Iconos

Iconos
Zapata

martes, 21 de septiembre de 2021

 

BIDEN BLA-BLA-BLA

En su discurso de hoy ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quiso presentarse como el líder mundial que unificará al planeta tras grandes causas como el desarrollo y distribución de las vacunas contra la pandemia del COVID-19; el desarrollo de políticas globales para detener el cambio climático y de nuevas tecnologías que sirvan a todo el mundo; la defensa de la democracia y los derechos humanos; y la condena a los regímenes autoritarios y totalitarios en el mundo.

La realidad es que el gobierno de Estados Unidos sí quiere seguir siendo el “líder mundial”, pero no precisamente para resolver los grandes problemas mundiales, sino para mantener su hegemonía, su dominio político, militar, económico y tecnológico sobre el resto de los países; y especialmente, sobre los dos contendientes globales que no están dispuestos a ser vasallos de la “anglósfera”; es decir, China y Rusia.

Biden señaló que no desea una nueva “guerra fría”, sin mencionar directamente la que ya existe desde hace por lo menos una década, cuando el anterior jefe de Biden, el entonces presidente Barack Obama, definió como la prioridad de la política exterior de Estados Unidos a la región Asia-Pacífico, pues China se convertía rápidamente en competidor de la potencia hegemónica, en los ámbitos económico, tecnológico y de manera creciente, en el militar.

Desde entonces, los gobiernos de Obama, Trump y el de Biden, no han dejado de insistir en que China y Rusia quieren cambiar el sistema internacional basado en las reglas establecidas después de la Segunda Guerra Mundial; pero especialmente, las impuestas después de la desaparición de la URSS en 1991. Por lo tanto, es un “orden internacional” con reglas establecidas por Estados Unidos, y en menor medida por Europa Occidental, al que Washington, Londres; Bruselas (sede de la Unión Europea) y Paris, desean que el resto del planeta se subordine.

Pero da la casualidad de que desde el inicio del S.XXI, tanto Rusia como China han venido desarrollando su potencial económico, militar, tecnológico y su presencia político-diplomática, tanto en sus zonas adyacentes (Centro de Asia, Europa del Este, Asia-Pacífico), como en otros continentes (especialmente Africa, y en el caso de China, Sudamérica), lo que ha sacado de quicio a las élites occidentales que esperaron mantener como fuente de materias primas baratas a la devastada Rusia, después del saqueo llevado a cabo por los oligarcas judío-rusos aliados de Occidente y las empresas trasnacionales estadounidenses y europeas; y a China, como una gran fábrica dominada por las grandes corporaciones occidentales, destinada a producir insumos y manifacturas baratas para las cadenas de producción que terminan en Norteamérica, Europa y  Japón.

Por ello, desde hace una década las políticas exterior, económica, tecnológica y militar de Occidente han estado dirigidas a detener, obstaculizar y hacer fracasar los intentos de desarrollo chinos (como la Belt and Road Initiative, la Organización de Cooperación de Shanghai o el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura) y rusos (Espacio Económico Euroasiático), a través de sanciones, boicots y permanentes acusaciones en contra de chinos y rusos, en todos los foros y organizaciones multilaterales; así como en los amaestrados medios de comunicación occidentales.

Así que el discurso de Biden llevaba la real intención de presentarse, como de costumbre, como los buenos “cowboys” que vienen a salvar al planeta de los “malvados” (léase chinos, rusos, iraníes, cubanos, venezolanos, coreanos del norte, etc.), que no practican una economía libre, sino que obligan a los países a asociarse con ellos con “malas prácticas”; son violadores de los derechos humanos; no son democracias, sino unas dictaduras que van en contra de todos los principios loables que los maravillosos países occidentales han dado al mundo a lo largo de su historia; y en resumidas cuentas, son países que resultan ser una amenaza para los pobres y subdesarrollados del mundo entero, que no tienen otra salida más que unirse a Occidente en esta batalla universal del bien contra el mal.

Pero Biden no quiere que el mundo se “divida en bloques”, faltaba más, lo que quiere es que el mundo se una bajo el prístino liderazgo estadounidense que, según él, por primera vez en 20 años no “está en guerra”; pero da la casualidad de que su presupuesto para las fuerzas armadas es por casi 800 mil millones de dólares para el siguiente año y mantiene 800 bases militares[1] y tropas en decenas de países en el mundo.

Biden hizo una encendida defensa de la democracia y fustigó a los países que mantienen a sus pueblos sojuzgados; pero claro, esto nada tiene que ver son sus aliados Israel, considerado internacionalmente como un Estado apartheid; o Arabia Saudita en donde nunca se llevan a cabo elecciones y las minorías políticas y religiosas son continuamente reprimidas; o Egipto, en donde de facto funciona un gobierno militar que no permite la libertad de expresión, reunión o manifestación, etc. etc.

Esas son minucias, lo que realmente importa es lo que hagan China, Rusia, Irán, Cuba, Venezuela, etc. Esos sí que son violadores de los derechos humanos, a ellos sí hay que castigarlos, condenarlos, quemarlos en leña verde (no perdón, eso ya sería una violación a los derechos humanos).

Nada de comentar el trato inhumano a los migrantes centroamericanos, haitianos, africanos, mexicanos, por parte de las autoridades estadounidenses en la frontera México-Estados Unidos; o para el caso, el de las autoridades mexicanas a los migrantes en su frontera sur (no que va, si México es un buen vasallo); eso no tiene que ver con los derechos humanos, y en todo caso, sucede dentro de “países democráticos”, por lo que casi, casi, no cuentan como violaciones a los derechos humanos.

Y eso de matar “por error” a toda una familia afgana con misiles, pues bueno, qué democracia que no se respete no comete este tipo de errores. Total, con una disculpa se arregla todo.

Por supuesto, sólo Estados Unidos puede desarrollar tecnología de avanzada en favor de la humanidad; los demás lo hacen con fines aviesos y seguramente para espiar; algo que ni la NSA, la CIA, el FBI o Facebook se atreverían a hacer.

Mayor maniqueísmo es imposible; Estados Unidos es pura bondad y si se equivoca es porque errare humanum est; además recordemos que son “excepcionales”, “indispensables”, “the shining light on the hill”, así que no importa todas las barbaridades que le han ocasionado a la humanidad y que le seguirán ocasionando, siguen siendo menos malos que los demás; aunque eso no esté probado a lo largo de la historia. Simplemente, hay que creerlo porque seguramente Dios está de parte de los Estados Unidos. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario