La 4T a contrapelo
Mario
Patrón
https://www.jornada.com.mx/2022/10/20/opinion/020a1pol
La
autodenominada Cuarta Transformación ha empleado desde sus inicios
una estrategia discursiva que presenta su movimiento como la antítesis de los
gobiernos que le precedieron. No somos iguales es una de las frases
que actualiza dicha estrategia y que ha sido usada con gran insistencia en los
últimos meses, ya no sólo como lema en el marco del cuarto Informe de gobierno,
sino también como respuesta ante diversas circunstancias, especialmente en el
curso de las conferencias de prensa matutinas.
Con dicha
frase la 4T ha presumido haber dado fin a las graves violaciones a derechos
humanos, a la represión, la corrupción, la impunidad, el autoritarismo y el
neoliberalismo, entre otros males; sin embargo, la excesiva reiteración de la
afirmación no hace más que acentuar el contraste que prevalece en la realidad
en esos mismos aspectos, a poco menos de cuatro años de gobierno y en medio de
una dinámica de creciente militarización, de debilitamiento institucional y
democrático, y frente a la persistencia de graves problemáticas estructurales
que el país ha arrastrado por décadas.
Opositor en
su momento de la mal llamada guerra contra el narcotráfico y de la posterior
Ley de Seguridad Interior que se pretendió impulsar hacia finales del sexenio
anterior, López Obrador propuso durante su campaña hacia la Presidencia y
ratificó en su agenda de seguridad al arranque de su mandato el cese a la
estrategia militar y el impulso de una agenda de justicia transicional y
seguridad ciudadana. Sin embargo, cuatro años después, la presencia militar se
ha fortalecido no sólo cuantitativa, sino cualitativamente, asumiendo cada vez
más labores civiles, a contrapelo de los estándares y garantías más elementales
para el sostenimiento y fortalecimiento de un régimen democrático.
Los
recientes #SedenaLeaks han revelado datos no sólo sobre el
creciente poderío de las fuerzas armadas y sobre su participación en tareas
civiles que exceden sus funciones de ley, sino también sobre la continuidad de
modos de proceder que el actual gobierno ha señalado como rasgos de los
regímenes anteriores que presenta a la opinión pública como sus antagonistas.
El seguimiento a candidatos, organizaciones y defensores de derechos humanos;
el conocimiento previo de múltiples operaciones del crimen organizado sin que
se llevaran a cabo acciones preventivas; el espionaje mediante el software
Pegasus; e incluso la creación de una aerolínea o la implementación de una
estrategia mediática para aumentar la simpatía del Ejército ante la sociedad,
son varios de los hallazgos hasta hoy revelados que destacan entre los
documentos filtrados por el colectivo Guacamaya que dan cuenta de la apuesta
por una militarización que transgrede las labores que constitucionalmente le
han sido confiadas; así, la Ley de Seguridad Interior impulsada por Peña
terminó por concretarse bajo otros códigos.
La violencia
persiste, sí con una meseta que ha detenido la curva de ascenso que registraba
previamente, pero presenta cifras preocupantes. Se habla de más de 21 mil
homicidios hasta septiembre, y recién se registró el fin de semana más violento
en lo que va del año con 286 homicidios dolosos entre el 14 y 16 de octubre.
Misma condición muestra la violencia contra el periodismo, que suma 36
periodistas asesinados en este sexenio, cifra ya no muy distante de los 47
periodistas asesinados que totalizó el sexenio anterior, según Artículo 19.
Este es ya el segundo año más violento para el periodismo, con 11 periodistas
asesinados en los primeros nueve meses. Es igualmente grave que, en la primera
mitad del presente sexenio, se estima que han sido asesinados por lo menos 58
defensores de derechos humanos.
En
corrupción e impunidad, temas que fueron centrales en la estrategia de campaña
electoral de la 4T, también advertimos profundos contrastes entre su narrativa
y la realidad. Transparencia Internacional otorga a México 31 puntos de 100 en
la percepción de la población sobre la corrupción, con lo cual ocupa el lugar
124 de 180 países estudiados a escala global. Esta posición representa sólo dos
puntos de avance ante 2017, cuando se calificó al país con 29 puntos, en tanto
que hasta 2014 México había alcanzado 35 puntos.
Otra
medición reciente, el Índice de Capacidad para Combatir la Corrupción, sitúa a
México en la posición 12 de 15 países latinoamericanos, un decremento de 13 por
ciento respecto de 2019. La dinámica de concentración de facultades en el
Ejecutivo, el ataque a los organismos autónomos y las reducciones
presupuestales a éstos son los principales elementos que han debilitado en los
años recientes las capacidades institucionales del país para erradicar la
corrupción. En materia de impunidad, México ocupa el lugar 60 de 69 países
evaluados por el Índice Global de Impunidad, donde se le califica como el
cuarto país con peor evaluación respecto a su sistema de justicia.
Lo que
muestran los anteriores datos es que, a contrapelo de su discurso, en los
hechos la 4T no acredita haber llevado a cabo una apuesta sería por combatir la
corrupción y la impunidad.
A la vista,
la 4T cada vez parece más un régimen no de transformación, sino de continuidad
respecto de los anteriores y no basta repetir el estribillo del no somos
iguales para ocultar una realidad en la que lo que sobresale es una
dinámica de militarización, de concentración de poder, de ataque a organismos
autónomos, a la prensa y a los defensores de derechos; la persistencia de la
violencia, la continuidad del espionaje y, como lo hemos visto recientemente,
la reiteración de prácticas de cooptación de la oposición
partidista en el Congreso. El escenario que se configura rumbo a 2024 se
avizora de complejidad mayúscula: un régimen político que socava las bases
mismas de su legitimidad, pero que no encuentra contraste en una oposición
carente de autoridad moral y liderazgo político.
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