En un
desayuno realizado el pasado 22 de Octubre en las instalaciones de la
Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), con la presencia del titular de la
misma, el General Luis Crescencio Sandoval González, quien fuera subsecretario
de la Defensa Nacional y jefe del Estado Mayor de la Sedena durante los
gobiernos panistas de Calderón y Fox, Carlos Demetrio Gaytán Ochoa, señaló que
se le había concedido el “honor” de hablar en nombre de sus comandantes y
maestros; señaló que estaba ahí para expresar algunas “preocupaciones…que
compartimos todos los presentes aquí”.[1]
Así, dijo
que la sociedad está polarizada políticamente, porque la ideología “dominante,
que no mayoritaria” (pues los resultados electorales dicen que sí es
mayoritaria), se basa en corrientes “pretendidamente de izquierda” que
acumularon años de “gran resentimiento”.
Señaló que
los frágiles contrapesos al Poder Ejecutivo han “propiciado decisiones
estratégicas que no han convencido a todos, para decirlo con suavidad” ¿Y cómo
sería decirlo de otro modo; con las armas en la mano General?
Increíblemente
dijo que ello “nos inquieta, nos ofende eventualmente, pero sobre todo nos
preocupa, toda vez que cada uno de los aquí presentes (incluyó al titular de la
Sedena), fuimos formados con valores axiológicos sólidos que chocan con la
forma con la que hoy se conduce al país”.
Más claro ni
el agua. Es una clara insubordinación contra el Comandante en Jefe de las
Fuerzas Armadas, el presidente de la República.
Afirmó que
los principios de los militares (incluido el titular de la Defensa) chocan con
la forma de actuar de su jefe. Pues entonces, los que estén en desacuerdo,
deberían renunciar e irse abiertamente a la oposición política.
Pero no, el
objetivo es mandar un mensaje a un gobierno de izquierda muy tenue -no rojo,
sino prácticamente rosa, que sigue aplicando la política económica neoliberal-
que ni eso es aceptable para los guardianes de ese modelo, es decir las fuerzas
armadas, que durante más de medio siglo han sido entrenadas y mentalizadas por
los Estados Unidos para combatir “al comunismo” o a aquellas fuerzas políticas
y sociales que pongan en entredicho la hegemonía estadounidense en América
Latina y la de los oligarcas y las trasnacionales en nuestro territorio. El pinochetismo
a la mexicana, justo cuando en Chile ponen contra la pared al modelo neoliberal
y a sus beneficiarios.
Las fuerzas
armadas mexicanas demuestran así (si es que el titular de la Defensa y el de
Marina no rectifican estos dichos en un tiempo prudente), como representantes
de la derecha y de los poderes fácticos; no de la nación mexicana, no de los
mexicanos que expresaron inequívocamente su voluntad en las elecciones del 1º. de
Julio de 2018.
Está claro
que los vasos comunicantes que se forjaron por décadas entre grandes
capitalistas, trasnacionales, gobierno de Estados Unidos y fuerzas armadas
mexicanas, siguen queriendo predominar sobre la voluntad popular.
Hasta ahora
el presidente no se ha pronunciado al respecto, y es factible que trate de
minimizar el hecho. Pero la verdad es ominoso éste mensaje de las fuerzas
armadas que, empujadas por los poderes fácticos que han esquilmado al país en
las últimas décadas, alzan la cabeza amenazante para detener las reformas
(tibias la mayoría de ellas) que ha emprendido López Obrador; y que
principalmente están secando los recursos mal habidos de numerosos sectores,
que han vivido de la corrupción, los monopolios (públicos y privados), la
relación simbiótica con el crimen organizado y la subordinación a la potencia
hegemónica.
Al ver su
modo privilegiado y suntuoso de vida afectado, están ahora intentando por todos
los medios posibles frenar al gobierno de López Obrador, ya sea mediante la
intensificación de la violencia criminal y la inseguridad; el boicot del
proceso de renovación interna de la dirigencia del partido en el poder, Morena;
y ahora, lanzando al ruedo a las mismas fuerzas armadas, en las que tanta
confianza y tareas ha depositado el presidente, para intimidarlo y tratar de
detener su agenda de muy tibias reformas, que tienen el objetivo de evitar que
este país siga hundiéndose en la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la
violencia, la inseguridad, la impunidad y la demagogia.
Gaytán
subrayó que su lealtad era con el “pueblo de México”; nunca se refirió al
presidente.
Y también
que el “alto mando” enfrenta a un grupo de “halcones” que podrían llevar a
México al caos y a un verdadero Estado fallido.
Más le
valdría a este general y al titular de la Sedena identificar con nombre y
apellido a quienes ellos consideran “halcones” que ponen en riesgo la seguridad
nacional misma. De no hacerlo, se convierten en obstructores de la justicia,
posibles cómplices y al menos, en omisos de su deber.
Amenazas al
ala izquierda del gobierno de López Obrador, con la finalidad de desaparecerla
del mismo, y que quede solamente el ala conservadora, con la cual el presidente
tuvo que pactar para llegar a la primera magistratura de la Nación.
Si López
Obrador no pone orden y obliga a las fuerzas armadas a definir si le son leales
o no, pasarán dos cosas. Una, se envalentonarán los promotores del golpe de
Estado, cuyo jefe visible es Gaytán Ochoa; y segundo, la derecha se apropiará
de más espacio en su gobierno, y acabará por hacerlo fracasar. Si no, al
tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario