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Zapata

viernes, 10 de septiembre de 2021

 EL ONCE DE SEPTIEMBRE

A 20 años de los ataques terroristas en Estados Unidos que desataron la “Guerra Global contra el Terror” (Global War on Terror, GWOT), los saldos para la humanidad han sido desastrosos, pero para quienes idearon e instrumentaron esta política han sido, en general, redituables económica y políticamente.

Desde ese martes 11 de septiembre del 2001 cuando en vivo y a todo color el mundo vio como aviones de pasajeros se estrellaban contra las Torres Gemelas de Nueva York, y después se derrumbaban en segundos, en una demolición controlada; cómo era atacado el Pentágono[1] y, otro avión, supuestamente dirigido a la Casa Blanca, terminaba estrellándose en una zona rural de Pennsylvania[2], han surgido cualquier cantidad de versiones y teorías sobre quiénes fueron los autores intelectuales y materiales de los ataques; y de cómo y porqué lo hicieron.

Pero la teoría de la conspiración más bizarra, absurda y estúpida de todas es la que han mantenido como versión oficial el gobierno de Estados Unidos, sus medios de comunicación vasallos y los gobiernos de los países aliados y subordinados de la superpotencia.

Y es que creer que un grupúsculo de radicales islámicos -por cierto, originalmente financiados y apoyados por Estados Unidos para combatir al ejército de la Unión Soviética que ocupó Afganistán entre 1979 y 1989- conocido como Al Qaeda, tuvo los medios materiales, financieros, logísticos y de inteligencia para realizar un ataque de esa magnitud, burlando a las 17 agencias de seguridad de Estados Unidos; todo controlado desde una cueva en Tora Bora, Afganistán, y realizado por 19 “árabes” que subieron a los aviones de pasajeros, los secuestraron con unos cuantos “cutters”, los pilotearon como expertos (después de recibir algunas clases de vuelo, en avionetas en la Florida) y los estrellaron a cientos de kilómetros por hora, bajando casi en picada contra las Torres Gemelas en Nueva York y el Pentágono en Washington, es tener una imaginación que raya en la locura.

Realmente hay que ser verdaderamente estúpido para creer eso, y aún más, aceptar que el edificio World Trade Center 7 se derrumbó horas después, sólo por que cayeron algunos escombros que incendiaron muebles del edificio y ello llevó a que se desintegrara en caída libre en menos de 7 segundos. Bueno, que todo un país, y una buena parte de la población de “Occidente” (cualquier cosa que eso signifique) acepte esa versión, implica que las élites políticas y económicas que idearon esto, tienen un control orwelliano sobre las desinformadas y borreguiles masas de sus países.

Cui bono.

Por ello, en todo crimen, hay que analizar, antes que nada, quién o quiénes se beneficiaron de él; y eso da la clave de quiénes estuvieron detrás de los ataques.

¿Para qué querría Osama bin Laden, llevar a cabo un ataque de esta magnitud (bueno, ni siquiera tendría los medios para realizarlo)[3], que sólo desataría, como sucedió, una respuesta brutal de la principal potencia militar del mundo y de sus aliados y vasallos, lo que seguramente llevaría a la destrucción de su organización? Según la interpretación de los “expertos”, con los ataques y la reacción de Estados Unidos, se generaría más odio hacia este país y así se incrementaría la membresía y el apoyo a Al Qaeda[4]. Visto lo que ha sucedido durante 20 años, Al Qaeda no se fortaleció[5], eliminaron a bin Laden, y surgieron otros grupos terroristas[6], ayudados y protegidos en sus inicios por Occidente[7], como el Estado Islámico[8], que sirvió para justificar la intervención militar en Siria y en Irak, con el verdadero y único objetivo de acabar con el gobierno de Bashar el Assad en Damasco, lo que hasta ahora no han conseguido.

¿Para qué querría apoyar el gobierno de Arabia Saudita, o para el efecto alguna facción dentro del mismo, un ataque así a quien ha sido su principal aliado militar y económico, y especialmente durante la presidencia de George W. Bush, cuya familia ha sido aliada y socia de la familia real saudita? No tiene ningún sentido.

En cambio, si vemos lo que significa para dos grupos de actores el que se lleve a cabo una permanente intervención militar de Estados Unidos en Medio Oriente, se podrá comprender mejor de dónde vino la idea, la planeación y la ejecución de este crimen de lesa humanidad[9].

Según la Universidad Brown[10], la Guerra Global contra el Terrorismo ha costado 8 trillones de dólares (8 millones de millones de dólares), ocasionando más de un millón de muertos y 38 millones de refugiados, durante los últimos 20 años.

Los que han recibido la mayor parte de esa descomunal cantidad de dinero han sido las empresas dedicadas a la fabricación de armas[11], los contratistas y empresas de seguridad privada que trabajan para las fuerzas armadas de Estados Unidos y sus aliados; las empresas consultoras; los “think tanks” que asesoran a las empresas armamentistas y al gobierno estadounidense; y por supuesto, las burocracias de las fuerzas armadas y las agencias de seguridad e inteligencia del gobierno estadounidense que han acumulado presupuestos estratosféricos durante estas dos décadas; además de los intereses generosísimos que los bancos de Wall Street han cobrado (1.1 trillones de dólares) por los préstamos que han hecho al gobierno por esta “noble causa” y el aumento del valor de las acciones de las empresas que forman parte del complejo militar-industrial- y de seguridad (del orden de 870% de ganancia en 20 años)[12].

