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Zapata

domingo, 16 de octubre de 2022

 LA RELACIÓN MÉXICO-ESTADOS UNIDOS

La relación entre México y Estados Unidos está pasando por un momento crucial, pues tres hechos relevantes la han colocado en una ruta de mayor subordinación mexicana hacia Washington, si es que eso aún es posible.

Primero, a principios de octubre se agotó el periodo de consultas sobre el diferendo por el sector energético del T-MEC, lo que en teoría abría la puerta para que Estados Unidos y Canadá solicitaran el establecimiento de un panel de controversias.

Pero al parecer el gobierno de López Obrador ha podido convencer a sus socios comerciales de que se amplíe el plazo de consultas, esperando poder llegar a un arreglo, antes de que Washington y Ottawa detonen el panel, en el que seguramente nuestro gobierno resultaría perdedor; y con ello se podrían establecer penalizaciones contra nuestro país, que podrían ser de hasta 30 mil o 40 mil millones de dólares en aranceles a los productos mexicanos.

Algo sucedió desde el inicio del periodo de consultas entre la secretaria de Economía, Tatiana Clouthier y el presidente López Obrador, y otros miembros del gabinete, posiblemente el de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, que llevó a Clouthier a presentar su renuncia desde fines de septiembre y que le fue finalmente aceptada a principios de octubre.

En su lugar fue nombrada una colaboradora muy cercana del presidente, la directora del Servicio de Administración Tributaria, Raquel Buenrostro, que no tiene experiencia en negociaciones en materia de comercio internacional; y para colmo, se le pidió la renuncia a la subsecretaria que ha sido la encargada de realizar esas negociaciones por varios años, Luz María de la Mora, para dejar en su lugar a un joven e inexperto politólogo, hijo del subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas.

En este blog hemos afirmado que el gobierno de AMLO cometió un terrible error al ratificar el T-MEC que era francamente favorable a los intereses de las trasnacionales de Estados Unidos y Canadá, y más temprano que tarde, ello le pasaría factura a su gobierno y al país.

Ya está sucediendo, pero ahora lo que toca es que nuestro gobierno asuma su responsabilidad al haber aceptado tan inequitativo acuerdo, y las consecuencias que de ello se derivan.

Sin embargo, López Obrador cree que puede salirse con la suya, es decir, no acatar las reglas del T-MEC en materia energética, como lo hace todo el tiempo en México, en donde viola impunemente la Constitución y las leyes, porque tiene subordinados a los poderes Legislativo y Judicial.

Pero a nivel internacional no es lo mismo, y va a sufrir las consecuencias de sus malas decisiones, perjudicando con ello enormemente al país. Y en el camino, el gobierno de Estados Unidos, al demostrarle a AMLO que tiene mucho más poder que él, va a dejar seriamente lastimada la relación, en la cual una vez más nuestros gobiernos quedarán como lacayos de Washington.

El otro tema que está dejando en la lona al gobierno de AMLO es el de la seguridad y la migración en donde la derrota, que anticipamos muchos meses antes en este blog, de la demanda contra los fabricantes de armas de Estados Unidos hecha por Marcelo Ebrard, ha dejado más débil al gobierno mexicano en sus relaciones con el de Estados Unidos; aunque para salvar algo la cara, Ebrard ha seguido con su equivocación y ahora ha demandado a empresas que venden armas en Arizona, lo que también resultará en un nuevo fracaso (y quién sabe cuántos recursos económicos en pago a abogados y consultores, que por supuesto no se puede saber, porque ahora ya todo lo que hace el gobierno es de “seguridad nacional” y ya no da información acerca de nada).

En este sentido, en la última reunión en materia de seguridad entre ambos gobiernos, realizada en Washington, una vez más México aceptó recibir a miles de migrantes indocumentados expulsados de Estados Unidos (bajo el nefasto título 42 que estableció el gobierno de Trump), en este caso venezolanos, que llegan por tierra a la Unión Americana, y que ahora tendrá que recibir, sin dinero alguno de parte de Estados Unidos para ayudar a mantenerlos, en territorio mexicano.

Otra vez, México aceptando los abusos estadounidenses, pues la debilidad del gobierno mexicano en materia comercial, de inversiones y de seguridad ante Estados Unidos, lo deja sin fichas para negociar y tiene que aceptar las imposiciones de Washington, que como siempre se zafa de la “carga” que significa una parte importante del número de migrantes que llegan a su territorio, devolviéndolos a nuestro país.

Esto es parte del precio que Biden le hace pagar a AMLO por su no aceptación de las reglas del T-MEC en materia energética, y que sin embargo, aún puede provocar un alud de sanciones arancelarias, si Estados Unidos (y Canadá también) decide que lo que ofrezca AMLO y su nueva negociadora en materia energética, no le satisface del todo.

Por último, los “Sedena leaks” por el hackeo a la Secretaría de la Defensa Nacional, están desnudando la ineficacia y la falta de recursos y preparación de las fuerzas armadas mexicanas, con lo que Estados Unidos tiene aún más fichas para demostrarle al gobierno de AMLO que no puede con el tema de la inseguridad y la violencia, y por lo tanto Estados Unidos podrá tener una mayor injerencia en el país.

Una probada de ello (una especie de medirle el “agua a los camotes”), fue la reunión del embajador Ken Salazar con el gobernador de Zacatecas, David Monreal, en donde supuestamente éste aceptó la ayuda estadounidense para el combate a la criminalidad.

Obviamente el gobierno federal reaccionó y se aclaró que no puede haber acuerdos entre gobernantes estatales y gobiernos extranjeros, sin que sean avalados por las autoridades federales.

Pero insistimos, eso sólo fue un aviso de Washington de que sin su guía y “liderazgo” en materia de seguridad, el gobierno de AMLO se va a seguir enfrentando a una situación inmanejable y se hará cada vez más crítica.

En suma, con estos eventos se demuestra que el mal manejo de la relación de México con Estados Unidos (poco profesional, ineficiente y sólo buscando ganancias políticas para el grupo en el poder, no para el país), siguen dejando a México vulnerable, débil y fácilmente manipulable ante los objetivos estadounidenses, que ahora se concentran en asegurar la lealtad de todos los países que se consideran parte de Occidente, en su lucha por la hegemonía mundial contra China y Rusia. Y por supuesto, México no puede quedar fuera de esa estrategia.

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