Este segundo
bloque del que hablaremos, inserto dentro del aún hegemónico de Occidente
(junto con el bloque Anglo), se encuentra en un período de crisis, y por lo
tanto de redefinición, que puede llevarlo a profundizar su subordinación
respecto al bloque Anglo; o finalmente adquirir la “mayoría de edad” y pasar a
ser una especie de mediador entre Occidente y el bloque chino-ruso.
Hay varios
factores que afectan las posibilidades de aumentar su peso e influencia
internacionales a este bloque, como por ejemplo: la política del presidente
Trump de alejarse del multilateralismo y exigir a sus aliados un mayor
compromiso en el gasto militar y más equilibrio comercial entre los mercados
europeo y estadounidense; la creciente presencia geoeconómica y geopolítica
china, en regiones de influencia histórica europea, como Africa; la mayor
asertividad china en el sureste de Asia y la región Asia-Pacífico y el reto del
proyecto Belt and Road Initiative, que tiene el objetivo de llegar hasta
Europa; la presencia rusa en el Este, promoviendo su presencia energética
(venta de gas), así como su negativa a verse rodeada por estados hostiles
(Georgia, Ucrania, Polonia, estados bálticos, etc.), lo que genera una zona de
disputas y crisis; la presión migratoria proveniente de Africa y Medio Oriente,
que ha provocado diferentes visiones y políticas de los estados miembros sobre
dicho tema; un crecimiento económico raquítico, que ha golpeado principalmente
a las regiones tradicionalmente menos desarrolladas, haciendo crecer la
desigualdad social; el crecimiento de partidos de derecha, contrarios a la
Unión Europea, a la integración económica y a la migración; una disociación entre
los intereses de la Unión como grupo, y los de los países en lo individual, en
temas de política internacional y militares; los efectos económicos, políticos
y sociales que tendrá el Brexit, una vez que se realice, dependiendo del tipo
de acuerdo al que se llegue con la Gran Bretaña, que entonces se integrará (más
tarde o más temprano) de una manera más estrecha con el bloque Anglo; los
desafíos que presenta el cambio climático, por un lado, y el bajo crecimiento
demográfico europeo, por el otro.
Los dos
países líderes del bloque europeo, Francia y Alemania, tendrán que plantearse
qué tanto pueden y quieren independizarse económica, política y militarmente de
la potencia hegemónica a la que han estado subordinadas desde el fin de la
Segunda Guerra Mundial, es decir los Estados Unidos; qué tanto desean convertirse,
por derecho propio, en un tercer bloque de poder, junto con el Anglo y el chino-ruso;
o sólo desean un poco más de autonomía en algunas políticas, pero mantenerse
como subordinados de Estados Unidos, y en esencia, del bloque Anglo (es decir,
también de Israel, que cuenta con poderosos lobbies en Francia, Alemania,
Países Bajos, Italia, España y Suecia, por mencionar sólo los más importantes).
Se ha visto
claramente que en los conflictos iniciados deliberadamente en Medio Oriente
desde 2001 por Estados Unidos e Israel -con objeto de desmantelar la coalición
anti-israelí que existió desde la fundación de dicho Estado, para así permitir
a los gobiernos israelíes desbaratar cualquier intento de crear un Estado Palestino,
debilitar y de ser posible “balcanizar” a los países que le disputan la
hegemonía a Israel en la región (Irak, Siria, Libia, Irán); mantener la ventaja
militar israelí (especialmente en materia de armamento nuclear, único país que
cuenta con esas armas en la región); y subordinar a sus designios a las ricas
petromonarquías árabes (Consejo de Cooperación del Golfo) y sumarlas a la
coalición anti-iraní; así como mantener la hegemonía occidental sobre las
reservas petroleras de la región y sobre los importantes pasos marítimos de la
misma- los países europeos han jugado un papel secundario, de apoyo a los
Estados Unidos e Israel, pero sin definir un objetivo propio, independiente;
sino sólo como lacayos de quienes han definido qué políticas ha seguido
Occidente en el área, en las últimas 3 décadas.
En Africa,
sólo Francia (en alianza con Estados Unidos), ha intentado mantener una
presencia estratégica, en la zona occidental, pero sin que pueda definir el
curso de los acontecimientos políticos y militares, en los cuales su accionar
queda en un plano menor al de su aliado norteamericano; y en materia económica,
muy alejada de la presencia china en el continente.
Así, si bien
Francia intenta posicionar al bloque europeo como un posible mediador futuro
entre los dos grandes bloques que luchan por la hegemonía mundial, la realidad
es que se queda muy corta, en vista de que los otros actores del bloque tienen
otros intereses, y debilitan la posible influencia europea.
Por ejemplo,
Alemania si bien intenta mostrar algunos rasgos de independencia respecto a los
Estados Unidos, como mantener el desarrollo de la red 5G en su país por parte
de la empresa china Huawei, contra las presiones estadounidenses que intentan
boicotear a esa empresa en todo el mundo; y hasta ahora, se mantiene la
construcción del gasoducto desde Rusia, Nordstream 2, para llevar gas a
Alemania, contra las advertencias estadounidenses; la realidad es que en el
ámbito mayor de la geopolítica mundial, Berlín no desea enemistarse con
Washington, y mantiene las sanciones contra Rusia por la anexión de Crimea;
sigue apoyando el expansionismo territorial y las violaciones a los Acuerdos de
Oslo por parte de Israel; no ha cuestionado (como sí lo hizo Macron en Agosto
de este año) la hegemonía Occidental en el mundo; y en general, no cuestiona el
liderazgo estadounidense en materia militar y económica.
Para
Alemania, resulta además muy difícil aceptar un mayor acercamiento con Rusia,
mientras las disputas de ésta con varios países de Europa del Este no disminuyan,
ya que dichos países (como Polonia, Rumania, los países bálticos, etc.) son
importantes socios comerciales de Alemania, miembros de la Unión Europea y
varios de ellos de la OTAN, por lo que un acercamiento con Moscú puede costarle
a Berlín el alejamiento de esos países.
Así también,
el crecimiento del nacionalismo y de los partidos de derecha en varios países
del bloque, que postulan una menor injerencia europea en sus asuntos internos e
incluso la salida de la Unión Europea, dificultan el que ésta pueda tener una
visión sólida, unificada y con visión de futuro, sobre numerosos temas de la
agenda internacional.
La salida de
la Gran Bretaña constituye el alejamiento del principal socio que servía como
puente con Estados Unidos y un mercado muy importante dentro de la Unión
Europea.
Sin embargo,
visto como una oportunidad, el que Gran Bretaña finalmente se acerque más al
bloque Anglo y deje de constituir una especie de freno a muchos aspectos de la
integración europea (visto también el gran costo que está pagando con su
salida), puede ayudar a que la Unión encuentre un destino y una voz propias,
más independientes respecto a Estados Unidos, y más respetada por el bloque
chino-ruso.
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