Iconos

Iconos
Zapata

jueves, 20 de agosto de 2015

MEXICO ANTE TRUMP

El gobierno mexicano ha decidido contestar de nuevo (la primera vez lo hizo el secretario de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade en junio pasado, cuando Trump se refirió a los migrantes mexicanos como criminales y violadores) al precandidato presidencial republicano Donald Trump, por sus propuestas en materia de migración, al calificar los comentarios del multimillonario sobre el tema como reflejo de “prejuicio, racismo y total ignorancia”. Y además, consideró que las propuestas de Trump irían en “detrimento del bienestar de ambas naciones”.
Al respecto Relaciones Exteriores hace notar varios datos al respecto, como el que 33.5 millones de los habitantes de Estados Unidos son de origen mexicano y aportan el 8% del PIB.
Sin embargo, Relaciones Exteriores no aclara que buena parte de esa población ya es estadounidense, y no diferencia entre estos y los que son migrantes indocumentados mexicanos.
Así también, menciona que uno de cada 25 negocios en Estados Unidos es propiedad de personas de origen mexicano (una vez más no diferencia entre ciudadanos, residentes e indocumentados) y que el número de emprendedores “hispanos” creció de medio millón en 1990 a más de 2 millones en 2012. Aquí, Relaciones Exteriores ya incluye a todos los llamados “hispanos” y no sólo a los de origen mexicano (obviamente lo que trata  es de que todos los “hispanos” se sientan aludidos por las invectivas de Trump).
Y también señala que el comercio entre ambos países llega a 530 mil millones de dólares al año, sin mencionar que el superávit para México en ese comercio ronda los 55 mil millones de dólares.
En fin, más allá de que la respuesta del gobierno mexicano a la propuesta migratoria de Trump es poco consistente, lo relevante es hacer notar que esa “respuesta” es más para consumo interno y no tiene mayor repercusión en el debate político de Estados Unidos.
Prácticamente en ninguno de los principales medios de comunicación de ese país (televisión abierta y de paga, periódicos, sitios de internet, programas de radio), se le da difusión a lo que dice, opina, se inconforma o anuncia el gobierno de México.
No existe una estrategia para tener un acceso relativamente permanente en los programas de televisión, de radio, en las columnas de los grandes diarios de ese país, para explicar, dar a conocer, difundir las posiciones del gobierno mexicano en temas como la migración, el combate al narcotráfico, el comercio, las inversiones, el terrorismo, etc. Y si no se tiene presencia en los medios de comunicación de ese país, entonces no existe México; más que como “punching bag” cada vez que los políticos y/o el gobierno de ese país quieren desviar la atención de los problemas internos hacia México y los inmigrantes, como “chivos expiatorios” de todos los males y carencias que se presentan en su sociedad y economía.
Tuvo que ser el New York Times en su editorial de hoy 20 de Agosto[1] el que pusiera en entredicho, con críticas muy severas, las propuestas migratorias de Trump, ya que el débil, falto de visión y subordinado gobierno mexicano no alcanza a hacer llegar su posición al gran público estadounidense de ninguna forma.
¿Y el tan publicitado proyecto “Norteamérica” que ha empujado con tanto denuedo el Consejo de Relaciones Exteriores (financiado por la familia Rockefeller), al frente del cual están el ex secretario del Tesoro, Robert Rubin; la ex representante comercial, Carla Hills; el ex presidente del Banco Mundial Robert Zoellick y el ex director de la CIA, el general David Petraeus?
Hace más de un año y medio (16 y 18 de diciembre de 2013) en este blog dimos a conocer todo el proyecto, de acuerdo a la visión de Robert Zoellick, quien lo detalló en una conferencia en la Universidad de Baylor, en Waco, Texas (15 de Octubre del 2013).
El proyecto tiene como principal objetivo utilizar a México y Canadá como aportadores de materias primas baratas para la economía de Estados Unidos; y en el caso de México, como fuente de mano de obra casi regalada, para las grandes corporaciones estadounidenses, que aprovechando esa circunstancia han ubicado sus fábricas en territorio mexicano, para de ahí exportar al mercado estadounidense sus productos manufacturados, utilizando para ello el Tratado de Libre Comercio.
Es decir, el proyecto Norteamérica tiene el objetivo de acabar de subordinar a las economías mexicana y canadiense a las necesidades del gran capital estadounidense.
Así también, como parte del proyecto está la aportación mexicana a las políticas militaristas e intervencionistas de Washington, pues como ya se ha podido constatar, el gobierno de Peña aceptó que tropas mexicanas puedan intervenir en las Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la ONU, lo que es el primer paso para que después entren a formar parte de las “coaliciones” que forma Washington para bombardear e invadir países, especialmente en Medio Oriente.
Pero ahora resulta que Donald Trump se les está cruzando en el camino, acusando a esas mismas grandes corporaciones de perjudicar a la economía estadounidense, al llevarse a otros países los empleos manufactureros que necesitan los trabajadores de ese país; de aprovechar el bajo costo de la mano de obra inmigrante ilegal, con lo que provocan una baja generalizada de los salarios en Estados Unidos; y al Partido Demócrata, de usar el tema migratorio como “anzuelo” para ganar votos entre la comunidad de habla hispana.
