El
presidente Andrés Manuel López Obrador aceptó que ayer se dejó deliberadamente
en libertad al hijo del “Chapo” Guzmán, Ovidio Guzmán López, después de que
había sido aprehendido por el Ejército en Culiacán, Sinaloa.
Ayer, los
miembros del Gabinete de Seguridad (Seguridad Ciudadana, Defensa y Marina)
señalaron que en un operativo de “rutina” se habían topado con el hijo del “Chapo”
y al aprehenderlo, se suscitaron una serie de acciones violentas contra las
fuerzas de seguridad federales y de agresiones contra la ciudadanía, que
pusieron en riesgo vidas inocentes, por lo que se decidió dejar en libertad al
hijo del narcotraficante más conocido de México; hoy preso y sentenciado de por
vida en Estados Unidos.
Pero hoy en
Oaxaca, el presidente dio la versión real, al afirmar que en cumplimiento de
una orden de aprehensión (no se dijo si para apresar a Ovidio Guzmán o a otro
miembro del cártel de Sinaloa), el Ejército capturó al hijo del “Chapo” y eso
detonó una violentísima reacción de los miembros del cártel, que pusieron en
riesgo la vida de la muy pequeña fuerza (se dice que sólo 30 elementos
efectuaron el operativo) encargada de llevar a cabo la aprehensión, y de los
ciudadanos de la capital del estado de Sinaloa.
Lo que ésta
situación está denotando es que el Estado Mexicano en su conjunto, sigue
fracasando en su muy desgastante, descoordinada y poco planificada lucha contra
el crimen organizado, que ha demostrado, una y otra vez, que puede sobrevivir
gobierno tras gobierno, mantener sus operaciones ilegales y retar a las fuerzas
armadas y de seguridad del Estado, incluso en una ciudad importante, como la capital
del estado sede de la que por mucho tiempo fue la organización criminal más
peligrosa del país y de Latinoamérica (ahora lo es el cártel Jalisco Nueva Generación).
López
Obrador aceptó que haber insistido en mantener la captura de Ovidio Guzmán,
hubiera implicado una matanza de miembros de las fuerzas militares, pues no
contaban con suficiente apoyo y también de civiles inocentes que se
encontrarían en medio de la refriega.
Todo parece
indicar que quisieron sorprender a Ovidio en una casa de seguridad para aprehenderlo;
ya sea que hayan recibido la información del propio aparato de inteligencia del
gobierno mexicano o de la DEA estadounidense.
Lo que
resulta claro es que no planearon aprehenderlo y sacarlo de inmediato del
estado de Sinaloa, lo que hubiera implicado una operación aerotransportada, que
seguramente no quisieron realizar, ante la posibilidad de que el cártel se
enterara de antemano y se apoderara de pistas o lugares en los que pudieran
aterrizar aeronaves o helicópteros.
Tampoco se
avisó al gobierno local o al municipal, sabiendo que el cártel tiene numerosos
informantes incrustados en estos niveles de gobierno, y por lo tanto se hubieran
enterado con anticipación de la operación.
Y tampoco
quisieron entrar con una fuerza mayor de carros blindados e infantería, pues
ello hubiera sido advertido con mucha anticipación por los informantes del
cártel, y los dirigentes, como Ovidio, se hubieran puesto a resguardo con mucha
anticipación.
De ahí que
se optara por un equipo pequeño y rápido que efectuara la operación, pero por
lo visto no se planificó bien la salida, y fueron copados y obligados a
negociar, para dejar en libertad al hijo del “Chapo”, lo que seguramente fue
consultado desde el equipo operativo con el Gabinete de Seguridad, y éste con
el presidente (lo que confirmó ya López Obrador), quienes prefirieron evitar
que les masacraran a los efectivos del Ejército, a realizar la aprehensión a
como dé lugar.
La que
brilló por su ausencia en todo este asunto fue la Guardia Nacional, que se
supondría tendría que haber participado en el operativo, y no el Ejército, que supuestamente
ya no está autorizado para realizar este tipo de intervenciones en cuestiones
de seguridad pública. Para eso se creó la Guardia Nacional.
En suma, la “estrategia”
de López Obrador, cualquiera que esta sea, pues sigue sin quedar clara, no está
dando resultado para enfrentar a los poderosos cárteles del narcotráfico
mexicano, que están demostrando una fuerza superior de fuego, de infiltración
dentro de diversas instituciones del Estado Mexicano e incluso de decisión para
proteger sus amplios cotos de poder y fuentes de riqueza.
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