Pese al Presidente, el periodismo sigue
Pascal Beltrán del Río
El actual sexenio se ha
caracterizado por la destrucción de buena parte de los cimientos en los que se
fincó la transición democrática iniciada a finales del siglo pasado.
La división de Poderes ha sido
severamente erosionada. Hoy, salvo por las acciones de inconstitucionalidad
presentadas por la minoría opositora y la resistencia que en momentos ha
ejercido el bloque de contención del Senado, el Congreso de la Unión ha resultado
tanto o más obsequioso con el Ejecutivo, que en la época del PRI hegemónico.
Por otro lado, buena parte de
los organismos autónomos han sido desmantelados o neutralizados por el
presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ahora amenaza con lanzar, contra
lo que queda de ellos, una auténtica ofensiva de tierra arrasada en el Legislativo,
a partir del próximo Periodo Ordinario de Sesiones, misma que tiene especial
dedicatoria para el Poder Judicial.
Los gobiernos estatales
también han dejado de jugar un papel de contrapeso del poder central, pues la
Conago ha sido reducida a la irrelevancia, con los gobernadores del oficialismo
convertidos en simples abajofirmantes de desplegados a favor del Ejecutivo.
El que el país entero no haya
sucumbido a los caprichos de Palacio Nacional tiene que ver con los espacios
que no han podido ser cooptados o destruidos. Uno de ellos es el de la opinión
pública, en el que se mantiene un sano debate sobre los asuntos que conciernen
a la República. Para fortuna del interés nacional, hoy resuenan en el país
múltiples voces críticas que cuestionan la pertinencia de las decisiones del
poder público.
Insumo y tribuna de ese debate
han sido los medios de comunicación. De no ser por la investigación
periodística, no habría el cúmulo de información del que se alimentan dichas
voces y, pese a la existencia de las redes sociales, sin los llamados medios tradicionales
su alcance sería limitado.
El presidente López Obrador
inició su gobierno pensando que la libertad de expresión no sería obstáculo
para su objetivo de concentrar el poder.
Comenzó por desdeñar a los
medios, apostando a que su influencia estaba en vías de extinción, y que con
limitar la difusión de la información oficial a las conferencias mañaneras,
aquellos se quedarían sin elementos para hacer su trabajo.
Muy pronto, al advertir lo
fallido de sus cálculos, empezó a usar su tribuna para difamar a reporteros y
opinadores que difunden y comentan datos cuya publicación no conviene a su
gobierno, así como para desmentir esos datos sin sentirse obligado a aportar
evidencias y para intentar redefinir al periodismo como una actividad que debe
promover y apoyar a la autodenominada Cuarta Transformación. Nada de ello dio
resultado. Pese a todos esos esfuerzos —y sin desconocer algunos efectos
deplorables de dicho hostigamiento y los momentos difíciles que ha creado para
varios medios y periodistas por su aversión a la crítica—, el periodismo
mexicano sigue en pie.
Conforme se acerca el final de
su gobierno, está claro que López Obrador no ha logrado contener la divulgación
de hechos que contradicen sus supuestos propósitos de austeridad, honradez y
respeto a la legalidad, porque el periodismo, decía Julio Scherer García, se
parece al viento y la humedad, “hace puertas de los intersticios y se cuela por
inverosímiles espacios”.
Como periodista formado en los
años duros de la hegemonía priista, no me sorprende ni me asusta que el
Presidente busque acallar a los medios. No es el primero en hacerlo y
seguramente no será el último, aunque es verdad que él se ha empeñado en pasar
a la historia por ese motivo.
Me temo que ya es tarde para
que entienda lo valioso que es el periodismo para la vida en democracia y lo
que se beneficia un gobierno que recurre a él como indicador de lo que va bien
y de lo que va mal. A lo mejor el tiempo le servirá para darse cuenta de que la
enorme mayoría de reporteros y comentaristas de los medios de comunicación no
tiene otro capital que su credibilidad y que, con todo y el clima de hostilidad
discursiva y violencia criminal que hoy enfrenta, está convencida del deber que
tiene de sacar la cara por este oficio y defenderlo.
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