Esto tampoco lo leerá el Presidente
Pascal
Beltrán del Río
Ante las
muestras de intolerancia que un grupo militante de Morena tuvo el domingo con
la politóloga y articulista Denise Dresser en el Zócalo,
durante el acto conmemorativo de la matanza de 1968, me hubiera gustado
escuchar una clara condena por parte del presidente Andrés Manuel López
Obrador.
Ojalá
hubiera dicho que quienes le gritaron, la insultaron y la corrieron no honran
la memoria del movimiento estudiantil, pues éste buscaba una apertura
democrática del régimen de entonces; que la Plaza de la Constitución, el
espacio público más importante del país, no tiene dueño; que él, como
Presidente de la República, está obligado a velar por los derechos de todos los
mexicanos y que va a hacerlo.
Pero, no. Lo
que escuché decir a López Obrador en su mañanera del lunes fue
casi una justificación de lo sucedido, porque, a decir de él, antes sólo se
escuchaba la voz de los poderosos y ahora se hace presente “la voz de la
calle”, aunque esa última, la que calló a Dresser, es la de un
puñado de militantes de Morena, el partido del gobierno, donde se enseña y se
aprende que en México no hay otra opinión que valga más que la del Presidente.
También me
hubiera gustado escucharlo decir que cualquier denuncia sobre espionaje a un
ciudadano de este país va a ser tomada con seriedad e investigada hasta sus
últimas consecuencias, sobre todo si la denuncia es contra el gobierno o, más
aún, contra las Fuerzas Armadas, porque éstas no están para servir a ningún
político que está de paso por un cargo público, sino para salvaguardar la
integridad de la nación.
Pero,
tampoco. El Presidente, quien había dicho tajantemente que su gobierno no había
contratado el sistema de espionaje Pegasus, justificó en su mañanera de ayer
las labores de inteligencia que llevan a cabo los militares, y afirmó que “no
hay elementos” para decir que éstos hayan espiado a las personas que lo
denunciaron. Y agregó, en relación a uno de los quejosos, el académico y
escritor Ricardo Raphael, que ni que él fuera tan importante o
interesante para espiarlo o siquiera para leer sus artículos, lo cual es un
agravio adicional, y, con ello, quizá haya querido decir que, si la persona lo
ameritara, sí se le espiaría.
Me hubiera
gustado escuchar al Presidente asumir como un hecho grave el hackeo que sufrió
la Sedena. Que, como comandante en jefe de las FA, ordenaría una investigación
por la forma en que se vulneró la seguridad nacional y que pediría al general
secretario que acudiera ante el Congreso para dar explicaciones, como lo hizo
la ministra chilena de Defensa, Maya Fernández —nieta de Salvador
Allende— cuando el mismo grupo de hackers extrajo información de los
servidores militares de ese país. Pero, me quedé igual. El tabasqueño minimizó
el hecho. Dijo que todo lo que se ha revelado ya se conocía, lo cual, como él
bien sabe, no es verdad: no eran públicas, entre otras cosas, los detalles
sobre su salud, ni el influyentismo que ejerce su círculo cercano para
atenderse en el Hospital Militar —mientras el ISSSTE se cae a pedazos—, ni los
planes para crear una aerolínea administrada por la Sedena, cosa que no permite
la ley, pues ésta ya administra un aeropuerto. Y deje usted que no quiera que
el general secretario vaya al Congreso: ni siquiera quiere que vaya a la
conferencia mañanera.
Bastaban
unas cuantas frases, que no dijo, para poner en silencio a la oposición y a sus
críticos. Para, cuando menos, crear la impresión de que él sí respeta la ley y
cree genuinamente en la democracia y en el Estado de derecho y que siempre dice
la verdad. Pero, en lugar de eso, lo que escuchamos todos fueron las palabras
de un hombre parcial, que insultó el intelecto de todos al decir que los
militares hacen inteligencia y no espionaje, a pesar de que los propios
documentos hackeados a la Sedena dan cuenta de la compra de un software de
monitoreo remoto a la empresa que, casualmente, comercializa Pegasus, y pese a
que una institución académica independiente confirmó que los teléfonos de los
tres denunciantes fueron infectados por ese sistema en concreto.
Lástima,
Presidente. Hubiera sido muy bueno escuchar otra cosa.
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