LA RELACIÓN MÉXICO-ESTADOS UNIDOS
La relación
entre México y Estados Unidos está pasando por un momento crucial, pues tres
hechos relevantes la han colocado en una ruta de mayor subordinación mexicana
hacia Washington, si es que eso aún es posible.
Primero, a
principios de octubre se agotó el periodo de consultas sobre el diferendo por
el sector energético del T-MEC, lo que en teoría abría la puerta para que
Estados Unidos y Canadá solicitaran el establecimiento de un panel de controversias.
Pero al
parecer el gobierno de López Obrador ha podido convencer a sus socios
comerciales de que se amplíe el plazo de consultas, esperando poder llegar a un
arreglo, antes de que Washington y Ottawa detonen el panel, en el que
seguramente nuestro gobierno resultaría perdedor; y con ello se podrían
establecer penalizaciones contra nuestro país, que podrían ser de hasta 30 mil
o 40 mil millones de dólares en aranceles a los productos mexicanos.
Algo sucedió
desde el inicio del periodo de consultas entre la secretaria de Economía,
Tatiana Clouthier y el presidente López Obrador, y otros miembros del gabinete,
posiblemente el de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, que llevó a Clouthier
a presentar su renuncia desde fines de septiembre y que le fue finalmente
aceptada a principios de octubre.
En su lugar
fue nombrada una colaboradora muy cercana del presidente, la directora del
Servicio de Administración Tributaria, Raquel Buenrostro, que no tiene
experiencia en negociaciones en materia de comercio internacional; y para
colmo, se le pidió la renuncia a la subsecretaria que ha sido la encargada de
realizar esas negociaciones por varios años, Luz María de la Mora, para dejar en
su lugar a un joven e inexperto politólogo, hijo del subsecretario de Gobernación,
Alejandro Encinas.
En este blog
hemos afirmado que el gobierno de AMLO cometió un terrible error al ratificar
el T-MEC que era francamente favorable a los intereses de las trasnacionales de
Estados Unidos y Canadá, y más temprano que tarde, ello le pasaría factura a su
gobierno y al país.
Ya está
sucediendo, pero ahora lo que toca es que nuestro gobierno asuma su
responsabilidad al haber aceptado tan inequitativo acuerdo, y las consecuencias
que de ello se derivan.
Sin embargo,
López Obrador cree que puede salirse con la suya, es decir, no acatar las
reglas del T-MEC en materia energética, como lo hace todo el tiempo en México, en
donde viola impunemente la Constitución y las leyes, porque tiene subordinados
a los poderes Legislativo y Judicial.
Pero a nivel
internacional no es lo mismo, y va a sufrir las consecuencias de sus malas
decisiones, perjudicando con ello enormemente al país. Y en el camino, el
gobierno de Estados Unidos, al demostrarle a AMLO que tiene mucho más poder que
él, va a dejar seriamente lastimada la relación, en la cual una vez más
nuestros gobiernos quedarán como lacayos de Washington.
El otro tema
que está dejando en la lona al gobierno de AMLO es el de la seguridad y la
migración en donde la derrota, que anticipamos muchos meses antes en este blog,
de la demanda contra los fabricantes de armas de Estados Unidos hecha por
Marcelo Ebrard, ha dejado más débil al gobierno mexicano en sus relaciones con
el de Estados Unidos; aunque para salvar algo la cara, Ebrard ha seguido con su
equivocación y ahora ha demandado a empresas que venden armas en Arizona, lo
que también resultará en un nuevo fracaso (y quién sabe cuántos recursos
económicos en pago a abogados y consultores, que por supuesto no se puede
saber, porque ahora ya todo lo que hace el gobierno es de “seguridad nacional”
y ya no da información acerca de nada).
En este
sentido, en la última reunión en materia de seguridad entre ambos gobiernos,
realizada en Washington, una vez más México aceptó recibir a miles de migrantes
indocumentados expulsados de Estados Unidos (bajo el nefasto título 42 que
estableció el gobierno de Trump), en este caso venezolanos, que llegan por
tierra a la Unión Americana, y que ahora tendrá que recibir, sin dinero alguno
de parte de Estados Unidos para ayudar a mantenerlos, en territorio mexicano.
Otra vez,
México aceptando los abusos estadounidenses, pues la debilidad del gobierno
mexicano en materia comercial, de inversiones y de seguridad ante Estados
Unidos, lo deja sin fichas para negociar y tiene que aceptar las imposiciones
de Washington, que como siempre se zafa de la “carga” que significa una parte
importante del número de migrantes que llegan a su territorio, devolviéndolos a
nuestro país.
Esto es
parte del precio que Biden le hace pagar a AMLO por su no aceptación de las reglas
del T-MEC en materia energética, y que sin embargo, aún puede provocar un alud
de sanciones arancelarias, si Estados Unidos (y Canadá también) decide que lo
que ofrezca AMLO y su nueva negociadora en materia energética, no le satisface
del todo.
Por último,
los “Sedena leaks” por el hackeo a la Secretaría de la Defensa Nacional, están
desnudando la ineficacia y la falta de recursos y preparación de las fuerzas
armadas mexicanas, con lo que Estados Unidos tiene aún más fichas para
demostrarle al gobierno de AMLO que no puede con el tema de la inseguridad y la
violencia, y por lo tanto Estados Unidos podrá tener una mayor injerencia en el
país.
Una probada
de ello (una especie de medirle el “agua a los camotes”), fue la reunión del
embajador Ken Salazar con el gobernador de Zacatecas, David Monreal, en donde
supuestamente éste aceptó la ayuda estadounidense para el combate a la
criminalidad.
Obviamente
el gobierno federal reaccionó y se aclaró que no puede haber acuerdos entre
gobernantes estatales y gobiernos extranjeros, sin que sean avalados por las
autoridades federales.
Pero
insistimos, eso sólo fue un aviso de Washington de que sin su guía y “liderazgo”
en materia de seguridad, el gobierno de AMLO se va a seguir enfrentando a una
situación inmanejable y se hará cada vez más crítica.
En suma, con
estos eventos se demuestra que el mal manejo de la relación de México con Estados
Unidos (poco profesional, ineficiente y sólo buscando ganancias políticas para
el grupo en el poder, no para el país), siguen dejando a México vulnerable,
débil y fácilmente manipulable ante los objetivos estadounidenses, que ahora se
concentran en asegurar la lealtad de todos los países que se consideran parte
de Occidente, en su lucha por la hegemonía mundial contra China y Rusia. Y por
supuesto, México no puede quedar fuera de esa estrategia.
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