POLÍTICA EXTERIOR CON PIES DE BARRO
Este 16 de septiembre
el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) pronunció uno de
los discursos más agresivos y hasta groseros contra Estados Unidos, en lo que
va de su administración[1].
El objetivo
fue atacar al gobierno de Estados Unidos por el mantenimiento del bloqueo
económico a Cuba; su intención de provocar con ello un “cambio de régimen”, y señalar
los graves daños que todo ello ha ocasionado al pueblo cubano.
El discurso
de AMLO no pareció uno dedicado a la independencia de México, sino a la de
Cuba.
Y además lo
hizo frente al nuevo embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, quien
un par de días antes acababa de presentar sus cartas credenciales al
presidente.
Ahora se va
a realizar en nuestro país la reunión de presidentes de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), de la que nuestro país es el presidente pro
tempore (hasta fin de año), y que AMLO está tratando de impulsar como
substituta de la OEA, a la que considera un instrumento al servicio de Estados
Unidos (lo que así es, efectivamente).
El problema
con esta iniciativa presidencial es que tiene “pies de barro”.
Primero, no
todos los países del área latinoamericana y del Caribe apoyan esta iniciativa,
que ven no sólo como un proyecto de los gobiernos “izquierdistas” de la región
(México, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Perú y Bolivia; en menor medida,
Argentina); sino también, como una muy mal disfrazada estrategia mexicana para
colocarse como el interlocutor privilegiado de la región con Estados Unidos y
Canadá.
Así,
gobiernos de derecha como los de Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay y
Uruguay no parecen muy dispuestos a seguirle el juego a México, y lo más
probable es que no se sumen a la propuesta de vaciar a la OEA y sustituirla con
la CELAC.
Ya
presidentes con vena populista como la de AMLO, tales como Luis Echeverría
Alvarez con su Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados; y José
López Portillo, con su Plan Mundial de Energía y su Diálogo Norte-Sur, fracasaron
intentando colocar a México como un supuesto líder internacional a través de
dichos proyectos; que finalmente se vinieron al suelo, dado que México era, es
y seguirá siendo, un vasallo de Estados Unidos, que cada vez más se ata a su
economía, política, sociedad y ahora también a sus disputas hegemónicas (contra
China y Rusia), por lo que la supuesta independencia y autonomía de la política
exterior mexicana es una falacia, que depende de la buena voluntad de
Washington.
De ahí que
esta fuga hacia adelante de AMLO, en materia internacional, es una más de esas
fanfarronadas mexicanas que pretenden ser “candil de la calle y oscuridad de la
casa”, para cubrir lo que sí es real, que México ha sucumbido por completo ante
la hegemonía de Estados Unidos con el T-MEC, con la supervisión de sus
políticas económica, de seguridad, migratoria y laboral por parte de la
superpotencia; y que nuestro gobierno ha aceptado la tutela estadounidense, por
lo que en los hechos, ya es un protectorado de Washington.
Las
balandronadas contra Estados Unidos, la apasionada defensa de Cuba, los ataques
a la OEA y su “sustitución” con la CELAC, son las patadas de ahogado de
un país que ya ha cedido lo fundamental de su soberanía al coloso del Norte, y
éste benignamente le deja pretender que aún es un país soberano, cuando en realidad
este gobierno y los anteriores del periodo neoliberal, rindieron por completo
dicha soberanía a las apetencias, exigencias y necesidades de los Estados
Unidos.
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