La hora de los duros
El sector
duro del lopezobradorismo está listo para la campaña, porque la radicalización
y la polarización son el eje de la estrategia para mantener el poder.
https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/raymundo-riva-palacio/2022/09/02/la-hora-de-los-duros/
El
presidente Andrés Manuel López Obrador entró en la recta final de su gobierno
con la cara pintada de guerra y claramente definidas las tropas con las que va
a pelear, para llevar a su candidata a sucederlo a Palacio Nacional y que
concluya la transformación que comenzó. Su plan de acción es transparente,
aunque no lo diga. Claudia Sheinbaum será la candidata a la Presidencia, salvo
que suceda algo extraordinario durante los próximos 18 meses, y él será el jefe
de campaña, de manera formal o informal. Detrás de él, listo para la campaña,
está el sector duro del lopezobradorismo, porque la radicalización y la
polarización son el eje de la estrategia para mantener el poder.
No hay nada
de qué asombrarse porque no hay ninguna novedad. En el inicio de la última
recta de su gobierno, la prioridad es la consolidación de su electorado base
–alrededor de 15 millones de electores– y la atomización de la oposición.
Sheinbaum no tiene la capacidad para poder cumplir con estas dos premisas para
la victoria, por lo que la añeja dependencia de López Obrador se mantendrá y,
ante los retos por delante, se profundizará. Los cómos son lo único que se
tendrá que ir acomodando en función a la coyuntura y al rendimiento de la
delfín.
Las
condiciones que envolverán el desenlace final de la candidatura y los amarres
que haga el Presidente para Sheinbaum dependerán de factores fuera del alcance
de la escogida. La más importante tiene que ver con la variable económica. El
Banco de México reportó el miércoles que el crecimiento económico para este año
se mantendrá en el esperado 2.2 por ciento, pero ajustó a la baja la
expectativa para el próximo, ubicándolo en 1.6 por ciento. Es decir, habrá una
desaceleración importante que no habrá forma de revertir.
Las
megaobras presidenciales están subiendo sus costos de manera constante,
particularmente Dos Bocas y el Tren Maya, que están secando las finanzas
públicas por los subsidios, y por la falta de inversión privada, disminución de
la recaudación y los recortes en el gasto público. Los espacios de maniobra
política se siguen reduciendo y no está claro de dónde va a salir el dinero
para los programas sociales, indispensable para mantener aceitadas a las
clientelas electorales.
La
posibilidad de que el Presidente meta la mano en las reservas internacionales o
las Afore no se ve probable. Tampoco que Sheinbaum crezca por sí sola como
candidata. El éxito de la candidata en las urnas depende sólo de López Obrador,
cuya fuerza radica en su popularidad. De acuerdo con la encuesta de aprobación
mensual del Presidente que publicó ayer EL FINANCIERO, el respaldo se mantiene
estable, con un sólido 54 por ciento. Este apoyo popular no ha sido afectado
por la gestión de gobierno, donde los negativos siguen creciendo, y el
Presidente parece estar vacunado contra sus propios errores.
López
Obrador ha estado disparando obuses contra la oposición para dividirla y
ponerla a pelear, buscando su atomización. La alianza Va por México ha dicho
que el Presidente no logrará su propósito, pero tiene tiempo de sobra para
insistir en la fractura de ese frente amplio opositor, que sólo tendría
posibilidades de tener una candidatura competitiva si va unificada, como mostró
la encuesta de Buendía y Márquez publicada esta semana, donde si fueran bajo
una sola apuesta PAN, PRI, PRD y Movimiento Ciudadano, estarían en estos
momentos en 35 por ciento de preferencia electoral, contra 49 por ciento de la
coalición de Morena, PT y Verde.
Estos
números se pueden mover en función de la situación económica que prevalezca
dentro de un año y medio, pero también se alterarán cuando salgan los
opositores a Sheinbaum. Ahí está la importancia estratégica de López Obrador
para mantenerse, por esa vía interpósita, en el poder, y cuyo activismo tendrá
que definirse en función del comportamiento de las variables.
López
Obrador es una persona impredecible y de salidas extraordinarias a retos
extraordinarios. Con él siempre hay que estar pensando bajo categorías
diferentes a las conocidas. De esta manera, se puede plantear como hipótesis de
trabajo que ante una candidatura presidencial que no prenda y enfrente
condiciones sociales y económicas adversas, López Obrador podría dejar de ser
un jefe de campaña informal y convertirse en uno formal, lo que lo llevaría a
algo que hoy luce impensable, pero que algunos expertos en política electoral
lo están considerando: que pida licencia para ir a dirigir la campaña de
Sheinbaum.
López
Obrador no ha estado a gusto con Sheinbaum en las últimas semanas porque piensa
que los problemas que le han surgido, no los ha manejado adecuadamente, por lo
que le ha enviado llamadas de atención. Sin embargo, en ningún momento ha dado
señales de un cambio en la decisión para que lo suceda. De mantenerse su
aprobación, la preferencia de voto por la coalición de gobierno y la eventual
falta de una candidatura de oposición fuerte, los considerandos del Presidente
serían de distinta índole.
El segundo
escenario con el que ha coqueteado en las últimas semanas es caminar hacia una
reforma electoral negociada con el PRI, para aprovechar una de las propuestas
del tricolor que, sin que probablemente lo hubieran pensado así cuando la
presentaron, se acomoda a los fines de López Obrador: la figura de la
vicepresidencia, que competiría en fórmula con la candidatura presidencial y
sería electa para el mismo término. Lo que tendría que lograr es, en una ley
secundaria, que el recurso de la revocación de mandato fuera exclusivo para el
jefe del Ejecutivo, no para la vicepresidencia.
López
Obrador tiene ambos caminos para permanecer en el poder, sin estar en el poder.
En el primer escenario, el Maximato sería el nombre del juego, y en el segundo,
la amenaza permanente de que, si se desvía del proyecto de transformación,
corregirá el camino con la destitución. Sheinbaum pertenece al núcleo duro del
lopezobradorismo y es vista por éste como heredera legítima del Presidente. La
guerra comenzó para ella, pero sobre todo, por López Obrador y su legado.
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