LÓPEZ OBRADOR, ESTADOS UNIDOS Y CHINA
A raíz de la
intervención por videoconferencia, por unos cuantos minutos del presidente de
China, Xi Jinping, durante la reunión de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) el pasado 18 de septiembre en la ciudad de
México, los subordinados del establecimiento político de Estados Unidos, han
lanzado toda una campaña de satanización del gobierno de Andrés Manuel López
Obrador[1], acusándolo de haber
optado por China, en la “competencia estratégica” global que existe entre ambas
superpotencias.
Es una
acusación totalmente maniquea, que intenta cerrar por completo cualquier
intento, por modesto y mal ejecutado que sea, del gobierno de López Obrador,
por establecer algunos vínculos un poco más estrechos con una potencia
indiscutible, que bien podría aportar mucho al desarrollo del país.
Pero en
Washington están obsesionados con su “nueva guerra fría” (por más que lo niegue
hipócritamente Joe Biden) con China y Rusia, y no van a tolerar que países
vasallos a Washington, como México, tenga una relación, ya no digamos estrecha,
sino siquiera normal, con el gobierno de Beijing.
El gobierno
de Estados Unidos ya exigió al mexicano, en la reunión del Diálogo Económico de
Alto Nivel (DEAN) entre ambos países, que le cierre la puerta a las
tecnológicas chinas, a lo que el dócil gobierno mexicano, en vez de rechazar
este tipo de presiones, contestó que lo va a “analizar”.
La realidad
es que el débil y desubicado gobierno mexicano, después de que, junto con los
gobiernos neoliberales en los últimos 25 años, cedió prácticamente toda su
soberanía ante los Estados Unidos mediante los tratados comerciales (TLCAN y
ahora T-MEC), los mecanismos de cooperación en materia de seguridad (Iniciativa
Mérida); ahora en la administración de López Obrador, la política migratoria
(“Remain in Mexico” y el muro humano contra la migración en la frontera sur);
así como la laboral (inspectores laborales estadounidenses en nuestro país, sin
reciprocidad para México); intenta desesperadamente convencerse y convencer a
sus huestes de “izquierda” en México, así como a los gobiernos progresistas de
América Latina, que aún tiene algo de autonomía en materia de política exterior
y que no es un lacayo de Estados Unidos.
La realidad
es que estos patéticos intentos del gobierno de López Obrador por “demostrar”
que México sí es independiente y soberano, no cambian en nada su absoluta
dependencia respecto a Washington en materia económica, militar, tecnológica y
política.
Por ello,
parece exagerada toda la parafernalia que los “minions” de Washington en
México, están armando en contra del gobierno de López Obrador, como si se
hubiera lanzado a los brazos de Beijing; cuando en realidad, lo que ha estado
implorando el presidente mexicano en los últimos meses es crear un espacio
económico único en toda América al estilo ALCA que propuso en su momento
Clinton, reiteró Bush y que fue fulminantemente rechazado por la Venezuela
chavista y la Argentina kirchnerista; y por cierto que ningún país
latinoamericano ha retomado, y tampoco el gobierno de Biden.
Así que, eso
de que López Obrador ya se fue con los chinos, es puro cuento. El gobierno
mexicano lo que quiere es atarse todavía más a Estados Unidos, y en todo caso
está usando la defensa de Cuba y un tímido acercamiento con China, como
mensajes a Washington de que nuestro país desea subordinarse todavía más a los
estadounidenses, con una unión prácticamente total entre ambos países, lo que
por supuesto la muy amplia población racista de ese país rechazaría por
completo.
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