Así también, las agencias de seguridad e inteligencia ampliaron ad nauseam sus atribuciones, creando verdaderos “estados policía”, big brothers, para controlar a las masas[13] y seguir inflando sus presupuestos con el pretexto de la “amenaza terrorista”. Además de las sistemáticas violaciones a los derechos humanos que toda esta política generó en distintas regiones del mundo, a través de prácticas de tortura en centros de detención como Guantánamo, Bagram, Abu Ghraib, etc.

Los otros beneficiarios de esta guerra permanente han sido el gobierno de Israel, el lobby pro-Israel de Estados Unidos y los neoconservadores (que en su mayoría son israelí-estadounidenses), que han promovido y presionado para que “Occidente” le haga el trabajo sucio a Israel, destruyendo a los países que considera sus enemigos.

En gran parte lograron su objetivo, pues la GWOT llevó al derrocamiento y ejecución de Saddam Hussein en Irak[14]; al derrocamiento y asesinato de Muamar Gaddafi en Libia; y a la casi destrucción de Siria, lo que finalmente fue evitado por la intervención de Rusia e Irán en favor del régimen de Bashar el Assad.

Y con la presidencia de Trump (y ahora con la de Biden), han asegurado el mantenimiento de su Estado apartheid en Israel, la completa subyugación de los palestinos y el expansionismo sin pausa de los asentamientos ilegales en tierra palestina[15]; así como el convencimiento de varias petro-monarquías árabes de abandonar a los palestinos y, en su lugar, establecer relaciones diplomáticas formales, y en los hechos, alianzas con el etno-nacionalista Estado de Israel.

Así que los grandes ganadores de lo que resultó de los ataques del once de septiembre de 2001 fueron el complejo militar-industrial-y de seguridad de Estados Unidos, que ahora tiene un presupuesto para las fuerzas armadas de casi 800 mil millones de dólares anuales; y el gobierno de Israel, junto con sus subordinados del lobby pro-Israel y los neoconservadores en Estados Unidos, que han logrado aplastar, destruir y/o generar caos en el vecindario del Estado de Israel, con lo que éste se ha fortalecido militar, política y económicamente sobre el resto de países de la región.

Por ello, queda más que claro quiénes tenían los medios materiales, financieros, logísticos y el poder político para realizar un ataque de la magnitud y significación del sucedido hace 20 años y quiénes, por lo tanto, se beneficiaron enormemente de dichos trágicos sucesos.



[1] Meyssan, Thierry; (2002) La Terrible Impostura: 11 de septiembre de 2001; 1ª. Ed.; Buenos Aires; Editorial El Ateneo.

[2] El cual fue literalmente “tragado” por la tierra, sin dejar prácticamente rastro alguno de su existencia. Increíble.

[4] https://original.antiwar.com/Joshua_Mawhorter/2021/09/09/the-no-second-9-11-argument/

Según estos estudios, la principal razón del aumento del terrorismo suicida ha sido en los últimos 20 años, las guerras y la ocupación de Siria, Afganistán, Irak, Libia y Yemen, realizadas por Estados Unidos y sus aliados.

[5] “Y lo que es peor, es la historia de cómo, después de los ataques, Estados Unidos no consiguió eliminar el movimiento de Al Qaeda, que se transformó en una amenaza dispersa y escurridiza, de cómo en cambio, iniciamos el contraproducente fiasco de Irak; de cómo el gobierno de Bush politizó el antiterrorismo para asegurarse victorias electorales; de cómo persisten las vulnerabilidades en materia de seguridad nacional.”; Richard A. Clark; “Contra todos los enemigos”; Editorial Taurus (2004): p. 11

[9] Constituyen crímenes de lesa humanidad los actos cometidos como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y que respondan a una política de Estado o de sus agentes; de grupos armados organizados o de grupos organizados que detenten un poder de hecho que favorezca la impunidad de sus actos ...

[12] Ibidem.

[14] “Luego me di cuenta (lo que me produjo un profundo dolor, casi físico) de que Rumsfeld y Wolfowitz iban a tratar de aprovechar esta tragedia nacional para sacar adelante sus planes sobre Irak. Desde el inicio de la legislatura, e incluso bastante antes, habían estado presionando para que se declarara la guerra a Irak…la mañana del día 12 el objetivo del Departamento de Defensa era comenzar a distanciarse de Al Qaeda…La tarde del miércoles, el secretario Rumsfeld ya hablaba de ampliar los objetivos de nuestra respuesta e ‘ir por Irak’…Más tarde aquel mismo día, el secretario Rumsfeld se quejó de que no había objetivos en Afganistán que mereciera la pena bombardear y que deberíamos plantearnos bombardear Irak.” Richard A. Clark. Ibidem. Pp. 31-32

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