Iconos

Iconos
Zapata

martes, 4 de abril de 2017

POLÍTICA EXTERIOR DE MÉXICO AL SERVICIO DE ESTADOS UNIDOS

La patética exhibición de servilismo que dio ayer el pseudo diplomático Luis González de Alba en la reunión extraordinaria del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (o ministerio de colonias de Estados Unidos) para condenar al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela como antidemocrático, demuestra el nivel tan bajo en el que ha caído la política exterior mexicana, con objeto de quedar bien con Washington; especialmente ahora que nuestro país negocia en una posición de extrema debilidad con la superpotencia, diversos temas de la relación bilateral.
En 1976 el internacionalista Mario Ojeda afirmaba en el primer párrafo de su significativo libro Alcances y límites de la política exterior de México (México; El Colegio de México; 1ª. Ed; 1976): “La política exterior de México, como la de cualquier país débil que obtuvo su emancipación de una gran metrópoli, fue diseñada fundamentalmente para la defensa de los intereses nacionales internos. Se entiende, en consecuencia, que el fin último de esta política ha sido siempre, en principio, la preservación y afirmación de la soberanía nacional”.
Ahora la soberanía nacional ha pasado a un segundo o tercer término. Desde que México firmó la Carta Democrática Interamericana (durante el gobierno de Fox, en el año 2001), lo principal es la “democracia y los derechos humanos”, definidos y supervisados por la Organización de Estados Americanos que puede establecer desde Washington, qué país o países son o no democráticos, y si respetan o no los derechos humanos
Según el Artículo 20 de dicha Carta: “En caso de que en un Estado Miembro se produzca una alteración del orden constitucional que afecte gravemente su orden democrático[1], cualquier Estado Miembro o el Secretario General podrá solicitar la convocatoria inmediata del Consejo Permanente para realizar una apreciación colectiva de la situación y adoptar las decisiones que estime conveniente….”
Es decir, la OEA se arroga el derecho de definir la calidad o incluso la existencia o no de un gobierno democrático en un país; y en el artículo 21 se establece que si llega a la conclusión de que no es así, suspende de la organización a dicho Estado de manera inmediata.
Eso fue justamente lo que se le aplicó a Cuba en 1962 (aún sin Carta Democrática en ese entonces), en la reunión de Punta del Este, Uruguay, en donde se consideró que la adhesión cubana al “marxismo-leninismo” era “incompatible” con el Sistema Interamericano[2]. O lo que es lo mismo, era incompatible con la hegemonía de Estados Unidos en el continente americano.
Ahora el lenguaje se ha cambiado, pero significa la mismo; si el gobierno venezolano no está dispuesto a ser un vasallo de Estados Unidos; y específicamente, si no está dispuesto a dejar el poder para que la derecha venezolana lo ocupe en su lugar, entonces se le expulsará de la organización, por “antidemocrático”; y claro, después de eso las sanciones económicas y los amagos de intervención militar se multiplicarán, hasta lograr la caída del gobierno de Maduro y la reincorporación de Venezuela al bolsillo del imperio estadounidense.
El servil gobierno mexicano, en boca de González de Alba, se encargó de copatrocinar la declaración mediante la cual se considera que Venezuela está ya a un paso de quedar fuera de la organización, pues hay “una alteración inconstitucional (sic) del orden democrático”.
Sólo Bolivia, Ecuador y Nicaragua apoyaron a Venezuela, y El Salvador se abstuvo de votar a favor de dicha resolución.
En 1962 el canciller mexicano Manuel Tello[3] votó en contra (igual que lo hizo Brasil, que era gobernado entonces por Joao Goulart), tanto de la realización de la Octava Reunión de Consulta de la OEA, como de la expulsión de Cuba (aunque concediendo que el “marxismo-leninismo” era incompatible con la Carta de la OEA), aduciendo que la expulsión de un Estado miembro no era jurídicamente posible, sin la modificación previa de la propia Carta de la organización.
En este sentido, el gobierno de López Mateos buscó una salida jurídica, para evitar enfrentarse con Estados Unidos, pero aun así, tuvo la valentía de no apoyar la expulsión cubana, en los momentos más álgidos de la Guerra Fría.
Ni por asomo se podría esperar algo similar de un gobierno corrupto, asociado al crimen organizado, servil a Estados Unidos y repudiado por la mayoría de la población mexicana, como el de Peña Nieto.
¿Algún día recobrará algo del prestigio y reconocimiento internacional perdido la desbaratada e irrelevante política exterior mexicana?




[1] Claro, esto a juicio de la mayoría de los países de la OEA.
[2] Fue Colombia la que invocó el Artículo 6º del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) para llevar a cabo la Octava Reunión de Consulta, “para considerar las amenazas a la paz y a la independencia política de los Estados americanos que puedan surgir de la intervención de potencias extracontinentales encaminadas a quebrantar la solidaridad americana”.
[3] Tello formuló la posición mexicana junto con el subsecretario José Gorostiza, el embajador ante la OEA, Vicente Sánchez Gavito, y los destacados diplomáticos de carrera Alfonso García Robles y Antonio Gómez Robledo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario