MANLIO FABIO: “EL PADRINO”
Desde hace más de 20 años, por lo menos, se ha mencionado y
analizado en periódicos, revistas y sitios de internet, de México y de Estados
Unidos, la gran cantidad de relaciones y vínculos que Manlio Fabio Beltrones,
próximo presidente del CEN del PRI, ha tenido y al parecer sigue teniendo con
personas ligadas al crimen organizado, a grupos de poder político y económico
de dudosa procedencia y a hechos controvertidos y trágicos de la vida nacional.
Este tipo de personajes de la política nacional no son poco
comunes; al contrario, desde que el país terminó su etapa revolucionaria y de
intentos de cuartelazos, más o menos a partir de 1940, han existido estos
políticos-empresarios-jefes de facción y “controladores” del crimen organizado,
que juegan un papel “equilibrador” entre los distintos grupos que se disputan
el poder, o por lo menos como “componedores” para lograr que las disputas por
la explotación de los recursos humanos, naturales y financieros del país por
parte de una minoría, siga sin contratiempos.
En su momento destacaron en diversos sectores: Miguel Alemán
Valdés, expresidente de México, que era el “gran santón” de la derecha y el
empresariado (papel que ha querido asumir Carlos Salinas, sin conseguirlo del
todo); Fidel Velásquez, en el sector obrero; Arsenio Farell Cubillas como
puente entre obreros y empresarios (papel que jugó antes Salomón González
Blanco); Carlos Hank González, como cabeza de una de las facciones más
poderosas de la llamada “familia revolucionaria” (el Grupo Atlacomulco, al que
pertenece Peña Nieto); y, Fernando Gutiérrez Barrios, como el “gurú” de la
seguridad interna del país, entre los más prominentes.
Manlio Fabio Beltrones (nacido en Villa Juárez, Sonora en
1952), estudió Economía en la UNAM (1970-74), y le tocó vivir los años
posteriores al movimiento estudiantil de 1968 en la Facultad de Economía de esa
universidad. Poco después de terminar su carrera (y de trabajar en el gobierno
del D.F.) se incorporó a la Secretaría de Gobernación en donde fue secretario
particular de Fernando Gutiérrez Barrios (1977-1982), entonces ya subsecretario
de Gobernación.
¿Acaso Beltrones desde su juventud participó como “oreja”
dentro de la Facultad de Economía durante esos turbulentos años, lo que le ganó
el favor del entonces director de la Federal de Seguridad, Fernando Gutiérrez
Barrios (que después sería promovido a subsecretario), llevándolo
posteriormente a trabajar a Gobernación, e iniciando así su carrera política y
burocrática, bajo la tutela de quien ya entonces era considerado el funcionario
indispensable en los temas de seguridad interna?
Seguramente Manlio Fabio aprendió bien la forma de operar de
un sistema político corrupto, ligado al crimen organizado de diversas formas y
con una serie de vínculos y relaciones con distintos grupos de poder, que
implicaba equilibrios muy complicados, casi barrocos, que sólo quien hubiera
estado dentro de esa trama de intereses por muchos años, podía comprender y aprovechar.
En 1982 llegó a la diputación federal en la LII Legislatura, en
donde se integró con el grupo que apoyaba al entonces secretario de
Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, puesto que el exjefe de
Beltrones, Gutiérrez Barrios, estableció una alianza con Salinas desde el
inicio del sexenio, lo que le redituaría después en la gubernatura del estado
de Veracruz y luego con la titularidad de la Secretaría de Gobernación.
Al terminar su período como diputado federal en 1985, con tan
sólo 33 años de edad, fue enviado a presidir el PRI en Sonora y después fue
sumado a la administración del gobernador Rodolfo Félix Valdés, como Secretario
de Gobierno, por dos años.
Con la candidatura presidencial de Salinas, Beltrones que ya
formaba parte de este grupo político, fue promovido a Senador en 1988, de donde
le fue fácil convertirse en el candidato a la gubernatura de Sonora en 1991.
Es con su llegada a la gubernatura cuando las historias y las
versiones de su involucramiento con grupos del narcotráfico comienzan a surgir
en distintos ámbitos de la vida nacional.
En esto, sus hermanos mayores Alcides (fallecido en marzo del
2015, de cáncer) y Orestes, también fueron señalados en diversas ocasiones como
los operadores y protectores de narcotraficantes (ya fueran los hermanos
Arellano Félix en Tijuana; o el llamado “Señor de los Cielos” Amado Carrillo
Fuentes, en Ciudad Juárez).
En el caso de Manlio Fabio, es con una nota del New York
Times (23 de Febrero de 1997), firmada por los corresponsales de ese periódico
en México, Sam Dillon y Greg Pyes, en que se le involucra a él y al gobernador
de Morelos, Jorge Carrillo Olea, de ser los protectores del narcotraficante
Amado Carrillo Fuentes, con información recabada por agentes de la DEA.
Obviamente Manlio Fabio negó todo y demandó por difamación a
ambos periodistas, además de que la PGR, en el sexenio de Zedillo, exoneró por
completo a Beltrones de cualquier vínculo con el narcotráfico, y se les pidió a
los periodistas que se retractaran, a lo cual se negaron, e incluso el siguiente
año ganaron el Premio Pullitzer por dicho reportaje.
La relación de Manlio Fabio Beltrones con el hermano mayor de
Carlos Salinas, Raúl, fue estrecha, tanto que se les relacionó a ambos con “lavado
de dinero” en Suiza, una vez terminado el sexenio salinista, ya que se descubrieron
cuentas por 30 millones de dólares en favor de Raúl Salinas, depositadas por un
tal Juan Guillermo Gómez Gutiérrez. Esta persona resultó ser el propio Raúl
Salinas, que obtuvo un pasaporte falso, gracias a la recomendación de su amigo,
el entonces gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones.
