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Zapata

lunes, 22 de enero de 2024

Pese al Presidente, el periodismo sigue

Pascal Beltrán del Río

https://www.excelsior.com.mx/opinion/pascal-beltran-del-rio/pese-al-presidente-el-periodismo-sigue/1631449

El actual sexenio se ha caracterizado por la destrucción de buena parte de los cimientos en los que se fincó la transición democrática iniciada a finales del siglo pasado.

La división de Poderes ha sido severamente erosionada. Hoy, salvo por las acciones de inconstitucionalidad presentadas por la minoría opositora y la resistencia que en momentos ha ejercido el bloque de contención del Senado, el Congreso de la Unión ha resultado tanto o más obsequioso con el Ejecutivo, que en la época del PRI hegemónico.

Por otro lado, buena parte de los organismos autónomos han sido desmantelados o neutralizados por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ahora amenaza con lanzar, contra lo que queda de ellos, una auténtica ofensiva de tierra arrasada en el Legislativo, a partir del próximo Periodo Ordinario de Sesiones, misma que tiene especial dedicatoria para el Poder Judicial.

Los gobiernos estatales también han dejado de jugar un papel de contrapeso del poder central, pues la Conago ha sido reducida a la irrelevancia, con los gobernadores del oficialismo convertidos en simples abajofirmantes de desplegados a favor del Ejecutivo.

El que el país entero no haya sucumbido a los caprichos de Palacio Nacional tiene que ver con los espacios que no han podido ser cooptados o destruidos. Uno de ellos es el de la opinión pública, en el que se mantiene un sano debate sobre los asuntos que conciernen a la República. Para fortuna del interés nacional, hoy resuenan en el país múltiples voces críticas que cuestionan la pertinencia de las decisiones del poder público.

Insumo y tribuna de ese debate han sido los medios de comunicación. De no ser por la investigación periodística, no habría el cúmulo de información del que se alimentan dichas voces y, pese a la existencia de las redes sociales, sin los llamados medios tradicionales su alcance sería limitado.

El presidente López Obrador inició su gobierno pensando que la libertad de expresión no sería obstáculo para su objetivo de concentrar el poder.

Comenzó por desdeñar a los medios, apostando a que su influencia estaba en vías de extinción, y que con limitar la difusión de la información oficial a las conferencias mañaneras, aquellos se quedarían sin elementos para hacer su trabajo.

Muy pronto, al advertir lo fallido de sus cálculos, empezó a usar su tribuna para difamar a reporteros y opinadores que difunden y comentan datos cuya publicación no conviene a su gobierno, así como para desmentir esos datos sin sentirse obligado a aportar evidencias y para intentar redefinir al periodismo como una actividad que debe promover y apoyar a la autodenominada Cuarta Transformación. Nada de ello dio resultado. Pese a todos esos esfuerzos —y sin desconocer algunos efectos deplorables de dicho hostigamiento y los momentos difíciles que ha creado para varios medios y periodistas por su aversión a la crítica—, el periodismo mexicano sigue en pie.

Conforme se acerca el final de su gobierno, está claro que López Obrador no ha logrado contener la divulgación de hechos que contradicen sus supuestos propósitos de austeridad, honradez y respeto a la legalidad, porque el periodismo, decía Julio Scherer García, se parece al viento y la humedad, “hace puertas de los intersticios y se cuela por inverosímiles espacios”.

Como periodista formado en los años duros de la hegemonía priista, no me sorprende ni me asusta que el Presidente busque acallar a los medios. No es el primero en hacerlo y seguramente no será el último, aunque es verdad que él se ha empeñado en pasar a la historia por ese motivo.

Me temo que ya es tarde para que entienda lo valioso que es el periodismo para la vida en democracia y lo que se beneficia un gobierno que recurre a él como indicador de lo que va bien y de lo que va mal. A lo mejor el tiempo le servirá para darse cuenta de que la enorme mayoría de reporteros y comentaristas de los medios de comunicación no tiene otro capital que su credibilidad y que, con todo y el clima de hostilidad discursiva y violencia criminal que hoy enfrenta, está convencida del deber que tiene de sacar la cara por este oficio y defenderlo.

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