MEXICO ANTE TRUMP
El gobierno mexicano
ha decidido contestar de nuevo (la primera vez lo hizo el secretario de
Relaciones Exteriores, José Antonio Meade en junio pasado, cuando Trump se
refirió a los migrantes mexicanos como criminales y violadores) al precandidato
presidencial republicano Donald Trump, por sus propuestas en materia de
migración, al calificar los comentarios del multimillonario sobre el tema como
reflejo de “prejuicio, racismo y total ignorancia”. Y además, consideró que las
propuestas de Trump irían en “detrimento del bienestar de ambas naciones”.
Al respecto Relaciones
Exteriores hace notar varios datos al respecto, como el que 33.5 millones de
los habitantes de Estados Unidos son de origen mexicano y aportan el 8% del
PIB.
Sin embargo,
Relaciones Exteriores no aclara que buena parte de esa población ya es estadounidense,
y no diferencia entre estos y los que son migrantes indocumentados mexicanos.
Así también, menciona
que uno de cada 25 negocios en Estados Unidos es propiedad de personas de
origen mexicano (una vez más no diferencia entre ciudadanos, residentes e indocumentados)
y que el número de emprendedores “hispanos” creció de medio millón en 1990 a
más de 2 millones en 2012. Aquí, Relaciones Exteriores ya incluye a todos los
llamados “hispanos” y no sólo a los de origen mexicano (obviamente lo que trata
es de que todos los “hispanos” se
sientan aludidos por las invectivas de Trump).
Y también señala que
el comercio entre ambos países llega a 530 mil millones de dólares al año, sin
mencionar que el superávit para México en ese comercio ronda los 55 mil
millones de dólares.
En fin, más allá de
que la respuesta del gobierno mexicano a la propuesta migratoria de Trump es
poco consistente, lo relevante es hacer notar que esa “respuesta” es más para
consumo interno y no tiene mayor repercusión en el debate político de Estados
Unidos.
Prácticamente en ninguno
de los principales medios de comunicación de ese país (televisión abierta y de
paga, periódicos, sitios de internet, programas de radio), se le da difusión a
lo que dice, opina, se inconforma o anuncia el gobierno de México.
No existe una
estrategia para tener un acceso relativamente permanente en los programas de
televisión, de radio, en las columnas de los grandes diarios de ese país, para
explicar, dar a conocer, difundir las posiciones del gobierno mexicano en temas
como la migración, el combate al narcotráfico, el comercio, las inversiones, el
terrorismo, etc. Y si no se tiene presencia en los medios de comunicación de
ese país, entonces no existe México; más que como “punching bag” cada vez que
los políticos y/o el gobierno de ese país quieren desviar la atención de los problemas
internos hacia México y los inmigrantes, como “chivos expiatorios” de todos los
males y carencias que se presentan en su sociedad y economía.
Tuvo que ser el New
York Times en su editorial de hoy 20 de Agosto[1] el que pusiera en
entredicho, con críticas muy severas, las propuestas migratorias de Trump, ya
que el débil, falto de visión y subordinado gobierno mexicano no alcanza a
hacer llegar su posición al gran público estadounidense de ninguna forma.
¿Y el tan publicitado
proyecto “Norteamérica” que ha empujado con tanto denuedo el Consejo de Relaciones
Exteriores (financiado por la familia Rockefeller), al frente del cual están el
ex secretario del Tesoro, Robert Rubin; la ex representante comercial, Carla
Hills; el ex presidente del Banco Mundial Robert Zoellick y el ex director de
la CIA, el general David Petraeus?
Hace más de un año y
medio (16 y 18 de diciembre de 2013) en este blog dimos a conocer todo el proyecto, de acuerdo a la visión de
Robert Zoellick, quien lo detalló en una conferencia en la Universidad de
Baylor, en Waco, Texas (15 de Octubre del 2013).
El proyecto tiene como
principal objetivo utilizar a México y Canadá como aportadores de materias
primas baratas para la economía de Estados Unidos; y en el caso de México, como
fuente de mano de obra casi regalada, para las grandes corporaciones
estadounidenses, que aprovechando esa circunstancia han ubicado sus fábricas en
territorio mexicano, para de ahí exportar al mercado estadounidense sus
productos manufacturados, utilizando para ello el Tratado de Libre Comercio.
Es decir, el proyecto
Norteamérica tiene el objetivo de acabar de subordinar a las economías mexicana
y canadiense a las necesidades del gran capital estadounidense.
Así también, como
parte del proyecto está la aportación mexicana a las políticas militaristas e
intervencionistas de Washington, pues como ya se ha podido constatar, el gobierno
de Peña aceptó que tropas mexicanas puedan intervenir en las Operaciones de
Mantenimiento de la Paz de la ONU, lo que es el primer paso para que después
entren a formar parte de las “coaliciones” que forma Washington para bombardear
e invadir países, especialmente en Medio Oriente.
Pero ahora resulta que
Donald Trump se les está cruzando en el camino, acusando a esas mismas grandes
corporaciones de perjudicar a la economía estadounidense, al llevarse a otros
países los empleos manufactureros que necesitan los trabajadores de ese país;
de aprovechar el bajo costo de la mano de obra inmigrante ilegal, con lo que
provocan una baja generalizada de los salarios en Estados Unidos; y al Partido
Demócrata, de usar el tema migratorio como “anzuelo” para ganar votos entre la
comunidad de habla hispana.
