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Zapata

viernes, 4 de marzo de 2022

 UCRANIA PERMITE A ESTADOS UNIDOS MANTENER SU HEGEMONÍA

Desde el 2013 que inicié este blog, afirmé que ya existía una nueva “Guerra Fría” entre Occidente, por un lado; y China y Rusia por el otro (algunos despistados y pseudo analistas, apenas se están dando cuenta de ello en estos días, con nueve años de retraso).

He afirmado que después de que Estados Unidos se consideró el triunfador de la primera Guerra Fría, decidió explotar a Rusia y utilizar a China como su fábrica. Y mientras, el lobby pro Israel se encargaba de eliminar (a través de sus vasallos Estados Unidos y Europa Occidental) a los países que Tel Aviv ha designado como sus enemigos en el Medio Oriente, para lo cual inventaron la “Guerra contra el Terror”, que les redituó muy bien, pues destruyeron Irak, Libia, Siria y Afganistán; pero no pudieron convencer a Occidente de hacer lo mismo con Irán, y por el contrario, Teherán, al menos por 3 años (2015-18) logró un acuerdo con las grandes potencias para levantar las sanciones económicas en su contra, a cambio de inspecciones draconianas a su programa nuclear (ahora está a punto de reanudarse este acuerdo, que fue desecho por Trump, porque Occidente necesita de nueva cuenta el petróleo iraní en el mercado mundial, si es que quiere cerrarle la puerta al petróleo ruso; único rubro junto con el gas, que no ha sido sancionado por las potencias occidentales y sus vasallos).

Pero mientras Occidente le hacía el trabajo sucio a Israel en el Medio Oriente, China y Rusia se fortalecieron y trataron de zafarse de los dictados y de la hegemonía de Washington.

Lo lograron a medias, pues las élites políticas, militares y económicas de Occidente, decidieron que el reto a su hegemonía por parte de Beijing y Moscú no era aceptable. Es decir, no están dispuestos a compartir el poder, la dominación, la hegemonía mundial con chinos y rusos, por lo que al menos desde el segundo período presidencial de Obama (2012-16), se diseñó toda una estrategia para contener primero, y después hacer retroceder el avance económico-financiero-tecnológico chino, y el político-militar ruso.

Sin embargo, hasta este 2022, no habían podido manufacturar lo coyuntura adecuada para lograr estos objetivos.

Desde 2013-14 se habían invertido numerosos recursos financieros, diplomáticos y de inteligencia para lograr “desacoplar” a Ucrania de la influencia rusa. Finalmente, se logró con el golpe de Estado en contra del presidente pro ruso Victor Yanucovich y el establecimiento de un gobierno completamente prooccidental y anti ruso con Petro Poroschenko a la cabeza.

Pero la respuesta de Putin, con la anexión de la península de Crimea y el apoyo a los separatistas rusos en el Donbás (Este de Ucrania), trastornó el plan occidental de convertir a todo este país como un gran portaviones dirigido al corazón de Rusia.

Así, desde 2014 las élites de Washington han intentado aislar y debilitar a Rusia, con objeto de lograr un cambio de régimen (derrocar a Vladimir Putin), y así convertir nuevamente a Rusia en el paraíso de las trasnacionales occidentales y de los depredadores oligarcas que saquearon ese país después de que se derrumbó la URSS en 1991, y fue desgobernada durante casi una década por el dipsómano Boris Yeltsin.

Putin ha intentado por todos los medios romper el acuerdo occidental de sancionar e intentar aislar a Rusia, como el primer paso para desbaratar la dupla China-Rusia que pone en riesgo la hegemonía mundial por parte de Occidente.

Así, Putin logró que Alemania fuera la puerta de entrada rusa a la Unión Europea, mediante la construcción de un gasoducto (Nord Stream 1) que proveía de gas a Alemania, sin tener que utilizar los gasoductos que transitan por Ucrania, gobernada por lacayos de Washington (después de Poroshenko llegó el comediante Zelensky).

Y el Nord Stream dio tan buenos resultados que se acordó la construcción de un segundo gasoducto, para proveer a Alemania (el Nord Stream 2) de la mayor parte del gas que requiere su industria y los hogares alemanes.

Esto fue la señal de alarma en Washington, para decidir que era el momento de llevar al límite máximo las provocaciones a Rusia; y de hecho, buscar un pretexto que permitiera unificar a todo Occidente contra Rusia. De lo contrario, los crecientes lazos económicos con Europa, y especialmente con Alemania, harían cada vez más difícil alcanzar el objetivo de aislar a los rusos, derrocar a Putin y volver a convertir a Rusia en el paraíso de los explotadores y depredadores de Occidente.