El discurso de Trump está ganando un amplio respaldo, no sólo entre la gran mayoría de los blancos, de clase media, de ciudades pequeñas y medianas del Sur, Medio Oeste y Centro de los Estados Unidos, sino también entre una parte de los afroamericanos, que durante las últimas tres décadas han visto a la creciente población proveniente de Latinoamérica como “competidora”, tanto de los trabajos que normalmente hacía la población negra, como de los programas sociales en favor de los más pobres.
Así que se está conformando una coalición de, sí hay que decirlo, racistas (blancos y negros), contra los mexicanos (principalmente, pero también centro y sudamericanos en segundo lugar), que considera que las grandes corporaciones del país usan sólo en su favor a los inmigrantes ilegales, en detrimento del resto de la población.
Si a esto se le suma la campaña de verdadero terror que ha iniciado la cadena Fox contra los inmigrantes ilegales, acusándolos de ser los principales causantes del aumento de la criminalidad en Estados Unidos, nos daremos cuenta que el clima social y político es ampliamente desfavorable contra los inmigrantes y contra el tema del libre comercio; y más ampliamente contra la globalización.
Es claro que el proyecto globalizador, impulsado por las élites económicas de Estados Unidos y Europa, está encontrando un serio obstáculo en sus poblaciones, ya que los efectos negativos que al principio sólo se advertían en la periferia, ahora están tocando directamente al corazón de estos países (ahí está el Frente Nacional en Francia, el partido de la Independencia en Gran Bretaña, etc.).
El gobierno mexicano se encuentra así ante la perspectiva de que su subordinación abyecta a los deseos y proyectos de las élites globalizantes de Nueva York y Washington, comience a cobrarle sus costos, pues una parte del establecimiento político y económico de Estados Unidos, que no forma parte de dicho proyecto, o en todo caso no ha resultado tan beneficiado por él, está dispuesto a ponerlo en entredicho y a retarlo en las elecciones presidenciales.
Si bien las propuestas de Trump en materia de migración y comercio parecen desmesuradas (expulsar a 11 millones de indocumentados; construir un muro de 3200 kilómetros en la frontera con México; quitar la nacionalidad a los niños de indocumentados, nacidos en Estados Unidos; confiscar las remesas de los inmigrantes ilegales; establecer tarifas a los productos hechos por trasnacionales estadounidenses en México, etc.), la realidad es que están expresando la frustración de una buena parte de la población y de las élites locales, que no han podido competir y ajustarse a las nuevas condiciones de la globalización económica, y están exigiendo un alto, antes de continuar en este proyecto que no ha sido consensuado, ni negociado con ellos.
¿Qué hará el gobierno mexicano y sus patrones del Consejo de Relaciones Exteriores para detener a Trump? ¿Se imaginan si llegara a ganar las elecciones presidenciales lo que implicaría que intentara llevar, aunque sea una parte de sus propuestas a la práctica? Llegaría el caos en materia comercial, por un lado, y seguramente se detendría el Tratado de Libre Comercio; se iniciaría un proceso de división y de disputas, no sólo legales, sino también físicas, al interior de Estados Unidos, cuando se quisiera implementar la deportación masiva (que según el Foro de Acción Estadounidense, un “think tank” conservador, le costarían al país entre 400 mil y 600 mil millones de dólares, en un período de 20 años, y reduciría el PIB de Estado Unidos en 1.6 millones de millones de dólares).
A México le generaría un problema mayor la llegada de cientos de miles de indocumentados, con sus familias, que se sumarían al 60% de la población económicamente activa que sobrevive en la economía informal; la disminución de los casi 25 mil millones de dólares que recibe de remesas y del superávit comercial que se tiene con Estados Unidos, harían colapsar las finanzas públicas del país, sin mencionar que la posible salida de transnacionales del país, al ya no tener la ventaja del Tratado de Libre Comercio, sumaría más desempleo, subempleo y por lo tanto aumento del crimen organizado y de la protesta social; y ello llevaría a una mayor represión por parte del gobierno, lo que bien podría desembocar en una dictadura militar.
¿Parece catastrofista? De ninguna manera, ya hoy México vive una situación desastrosa en lo social y lo económico, que el débil gobierno de Peña Nieto ha querido controlar con el uso de la “mano dura” y la represión (ahí está el caso de la militarización de Oaxaca; los numerosos casos de ejecuciones extrajudiciales por parte del Ejército y la Policía Federal a supuestos criminales; los continuos asesinatos de periodistas, etc.).
Si a esto se añade una ofensiva comercial y política, como lo ha prometido Trump, las élites mexicanas, que en buena medida se mantienen en el poder gracias al apoyo de las Fuerzas Armadas y del gobierno y las élites económicas de Estados Unidos, perderían a uno de sus principales soportes, con lo que sólo les quedaría el uso de la fuerza para evitar que la inconformidad social y el aumento desmesurado de la inseguridad pública provocara una revolución o la anarquía.
Sea como sea, Trump ha despertado demonios allá y acá, y no se sabe aún qué consecuencias pueda tener eso en los Estados Unidos y en la relación con México.
Lo que sí sabemos es que el gobierno mexicano está muy lejos de visualizar las consecuencias que tendrá Trump para el proyecto depredador, explotador y dependiente que impulsa, y que muy bien se le puede venir abajo si el candidato Trump se convierte en presidente de los Estados Unidos.



[1] http://www.nytimes.com/2015/08/20/opinion/gop-candidates-follow-trump-to-the-bottom-on-immigration.html?action=click&pgtype=Homepage&module=opinion-c-col-left-region&region=opinion-c-col-left-region&WT.nav=opinion-c-col-left-region&_r=0

No hay comentarios:

Publicar un comentario