Iconos

Iconos
Zapata

lunes, 27 de septiembre de 2021

 

1821-2021

Normalmente los gobiernos mexicanos no hicieron en el pasado grandes conmemoraciones con motivo de la consumación de la Independencia, el 27 de septiembre de 1821; se centraron principalmente en la fecha de inicio de la misma, el 16 de septiembre, junto con el “Grito” a la 11 p.m. del día anterior.

Ahora, el gobierno de López Obrador quiere significar esta fecha con la intención de afirmar la vena nacionalista del gobierno, y especialmente para diferenciar los festejos de este 200 aniversario de la consumación de la Independencia, con los muy criticados y poco concurridos festejos del 200 aniversario del inicio de la gesta histórica, realizados en 2010 por el gobierno de Felipe Calderón, a quien el presidente López Obrador considera uno de sus principales enemigos políticos (junto con los ex presidentes Carlos Salinas de Gortari y Vicente Fox; y el empresario Claudio X. González).

El problema con un festejo como este es que dicha fecha histórica recuerda el triunfo de las clases dominantes en ese momento en la Nueva España que, ante la aprobación de la Constitución liberal en la madre patria, deciden encabezar el proceso de Independencia -por la que los insurgentes criollos, mestizos e indígenas habían estado peleando por más de una década- con objeto de evitar la aplicación de varias medidas políticas y económicas que afectarían su situación de poder y privilegio.

Así, la Constitución aprobada por las Cortes en Madrid decretaba (por segunda vez) la expulsión de los jesuitas de la Nueva España, la eliminación del fuero eclesiástico, la supresión de las órdenes monacales, la reducción de los diezmos y la venta de los bienes del clero.[1]

“La segunda expulsión de los jesuitas acaba por exacerbar los ánimos. El alto clero empieza a conspirar para abolir en Nueva España la Constitución y separarse del gobierno metropolitano.”[2]

Por su parte, en el ejército había animadversión por el continuo nombramiento de oficiales españoles en altos cargos, sin tomar en cuenta a los españoles que ya llevaban años en la Nueva España, y menos aún a los criollos; por lo que ambos grupos comienzan a conspirar en contra de las autoridades virreinales y a ver la posibilidad de afianzar su posición de poder, expulsando a los españoles llegados de la metrópoli, a través de la proclamación de la Independencia.

Así que las ambiciones de mandos del ejército, más el deseo del alto clero novohispano de mantener sus fuentes de ingreso y privilegios, los llevan a buscar a la persona que pueda encabezar un movimiento separatista de la metrópoli, y lo encuentran en Agustín de Iturbide, quien con gran tino, se da cuenta de que para terminar con la permanente oposición de los mexicanos a las autoridades establecidas, tenía que incorporarlos de alguna forma a la nueva realidad; y de ahí viene la propuesta de reconciliación a Vicente Guerrero que encabezaba el principal foco de insurrección en el sur del país, para terminar las hostilidades y consumar definitivamente la separación de México respecto de España.

Así se constituye el Ejército Trigarante, que defendía a la Religión Católica (en realidad, los fueros y privilegios de ésta); la Independencia (sacudirse el dominio de la metrópoli); y, la Unión (dar por terminada la guerra entre insurgentes y el ejército). Estos propósitos, más el de ofrecer la corona a Fernando VII o alguno de sus herederos, eran los principios establecidos en el Plan de Iguala.

De ahí que resulte paradójico que un gobierno que se precia de luchar contra las inequidades y el abuso de poder de grupos minoritarios, como el de López Obrador, esté llevando a cabo grandes festejos para recordar cómo los grupos dominantes de aquél momento, decidieron que la Independencia era la mejor forma de mantener su poder y privilegios en el lejano año de 1821.



[1] Villoro, Luis; La revolución de Independencia; Fondo de Cultura Económica; México, 2019; pp. 186-190

[2] Ibidem. P. 187

No hay comentarios:

Publicar un comentario