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Zapata

martes, 23 de noviembre de 2021

 TRIUNFALISMO DESBORDADO DESPUÉS DE LA REUNIÓN EN WASHINGTON

Todos los admiradores incondicionales del desgastado y abusivo imperio estadounidense, están de plácemes en México, porque el pseudo-izquierdista-populista presidente mexicano, fue a Washington a reiterar el vasallaje de México y a sumarse a la guerra fría de Estados Unidos contra China (y también contra Rusia), a cambio de algunas migajas (nuevamente los mexicanos cambiando oro por cuentas de vidrio).

Hemos visto como en pleno éxtasis, algunos de los cotidianos críticos de López Obrador (AMLO)[1], tales como Leo Zuckerman, Jorge Castañeda, Rafael Fernández de Castro o exdiplomáticos como Miguel Ruiz Cabañas, Martha Bárcena, etc. han considerado un éxito la visita del presidente a la capital estadounidense y especialmente los compromisos establecidos con el presidente Joe Biden y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau.

Aunque existe cierto escepticismo de que el presidente mexicano realmente vaya a cumplir con dichos compromisos, especialmente en lo que se refiere al ámbito energético y ambiental, y por ello los incondicionales de Washington, consideran imperativo que se cumplan a rajatabla los compromisos hechos por nuestro gobierno en el T-MEC, y ya se deje de satanizar y poner obstáculos a la iniciativa privada nacional y extranjera.

Por supuesto, estos aplaudidores de Washington ven magnífico que el populista presidente mexicano haya aceptado sin reservas que nuestro país se tiene que fundir económica, social, política y militarmente con Estados Unidos; y mejor aún, que se suba a la contienda por la hegemonía mundial, del lado correcto, es decir, del de los Estados Unidos, en contra de China.

Y a cambio de ello, AMLO sólo pide que a los indocumentados mexicanos que viven y trabajan en Estados Unidos, se les regularice y se permita que más mexicanos se vayan a trabajar allá (en vista de que en nuestro país nunca se les podrá proveer de trabajos dignos y bien remunerados), pues de esa forma seguirán enviando remesas a México, que tanto necesita nuestra mediocre economía; al mismo tiempo que proveen de mano de obra barata a la economía estadounidense.

Por lo demás, nuestro gobierno está ansioso de que las empresas estadounidenses que tienen plantas y factorías en China, las traigan a México, cosa que hasta ahora no han hecho (y en todo caso las han llevado a Vietnam, Malasia y Tailandia); para que así nuestro país se convierta en pieza indispensable de la estructura industrial estadounidense y ello evite nuevos intentos proteccionistas, como los de la administración de Donald Trump, que puedan poner en riesgo la eterna subordinación mexicana a las necesidades de la economía estadounidense.

Además, AMLO reiteró que nuestro país seguirá cumpliendo el papel de primera barrera contra la migración (sin pedir algún financiamiento para los gastos que ello implica), más allá de atacar sus causas, que como se ha visto son puras promesas de los gringos, sin que se les vea ninguna intención real de hacer algo concreto al respecto.

En suma, AMLO fue a Estados Unidos a reiterar que nuestro país no tiene, ni tendrá un proyecto propio de desarrollo económico, político y social, que depende en todo y por todo de la superpotencia; que incluso está dispuesto a subirse a una posible guerra mundial contra China (si así se lo ordena Estados Unidos); y que sólo pide a cambio que se considere a la gran masa desempleada y subempleada de nuestro país, como parte del ejército de trabajadores de reserva de la superpotencia, para lo que ordenen y manden en Washington; y de ser posible, que traten a nuestro país y a sus gobernantes (al menos de dientes para afuera), con algo de respetillo, para que no se vea tan mal la lacayuna servidumbre nacional ante el decadente imperio.



[1] Y ahora también los cautivados adoradores de AMLO, también convencidos de que México no tiene otra alternativa más que seguir las pautas establecidas por las élites neoliberales de Washington.  

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