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Zapata

martes, 11 de abril de 2017

LOS NEOCONSERVADORES INTENTAN ACORRALAR A RUSIA

Como se ha venido analizando en este blog desde hace dos años, Rusia se ha convertido, junto con Irán, en los únicos países que se han opuesto resueltamente a la hegemonía estadounidense en el mundo, e israelí en el Medio Oriente (China, de una manera más oblicua lo ha hecho en el Lejano Oriente).
De ahí que las élites globalizantes de Washington, Nueva York, Londres, París y Tel Aviv (Berlín, Tokio y Roma siguen siendo “Estados ocupados militarmente” por las potencias occidentales vencedoras de la Segunda Guerra Mundial; por lo tanto, no cuentan realmente en la gran estrategia mundial), hayan tratado de cercar y acorralar a rusos, iraníes y chinos; y al mismo tiempo les han tratado de generar problemas geopolíticos en su entorno inmediato, sin dejar de insistir en el apoyo a grupos opositores internos para intentar “cambios de régimen” en Moscú, Teherán y Beijing.
Sin embargo, la “licuefacción” del neoliberalismo después de la crisis instrumentada por los usureros-especuladores de Nueva York en 2008; así como la evidencia de que la Unión Europea es un pacto entre grandes corporaciones y burocracias para explotar a la población de ese continente; más la guerra permanente para generar el caos en el Medio Oriente y Africa del Norte con objeto de asegurar la hegemonía israelí y la permanencia en el poder de las monarquías en Arabia Saudita y los países sunnitas en el Golfo Pérsico, han debilitado y limitado la capacidad de Occidente y sus aliados para imponer sus condiciones económicas, políticas y militares en todo el mundo; lo que ha permitido que Rusia, Irán y China mantengan su independencia respecto a las directrices de las élites globalizantes.
La intervención rusa en favor de Bashar el Assad en Siria, evitando la destrucción de su régimen y la partición de ese país, y en especial el triunfo de la coalición rusa-siria-iraní (más Hezbollah), en el bastión de los grupos mercenarios y terroristas financiados y armados por Occidente, Turquía, Israel y las monarquías sunnitas de la región, es decir Alepo, convenció a los neoconservadores y sus aliados de que era necesario dar un golpe de mano para revertir dicha situación.
Sin embargo, la llegada de Trump a la Casa Blanca, quien no pretendía continuar con esa política intervencionista en Medio Oriente, y cuyo objetivo primordial era destruir a los terroristas del Estado Islámico, se convirtió en el principal obstáculo para cambiar la correlación de fuerzas en Siria.
Por ello los neoconservadores y sus aliados (lobbies pro Israel, pro Arabia, medios de comunicación y el “Deep state”), se dieron a la tarea de desbaratar al equipo que rodeaba a Trump y que estaba en contra de continuar con la política en favor del “cambio de régimen” en Siria y de un acercamiento con Moscú.
Con la campaña 24/7 en contra de Trump por sus supuestos vínculos con el Kremlin, así como las acusaciones de que Rusia interfirió en las elecciones del 2016, se arrinconó a Trump desde el inicio de su presidencia y se le obligó a dedicar la mayor parte del tiempo a negar las acusaciones y a defenderse en los medios.
La salida del asesor de seguridad nacional Michael Flynn y la reciente separación de Steve Bannon del Consejo de Seguridad Nacional, revelan que la estrategia para derrotar a los “nativistas”, en favor de los neoconservadores (representados ahora por el sionista yerno de Trump, Jared Kushner), dio resultado; y esto se aprovechó llevando a cabo de manera rápida un ataque “de falsa bandera” en Siria, al parecer con cloro (aunque se insiste que fue gas sarín), sobre población civil, para culpar al régimen de Assad.
La operación se hizo de manera que no hubiera posibilidad de iniciar algún tipo de investigación para ver de dónde provino el ataque, qué tipo de gas se liberó, quiénes fueron los responsables y cuántas fueron realmente las victimas (en vista de que se realizó en un área totalmente controlada por los terroristas financiados y armados por Occidente y sus aliados).
