicado a los rusos.
El problema
para Pekín es que si la guerra se prolonga, como lo quiere Estados Unidos para
desgastar y empantanar a Rusia (poco le importa a Washington el sufrimiento del
pueblo ucraniano), las presiones de Occidente para que China deje de “apoyar” a
Moscú se intensificarán. Y por su parte Putin, ante el alto costo militar y
económico de la guerra, comenzará a demandar a Pekín ayuda, haciendo valer los
muchos acuerdos que hay entre ambas potencias.
Si Xi
Jinping cede a las presiones de Occidente y abandona a Rusia, es decir no
presta ayuda económica y político-diplomática a Moscú, sellará el hundimiento
de los rusos, que en poco tiempo quedarán como una potencia muy disminuida y a
la espera de ser desbaratada por Occidente; si no militarmente, sí económica, social
y diplomáticamente.
Y eso sería
un golpe brutal para China, que se quedaría sola en la competencia global por
la hegemonía mundial, en contra de un Occidente fortalecido, envalentonado y
arrogante que demandaría de China más y más concesiones, con lo que Pekín
quedaría, en relativamente poco tiempo, acorralado. Lo que nuevamente generaría
una situación como en la que está Rusia ahora; o China se subordina a los dictados de
Occidente; o responde militarmente, con todos los riesgos y costos que ello
conlleva.
Por el
contrario, si China mantiene su apoyo a Rusia, a pesar de las presiones y
eventuales sanciones de Occidente en su contra, arriesga su estrategia de
expansión económica, a través de la “Nueva Ruta de la Seda”, que se vería
obstaculizada, saboteada y atacada por Occidente y sus vasallos alrededor del
mundo, afectando así el crecimiento económico chino y su influencia y presencia
mundiales.
Lo ideal
sería una ruta intermedia en donde China pueda seguir dando un apoyo significativo
a Rusia, como para que no se desplome; evitando en la medida de lo posible las
sanciones más duras de Occidente.
Parece poco
probable una ruta así, ya que Washington y Bruselas van a seguir exigiendo a
Pekín que abandone por completo a Moscú; y por lo que se ve los países
occidentales, al menos hasta ahora, están dispuestos a asumir serios costos
económicos con las sanciones que han impuesto a Rusia (inflación en materias
primas, afectación en las cadenas de suministro, posible falta de pago de
deudas rusas, etc.), y que podrían imponer a China (y esos sí serían muy altos
costos), con tal de asegurarse que su hegemonía mundial se mantenga, por encima
de China y Rusia.
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