BIDEN BLA-BLA-BLA
En su
discurso de hoy ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente
de Estados Unidos, Joe Biden, quiso presentarse como el líder mundial que
unificará al planeta tras grandes causas como el desarrollo y distribución de
las vacunas contra la pandemia del COVID-19; el desarrollo de políticas
globales para detener el cambio climático y de nuevas tecnologías que sirvan a
todo el mundo; la defensa de la democracia y los derechos humanos; y la condena
a los regímenes autoritarios y totalitarios en el mundo.
La realidad
es que el gobierno de Estados Unidos sí quiere seguir siendo el “líder mundial”,
pero no precisamente para resolver los grandes problemas mundiales, sino para
mantener su hegemonía, su dominio político, militar, económico y tecnológico
sobre el resto de los países; y especialmente, sobre los dos contendientes
globales que no están dispuestos a ser vasallos de la “anglósfera”; es decir,
China y Rusia.
Biden señaló
que no desea una nueva “guerra fría”, sin mencionar directamente la que ya
existe desde hace por lo menos una década, cuando el anterior jefe de Biden, el
entonces presidente Barack Obama, definió como la prioridad de la política
exterior de Estados Unidos a la región Asia-Pacífico, pues China se convertía
rápidamente en competidor de la potencia hegemónica, en los ámbitos económico,
tecnológico y de manera creciente, en el militar.
Desde
entonces, los gobiernos de Obama, Trump y el de Biden, no han dejado de
insistir en que China y Rusia quieren cambiar el sistema internacional basado en
las reglas establecidas después de la Segunda Guerra Mundial; pero
especialmente, las impuestas después de la desaparición de la URSS en 1991. Por
lo tanto, es un “orden internacional” con reglas establecidas por Estados
Unidos, y en menor medida por Europa Occidental, al que Washington, Londres;
Bruselas (sede de la Unión Europea) y Paris, desean que el resto del planeta se
subordine.
Pero da la
casualidad de que desde el inicio del S.XXI, tanto Rusia como China han venido
desarrollando su potencial económico, militar, tecnológico y su presencia
político-diplomática, tanto en sus zonas adyacentes (Centro de Asia, Europa del
Este, Asia-Pacífico), como en otros continentes (especialmente Africa, y en el
caso de China, Sudamérica), lo que ha sacado de quicio a las élites
occidentales que esperaron mantener como fuente de materias primas baratas a la
devastada Rusia, después del saqueo llevado a cabo por los oligarcas
judío-rusos aliados de Occidente y las empresas trasnacionales estadounidenses
y europeas; y a China, como una gran fábrica dominada por las grandes
corporaciones occidentales, destinada a producir insumos y manifacturas baratas
para las cadenas de producción que terminan en Norteamérica, Europa y Japón.
Por ello,
desde hace una década las políticas exterior, económica, tecnológica y militar de
Occidente han estado dirigidas a detener, obstaculizar y hacer fracasar los
intentos de desarrollo chinos (como la Belt and Road Initiative, la Organización
de Cooperación de Shanghai o el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura) y rusos (Espacio Económico Euroasiático), a través de sanciones, boicots y
permanentes acusaciones en contra de chinos y rusos, en todos los foros y
organizaciones multilaterales; así como en los amaestrados medios de
comunicación occidentales.
Así que el discurso
de Biden llevaba la real intención de presentarse, como de costumbre, como los
buenos “cowboys” que vienen a salvar al planeta de los “malvados” (léase
chinos, rusos, iraníes, cubanos, venezolanos, coreanos del norte, etc.), que no
practican una economía libre, sino que obligan a los países a asociarse con
ellos con “malas prácticas”; son violadores de los derechos humanos; no son
democracias, sino unas dictaduras que van en contra de todos los principios
loables que los maravillosos países occidentales han dado al mundo a lo largo
de su historia; y en resumidas cuentas, son países que resultan ser una amenaza
para los pobres y subdesarrollados del mundo entero, que no tienen otra salida
más que unirse a Occidente en esta batalla universal del bien contra el mal.
Pero Biden
no quiere que el mundo se “divida en bloques”, faltaba más, lo que quiere es
que el mundo se una bajo el prístino liderazgo estadounidense que, según él,
por primera vez en 20 años no “está en guerra”; pero da la casualidad de que su
presupuesto para las fuerzas armadas es por casi 800 mil millones de dólares
para el siguiente año y mantiene 800 bases militares[1] y tropas en decenas de países
en el mundo.
Biden hizo
una encendida defensa de la democracia y fustigó a los países que mantienen
a sus pueblos sojuzgados; pero claro, esto nada tiene que ver son sus aliados
Israel, considerado internacionalmente como un Estado apartheid; o Arabia
Saudita en donde nunca se llevan a cabo elecciones y las minorías políticas y
religiosas son continuamente reprimidas; o Egipto, en donde de facto
funciona un gobierno militar que no permite la libertad de expresión, reunión o
manifestación, etc. etc.
Esas son
minucias, lo que realmente importa es lo que hagan China, Rusia, Irán, Cuba, Venezuela,
etc. Esos sí que son violadores de los derechos humanos, a ellos sí hay que
castigarlos, condenarlos, quemarlos en leña verde (no perdón, eso ya sería una
violación a los derechos humanos).
Nada de
comentar el trato inhumano a los migrantes centroamericanos, haitianos,
africanos, mexicanos, por parte de las autoridades estadounidenses en la
frontera México-Estados Unidos; o para el caso, el de las autoridades mexicanas
a los migrantes en su frontera sur (no que va, si México es un buen vasallo);
eso no tiene que ver con los derechos humanos, y en todo caso, sucede dentro de
“países democráticos”, por lo que casi, casi, no cuentan como violaciones a los
derechos humanos.
Y eso de
matar “por error” a toda una familia afgana con misiles, pues bueno, qué
democracia que no se respete no comete este tipo de errores. Total, con una
disculpa se arregla todo.
Por
supuesto, sólo Estados Unidos puede desarrollar tecnología de avanzada en favor
de la humanidad; los demás lo hacen con fines aviesos y seguramente para
espiar; algo que ni la NSA, la CIA, el FBI o Facebook se atreverían a hacer.
Mayor
maniqueísmo es imposible; Estados Unidos es pura bondad y si se equivoca es
porque errare humanum est; además recordemos que son “excepcionales”, “indispensables”,
“the shining light on the hill”, así que no importa todas las barbaridades que
le han ocasionado a la humanidad y que le seguirán ocasionando, siguen siendo
menos malos que los demás; aunque eso no esté probado a lo largo de la
historia. Simplemente, hay que creerlo porque seguramente Dios está de parte de
los Estados Unidos. Amén.
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