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Zapata

lunes, 3 de abril de 2017

ATENTADO EN SAN PETERSBURGO: OCCIDENTE Y YIHADISTAS V.S. PUTIN

El atentado realizado el día de hoy en el metro de San Petersburgo, al parecer con un artefacto explosivo, ha dejado hasta el momento un saldo de 10 muertos y 50 heridos.
Las primeras hipótesis sobre los probables responsables se dirigen hacia el Estado Islámico, a través de sus aliados yihadistas chechenos, a los que el propio Putin señaló como los principales objetivos de la intervención rusa en favor del régimen de Bashar el Assad en Siria, desde septiembre de 2015.
Sin embargo, el atentado se realiza en un momento especialmente relevante, ya que el presidente ruso Vladimir Putin se encontraba en su ciudad natal y desde donde despegó su carrera política, es decir San Petersburgo, para entrevistarse con el presidente de Bielorrusia, Aleksander Lukashenko, con quien ha tenido diferencias desde que la península de Crimea se anexó a Rusia, a raíz del golpe de Estado instrumentado por Occidente en Ucrania, y que llevó al poder a un gobierno contrario al Kremlin.
Así también, en los últimos días, grupos supuestamente independientes, pero realmente instigados por el gobierno de Estados Unidos y la Unión Europea, llevaron a cabo manifestaciones contra la corrupción en diversas ciudades rusas, acusando principalmente al Primer Ministro Dimitri Medvedev, generando una previsible ola de denuncias contra el gobierno ruso, desde los medios de comunicación occidentales, en vista de que las protestas fueron contenidas por medio de la fuerza pública, y el principal dirigente de las mismas, Alexei Navalny, fue arrestado.[1]
De la misma forma, en Estados Unidos el “Deep state”, los medios de comunicación, los neoconservadores y el Partido Demócrata han profundizado sus ataques contra Rusia, por el supuesto intervencionismo del Kremlin en las elecciones presidenciales del 2016 y por los contactos que diversos miembros de la campaña presidencial de Donald Trump tuvieron con oficiales del gobierno ruso.
Todo ello también se inscribe en las ofensivas iraquí-estadounidenses en Mosul contra el Estado Islámico, con elevado saldo de muertes de civiles ocasionadas por los bombardeos de aviones estadounidenses, lo que ha generado que el gobierno ruso demande una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU para condenar dichas acciones, cobrándole así con la misma moneda a Washington la propaganda antirrusa realizada a raíz de las operaciones militares de sirios y rusos para recuperar la ciudad de Aleppo de manos de los yihadistas apoyados por Occidente.
Está claro que el establecimiento político-militar de Washington, junto con sus aliados de Israel, Arabia Saudita y las petromonarquías del Golfo, no están dispuestos a dejar que Rusia logre la pacificación de Siria, manteniendo en el poder a Bashar el Assad y destruyendo a los yihadistas financiados y armados por Occidente y por sus aliados de Medio Oriente.
Quieren que Putin “pague el precio” por su victoria en Siria (que aún no se concreta del todo), y al mismo tiempo están fortaleciendo su estrategia de “cambio de régimen” al interior de Rusia, activando sus organizaciones no gubernamentales y a sus vasallos ucranianos (como Navalny), para que le generen más problemas internos a Putin y éste tenga menos margen de maniobra en Siria y Ucrania.
Hay que recordar también que Washington y Bruselas instrumentaron en 2008, durante los Juegos Olímpicos de Beijing (Putin estaba de visita ahí, para la inauguración), la agresión de Georgia contra Osetia del Sur, región que está bajo la protección de Moscú, lo que llevó a que Putin respondiera con firmeza, derrotando al ejército georgiano y decidiendo a la postre cesar las hostilidades para evitar que se le acusara, falsamente, de querer invadir Georgia (que bien lo pudo haber hecho).
Nuevamente Occidente aprovechó un evento deportivo internacional, como los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi (Rusia) en 2014 -en los que Putin había invertido gran parte de su capital político para mostrar un rostro pacífico y moderno de su país, para instigar el golpe de Estado contra Víctor Yanukovich, el presidente ucraniano que había rechazado un pacto con la Unión Europea, y había preferido la cooperación con Rusia.
Este 2017 y el 2018, nuevamente se desarrollarán eventos deportivos de primer orden en Rusia, ambos de futbol, como la Copa Confederaciones y después la Copa Mundial, durante los que seguramente Occidente y sus aliados yihadistas intentarán llevar a cabo atentados y/o apoyarán nuevas acciones desestabilizadoras dentro de Rusia, con objeto de debilitar y en su caso sacar del poder a Putin, pues recordemos que en el 2018 habrá elecciones presidenciales en Rusia, y seguramente Occidente apoyará con todo a la oposición (y saboteará como pueda al gobierno ruso), para derrotar a Putin, o al menos para debilitarlo significativamente.
Los neoconservadores y el establecimiento político-militar de Washington, junto con sus vasallos europeos, asiáticos, latinoamericanos y de Medio Oriente, ven al régimen de Putin como el principal obstáculo para reafirmar su hegemonía en el mundo, pues desde que está en el poder, el presidente ruso ha evitado que su país sea saqueado como lo fue durante el nefasto período de Boris Yeltsin; y hasta donde ha podido, ha evitado que siga adelante el cerco militar y económico en contra de Rusia por parte de la OTAN, la Unión Europea y Estados Unidos.
Así que éste atentado, y otros que vendrán, si bien se le puede atribuir a los yihadistas, la realidad es que vienen inspirados (y quizás hasta financiados) por Occidente, que está determinado a eliminar a Rusia como competidor estratégico en la lucha por la hegemonía mundial.



[1] De origen ucraniano, egresado de la universidad de Yale, Navalny dirige el Partido del Progreso y un blog denominado Live Journal. Ha sido financiado por la National Endowment for Democracy (NED), organización fachada de la CIA.

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