UCRANIA PERMITE A ESTADOS UNIDOS MANTENER SU HEGEMONÍA
Desde el 2013
que inicié este blog, afirmé que ya existía una nueva “Guerra Fría” entre
Occidente, por un lado; y China y Rusia por el otro (algunos despistados y
pseudo analistas, apenas se están dando cuenta de ello en estos días, con nueve
años de retraso).
He afirmado
que después de que Estados Unidos se consideró el triunfador de la primera
Guerra Fría, decidió explotar a Rusia y utilizar a China como su fábrica. Y
mientras, el lobby pro Israel se encargaba de eliminar (a través de sus vasallos
Estados Unidos y Europa Occidental) a los países que Tel Aviv ha designado como
sus enemigos en el Medio Oriente, para lo cual inventaron la “Guerra contra el
Terror”, que les redituó muy bien, pues destruyeron Irak, Libia, Siria y
Afganistán; pero no pudieron convencer a Occidente de hacer lo mismo con Irán,
y por el contrario, Teherán, al menos por 3 años (2015-18) logró un acuerdo con
las grandes potencias para levantar las sanciones económicas en su contra, a
cambio de inspecciones draconianas a su programa nuclear (ahora está a punto de
reanudarse este acuerdo, que fue desecho por Trump, porque Occidente necesita
de nueva cuenta el petróleo iraní en el mercado mundial, si es que quiere
cerrarle la puerta al petróleo ruso; único rubro junto con el gas, que no ha
sido sancionado por las potencias occidentales y sus vasallos).
Pero
mientras Occidente le hacía el trabajo sucio a Israel en el Medio Oriente,
China y Rusia se fortalecieron y trataron de zafarse de los dictados y de la
hegemonía de Washington.
Lo lograron
a medias, pues las élites políticas, militares y económicas de Occidente,
decidieron que el reto a su hegemonía por parte de Beijing y Moscú no era
aceptable. Es decir, no están dispuestos a compartir el poder, la dominación,
la hegemonía mundial con chinos y rusos, por lo que al menos desde el segundo
período presidencial de Obama (2012-16), se diseñó toda una estrategia para
contener primero, y después hacer retroceder el avance económico-financiero-tecnológico
chino, y el político-militar ruso.
Sin embargo,
hasta este 2022, no habían podido manufacturar lo coyuntura adecuada para
lograr estos objetivos.
Desde
2013-14 se habían invertido numerosos recursos financieros, diplomáticos y de
inteligencia para lograr “desacoplar” a Ucrania de la influencia rusa.
Finalmente, se logró con el golpe de Estado en contra del presidente pro ruso
Victor Yanucovich y el establecimiento de un gobierno completamente prooccidental
y anti ruso con Petro Poroschenko a la cabeza.
Pero la
respuesta de Putin, con la anexión de la península de Crimea y el apoyo a los
separatistas rusos en el Donbás (Este de Ucrania), trastornó el plan occidental
de convertir a todo este país como un gran portaviones dirigido al corazón de
Rusia.
Así, desde
2014 las élites de Washington han intentado aislar y debilitar a Rusia, con
objeto de lograr un cambio de régimen (derrocar a Vladimir Putin), y así
convertir nuevamente a Rusia en el paraíso de las trasnacionales occidentales y
de los depredadores oligarcas que saquearon ese país después de que se derrumbó
la URSS en 1991, y fue desgobernada durante casi una década por el dipsómano Boris
Yeltsin.
Putin ha
intentado por todos los medios romper el acuerdo occidental de sancionar e
intentar aislar a Rusia, como el primer paso para desbaratar la dupla China-Rusia
que pone en riesgo la hegemonía mundial por parte de Occidente.
Así, Putin
logró que Alemania fuera la puerta de entrada rusa a la Unión Europea, mediante
la construcción de un gasoducto (Nord Stream 1) que proveía de gas a Alemania,
sin tener que utilizar los gasoductos que transitan por Ucrania, gobernada por lacayos
de Washington (después de Poroshenko llegó el comediante Zelensky).
Y el Nord
Stream dio tan buenos resultados que se acordó la construcción de un segundo
gasoducto, para proveer a Alemania (el Nord Stream 2) de la mayor parte del gas
que requiere su industria y los hogares alemanes.
Esto fue la
señal de alarma en Washington, para decidir que era el momento de llevar al
límite máximo las provocaciones a Rusia; y de hecho, buscar un pretexto que
permitiera unificar a todo Occidente contra Rusia. De lo contrario, los crecientes
lazos económicos con Europa, y especialmente con Alemania, harían cada vez más
difícil alcanzar el objetivo de aislar a los rusos, derrocar a Putin y volver a
convertir a Rusia en el paraíso de los explotadores y depredadores de Occidente.