Pero una vez contando con el pretexto que buscaban, y teniendo ya el control de la Casa Blanca a través del yerno Kushner, fue fácil convencer a Trump de que ordenara un ataque (ilegal desde el punto de vista del Derecho Internacional Público y de la Carta de las Naciones Unidas), contra una base aérea siria.
Después los aliados y vasallos estadounidenses en todo el mundo apoyaron éste ilegal ataque, y de ésta forma los neoconservadores pudieron resucitar la estrategia de “cambio de régimen” en Siria, en menos de 48 horas, después de que en el último año y medio ya habían sido casi completamente derrotados sus terroristas y mercenarios; y el otro “brazo” anti Assad, es decir el Estado Islámico, se encontraba en franco retroceso ante los avances del ejército iraquí y de las milicias iraníes.
Así, los neoconservadores y el “Deep state” pretenden revertir la victoria rusa, siria e iraní y obligar a Rusia a pactar lo siguiente:
O deja de apoyar a Assad, o la coalición pro cambio de régimen intensificará las sanciones económicas contra Rusia, Siria e Irán; y se realizarán nuevos ataques militares contra el gobierno sirio.
A cambio de dejar en la estacada a Assad le prometen a Putin ir quitando las sanciones contra Moscú y dependiendo de su comportamiento en distintos puntos “calientes” como Ucrania, Moscú sería readmitido dentro de la “élite” de la comunidad internacional.
Para eso está Tillerson en Moscú. Va a ofrecer el trato de que Rusia abandone a sus aliados Siria, Irán y Hezbollah y a cambio se le dará una “tajada” de lo que quede del estado sirio (probablemente se respetarían sus bases en Tartus y Latakia) y se le iría readmitiendo en la toma de decisiones de la “comunidad internacional”; o lo que es lo mismo, o acepta nuevamente el vasallaje respecto a Estados Unidos o se atiene a las consecuencias.
¿Qué hará Putin? ¿Abandonará a sus aliados con tal de que le levanten algunas sanciones y sea readmitido en el “club de vasallos” de Washington?
Lo que Putin debería exigir, en caso de que definitivamente decida que es demasiado costoso sostener a Assad, sería lo siguiente:
Hay que esperar a ver los resultados de las conversaciones de Astana, antes de quitarle el apoyo a Assad, en vista de que no existe ningún grupo, partido o estructura que se haga cargo del gobierno de un día para otro, si es que Assad sale de la presidencia. Es decir, por lo menos el resto de este año habría que realizar conversaciones y negociaciones entre gobierno y grupos opositores serios; por lo tanto, negar la participación de grupos abiertamente terroristas como Al Nusra.
Se tiene que realizar una investigación imparcial, en la que participen Rusia, Siria, Estados Unidos, la Unión Europea y China, sobre el ataque químico, para que quede claro cómo sucedió y quiénes fueron los responsables. Si no se acepta esto, no puede haber ningún acuerdo.
Estados Unidos, Turquía, Gran Bretaña, Francia, Arabia, Israel, Egipto Jordania y las petromonarquías del Golfo deben  comprometerse a dejar de apoyar a los mercenarios y terroristas que combaten a Assad, de lo contrario no puede haber una solución negociada al conflicto; ni tampoco Assad tendría garantías sobre su persona, familia y colaboradores en caso de que decida dejar el poder.  Si Rusia no tiene garantías sobre esto, no debería comprometer el futuro de Assad.
Rusia no debe comprometer su relación con Irán en una misma negociación sobre Siria. Son dos temas que tienen que negociarse aparte, ya que los neoconservadores creen que pueden intimidar a Rusia con el ataque en Siria (y a Corea del Norte y de paso a China con el envío del portaaviones Carl Vinson a la península coreana). Putin también está “flexionando sus músculos”, fortaleciendo las defensas aéreas sirias y enviando una fragata de guerra más a Siria.

En resumidas cuentas, Putin no puede permitir que Washington le indique quiénes son o deben ser sus aliados; y si debe o no apoyarlos, porque de permitirlo en Siria, después sucederá lo mismo en Ucrania y finalmente vendrá el tan ansiado “cambio de régimen” en Moscú.

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