LOS SIONISTAS DE ISRAEL NO COINCIDEN CON LOS DE WASHINGTON
El gobierno etno-nacionalista y
racista de Benjamín Netanyahu está convencido de que la limpieza étnica de los
palestinos de Gaza, Cisjordania y el este de Jerusalén es factible, si todos
los poderosos lobbies pro-Israel de Occidente (Estados Unidos, Reino Unido,
Canadá, Alemania, Francia, Australia, etc.) se unen para obligar a los
gobiernos de dichos países a que inicien una gran guerra regional que permita
derrotar a Irán, Siria, Hezbollah, Hamas y los hutíes, con lo que el “desplazamiento”
de los palestinos hacia Egipto, Jordania, Siria y Líbano se podrá realizar sin
mayores interferencias de parte de la comunidad internacional.
Para Netanyahu y su coalición gubernamental
ultraderechista y religiosa, el que en estos momentos hasta el 80% de la
población israelí (el otro 20% es de origen árabe) esté de acuerdo en la guerra
genocida contra los palestinos en Gaza, significa un “cheque en blanco” que no
es factible que se pueda presentar en mucho tiempo, por lo que se debe
aprovechar esta oportunidad.
A Netanyahu y los sionistas de
Israel no les importa lo que opinen o protesten en el resto del mundo acerca de
la matanza que realizan los israelíes en Gaza y su plan de limpieza étnica de
los palestinos. Saben que mientras Occidente los apoye, ninguna protesta o
resolución (como la que seguramente no hará la impresentable Corte
Internacional de Justicia de la ONU) los detendrá.
El problema es que los sionistas
que manejan la política exterior y militar de los Estados Unidos no consideran
que sea factible lograr todos los objetivos que se han planteado arrogantemente
los sionistas israelíes.
Primero, porque iniciar una
guerra a gran escala en Medio Oriente en medio de una de las elecciones
presidenciales más competidas de este siglo, implica convencer a la mayoría de
los factores de poder en Estados Unidos de que en esta ocasión la superpotencia
no quedará estancada por décadas, como le sucedió en Afganistán e Irak; y por
supuesto, no hay garantía alguna de que eso no sucederá otra vez.
Segundo, implicaría un costo
financiero enorme, rondando quizás en el millón de millones de dólares (un
trillón en inglés), que no toda la sociedad estadounidense estaría dispuesta a
que se aportara de sus impuestos, sin que exista un beneficio tangible para los
estadounidenses de a pie; aunque seguramente sería muy provechoso para el
complejo militar-industrial-de seguridad, y para los políticos que se vinculan
con él.
Tercero, si bien los vasallos
y subordinados países europeos (y algunos asiáticos y latinoamericanos) harán
lo que se les dicte desde Washington, iniciar una guerra a gran escala en Medio
Oriente, que seguramente implicará una gran cantidad de recursos humanos,
materiales y financieros, y que provocaría un éxodo de millones de personas
desplazadas, la mayoría de las cuales se dirigiría a Europa, serían demasiados
costos que se tendrían que pagar, sólo para cumplir las ordenes de los
sionistas israelíes.
Cuarto, una guerra regional
implicaría que recursos militares importantes de Occidente que ahora están
comprometidos en Ucrania contra Rusia y en el sureste asiático, en contra de
China, se verían afectados, dándole así un aventaja estratégica muy grande a
Moscú y Pekín, que además tendrían la oportunidad de incentivar la resistencia
contra Occidente entre los países y grupos atacados, con lo que Washington y
Bruselas podrían quedar estancados en dicho conflicto por muchos años.
De ahí que si bien, hasta
ahora, los sionistas de Jerusalén y Tel Aviv han definido la forma de hacer
avanzar sus objetivos de destrucción de los que considera sus enemigos en el
Medio Oriente, y han subordinado con relativa facilidad a Occidente para que
los apoye incondicionalmente; para continuar con su grandioso plan se requiere
un esfuerzo mayúsculo de los vasallos políticos de Occidente que quizás no
puedan llevar a cabo, por lo que los lobbies pro-Israel tendrían que tomar
directamente las riendas de dichos gobiernos, para completar el plan, lo que
los expondrá abiertamente ante el mundo como los que verdaderamente mandan en
las principales capitales del mundo occidental.
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