Así, el
comediante presidente de Ucrania recibió la orden de intensificar las
provocaciones a Rusia, especialmente con ataques a la población civil en las
regiones separatistas de Luhansk y Donetsk; y haciendo continuos llamados para
que Ucrania fuera aceptada en la OTAN (una línea roja que Rusia había señalado que
no debería cruzar Ucrania).
Occidente
siguió azuzando al gobierno títere de Ucrania para que mantuviera la retórica
anti rusa, los llamados para que Ucrania fuera aceptada en la OTAN y los amagos
de “reconquista” por parte del ejército ucraniano de las regiones separatistas y
de la península de Crimea, a la que se le cortó todo suministro de agua potable
desde Ucrania (mientras que Rusia, no ha dejado de pagar los derechos por el
tránsito del gas que pasa por los gasoductos construidos en Ucrania, que llevan
el combustible a Europa).
Finalmente,
Putin perdió la paciencia y amagó con una invasión a Ucrania, para así llamar
la atención de Occidente y abrir negociaciones para que se le dieran garantías a
Rusia de que Ucrania no sería utilizada como base para ataques militares o
sabotajes contra Rusia.
Occidente se
burló y desestimó las demandas rusas y por el contrario, adicionales a las
muchas sanciones contra Rusia que vienen desde 2014, prometió todavía más si
Rusia insistía en “amenazar” a Ucrania, cuando lo que Putin demandaba era un
acuerdo para que la seguridad rusa no siguiera deteriorándose ante el continuo
avance de la OTAN hasta las fronteras rusas (propuestas de que se emplazaran
misiles de corto y mediano alcance en Polonia, Rumania, Bulgaria, etc.).
Washington y
Bruselas (sede de la OTAN) confiaron en que su continua negativa a las demandas
de Putin lo llevarían a cometer un error, como la planteada invasión de Ucrania,
y así lograr que países reticentes a aislar definitivamente a Rusia de la
economía mundial, como Francia y Alemania, finalmente aceptaran los elevados costos
económicos que ello les acarrearía, con tal de finalmente acorralar y aislar a
Putin del resto del mundo (esperaban que incluso China se distanciaría del Kremlin).
Putin
finalmente mordió el anzuelo, invadió Ucrania, y eso le permitió a Washington
obligar a todos sus vasallos a romper todo vínculo económico, social, cultural,
deportivo, etc. con Rusia, dejándola así, aislada de la mayor parte del mundo,
y con ello obligando a Europa nuevamente a depender del paraguas de protección
militar estadounidense; y asimismo, obligar a Alemania a dejar de comprar el
gas ruso y al resto de Europa el petróleo ruso, lo que les significará un costo
muy alto, pues tendrán que buscar otras alternativas más caras.
Por ejemplo,
Alemania ahora tendrá que comprar gas licuado a Estados Unidos, para lo que
tendrá que construir dos terminales (con un costo de mil millones de euros)
para recibir a los buques estadounidenses que traerán el gas. Así, los
consumidores alemanes deberán pagar más por sus combustibles, con objeto de
hundir a Rusia y así mantener la hegemonía estadounidense en el mundo.
De la misma
forma, Alemania ahora ha establecido que llegará hasta el 2% de su Producto
Interior Bruto para gastos militares (lo que exige la OTAN a todos sus
miembros, pero pocos lo hacen), que implicarán más recursos del contribuyente alemán
para defender la hegemonía estadounidense en el mundo.
De igual
manera, las principales empresas fabricantes de armas del complejo militar
industrial de Estados Unidos podrán aumentar enormemente sus ventas a Europa, “ante
la amenaza rusa”; y sus utilidades se irán por lo cielos (sólo en la primera
semana de la invasión rusa, las siete principales empresas de armamento de
Estados Unidos ganaron 81 500 millones de dólares por el aumento del valor de
sus acciones).
En suma, la
invasión rusa a Ucrania ha detenido el acelerado deterioro de la hegemonía
estadounidense en el mundo, al darles el pretexto de obligar a sus vasallos europeos
y de otras regiones del mundo, a seguir sus directrices militares y económicas,
aunque ello les cause serios costos para sus poblaciones (ahora también tienen
que aceptar en sus países, a los cientos de miles de refugiados ucranianos).
De la misma
forma, China tendrá que asumir el papel de salvador de la deteriorada economía
rusa, a riesgo de que de no hacerlo, su principal aliado en la lucha por la hegemonía
mundial contra Estados Unidos, se desmorone internamente, por lo que para China
también implicará un enorme costo económico y político.
Y así
Washington, no sólo se presenta como el campeón de la democracia y de la
salvación de la pobre Ucrania, sino también debilita a sus principales
adversarios en la competencia por la hegemonía mundial; y también unifica a sus
vasallos, que ya se le estaban saliendo de control en la última década.
Putin le ha
dado a Estados Unidos un regalo mayúsculo, por lo que Washington debe estarle
sumamente agradecido.
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