LÓPEZ OBRADOR OPTA POR LA MÁXIMA
CONCENTRACIÓN DEL PODER
Ya no se
trata de redistribuir el ingreso de mejor manera, de que los pobres sean “primero,
por el bien de todos”, o de que se gobierne en beneficio de las “mayorías”.
El proyecto
personal de López Obrador (AMLO) es la concentración al máximo del poder
político en sus manos, con objeto de obligar a la “mafia del poder”, esto es, a
los oligarcas, políticos y a las reacias burocracias del Estado, que se enriquecieron a manos llenas mediante el neoliberalismo corrupto y depredador (como
socios menores de las grandes trasnacionales, principales beneficiarias de
dicho modelo), a que se rindan a su autoridad, a sus órdenes, a sus proyectos,
ocurrencias y caprichos.
Es decir, a
AMLO no le importa que miembros prominentes de esa “mafia del poder” a la que
él bautizó de esa manera, se sumen a su proyecto, como los oligarcas que ahora
forman parte de su Conejo Asesor Empresarial[1]; o políticos acusados de estar
ligados al crimen organizado, como el actual gobernador de San Luis Potosí,
Ricardo Gallardo[2];
o neoliberales como el actual embajador de México en Washington, Esteban Moctezuma,
quien fue secretario de Gobernación y de Desarrollo Social en el gobierno de
Ernesto Zedillo; o Manuel Bartlett, que
fue titular de Gobernación en el gobierno neoliberal de Miguel de la Madrid y
de Educación Pública en el gobierno del que AMLO califica como el jefe de la “mafia
del poder”, Carlos Salinas; o como funcionarias “fifis”, que estudiaron en
universidades privadas, en donde les enseñan a corromperse y a odiar al pueblo
(AMLO dixit), como la recién designada (por él) nueva ministra de la
Suprema Corte de Justicia, Loreta Ortiz, egresada de la Escuela Libre de
Derecho y catedrática de la Iberoamericana; o Virginia Rodríguez, subsecretaria
de Egresos de Hacienda, ahora nominada para ser la nueva gobernadora del Banco
de México, egresada del Tecnológico de Monterrey; o el propio presidente del
partido oficial, Morena, el “veleta” Mario Delgado, egresado de esa “bestia
negra” para AMLO, como lo es el Instituto Tecnológico Autónomo de México.
Nada importa
en donde hayas trabajado, de donde seas egresado, si has participado en
gobiernos neoliberales y corruptos, etc. Si te han acusado de
ilegalidades. Todo eso no importa. Lo único que importa es si apoyas o no a
AMLO.
Si lo apoyas
incondicionalmente, tendrás abiertas las puertas de altos puestos en el
gobierno, embajadas, candidaturas a gobernador, presidencias municipales,
alcaldías, diputaciones, etc.
Pero si te
atreves, ya no se diga a oponerte a los deseos del “amado líder”, que es el
único que sabe qué quiere el pueblo, qué necesita la nación, qué es la
democracia, cuál es la verdad; sino incluso a expresar alguna duda sobre los
deseos, órdenes, invectivas, o lo que se le ocurra al presidente, entonces
inmediatamente eres expulsado del paraíso lopezobradorista (Urzúa, Herrera,
etc.).
De ahí vienen
los “acuerdos” para que toda obra pública del gobierno sea ahora considerada de
“seguridad nacional”; para que nada obstaculice los designios de Palacio
Nacional; menos que nada, esas estorbosas leyes que protegen a los neoliberales
y a los corruptos, y que por supuesto sólo pretenden detener el bien, el maná
que surge desde Palacio Nacional para el pueblo bueno.
De ahí viene
el empoderamiento de las Fuerzas Armadas[3], que el presidente dice
que “le ayudan mucho, le aligeran la carga de responsabilidad”; es decir,
soldados y marinos, tienen que obedecer lo que les ordena su comandante
supremo, por lo tanto no son como los civiles, que pueden cuestionar, dudar,
preguntar, incluso oponerse a instrucciones, órdenes, decisiones que bien pueden
ser ilegales, absurdas, incompetentes, irrealizables, etc. En cambio los
militares y marinos, moverán cielo, mar y tierra para cumplir las órdenes del
jefe. Y eso es lo que exige AMLO de todo mundo. No quiere ideas,
recomendaciones, propuestas, menos que nada dudas, o críticas de sus
subordinados. El es el único que piensa y decide, los demás están ahí para
cumplir sus deseos (estén estos contemplados o no en las leyes; y si no, pues que
las cambien; y si no se puede cambiarlas, pues que se cumplan de todas formas).
Y por
supuesto, con un aparato gubernamental volcado a repartir recursos (de manera
desordenada, sin transparencia y a veces sin lógica) a diestra y
siniestra, para que las “mayorías” sigan hipnotizadas por el camino del “amado
líder”, cualquier sector social que no se sume al esfuerzo, es un obstáculo
para la “unidad nacional” (escuchaste clase media). De ahí el llamado, casi la
orden, del secretario de la Defensa Nacional a no obstaculizar los deseos del “amado
líder” y a sumarse sin pensar, sin criticar, sin dudar al glorioso proyecto que
encabeza el que seguramente será el más grande presidente de la historia de
México; muy por encima de Juárez, Cárdenas, o de los próceres de la Independencia,
Hidalgo o Morelos. Amén.
[1]
Carlos Slim (Grupo Carso), Germán Larrea (Grupo México), Carlos Hank (Banorte),
(Miguel Rincón, Scribe, compadre del presidente), Daniel Morán (Grupo Vidanta),
Sergio Gutiérrez (DeAcero), Bernardo Gómez (Televisa), Ricardo Salinas (Grupo
Azteca) y Olegario Vázquez Aldir (grupo Imagen). https://www.jornada.com.mx/2021/11/24/opinion/008o1pol
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