La tiranía de la coherencia
La mayoría
suele entender la política a su propia manera y es menos rígida en sus posturas
y más desarticulada en las conexiones que hace, comenta Alejandro Moreno.
https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/alejandro-moreno/2022/09/09/la-tirania-de-la-coherencia/
Las
Encuestas
septiembre
09, 2022
En un texto
clásico de la literatura de opinión pública publicado en 1964, el politólogo
Philip E. Converse describió las enormes asimetrías de información entre los
electorados de masas.
En su
texto, The nature of belief systems in mass publics, Converse
señalaba que suele haber una pequeña minoría que ve el mundo político bajo la
óptica de sistemas de creencias bien organizados. Les llamó “los ideólogos,”
quienes reflejan, con un alto nivel de estructuración, las ideas planteadas y
diseminadas por las élites políticas e informativas. Si crees o apoyas X, se
deduce que debes creer o apoyar Y y Z, acorde a la estructuración cognitiva de
tu ideología.
En
contraste, los razonamientos políticos de la gran mayoría de ciudadanos no
responden a ese tipo de organización conceptual; la mayoría suele entender la
política a su propia manera y es menos rígida en sus posturas y más
desarticulada en las conexiones que hace. De ellos se esperan cambios de
opinión sin pecado ni falta. Converse les llama “inocentes ideológicos”.
Para los
ideólogos, cambiar de opinión se ve como algo no esperable ni deseable. La
coherencia impera. El sentido de representación política se basa, en buena
medida, en ese estándar: lo que prometes lo cumples. Por eso, cuando hay
ajustes a los sistemas de creencias, lo primero que se piensa es que se
abandonan o traicionan los principios.
Y no, no me
refiero al cambio de opinión del presidente López Obrador respecto a si las
Fuerzas Armadas deben regresar a sus cuarteles o se deben mantener en las
calles para enfrentar a la inseguridad pública. El Presidente tendrá sus
razones y seguramente no hay inocencia ideológica.
Me refiero a
que el cambio de postura en el liderazgo, el ajuste en el sistema de creencias
de la 4T, sí tiene implicaciones para sus seguidores y para la opinión pública
en su conjunto. Si de la izquierda opositora se escuchaba antes un rechazo a la
militarización, hoy la izquierda gobernante apoya el papel de las Fuerzas
Armadas en las labores de seguridad pública.
Ante este
cambio de postura, la lógica ideológica sería que el electorado castigue a los
políticos incoherentes. El Presidente, al sostener que es un hombre de
principios (de hecho, la mayoría de los políticos mexicanos usa hoy en día una
muletilla de decir “estoy convencido”), impone una expectativa de coherencia.
Pero ésta importa sólo a la minoría ideologizada, diría Converse.
Para la
mayoría de la opinión pública, el cambio de opinión puede ser algo natural; ni
desastroso ni pecaminoso. Al contrario, puede ser perdonable y hasta elogiable.
Por ahí el dicho de que es sabio cambiar de opinión; por lo menos para los no
ideólogos. Para los ideólogos cambiar de opinión es traición; de ahí la tiranía
de la coherencia.
Lo cierto es
que la opinión pública cambia: los humores sociales se van transformando. Como
sostiene el politólogo James Stimson en su libro Tides of Consent (2004),
la opinión fluye y, por encima de cuántos están a favor o en contra de alguna
política, “el movimiento es lo que importa”.
Un ejemplo
histórico del cambio en la opinión pública en nuestro país lo documentó el gran
pionero de las encuestas en México, Miguel Basáñez, con sus estudios sobre la
nacionalización de la banca por el presidente López Portillo hace 40 años, el 1
de septiembre de 1982. En ese año, 52 por ciento de personas entrevistadas
calificó favorablemente la nacionalización de la banca, 15 por ciento la
calificó mal y 19 por ciento regular (ver Foro Internacional, vol. XXV, oct-dic
1984).
Cinco años
después, el balance de opiniones se había tornado más favorable a la
reprivatización de la banca: 30 por ciento la consideraba bien, 15 por ciento
mal, y 20 por ciento regular. Por lo visto, Carlos Salinas llegaría a la
Presidencia con vientos de opinión más o menos favorables a las políticas de
privatización.
En un
análisis de sus encuestas publicado en La Jornada el 6 de mayo
de 1990, Basáñez señalaba varias posibles razones de ese cambio en la opinión
pública, incluido uno que llama mucho la atención hoy para preguntarse si era
el caso y si sigue vigente: “Nuestro autoritarismo cultural tradicional, que
obsequiaba a los presidentes con una aprobación acrítica a sus actos”.
Veremos si
el cambio de opinión de AMLO respecto al lugar de las Fuerzas Armadas (o
militarización, según el cristal con que se mire) registra algún castigo de la
opinión pública o si se expresa una aprobación “acrítica” de la mayoría. Si lo
que Converse planteó hace casi 60 años sigue vigente, presiento que será la
segundo.
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