Iconos

Iconos
Zapata

domingo, 14 de noviembre de 2021

 ¿Hacia dónde va México?

Se aprobó en la Cámara de Diputados el presupuesto para el año 2022, 7 billones 88 mil millones de pesos, que se dirigirán a los siguientes rubros:

Gasto programable: $5,247,296,400,000

(bienes y servicios públicos

para la población)

Gasto no programable: $1,840,953,900,000

(intereses, comisiones de deuda, recursos

transferidos a entidades federativas)[1]

La gran mayoría del gasto programable va dirigido a desarrollo social ($3,403,327,400,000); seguido de desarrollo económico ($1,404,909,200,000) y finalmente, gobierno ($438,759,900,000).

Para la administración de López Obrador (AMLO) lo fundamental es distribuir la mayor parte del presupuesto en sus programas sociales insignia (pensión a adultos mayores, becas y apoyos a jóvenes, a madres solteras, a discapacitados, reforestación, etc.), y en los rubros de educación y salud públicas.

Su segunda prioridad se refiere a los proyectos de infraestructura (Tren Maya, refinería de Dos Bocas, Proyecto del istmo de Tehuantepec y aeropuerto Felipe Angeles) y, finalmente quedan las áreas de seguridad y gobierno.

Por un lado, está claro que el presidente y la coalición gobernante que lo apoya (partidos Morena, PVEM y PT), buscan una mayor redistribución del ingreso hacia la población considerada de clase baja (según el INEGI, alrededor de 85 millones de los casi 130 millones de habitantes del país), para lo cual se ha redistribuido el gasto gubernamental para apoyar a una parte importante de esos segmentos de la población (entre 25 y 30 millones de habitantes).

Evidentemente hay una cantidad limitada de recursos, y por lo tanto una redistribución del gasto, sólo significa que dichos recursos se obtienen de otros segmentos de la población.

Tal ha sido el caso en estos tres años de gobierno de la actual administración, pues según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), debido a la pandemia, a la crisis económica que esta provocó, y nosotros añadiríamos que también debido a las políticas públicas redistributivas desde los sectores alto y medio hacia los bajos, la clase media mexicana se redujo del 46.7% del total de la población en 2018, al 42.2% en el 2020.[2]

Esto quiere decir que una parte de la clase media se sumó a la pobreza, pues la clase baja pasó de estar constituida por 17.2 millones de hogares en 2018, hasta llegar a 20.2 millones de hogares en el 2020.

Así, el programa de gobierno de AMLO implica un fortalecimiento de las políticas sociales para atender a una población mayoritariamente pobre.

Y para ello, las capacidades rectoras e interventoras del Estado deben fortalecerse y hasta ampliarse.

De ahí que AMLO esté impulsando una reforma constitucional en materia de energía eléctrica que regrese al gobierno federal sus facultades de regir en este sector estratégico de la economía, para convertirlo primordialmente en un servicio público, y detener así la completa privatización de dicho sector, que era el objetivo primordial de la reforma energética de Peña Nieto en 2013.

De la misma forma, pretende fortalecer a Petróleos Mexicanos (Pemex), para garantizar el abasto de combustibles para la economía nacional, y depender en menor medida de las importaciones, principalmente de productos refinados, desde Estados Unidos.

Si bien los objetivos planteados tienen la intención de mejorar la situación económica y social de la mayoría de la población mexicana, por otro lado, el gobierno de AMLO ha aceptado la permanencia de México en un esquema subordinado y dependiente económicamente respecto a Estados Unidos, al haber ratificado el Tratado México- Estados Unidos-Canadá, que resultó ampliamente favorable para los intereses de las trasnacionales estadounidenses, que ahora van a invocar las cláusulas y previsiones de dicho tratado, para intentar descarrilar las políticas públicas de AMLO en materia energética.

Por otro lado, la intención de AMLO, que ha expresado en muchas ocasiones, es que México se parezca cada vez más a países que tienen una economía desarrollada con una estructura social equilibrada, y ha puesto como ejemplo a Dinamarca (con toda proporción guardada, debido a las grandes diferencias de población y superficie territorial entre ambos países).

Nuevamente hay una profunda contradicción entre lo que el gobierno actual dice perseguir, como alcanzar el desarrollo de un país en donde la gran mayoría de la población es considerada de clase media, mientras que en México, las políticas públicas del gobierno actual han estado dirigidas primordialmente a quitar recursos a dicha clase, para redistribuirlos hacia las clases bajas, lo que ha propiciado una disminución en el número de hogares de clase media y un aumento en los de la clase baja.

Así que, no sólo la retórica de odio y de descalificación continua del presidente hacia la clase media refleja su sentir al respecto, sino que en estos tres años ha quedado claro que su objetivo es reducir la masa de habitantes que se identifican con ese segmento social, y el aumento de los que están en la clase baja, la cual constituye su base electoral primordial, que le ha permitido a su coalición gobernante mantener la mayoría en el Congreso de la Unión y de las gubernaturas y presidencias municipales.

Se podría argumentar que la transferencia de recursos de las clases alta y media a la baja creará, con el tiempo, más clase media. Pero da la casualidad de que los resultados, hasta el momento, no avalan dicho argumento; y las “buenas intenciones”, no cuentan como resultado en materia de políticas públicas.

De ahí que el proyecto “lopezobradorista”, lleno de contradicciones, se podría resumir en lo siguiente:

Fortalecimiento del Poder Ejecutivo Federal, para reorientar la política social (y en menor medida la económica), con objeto de favorecer a las clases bajas.

Debilitamiento de la clase media, con objeto de extraerle recursos, para reorientarlos hacia la clase baja.

Subordinación de la economía mexicana respecto a la estadounidense, para fortalecer a esta última en su competencia global con la economía china.

Empoderamiento de las fuerzas armadas mexicanas y su vinculación al proyecto de rectoría del Estado, para “blindar” la redistribución de ingresos y el fortalecimiento del Poder Ejecutivo Federal.

Alianza con una parte de la oligarquía mexicana, para dividirla y evitar que presente un frente unido al proyecto de López Obrador.

Evitar enfrentamientos directos con la delincuencia organizada y en lo posible, lograr “entendimientos” tácitos con algunas de sus organizaciones, para disminuir el desgaste gubernamental en el combate al crimen organizado (lo que no implica de manera alguna, una disminución de la violencia y la inseguridad para la sociedad).

En suma, AMLO y su transformación del país, pretenden principalmente crear una base social y política fundada en las grandes masas, que no cuestionen dicho proyecto, en la medida en que reciben algunos beneficios de él (a diferencia del modelo neoliberal que concentraba los beneficios en minorías); un entendimiento con la potencia hegemónica, mediante el cual México sigue siendo vasallo de Estados Unidos, a cambio de que en el plano interno los estadounidenses se abstengan de intervenir en la lucha y distribución del poder político y económico (algo que por supuesto no sucederá); una alianza con parte de la clase capitalista nacional, con objeto de dividirla y así evitar un frente unido de dicha clase en contra del proyecto; y una definición clara e inobjetable de que el enemigo del gobierno y sus aliados es la clase media, a la que hay que extraerle recursos y de ser posible, reducir a su mínima expresión política, social y económica (estamos hablando de 45 millones de personas).

No hay comentarios:

Publicar un comentario