El discurso de Trump
está ganando un amplio respaldo, no sólo entre la gran mayoría de los blancos,
de clase media, de ciudades pequeñas y medianas del Sur, Medio Oeste y Centro
de los Estados Unidos, sino también entre una parte de los afroamericanos, que
durante las últimas tres décadas han visto a la creciente población proveniente
de Latinoamérica como “competidora”, tanto de los trabajos que normalmente
hacía la población negra, como de los programas sociales en favor de los más pobres.
Así que se está
conformando una coalición de, sí hay que decirlo, racistas (blancos y negros),
contra los mexicanos (principalmente, pero también centro y sudamericanos en
segundo lugar), que considera que las grandes corporaciones del país usan sólo
en su favor a los inmigrantes ilegales, en detrimento del resto de la
población.
Si a esto se le suma
la campaña de verdadero terror que ha iniciado la cadena Fox contra los
inmigrantes ilegales, acusándolos de ser los principales causantes del aumento
de la criminalidad en Estados Unidos, nos daremos cuenta que el clima social y
político es ampliamente desfavorable contra los inmigrantes y contra el tema
del libre comercio; y más ampliamente contra la globalización.
Es claro que el
proyecto globalizador, impulsado por las élites económicas de Estados Unidos y
Europa, está encontrando un serio obstáculo en sus poblaciones, ya que los
efectos negativos que al principio sólo se advertían en la periferia, ahora están
tocando directamente al corazón de estos países (ahí está el Frente Nacional en
Francia, el partido de la Independencia en Gran Bretaña, etc.).
El gobierno mexicano
se encuentra así ante la perspectiva de que su subordinación abyecta a los
deseos y proyectos de las élites globalizantes de Nueva York y Washington,
comience a cobrarle sus costos, pues una parte del establecimiento político y
económico de Estados Unidos, que no forma parte de dicho proyecto, o en todo
caso no ha resultado tan beneficiado por él, está dispuesto a ponerlo en
entredicho y a retarlo en las elecciones presidenciales.
Si bien las propuestas
de Trump en materia de migración y comercio parecen desmesuradas (expulsar a 11
millones de indocumentados; construir un muro de 3200 kilómetros en la frontera
con México; quitar la nacionalidad a los niños de indocumentados, nacidos en
Estados Unidos; confiscar las remesas de los inmigrantes ilegales; establecer
tarifas a los productos hechos por trasnacionales estadounidenses en México,
etc.), la realidad es que están expresando la frustración de una buena parte de
la población y de las élites locales, que no han podido competir y ajustarse a
las nuevas condiciones de la globalización económica, y están exigiendo un
alto, antes de continuar en este proyecto que no ha sido consensuado, ni
negociado con ellos.
¿Qué hará el gobierno
mexicano y sus patrones del Consejo de Relaciones Exteriores para detener a
Trump? ¿Se imaginan si llegara a ganar las elecciones presidenciales lo que
implicaría que intentara llevar, aunque sea una parte de sus propuestas a la
práctica? Llegaría el caos en materia comercial, por un lado, y seguramente se
detendría el Tratado de Libre Comercio; se iniciaría un proceso de división y
de disputas, no sólo legales, sino también físicas, al interior de Estados
Unidos, cuando se quisiera implementar la deportación masiva (que según el Foro
de Acción Estadounidense, un “think tank” conservador, le costarían al país
entre 400 mil y 600 mil millones de dólares, en un período de 20 años, y
reduciría el PIB de Estado Unidos en 1.6 millones de millones de dólares).
A México le generaría
un problema mayor la llegada de cientos de miles de indocumentados, con sus
familias, que se sumarían al 60% de la población económicamente activa que
sobrevive en la economía informal; la disminución de los casi 25 mil millones
de dólares que recibe de remesas y del superávit comercial que se tiene con
Estados Unidos, harían colapsar las finanzas públicas del país, sin mencionar
que la posible salida de transnacionales del país, al ya no tener la ventaja
del Tratado de Libre Comercio, sumaría más desempleo, subempleo y por lo tanto
aumento del crimen organizado y de la protesta social; y ello llevaría a una
mayor represión por parte del gobierno, lo que bien podría desembocar en una
dictadura militar.
¿Parece catastrofista?
De ninguna manera, ya hoy México vive una situación desastrosa en lo social y
lo económico, que el débil gobierno de Peña Nieto ha querido controlar con el
uso de la “mano dura” y la represión (ahí está el caso de la militarización de
Oaxaca; los numerosos casos de ejecuciones extrajudiciales por parte del
Ejército y la Policía Federal a supuestos criminales; los continuos asesinatos
de periodistas, etc.).
Si a esto se añade una
ofensiva comercial y política, como lo ha prometido Trump, las élites
mexicanas, que en buena medida se mantienen en el poder gracias al apoyo de las
Fuerzas Armadas y del gobierno y las élites económicas de Estados Unidos,
perderían a uno de sus principales soportes, con lo que sólo les quedaría el
uso de la fuerza para evitar que la inconformidad social y el aumento
desmesurado de la inseguridad pública provocara una revolución o la anarquía.
Sea como sea, Trump ha
despertado demonios allá y acá, y no se sabe aún qué consecuencias pueda tener
eso en los Estados Unidos y en la relación con México.
Lo que sí sabemos es
que el gobierno mexicano está muy lejos de visualizar las consecuencias que
tendrá Trump para el proyecto depredador, explotador y dependiente que impulsa,
y que muy bien se le puede venir abajo si el candidato Trump se convierte en
presidente de los Estados Unidos.
[1] http://www.nytimes.com/2015/08/20/opinion/gop-candidates-follow-trump-to-the-bottom-on-immigration.html?action=click&pgtype=Homepage&module=opinion-c-col-left-region®ion=opinion-c-col-left-region&WT.nav=opinion-c-col-left-region&_r=0
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