Defender a la UNAM
Rolando
Cordera Campos
https://www.jornada.com.mx/2021/10/24/opinion/017a1pol
Días de
pésame y dolor, de pérdidas irreparables y de búsqueda y cultivo del recuerdo y
el atesoramiento memorioso.
Se nos fue
el querido y entrañable amigo Felipe Cazals, creador infatigable de imágenes y
relatos de vida y muerte. Ni Jorge Fons, su entrañable amigo, lo pudo encontrar
en los escondrijos de su segunda casa que fueron los Estudios
Churubusco.
A los pocos
días, otro amigo querido, respetado y estudioso profesor, ejemplar servidor
público, Antonio Gazol, partió para siempre. Por su parte, el estimado y
respetado Cuauhtémoc Cárdenas y sus hijos perdieron a su compañera de vida y
madre, Celeste Batel, a quien vieron partir en su sencillez reconocida y
admirada. Días de guardar, diría Carlos Monsiváis.
Nos urge
encontrar señales de aliento y esperanza, tratar de afinar la mirada y dar luz
sobre la penumbra espesa que nos impuso la pandemia y la caída económica.
Hacerlo desde la cotidianidad de nuestras universidades públicas nutridas del
bullicio de sus aulas y pasillos, sus múltiples y plurales seminarios, sus
actividades culturales y científicas no será fácil, porque a la que debería ser
ancha avenida de rencuentros amistosos con los miles de estudiantes, con los
camaradas y colegas, el Presidente y su gobierno ofrecen una perspectiva de
grosera simplificación, generalizaciones absurdas, insostenibles.
Impresentables en cualquier aula o coloquio.
Decir que la
UNAM se volvió individualista y fue sometida por el neoliberalismo,
descalifica a quien emite tan grosero e insensato juicio. A quienes lo celebran
y comparten.
Buscar
revivir guerras florales, disfrazadas de campañas de limpieza ideológica, no
puede sino aterrizar en corrosivos desplantes de dogmatismo, cultivo cerril del
peor de los encierros. Rechazar la universalidad de la cultura y la ciencia,
ámbitos ajenos de etiquetas absurdas, es denostar nuestra pertenencia
inequívoca a los nuevos mundos de la globalidad y sus crisis, es miopía
política.
Si las
jornadas de estudio y reflexión que nos esperan para redefinir nuestras
misiones y proyectos en pos de un nuevo y renovador desarrollo se anuncian
difíciles, porque así lo manda la incertidumbre y lo aconseja la experiencia,
más duras lo serán si el poder público se empecina en regodearse en su miopía
política y quiere convertir su astigmatismo intelectual en virtud teologal de
una supuesta política transformadora. Si lo que ofrece Morena es resignación en
vez de convocatorias a diálogos abiertos y plurales, pedagogía democrática que
ha procurado siempre y defiende nuestra casa de estudios, leamos a la UNAM:
En la
Universidad se privilegia siempre la libertad de cátedra, una de nuestras
mayores fortalezas, para formar ciudadanos íntegros, de pensamiento
independiente, sin ideologías impuestas y comprometidos con la búsqueda de un
país más justo, libre y con menor desigualdad (tweet 22/11/21).
Cuánta razón
les asiste a mis amigos y compañeros del Instituto de Estudios para la
Transición Democrática, a cuyas firmas desde aquí sumo la mía, cuando nos
convocan a defender la Universidad Nacional ¡del poder público!, como en el 66
y el 68, nada menos.
No lo
merecemos, no lo merece el país ciudadano que en 2018 votó por otra
alternancia, una que portaba banderas de justicia social y ampliación de
nuestra difícil democracia. Eso no debe desperdiciarse, menos echarse por la
borda.
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