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Zapata

jueves, 23 de septiembre de 2021

 

LÓPEZ OBRADOR, ESTADOS UNIDOS Y CHINA

A raíz de la intervención por videoconferencia, por unos cuantos minutos del presidente de China, Xi Jinping, durante la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) el pasado 18 de septiembre en la ciudad de México, los subordinados del establecimiento político de Estados Unidos, han lanzado toda una campaña de satanización del gobierno de Andrés Manuel López Obrador[1], acusándolo de haber optado por China, en la “competencia estratégica” global que existe entre ambas superpotencias.

Es una acusación totalmente maniquea, que intenta cerrar por completo cualquier intento, por modesto y mal ejecutado que sea, del gobierno de López Obrador, por establecer algunos vínculos un poco más estrechos con una potencia indiscutible, que bien podría aportar mucho al desarrollo del país.

Pero en Washington están obsesionados con su “nueva guerra fría” (por más que lo niegue hipócritamente Joe Biden) con China y Rusia, y no van a tolerar que países vasallos a Washington, como México, tenga una relación, ya no digamos estrecha, sino siquiera normal, con el gobierno de Beijing.

El gobierno de Estados Unidos ya exigió al mexicano, en la reunión del Diálogo Económico de Alto Nivel (DEAN) entre ambos países, que le cierre la puerta a las tecnológicas chinas, a lo que el dócil gobierno mexicano, en vez de rechazar este tipo de presiones, contestó que lo va a “analizar”.

La realidad es que el débil y desubicado gobierno mexicano, después de que, junto con los gobiernos neoliberales en los últimos 25 años, cedió prácticamente toda su soberanía ante los Estados Unidos mediante los tratados comerciales (TLCAN y ahora T-MEC), los mecanismos de cooperación en materia de seguridad (Iniciativa Mérida); ahora en la administración de López Obrador, la política migratoria (“Remain in Mexico” y el muro humano contra la migración en la frontera sur); así como la laboral (inspectores laborales estadounidenses en nuestro país, sin reciprocidad para México); intenta desesperadamente convencerse y convencer a sus huestes de “izquierda” en México, así como a los gobiernos progresistas de América Latina, que aún tiene algo de autonomía en materia de política exterior y que no es un lacayo de Estados Unidos.

La realidad es que estos patéticos intentos del gobierno de López Obrador por “demostrar” que México sí es independiente y soberano, no cambian en nada su absoluta dependencia respecto a Washington en materia económica, militar, tecnológica y política.

Por ello, parece exagerada toda la parafernalia que los “minions” de Washington en México, están armando en contra del gobierno de López Obrador, como si se hubiera lanzado a los brazos de Beijing; cuando en realidad, lo que ha estado implorando el presidente mexicano en los últimos meses es crear un espacio económico único en toda América al estilo ALCA que propuso en su momento Clinton, reiteró Bush y que fue fulminantemente rechazado por la Venezuela chavista y la Argentina kirchnerista; y por cierto que ningún país latinoamericano ha retomado, y tampoco el gobierno de Biden.

Así que, eso de que López Obrador ya se fue con los chinos, es puro cuento. El gobierno mexicano lo que quiere es atarse todavía más a Estados Unidos, y en todo caso está usando la defensa de Cuba y un tímido acercamiento con China, como mensajes a Washington de que nuestro país desea subordinarse todavía más a los estadounidenses, con una unión prácticamente total entre ambos países, lo que por supuesto la muy amplia población racista de ese país rechazaría por completo.

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