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Zapata

jueves, 18 de enero de 2024

 LOS SIONISTAS DE ISRAEL NO COINCIDEN CON LOS DE WASHINGTON

El gobierno etno-nacionalista y racista de Benjamín Netanyahu está convencido de que la limpieza étnica de los palestinos de Gaza, Cisjordania y el este de Jerusalén es factible, si todos los poderosos lobbies pro-Israel de Occidente (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Alemania, Francia, Australia, etc.) se unen para obligar a los gobiernos de dichos países a que inicien una gran guerra regional que permita derrotar a Irán, Siria, Hezbollah, Hamas y los hutíes, con lo que el “desplazamiento” de los palestinos hacia Egipto, Jordania, Siria y Líbano se podrá realizar sin mayores interferencias de parte de la comunidad internacional.

Para Netanyahu y su coalición gubernamental ultraderechista y religiosa, el que en estos momentos hasta el 80% de la población israelí (el otro 20% es de origen árabe) esté de acuerdo en la guerra genocida contra los palestinos en Gaza, significa un “cheque en blanco” que no es factible que se pueda presentar en mucho tiempo, por lo que se debe aprovechar esta oportunidad.

A Netanyahu y los sionistas de Israel no les importa lo que opinen o protesten en el resto del mundo acerca de la matanza que realizan los israelíes en Gaza y su plan de limpieza étnica de los palestinos. Saben que mientras Occidente los apoye, ninguna protesta o resolución (como la que seguramente no hará la impresentable Corte Internacional de Justicia de la ONU) los detendrá.

El problema es que los sionistas que manejan la política exterior y militar de los Estados Unidos no consideran que sea factible lograr todos los objetivos que se han planteado arrogantemente los sionistas israelíes.

Primero, porque iniciar una guerra a gran escala en Medio Oriente en medio de una de las elecciones presidenciales más competidas de este siglo, implica convencer a la mayoría de los factores de poder en Estados Unidos de que en esta ocasión la superpotencia no quedará estancada por décadas, como le sucedió en Afganistán e Irak; y por supuesto, no hay garantía alguna de que eso no sucederá otra vez.

Segundo, implicaría un costo financiero enorme, rondando quizás en el millón de millones de dólares (un trillón en inglés), que no toda la sociedad estadounidense estaría dispuesta a que se aportara de sus impuestos, sin que exista un beneficio tangible para los estadounidenses de a pie; aunque seguramente sería muy provechoso para el complejo militar-industrial-de seguridad, y para los políticos que se vinculan con él.

Tercero, si bien los vasallos y subordinados países europeos (y algunos asiáticos y latinoamericanos) harán lo que se les dicte desde Washington, iniciar una guerra a gran escala en Medio Oriente, que seguramente implicará una gran cantidad de recursos humanos, materiales y financieros, y que provocaría un éxodo de millones de personas desplazadas, la mayoría de las cuales se dirigiría a Europa, serían demasiados costos que se tendrían que pagar, sólo para cumplir las ordenes de los sionistas israelíes.

Cuarto, una guerra regional implicaría que recursos militares importantes de Occidente que ahora están comprometidos en Ucrania contra Rusia y en el sureste asiático, en contra de China, se verían afectados, dándole así un aventaja estratégica muy grande a Moscú y Pekín, que además tendrían la oportunidad de incentivar la resistencia contra Occidente entre los países y grupos atacados, con lo que Washington y Bruselas podrían quedar estancados en dicho conflicto por muchos años.

De ahí que si bien, hasta ahora, los sionistas de Jerusalén y Tel Aviv han definido la forma de hacer avanzar sus objetivos de destrucción de los que considera sus enemigos en el Medio Oriente, y han subordinado con relativa facilidad a Occidente para que los apoye incondicionalmente; para continuar con su grandioso plan se requiere un esfuerzo mayúsculo de los vasallos políticos de Occidente que quizás no puedan llevar a cabo, por lo que los lobbies pro-Israel tendrían que tomar directamente las riendas de dichos gobiernos, para completar el plan, lo que los expondrá abiertamente ante el mundo como los que verdaderamente mandan en las principales capitales del mundo occidental.

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