La UNAM, principal ámbito del pensamiento crítico en México
Víctor M.
Toledo
https://www.jornada.com.mx/2021/11/02/opinion/016a2pol
La UNAM es
demasiado grande para ser calificada y criticada de manera superficial. Su
grandeza no sólo proviene de sus números, sino de sus logros institucionales,
académicos y morales. La UNAM no es sólo la universidad más grande de
Hispanoamérica, con 367 mil estudiantes, más de la mitad de la investigación
científica del país, con 46 institutos donde laboran unos 10 mil académicos, y
26 museos para la difusión de la cultura, es sobre todo una isla de
libertad en una nación dominada por la coerción y la explotación
provenientes del poder político y económico. Su grandeza se la otorga haber
creado y mantenido un ámbito para la libre creación de las ciencias, las humanidades,
el arte y las tecnologías, que se expresa de mil maneras (sólo en 2020 los
académicos de la UNAM ofrecimos al mundo ¡mil 500 libros!). Esta atmósfera de
pluralidad y tolerancia fue la que me permitió realizar aportes e innovaciones
a lo largo de 50 años. Como universitario cuestionador y crítico fui
inicialmente rechazado por mi propia comunidad académica (de biólogos y
ecólogos), pero años después, aceptado y reconocido por mis colegas cuando mis
contribuciones multidisciplinarias fueron avaladas y premiadas en el ámbito
internacional. Para 2017 fui el investigador de la UNAM más citado en la
literatura mundial en ciencias sociales y mis publicaciones hoy rebasan las 19
mil citas (Google Scholar). Mi caso es sólo uno entre decenas. Los sectores más
avanzados, progresistas y hasta libertarios de la UNAM han florecido en estas
décadas, lo cual no habría sido posible en una institución sectaria o
monolítica.
Ahí están
las monumentales obras contra la modernidad capitalista de Pablo González
Casanova y Bolívar Echeverría (1941-2010), cuyas herencias siguen vigentes. La
gran revolución epistemológica de las ciencias, el pensamiento complejo, fue
desarrollado por Rolando García (1919-2012) y continúa. En economía están las
contribuciones de Alejandro Álvarez ( Cómo el neoliberalismo enjauló a
México), Boris Marañón y su trabajo en comunidades, y de Andrés Barreda,
creador de la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales y del Tribunal
Permanente de los Pueblos. Sergio Zermeño impulsó el proyecto Pro-Regiones
(2000 a 2020) efectuando investigación participativa en Guerrero, Michoacán,
Nayarit y estado de México, y Leticia Merino ha develado por décadas la
importancia de los ejidos y comunidades forestales. Ana Esther Ceceña y Ana de
Ita realizan estudios críticos sobre geopolítica y seguridad alimentaria. En la
búsqueda de energías renovables con sentido social están los valiosos aportes
de Luca Ferrari y Omar Masera, mientras Claudio Estrada creó el Instituto de
Energías Renovables. En esa tesitura están Carlos Gay y Amparo Martínez sobre
el cambio climático. El poder subversivo de la ecología política ha sido
largamente desplegado por Enrique Leff, Leticia Durand, Patricia Ávila, Gian
Carlo Delgado y quien esto escribe, mientras la minería depredadora ha sido
develada por Claudio Garibay. En las ciencias jurídicas destacan las
contribuciones de John Ackerman sobre democracia y de Orlando Aragón en la
defensa de las autonomías indígenas. No podemos dejar de señalar la obra
inmensa del politólogo Raúl Olmedo sobre democracia participativa, organización
vecinal y desafío municipal, así como los aportes de Alejandro Labrador sobre
gobernabilidad. La UNAM en Cuernavaca hace presencia con el Centro Regional de
Investigaciones Multidisciplinarias donde 78 académicos realizan investigación
comprometida sobre equidad y género, conflictos socioambientales, globalización
y demografía. La UNAM creó un posgrado sobre sustentabilidad y 10 carreras
innovadoras en su campus de Morelia. La defensa del maíz contra las
corporaciones biotecnológicas proviene de los estudios sobre genética evolutiva
de Elena Álvarez-Buylla, y de los tres libros editados por Julio Muñoz,
filósofo de la ciencia. Uno de los mayores cambios de paradigma en México ha
sido el reconocimiento de los pueblos indígenas como herederos de la
civilización mesoamericana y actores centrales de la historia del país. Ello se
nutre de los estudios de innumerables investigadores comenzando por los de
Miguel León-Portilla (1926-2019) y Alfredo López Austin (1936-2021) y siguiendo
con los de Arturo Argueta, Alejandro Casas, Ana Isabel Moreno Calles, Alberto
Betancourt y quien esto escribe. Bajo esta atmósfera construimos con Narciso
Barrera-Bassols el concepto de memoria biocultural, reconocido
internacionalmente, que induce la emancipación de los pueblos.
Concluyendo.
La supuesta derechización de la UNAM es una opinión sin fundamentos,
igual que la de que el ecologismo y el feminismo son un invento neoliberal. Por
fortuna la política es parte de la cultura y no lo contrario. Nunca las ideologías
han logrado someter al conocimiento. Recuérdese 1968.
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