Racismo de Estado y guerra contra los pueblos en Chiapas
Gilberto
López y Rivas
https://www.jornada.com.mx/2021/11/12/opinion/022a2pol
El 4 de
noviembre pasado, el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas
(Frayba) publicó en su página la acción urgente 10, que da cuenta del
desplazamiento forzado de más de 3 mil personas del municipio de Aldama,
Chiapas, cuya población registrada no pasa de 5 mil habitantes. En la nota se
contabilizan 47 ataques recientes con armas de fuego de alto poder contra 10
comunidades, por un grupo paramilitar que opera desde Santa Martha, municipio
de Chenalhó, y se denuncia la permanente ausencia y complicidad del gobierno
mexicano para atender esta grave situación de violencia extrema, también
revelada desde hace varios meses por otras organizaciones sociales, la Diócesis
de San Cristóbal de las Casas y el propio EZLN, que en comunicado del 19 de septiembre, Chiapas
al borde de la guerra civil, constata que las alianzas del gobierno de
Rutilio Escandón con el narcotráfico provocan que las comunidades originarias
se vean obligadas a formar grupos de autodefensa, porque el gobierno nada hace
para preservar la vida, libertad y bienes de los pobladores. El gobierno de
Chiapas no sólo solapa a las bandas de narcotraficantes, también alienta,
promueve y financia a grupos paramilitares, como los que atacan continuamente
comunidades en Aldama y Santa Martha.
De manera
reiterada, el Frayba ha puesto de manifiesto que la ineficacia y simulación de
las acciones del Estado mexicano siguen favoreciendo un ambiente de violencia y
terror contra las comunidades de Aldama, que desde el 28 de marzo de 2018
presentaron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) una
solicitud de medidas cautelares, “frente al riesgo a la vida e integridad
física y sicológica por los constantes ataques de arma de fuego que estaban –y
continúan– recibiendo por parte de grupos armados de corte paramilitar con
acción en el municipio de Chenalhó, Chiapas, que ocasionan desplazamiento de
personas”. Tres años después de esta solicitud y de múltiples comunicaciones
enviadas por el Frayba y del Estado mexicano, finalmente, el 23 de abril de
2021, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), bajo la resolución
35/2021, decidió otorgar medidas cautelares, registradas con el número
MC-284-18.” A pesar de la adopción de estas medidas, se han contabilizado más
de un centenar de agresiones, que han causado la pérdida de la vida de siete
personas y otras 22 han resultado heridas, provocándose un ambiente de
inseguridad total que ha trastocado la vida comunitaria.
El EZLN en
su comunicado evidencia las acciones de la Orcao, a la que caracteriza como
organización político-militar de corte paramilitar que tiene uniformes,
equipos, armas y parque obtenidos con el dinero que reciben de los programas
sociales. Se quedan con una parte y la otra la dan a los funcionarios para que
publiquen que se está cumpliendo con el asistencialismo. Con esas armas
disparan todas las noches contra la comunidad zapatista de Moisés y Gandhi.
En este
contexto, es muy preocupante que los mayas zapatistas adviertan: “Ante la
acción y omisión de las autoridades estatales y federales frente al crimen
actual y los anteriores, tomaremos las medidas pertinentes para que se aplique
la justicia a los criminales de la Orcao y funcionarios que los apadrinan […]
Para otra ocasión ya no habrá comunicado. O sea, no habrá palabras sino
hechos”.
¿No parece
evidente que estamos ante un escenario similar al que precedió a la masacre de
Acteal? Con recomendaciones de una instancia internacional, como la CIDH, hacia
el Estado mexicano, sus representantes no se percatan de la gravedad de los
hechos en la entidad federativa que concentra el mayor número de personal
militar en todo el territorio nacional. ¿Será que los altos mandos de la Sedena
no están informados por su sección segunda de la existencia de estos grupos
paramilitares que han asolado Chiapas desde 1994 hasta la fecha? ¿Su comandante
en jefe, ocupado como está en otorgar aumentos presupuestales considerables,
misiones, tareas, funciones, responsabilidades y prebendas a las fuerzas
armadas, al margen de la Constitución, va a seguir manteniendo la vieja tesis
de los conflictos comunitarios, para evadir su responsabilidad sobre una
situación que está llegando a los límites?
El racismo
histórico del Estado mexicano, que desprecia a los pueblos indígenas,
considerados objetos pasivos de sus políticas y acciones de gobierno, continúa
en Chiapas, con las múltiples violencias que conlleva la estrategia de
contrainsurgencia que se está siguiendo, con la complicidad de la clase
política local, a través de la saturación del teatro de la guerra con soldados,
cercos de penetración, grupos paramilitares y crimen organizado, pese a los
riesgos y costos políticos y sociales evidentes.
Por omisión
o comisión, será el Estado mexicano el que deberá responder por otra tragedia
humanitaria anunciada.
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