Así, el comediante presidente de Ucrania recibió la orden de intensificar las provocaciones a Rusia, especialmente con ataques a la población civil en las regiones separatistas de Luhansk y Donetsk; y haciendo continuos llamados para que Ucrania fuera aceptada en la OTAN (una línea roja que Rusia había señalado que no debería cruzar Ucrania).

Occidente siguió azuzando al gobierno títere de Ucrania para que mantuviera la retórica anti rusa, los llamados para que Ucrania fuera aceptada en la OTAN y los amagos de “reconquista” por parte del ejército ucraniano de las regiones separatistas y de la península de Crimea, a la que se le cortó todo suministro de agua potable desde Ucrania (mientras que Rusia, no ha dejado de pagar los derechos por el tránsito del gas que pasa por los gasoductos construidos en Ucrania, que llevan el combustible a Europa).

Finalmente, Putin perdió la paciencia y amagó con una invasión a Ucrania, para así llamar la atención de Occidente y abrir negociaciones para que se le dieran garantías a Rusia de que Ucrania no sería utilizada como base para ataques militares o sabotajes contra Rusia.

Occidente se burló y desestimó las demandas rusas y por el contrario, adicionales a las muchas sanciones contra Rusia que vienen desde 2014, prometió todavía más si Rusia insistía en “amenazar” a Ucrania, cuando lo que Putin demandaba era un acuerdo para que la seguridad rusa no siguiera deteriorándose ante el continuo avance de la OTAN hasta las fronteras rusas (propuestas de que se emplazaran misiles de corto y mediano alcance en Polonia, Rumania, Bulgaria, etc.).

Washington y Bruselas (sede de la OTAN) confiaron en que su continua negativa a las demandas de Putin lo llevarían a cometer un error, como la planteada invasión de Ucrania, y así lograr que países reticentes a aislar definitivamente a Rusia de la economía mundial, como Francia y Alemania, finalmente aceptaran los elevados costos económicos que ello les acarrearía, con tal de finalmente acorralar y aislar a Putin del resto del mundo (esperaban que incluso China se distanciaría del Kremlin).

Putin finalmente mordió el anzuelo, invadió Ucrania, y eso le permitió a Washington obligar a todos sus vasallos a romper todo vínculo económico, social, cultural, deportivo, etc. con Rusia, dejándola así, aislada de la mayor parte del mundo, y con ello obligando a Europa nuevamente a depender del paraguas de protección militar estadounidense; y asimismo, obligar a Alemania a dejar de comprar el gas ruso y al resto de Europa el petróleo ruso, lo que les significará un costo muy alto, pues tendrán que buscar otras alternativas más caras.

Por ejemplo, Alemania ahora tendrá que comprar gas licuado a Estados Unidos, para lo que tendrá que construir dos terminales (con un costo de mil millones de euros) para recibir a los buques estadounidenses que traerán el gas. Así, los consumidores alemanes deberán pagar más por sus combustibles, con objeto de hundir a Rusia y así mantener la hegemonía estadounidense en el mundo.

De la misma forma, Alemania ahora ha establecido que llegará hasta el 2% de su Producto Interior Bruto para gastos militares (lo que exige la OTAN a todos sus miembros, pero pocos lo hacen), que implicarán más recursos del contribuyente alemán para defender la hegemonía estadounidense en el mundo.

De igual manera, las principales empresas fabricantes de armas del complejo militar industrial de Estados Unidos podrán aumentar enormemente sus ventas a Europa, “ante la amenaza rusa”; y sus utilidades se irán por lo cielos (sólo en la primera semana de la invasión rusa, las siete principales empresas de armamento de Estados Unidos ganaron 81 500 millones de dólares por el aumento del valor de sus acciones).

En suma, la invasión rusa a Ucrania ha detenido el acelerado deterioro de la hegemonía estadounidense en el mundo, al darles el pretexto de obligar a sus vasallos europeos y de otras regiones del mundo, a seguir sus directrices militares y económicas, aunque ello les cause serios costos para sus poblaciones (ahora también tienen que aceptar en sus países, a los cientos de miles de refugiados ucranianos).

De la misma forma, China tendrá que asumir el papel de salvador de la deteriorada economía rusa, a riesgo de que de no hacerlo, su principal aliado en la lucha por la hegemonía mundial contra Estados Unidos, se desmorone internamente, por lo que para China también implicará un enorme costo económico y político.

Y así Washington, no sólo se presenta como el campeón de la democracia y de la salvación de la pobre Ucrania, sino también debilita a sus principales adversarios en la competencia por la hegemonía mundial; y también unifica a sus vasallos, que ya se le estaban saliendo de control en la última década.

Putin le ha dado a Estados Unidos un regalo mayúsculo, por lo que Washington debe estarle sumamente agradecido.

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