Todo mundo sabe del papel que jugó Manlio Fabio en el caso
Colosio, cuando unas horas después del asesinato del candidato presidencial del
PRI, Salinas envió a Manlio Fabio a Tijuana a hacerse cargo del asunto, lo que
constituyó una completa irregularidad, pues al parecer durante 2 horas el
presunto homicida, Mario Aburto quedó fuera de la custodia de la PGR (ya se
había atraído el caso informalmente), y al parecer fue interrogado y torturado
en la presencia del gobernador de Sonora, con objeto de que cambiara su versión
inicial, en la cual culpaba del crimen a Raúl Salinas, como autor intelectual[1].
En ese hecho también participó Orestes Beltrones, quien como
administrador del aeropuerto de Tijuana, expidió una credencial a Othón Cortés,
quien después sería acusado como “el segundo tirador” en el homicidio, aunque
posteriormente fue dejado en libertad; así como de haber facilitado el
automóvil en el que Cortés y el general Domiro García Reyes, que estaba
encomendado a la seguridad de Colosio, se trasladaron del aeropuerto a Lomas
Taurinas, en donde fue asesinado Colosio[2].
Tanto Beltrones como Raúl Salinas, también aparecieron
después en los hechos del asesinato del secretario general del CEN del PRI,
José Francisco Ruiz Massieu, y es que cuando éste último fue director del Infonavit, había
cesado a Orestes como delegado en el estado de Sinaloa, lo que generó un fuerte
conflicto con Manlio Fabio[3].
Después, siendo secretario general del CEN del PRI, Ruiz
Massieu tuvo otro enfrentamiento con Manlio Fabio cuando este se negó a dirimir
los conflictos electorales con el PAN, en las elecciones intermedias de 1994 en
Sonora, y entonces se tuvo que recurrir a la Secretaría de Gobernación[4].
Como se sabe, el 28 de septiembre de 1994 fue asesinado Ruiz
Massieu, y desde un principio se habló de la posible vinculación de Raúl
Salinas, sobre todo por la implicación del diputado tamaulipeco, Manuel Muñoz
Rocha (desde entonces “desaparecido”), como supuesto autor intelectual del
homicidio, por órdenes de Raúl.
Así también, una vez que el hermano de José Francisco, Mario
Ruiz Massieu se hizo cargo de la investigación del crimen, desde la
subprocuraduría de la PGR, llegó a comentar que las relaciones de Manlio Fabio
con el narco eran tan “sabidas que no eran noticia”[5],
y se llegó a mencionar como posible línea de investigación en el homicidio a
Manlio Fabio[6].
A raíz de estas relaciones peligrosas con el grupo político
de Salinas, y la presunción de sus relaciones con narcotraficantes, se ha
mencionado insistentemente que uno de los principales “prestanombres” de
Beltrones, para “lavar dinero” proveniente de la corrupción y el narcotráfico,
es quien se desempeñó como subsecretario de Ganadería durante su sexenio como gobernador,
Faustino Soto Ponce, quien es el concesionario de Divertimex, que administra 7
centros de apuestas en Sonora y el Galgódromo de Hermosillo[7].
Después (de 2002 hasta 2006 estuvo al frente de la CNOP priísta) en 2003
Manlio Fabio regresó como diputado federal, y durante ese período se le acusó
de tráfico de influencias, por haber promovido contratos con la empresa
Aregional, de la que es socio; y se iniciaron investigaciones por parte de la
Unidad de Inteligencia Financiera del SAT y la Comisión Nacional Bancaria y de
Valores por la posible comisión de delitos en materia de “lavado de dinero” por
parte de Beltrones y de su hermano Orestes en Tijuana, lo que a la postre fue
desechado por los gobiernos panistas ¿Hubo negociación de por medio?[8]
Después Manlio Fabio fue senador del 2006 al 2012 y
nuevamente diputado federal, coordinando a la bancada priísta durante las
cruciales reformas “estructurales” de Peña Nieto, del 2012 al 2015, en que Peña
Nieto ha decidido que no puede imponer a un hombre de su círculo cercano al
frente del PRI y ha debido acudir al “padrino” Manlio Fabio para que mantenga
las aguas calmadas y controladas hasta la sucesión del 2018, cuando intentarán
descarrillar a Beltrones de la que seguramente será su última oportunidad para
llegar a la presidencia.
Beltrones mantiene sus estrechos vínculos con Carlos Salinas
(y con su socio, Diego Fernández de Cevallos), con su aliado de muchos años,
Emilio Gamboa (otra especie de “padrino”, éste sobre todo en el caso de los
medios de comunicación, y quien es el coordinador de los senadores priístas), y
tiene numerosos peones en distintas áreas gubernamentales, destacando sobre
todo la recién electa gobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich.
Así que al frente del PRI quedará uno de esos personajes
ligados a grupos de poder de oscuro origen, con graves cuestionamientos en
hechos trágicos de la vida política nacional, con acusaciones de “lavado de
dinero”, corrupción, tráfico de influencias y con una desmedida ambición de
poder político y económico, que muy bien podría desembocar en nuevos
acontecimientos que pongan en riesgo la estabilidad del país, como los
sucedidos en 1994, sobre todo por su irrefrenable deseo de convertirse en
presidente de México, lo que definitivamente certificaría, una vez más, que
México es una “narcocracia”, sin posibilidad de redención alguna.
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