Iconos

Iconos
Zapata

viernes, 8 de octubre de 2021

 LA REFORMA ELÉCTRICA Y EL PROYECTO NACIONAL

La reforma constitucional propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en materia de energía[1] ha abierto un indispensable debate, no sólo sobre la reforma misma, sino sobre el tipo de economía y, más amplio aún, de proyecto nacional, que el país se dará para los próximos 25 o 30 años.

Para el presidente y su coalición gobernante, la reforma energética aprobada durante el gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018), se propuso debilitar y, con el tiempo, quebrar definitivamente a las empresas del Estado encargadas de la producción y distribución de energéticos, es decir Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE); con el objetivo de que las grandes empresas privadas nacionales, pero en especial, las extranjeras, acapararan el mercado y lograran con ello enormes utilidades.

Por ello, el gobierno actual propone desbaratar esa reforma, con objeto de que el Estado, mediante la CFE, retome el control del sector eléctrico, fortaleciendo nuevamente a la Comisión Federal de Electricidad, regresándola a su papel de empresa paraestatal y de cabeza del sector, para ejercer la rectoría sobre el mercado; y así evitar que los particulares lo acaparen en su beneficio, lo que pone en riesgo al sector eléctrico como servicio público.

Aún así, la reforma prevé la participación limitada de los particulares en el mercado, pero ya sin la existencia de los organismos autónomos que regulaban dicha participación, pues ahora quedarían como partes integrantes de la CFE, esto es, del gobierno.

Obviamente, la iniciativa privada nacional y extranjera ha puesto el grito en el cielo, pues esta reforma corta de tajo las inversiones y los negocios que han venido realizando durante los últimos años, bajo el amparo de la anterior reforma; y peor aún, vuelve a colocar a la empresa gubernamental como la dominante (con el 54% del mercado, según la reforma constitucional), limitando así el posible crecimiento futuro de las empresas privadas, que no podrán tener más del 46% de dicho mercado, en todo momento.

Así, la reforma energética, que también considera la exclusividad para el Estado Mexicano de la explotación del mineral considerado más estratégico para el presente y futuro de la economía mundial, como el litio (se usa en la fabricación de baterías para autos eléctricos, para celulares, semiconductores, etc.), vuelve a la vieja discusión de la participación del Estado en la economía, en qué porcentaje lo hace, con qué modalidades y para qué fines V.S. la iniciativa privada.

Para AMLO y su coalición gobernante el neoliberalismo devastó al país, concentró el ingreso, redujo la rectoría económica y las capacidades del Estado y permitió que minorías privilegiadas explotaran brutalmente los recursos naturales, financieros y la mano de obra del país, sin dejar prácticamente ningún beneficio.

Los privados insisten en que el Estado es corrupto (como si ellos no participaran en dicha corrupción como agentes activos), ineficiente, inhibe la innovación, la creatividad, detiene el progreso, es burocrático, pesado, sobre regula y todo ello afecta las posibilidades de progreso de la mayoría de la población.

Cada “bando” tiene parte de verdad y caricaturiza, exagera y/o miente descaradamente, al menos en parte, respecto al contrincante. ¿Y porqué decimos “contrincante”? Porque el gobierno de AMLO ha planteado en esos términos el debate; incluso ha ido más allá, al señalar que los que voten en el Congreso en contra de la reforma energética que ha propuesto, serán “traidores a la patria”. Es decir, casi, casi merecerían ser fusilados.

Desgraciadamente los extremos en los debates tienden a oscurecer y a presentar posiciones maniqueas, que no permiten un debate informado, sereno, profesional y maduro en beneficio del país; por lo que lo más probable es que la discusión, en los próximos días y semanas, tienda a subir de tono, a agriarse y termine en una especie de pelea de la UFC, en donde en vez de buscar una posición gana-gana, se terminará en la de suma cero, en donde uno pierde todo, mientras el otro gana lo que el primero perdió.

Un punto en el que AMLO lleva las de perder es que, por su ignorancia, desidia o lo que fuere, dejó en manos de incompetentes o esos sí traidores a la patria, la supervisión de la negociación del T-MEC con Estados Unidos y Canadá, en donde le metieron una goliza a nuestro país, especialmente en el tema energético, lo que por supuesto servirá a las empresas que se oponen a la reforma de AMLO, para detenerla, no en los tribunales nacionales, que esos no cuentan en el famoso tratado, sino en los paneles de controversias, en donde siempre ganan las empresas trasnacionales; y que AMLO y su impresentable negociador (Jesús Seade, hoy embajador en China), dejaron pasar, cosa que no hizo Canadá, que negoció con Estados Unidos la desaparición de dichos paneles en su tratado bilateral; por lo que AMLO se va a enfrentar a una cascada de demandas por decenas de miles de millones de dólares en supuestos perjuicios para las empresas afectadas de Estados Unidos y Canadá; y poco podrá hacer el presidente mexicano, ya que su ignorancia e incompetencia permitieron que esas cláusulas quedaran en el tratado, y ahora se va a tener que tragar las consecuencias de ello, afectando su reforma energética y las finanzas del país, ante los descomunales pagos por reparaciones y “ganancias no realizadas” de las decenas o centenas de empresas que se inconformen en el  marco del T-MEC.

La ignorancia, la desidia y la incompetencia, se pagan caro en el ámbito internacional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario