DOMINIUM MUNDI
Así se
conocía la idea de dominio universal desarrollada durante los siglos XI al
XIII, en plena Edad Media, que pretendía recrear un poder supremo mundial,
inspirado en el Imperio Romano; y que el llamado Sacro Imperio Romano Germánico
pretendió revivir en esa época; pero no pudo lograrlo, al encontrarse con la
férrea oposición del papado, que buscaba lo mismo.
Lo que
sucedió después fue el creciente fortalecimiento de las monarquías y
posteriormente de los nacionalismos, que acabaron por desfondar la idea de un
imperio universal.
Sin embargo,
las viejas ideas pueden encontrar nuevos bríos en las circunstancias actuales,
ya que desde el país hegemónico, Estados Unidos, se está recreando este
objetivo de establecer una especie de nuevo imperio que gobierne sobre todo el
mundo.
La cada vez
más estancada “operación militar especial” rusa en Ucrania, está sirviendo como
pretexto perfecto a Estados Unidos, para unificar bajo sus órdenes a los países
de Europa, Asía-Pacífico; y espera que pronto pueda obligar a ello a los de Africa,
América Latina y Medio Oriente[1].
El garlito
con el que Washington pretende unificar al mundo a su alrededor es que Estados
Unidos y sus vasallos europeos, representan la democracia, el respeto a los
derechos humanos, y en resumidas cuentas la “civilización”.
Mientras que
sus adversarios, principalmente Rusia y China (junto con Irán, Siria, Corea del
Norte, Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bielorrusia), representan “autocracias”, “dictaduras”
y “totalitarismos”, que deben ser confrontados y derrotados, porque en esencia
son presentados como los “bárbaros” que quieren acabar con la “civilización”.
Podría
decirse que es un exceso de maniqueísmo lo que presentamos aquí, pero basta ver
un día entero los noticieros, programas especiales, documentales, etc. sobre la
situación en Ucrania, que se transmiten en la televisión abierta y los canales
de paga de los países occidentales; así como los artículos y reportajes de los
principales diarios de dichos países, para darse cuenta de que ese maniqueísmo
se queda corto; ya que el grado de exageración al que han llegado en Occidente
para presentarse como los “puros” y “buenos” vs. los “malvados” rusos y quienes
se atrevan a apoyarlos, llega a extremos ridículos; pero al mismo tiempo,
sumamente peligrosos.
Como de
costumbre en una situación de guerra, la verdad es la primera baja, y en
Occidente se han dado a la tarea de aprovechar el error estratégico ruso, al
atacar a Ucrania, para conformar un bloque de países (casi mundial), bajo la
égida estadounidense, que aísle por completo a Rusia de la sociedad
internacional.
El objetivo
no sólo es aislar totalmente a Rusia y a todos aquéllos países que se atrevan a
apoyarla, sino iniciar la desaparición de dicho país, tal como lo conocemos
actualmente, tratando de destruirlo económicamente, para que la insatisfacción
social interna lleve, no sólo a un cambio de régimen (la caída de Putin y su
coalición gobernante), sino incluso la desaparición del Estado Ruso, quizás con
la intención de partirlo en varios países clientes de Occidente, que ya no
puedan convertirse en una “amenaza” a su hegemonía.
Recordemos
que esa ha sido la intención en Medio Oriente con las devastaciones de Irak,
Libia, Siria y Afganistán (y la siempre esperada, y aún no lograda, de Irán),
para dejar a Israel como el país hegemónico de la región.
Pero en los
casos afgano y sirio, el plan se derrumbó, primero porque los talibanes nunca
se rindieron y después de 20 años acabaron echando de su territorio a los
estadounidenses y sus aliados; y en el sirio, porque además de la férrea
respuesta del gobierno de Assad al intento por derrocarlo a través de
terroristas y mercenarios, se adicionó la ayuda militar de Irán y Rusia.
Ahora
Occidente se siente confiado en que Rusia se desgastará por meses, y porque no,
durante años en Ucrania (de ahí la permanente entrega de armas a los ucranios,
para mantener la guerra), ocasionándole un enorme desgaste a su aparato
militar; y con las brutales sanciones económicas en su contra, se generará una
crisis interna, que eventualmente puede llevar a la caída del gobierno de
Putin, con lo que Occidente podría abalanzarse sobre Rusia, para dejarla
nuevamente en los “huesos”; como lo hizo, una vez que desapareció la URSS en
1991.
El problema
con este “magno plan” para establecer el Dominium Mundi estadounidense,
es que están acorralando a una potencia que tiene 6500 armas nucleares, misiles
hipersónicos y la voluntad de usar dichas armas, si el régimen actual se ve amenazado con
su destrucción.
Además,
Occidente ya designó a Putin y a toda la clase política, militar y económica
rusa como “criminales de guerra”, por lo que en principio, los gobernantes
rusos serían candidatos a ser juzgados, como lo fueron los nazis y los
nacionalistas japoneses después de la Segunda Guerra Mundial (o los dirigentes
serbios después de las guerras en los Balcanes, a finales del s. XX); y por lo
tanto, podrían terminar fusilados o colgados.
De ahí que
para la dirigencia rusa, ante estas perspectivas, no se descarta la posibilidad de desatar una
guerra total, incluyendo armas nucleares, químicas y biológicas, en contra de
Occidente, si siente que está a punto de ser derrotada y eliminada; lo que implica un
riesgo real que puede llevar a la humanidad a su extinción. en una Tercera
Guerra Mundial con armas de destrucción masiva.
Los
dirigentes occidentales, en su infinita arrogancia y sentido de superioridad,
están muy seguros de que Putin no se atreverá a iniciar una guerra nuclear. Se equivocan
por completo.
Más vale que
gobernantes con cabeza fría comiencen a tomar las decisiones en Washington,
Londres, Bruselas, Paris, Tokio, Berlín y Tel Aviv; de lo contrario,
indefectiblemente, el mundo se dirige a su destrucción.
[1]
En la próxima reunión del G20 en Indonesia, se buscará expulsar a Rusia de ese
grupo, y al mismo tiempo presionar a los países que hasta ahora se han negado a
sancionar a Rusia, por su intervención militar en Ucrania (entre otros, India,
Brasil, Argentina, México, y por supuesto China), para que se sumen a las
draconianas sanciones impuestas por Occidente.
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