LOS ALIADOS DE LÓPEZ OBRADOR
Cada vez
sorprende menos el tipo de aliados con los que el presidente López Obrador
quiere afianzar su personal proyecto político, que en nada tiene que ver con la
izquierda y menos aún con el socialismo o el comunismo. Con este artículo iniciaremos
un análisis de los principales aliados del actual gobierno, empezando con las
fuerzas armadas.
Desde el
inicio de su sexenio el fortalecimiento de las fuerzas armadas no ha tenido
precedente en la historia moderna del país. No sólo su presupuesto se ha
elevado en menos de tres años en un 197%, sino que sus funciones han excedido por mucho las establecidas originalmente
en la ley, o sea las de defensa de la soberanía, independencia e integridad
territorial del país.
Ahora
construye aeropuertos civiles, como el Felipe Angeles; vías de ferrocarril (tramos
del Tren Maya); se han convertido en “empresarios” pues se encargarán de la
operación del “corredor turístico AIFA (Aeropuerto Internacional Felipe Angeles)-Tren
Maya-Palenque-Chetumal-Tulum”[1]; construyen sucursales
bancarias para el Banco del Bienestar; operan hospitales anti Covid; la Marina
está encargada de puertos y aduanas marítimas (antes a cargo de Comunicaciones
y Transportes); a través de la Guardia Nacional son las principales encargadas
de la seguridad pública en el país; además ya prácticamente desplazaron a
Protección Civil de la muy disminuida Secretaría de Gobernación, como las
principales encargadas de atención en los desastres naturales; y ahora hasta se
dedican a hacer los censos de personas afectadas por los mismos, lo que se
supone es función de la Secretaría de Bienestar.
Pero López
Obrador dice que nada de esto implica que se esté “militarizando” al país, que
las fuerzas armadas son “pueblo uniformado”, que están al servicio de la
población.
Tal parece
que López Obrador pretende transformar a las fuerzas armadas en la avanzada de
su proyecto, dirigido a favorecer a los pobres, en primer lugar (y por lo que
se ve, a demonizar ad nauseam a la clase media mexicana, sin distingo
alguno).
Pretende
transformar a las fuerzas armadas en “aliadas” del pueblo, no en sus opresores,
como fueron usadas por los gobiernos neoliberales (1982-2018) y por el “nacionalismo
revolucionario” (1929-1982).
El problema
con esta romántica visión es que una vez que las fuerzas armadas han acumulado
tal poder económico y político, pueden muy bien girar su accionar hacia donde
mejor convenga a intereses específicos dentro del instituto armado, y no
necesariamente hacia donde quiera el poder civil.
Basta ver
como en otros países (Tailandia, Turquía, Egipto, sólo por mencionar algunos),
ese poder acumulado de las fuerzas armadas ha acabado por darles capacidad de “voto”
y de “veto” en las políticas públicas que los gobiernos civiles de dichos
países quieren implementar; y, por lo tanto, la democracia tradicional se
pervierte y queda como rehén de las apetencias, intereses y o veleidades de sus
institutos armados. Nada de esto ve López Obrador y él sigue creyendo que con
su “autoridad moral” es suficiente para controlar las posibles ambiciones de los
altos mandos de las fuerzas armadas. Confía ciegamente en su institucionalidad.
Al respecto,
cabe incluir aquí las consideraciones de un estudioso del tema:[2]”…el argumento sobre la ‘barrera
moral’ supone un público bien informado, con orientaciones y actitudes de apoyo
político definidas y consistentes, así como dispuesto y capaz de expresar abiertamente
sus puntos de vista favorables al gobierno y contrarios a la intervención…los
miembros del gran público tienden a permanecer mal informados y a poseer
actitudes políticas inestables y poco coherentes”. Esto es, la “autoridad moral”
del presidente en turno, como muro de contención de ambiciones excesivas de los
militares, sólo se puede “operacionalizar” si el “pueblo” actúa de manera
organizada; es decir, si los dirigentes civiles cuentan con “reservas
organizadas de poder”; de lo contrario el poder de los militares o de otros
poderes fácticos se impondrá y serán sus intereses y políticas públicas las que
prevalecerán.
De ahí que, se
podría dar en el país una especie de “vacío de poder…allí donde las
organizaciones políticas, y especialmente los partidos, carecen ostensiblemente
de habilidad para solucionar los problemas del país, las fuerzas armadas
tienden a erigirse en sustitutas o reemplazos suyos”.[3]
Así, esa “institucionalidad”
de las fuerzas armadas se ha visto transformada con un crecimiento de su poder
político y económico sin precedentes en el último siglo, y ello les dará un
sentido de seguridad y de autoridad que muy difícilmente sucesivos presidentes
podrán o incluso querrán disputar; con lo que, en los hechos la democracia
mexicana quedará condicionada a un poder fáctico que concentra, nada menos que
el poder coercitivo del Estado Mexicano. Craso error, que lo pagaremos todos
los mexicanos, y no quien lo ha originado, Andrés Manuel López Obrador.
[1]
https://www.forbes.com.mx/militares-operaran-corredor-turistico-con-aifa-tren-maya-palenque-chetumal-y-tulum/
[2]
Herbert Koeneke; Pretorianismo, Legitimidad y Opinión Pública; Nueva Sociedad
(No.81); Caracas, Venezuela; Enero-Febrero 1986; pp. 74-75
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