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Zapata

miércoles, 9 de octubre de 2019

BLOQUES DE PODER Y LUCHA POR LA HEGEMONÍA (I)


En este blog hemos analizado desde hace 6 años la lucha por la hegemonía mundial que se ha estado desarrollando a partir de la relativa disminución del poder estadounidense y el aumento del peso de potencias como China, Rusia, la India y la misma Unión Europea.
Gran parte de los problemas del mundo moderno se derivan de esta lucha por la hegemonía mundial y del modelo de desarrollo capitalista en su etapa actual, que generan presiones en las distintas sociedades del mundo, en el medio ambiente y en el equilibrio o desequilibrio entre civilización y naturaleza.
En esta línea, desarrollamos a continuación algunas reflexiones sobre esta competencia entre grandes potencias, que está teniendo cada vez más, repercusiones negativas en el resto del mundo.
BLOQUE ANGLO[1]
Estados Unidos se encuentra en un dilema, pues sus élites no acaban de definir el rumbo que debe seguir el país, para mantener su hegemonía mundial.
Por un lado, el actual gobierno de Donald Trump, que representa a un segmento importante de la población que se ha sentido olvidada y desplazada por la globalización económica, intenta mantener la hegemonía estadounidense ya no a través de la extensión de su poderío militar alrededor del mundo, ni de la proyección de su peso político y económico en todas las regiones del planeta, sino mediante la concentración de su poder en áreas específicas de influencia (continente americano, región Asia-Pacífico y Europa Occidental), dejando a otros países aliados o incluso a sus adversarios, hegemonizar en zonas consideradas menos prioritarias (disminución de su presencia en Medio Oriente, Africa, Europa Oriental, Centro de Asia).
En cambio, los neoconservadores y los liberales/intervencionistas, que Trump ha agrupado en un solo concepto como los “globalistas”, insisten en mantener la presencia militar, política y económica dominante de Estados Unidos en todo el planeta, si bien con la ayuda de sus aliados, pero sin dejar ningún “espacio vacío” que pueda ser aprovechado por sus contrincantes (básicamente China, Rusia e Irán).
Para los “globalistas” la hegemonía estadounidense se garantizará si se crea un sistema de interdependencia económica mundial, a través de tratados regionales de libre comercio (Transpacífico, Unión Europea, Norteamérica, etc.) y la globalización de las finanzas internacionales, teniendo como eje principal de todo el sistema al mercado estadounidense, y como sus capitales política y económica a Washington y a Nueva York, respectivamente.
Dicho sistema económico, basado en cadenas internacionales de valor y de conocimiento, debe ser protegido por el enorme aparato militar estadounidense y el de sus aliados, con objeto de que las decisiones y la mayoría de los beneficios del mismo, fluyan desde y hacia el centro del sistema, es decir los Estados Unidos.
Por ello, para estas élites globales, la migración per se, la multiculturalidad, la diversidad sexual y la cosmopolitización de las sociedades, no son vistas como peligros, sino como oportunidades.
En cambio para los “nativistas” este tipo de desarrollo político, económico y social significa un ataque directo a la cultura, historia, tradiciones y etnicidad de los grupos que fueron en su momento los hegemónicos en Norteamérica y en Europa, por lo que el objetivo es “domar” a la globalización, detener los procesos que se consideran nocivos para el mantenimiento de la hegemonía de los grupos “originales” o “tradicionales” de dichas sociedades; que a la vez, están identificados con sectores económicos que se han ido quedando rezagados respecto a los nuevos avances tecnológicos en la economía internacional.
Así que la lucha es tanto por el poder político entre élites y segmentos de la población que representan diferentes sectores productivos en la sociedad; como una lucha por la hegemonía cultural, sobre el tipo de sociedad y de normas jurídicas que prevalecerán en las siguientes dos o tres décadas.
De ahí la división extrema que se está presentando en la sociedad estadounidense, y que ahora se está expresando con mayor crudeza en el proceso de impeachment iniciado en la Cámara de Representantes por la mayoría demócrata, en contra del presidente Donald Trump.
Esta disputa interna en el líder hegemónico del que hemos denominado “bloque anglo”, se inserta en la disputa mayor, a nivel mundial, por definir la hegemonía para las próximas décadas.
Las élites estadounidenses, en este caso, están unidas al considerar a China como un país “retador” de esa hegemonía, principalmente desde el punto de vista económico y tecnológico, por lo que están de acuerdo en enfrentar ese reto con sanciones económicas, cierres de mercados para los chinos y aumento de la presión militar en la zona de mayor influencia de Beijing, esto es en Asia-Pacífico.
El otro reto que enfrenta Estados Unidos es el militar y estratégico con Rusia, que ha recuperado su presencia en estos ámbitos, por lo que Washington ha intentado mantenerla subyugada mediante sanciones económicas y políticas e intentos de desestabilización interna, sin conseguirlo.
Así, las élites estadounidenses se encuentran en un dilema en esta etapa, pues mientras luchan internamente por definir la forma de mantener la hegemonía mundial (y por el poder dentro de Estados Unidos); hacia afuera tienen que definir hasta donde están dispuestas a seguir escalando la política de contención hacia China y Rusia, pues eventualmente la acumulación de sanciones económicas y políticas, y la aceleración de la carrera armamentista puede llevar a un punto de quiebre, que ponga a la raza humana al borde de la extinción.
De la misma forma, su principal aliado global, la Gran Bretaña, está estancada en su proceso de salida de la Unión Europea, con las élites británicas enfrascadas en una dura lucha para determinar cuál será el camino del país en las próximas décadas, pues la salida del bloque europeo pondrá a la Gran Bretaña casi sin duda alguna, a merced de la buena voluntad estadounidense para integrarla al bloque norteamericano de libre comercio.
Por su parte Canadá, ha quedado ya totalmente subordinada a Estados Unidos en todos los ámbitos; siendo entonces Australia la otra potencia que deberá definir sus relaciones económicas y políticas con China, decidiendo si se une a Estados Unidos en todos los campos de competencia que tiene con el gigante asiático o mantiene una posición de cierta ambigüedad, especialmente en materia económica.
Por lo pronto, las presiones estadounidenses por crear una iniciativa contraria a la “Nueva Ruta de la Seda” china, conformando el proyecto “Indo-Pacífico” entre Estados Unidos, Japón, la India y Australia, están obligando a Canberra a optar por su aliado norteamericano.
En siguientes entregas analizaremos el papel de Israel en este bloque, y seguiremos con los otros bloques (Unión Europea, China-Rusia y otros países como India, Japón, Turquía y Brasil).


[1] Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australia, Nueva Zelanda e Israel.

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